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Reflexión del Domingo de Ramos

En el Domingo de Ramos nos preparamos para celebrar junto a los discípulos y la muchedumbre, una gran fiesta: la entrada triunfante de Jesús en Jerusalem.

Que la procesión de las Palmas sea una manifestación de alegría porque Él nos permite ser sus amigos y nos da la clave de la vida: El Amor que le llevará a la Cruz.

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Que esta alegría nos ayude a decir Si cada día al seguimiento. No tengamos miedo pongamos nuestra confianza en el Señor. Pensar que Jesús no se iba luciendo de que era el hijo de Dios. No buscaba los primeros asientos ni las reverencias, al revés. Se hizo semejante a nosotros menos en el pecado. Fue esclavo y sufrió como nosotros. Tanto es así, que pocos días después lo veremos camino de la Muerte como si fuera un criminal, un malhechor. El modo de afrontar y de abrazarse a su pasión y muerte, expresa un total abajamiento y humildad. Lo condenan por llevar EL AMOR hasta las últimas consecuencias. Por ser inocente.

No tengamos miedo a esos momentos de dolor. No tengamos miedo por esas contradicciones que la vida o nosotros podamos tener. Confiemos que el sufrimiento y el dolor es el pórtico a una nueva y regenerada vida, la Resurrección. Que este inicio de la Semana Santa, sepamos descubrir el rostro de Jesús en tantos momentos de dolor y sufrimiento.

Que María, madre de misericordia nos ayude e interceda por cada uno de nosotros para que sepamos ver la palabra de aliento y cercanía a Dios en nuestros momentos oscuros y que seamos fieles y coherentes hasta las últimas consecuencias por AMOR sin perder la esperanza en la Pascua.

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