Reportaje
‘Disfruto mucho elaborando cerveza artesana’ Vicente Romero de Ávila Ruíz-Peinado dedica su tiempo libre a producir una cerveza de autor, de momento sin afán comercial Gabriel Jaime
S
u gran pasión, desde siempre, ha sido elaborar vino. Misión nada sencilla por cuestiones instrumentales, principalmente. Ese entusiasmo por los caldos de uva, y sus amistades con gente de la hostelería, también le incitaron a adentrarse en el mundo de las cervezas artesanas. Poseer una mente inquieta y un trabajo que le permite mucho tiempo libre, le abrió las puertas de este mundillo para satisfacer un prurito personal. “La cerveza es un mundo súper complejo. Tiene el doble de ingredientes que el vino y las posibilidades se multiplican para crear más variedades”. Lo dice Vicente Romero de Ávila Ruiz-Peinado, productor aficionado de cerveza artesana. Este joven solanero, que trabaja como supervisor
de producción en Vestas, explica que para elaborar vino sólo es preciso el mosto y algo de levadura. “Imagina lo que se puede conseguir mezclando los cuatro ingredientes principales de la cerveza: agua, malta, levadura y lúpulo”. Cuando comenzó a descubrir estos jugos, totalmente naturales y que nada tienen que ver con las cervezas convencionales, quiso experimentar. Investigó en foros de Internet y probó con unos kits semipreparados. “Aquello era un mosto concentrado para hervir con agua, añadir azúcar y hacer el resto del proceso a partir de su fermentación”. No le gustó. “Fue como añadir un sobre de Avecrem a la sopa”. Tras ingresar en la Asociación de Cerveceros de España, lo que le permitió seguir los consejos de gente más avezada, adquirió los primeros artilugios para confeccionar su propia cerveza
artesana y 100% natural. Una olla para hervir y fermentar, un molino para moler la malta y poco más. “El proceso es algo complejo y lleva mucho tiempo”. “Desde el primer paso hasta su consumo final pueden transcurrir dos meses, porque la cerveza también tiene que madurar y asentarse, igual que el vino”. Primero se trata la cebada o la malta, que tienen que estar en un entorno húmedo entre dos y siete días, hasta que el grano empieza a germinar, sometiéndolo después a un tostado. Dependiendo del tostado, podrán salir diferentes colores, aromas y sabores. “Una cerveza rubia normal tiene un malteado menor que una tipo Guinnes, por ejemplo”. Vicente muele la cebada el mismo día que la elabora “si no, pierde propiedades, como el café” El segundo paso es hacer una infusión para la maceración. En una olla añade tres partes de agua (21 litros) por una de grano (7 kilos). El agua está tratada con filtro de ósmosis, añadiendo algo de bicarbonato para aumentar el PH. Aquí aparece el mosto. Después, hay que lavar la malta rociándola con agua caliente para arrastrar los azúcares. Entra en escena es el lúpulo. “Es muy importante elegirlo bien porque le dará amargor, sabor y aroma a la cerveza ¡El aroma es el talón de Aquiles de los cerveceros!, sentenció. Una vez está el mosto lupulizado, hay que enfriar la cerveza lo antes posible y fermentarlo a una temperatura adecuada para añadirle la levadura. La fermentación dura varios días y los azúcares del mosto se transforman en alcohol, pudiéndola embotellar entonces. Vicente dice que la cerveza industrial “está carbonatada para añadirle gas”. “Aquí se echa azúcar para hacer ese gas de forma natural, consiguiendo así la espuma y la fuerza”.
Vicente en su fábrica casera de cerveza artesana
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En función de si la fermentación es alta o baja, usa distintas levaduras como las variadas marcas del mercado: Lager, Pilsner, Pale Ale, Porter… Las fábricas no Gaceta de La Solana