Reportaje
Una fragua con historia Manufacturas López de la Isidra mantiene la tradición de fabricar herramientas de corte Gabriel Jaime
M
anufacturas López de la Isidra es una modesta empresa familiar, con más de treinta años de andadura, que se dedica a la fabricación artesanal de herramientas de mano, principalmente para la agricultura. Un negocio que se ha ido adaptando a las necesidades del sector y que actualmente monopoliza su producción en las tijeras para cortar ajos. Su gerente, Pedro López de la Isidra, ha contado a GACETA cómo se han reinventado para salir adelante. Junto a su hermano Paco, rige el timón de esta pequeña industria cuchillera, que vende sus creaciones por toda España. Francisco, su padre, fue el impulsor de una actividad siempre ligada con la metalurgia. “Primero montó un taller de bicicletas, después un negocio de carpintería metálica, luego un taller de chapa y pintura y finalmente la cuchillería”. Este versátil taller, ubicado en la antigua bodega de su abuelo, ha acogido varios oficios hasta convertirse en una funcional fragua. Destaca la puesta en marcha de la chapistería, por entonces, a primeros de los años 80. “¡La primera de La Solana!”, presume. La irrupción de más chapistas y su correspondiente competencia hizo flojear
Francisco López de la Isidra, fundador de la empresa.
el negocio. Por eso, Francisco dio un nuevo giro y sentó las bases de la incipiente y próspera empresa. Compró tres prensas a un hombre que hacía tijeras y tenía taller de cuchillería en La Solana. “Los primeros trabajos fueron cortar las hojas para las tijeras y soldarles los ojos”, nos dice Pedro. Años después, decidieron elaborar tijeras de cocina por su cuenta, hasta que llegó la importación China y sus precios bajos. “Dimos otra vuelta al negocio para hacer tijeras de podar con nuevos troqueles”.
Otra vez, el ingenio del padre marcó un nuevo arranque. “Sacó un modelo exclusivo de tijera de podar para viña y ampliamos el catálogo con cuchillos de injertar, tranchetes para vendimia y varios modelos de tijeras para ajos, almendros o setos”. La relación de artículos aumentó con las navajas, tres tipos de cuchillos para injertar y otro más de despunte para viñas. Llegaron a confeccionar también navajas de machete e incluso la cabritera de uso doméstico. Poco después aparecieron las tijeras de podar automáticas y de pilas. Había que innovar otra vez. “Contactamos con un cliente para hacer una tijera distinta, con la hoja curvada; mi padre se tiró cuatro meses haciendo muestras hasta que dio con el punto; a sierra y lima, nada de troqueles”. Toda una hazaña. Fue el punto de inflexión de la fábrica. “Nos costó mucho al principio, pero empezamos a venderlas por Andalucía, La Mancha, Levante, y poco a poco fuimos ampliando mercado”. Al jubilarse el cabeza de familia, tras ofrecer su producto por todo el país, dejó una larga lista de parroquianos por toda España “ya no viajamos, vendemos todo desde aquí porque tenemos la suficiente cartera de clientes para tirar del negocio”. Y acentúa “a muchos de ellos no les podemos atender porque nuestra producción es muy limitada”. Pedro, su hermano Paco y otros dos operarios forman la plantilla en este momento. Ampliar el negocio no entra en sus planes, aunque admite que a veces están algo agobiados. “Una nave mayor conllevaría más maquinaria, más empleados y más inversión, y ahora no nos interesa porque tenemos faena de sobra”. Además, subraya, “no debemos nada a nadie”.
Pedro López de la Isidra en la fragua.
34
El trabajo se ha multiplicado, monopolizando la fabricación de tijeras de ajo, “es sólo y exclusivamente lo que confeccionamos todo el año”. Pedro explica que tienen tarea gracias al ajo. “En Las Pedroñeras siempre usaban un tipo Gaceta de La Solana