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Capítulo 22
Amador Moya
DESPUÉS DE LA REUNIÓN DEL 27 A
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Capítulo 22
—¿Salimos hoy de paseo? —fue la escueta pregunta de Francisco. Mariana no había abierto la boca desde que saliera de la reunión y no sabía muy bien por dónde saldría. —Claro. Necesito pensar y conocer tus opiniones sobre lo que acaba de pasar—respondió ella en tono neutro.
Los altos niveles de adrenalina se encontraban normalizados y, su mente y todo su cuerpo, recobraban el ritmo normal tras abandonar la situación de alerta máxima.
Ahora tenía que estudiar la forma de manejar aquella nueva situación. Sus enemigos pensaban que 201
El Administrador de Fincas habían ganado, pero ella intuía que la batalla acababa de comenzar. Al mostrar sus cartas, ya no disponían del factor sorpresa y la partida estaba igualada.
Le interesaba mucho conocer la opinión de Francisco porque él había vivido la reunión desde una perspectiva diferente y a unas revoluciones mucho más bajas que las suyas. Su opinión era mucho más objetiva que la suya. Por supuesto que él se la facilitó gustoso: —No entiendo la actitud de Isidoro, ni la del vocal del 35.
Mariana le explicó cuál era la estrategia de este vecino y cómo, haciendo gala de una hipocresía sin límites, se había unido a su enemigo para lograr sus objetivos secesionista, en contra los intereses de la comunidad. —La administradora le estorba en su propósito; así es que, por pura conveniencia, los secesionistas de ese portal unieron sus votos a los antiadministradora del señor Alonso.¿Lo entiendes ahora? —Perfectamente, aunque eso es muy rastrero. Isidoro siempre ha sido enemigo del vecino del tercero y tiene fama de serio y coherente. —Rastrero, sí, pero real. Y, en cuanto a lo otro, ya ves que la fama no es justificada.
La jugada de Isidoro le producía una profunda decepción. Debía reconocer su equivocación; no obstante, desde el punto de vista estratégico, podía asumirlo. En ese momento, por la mente de Mariana pasaron las palabras que le escuchó en el salón de su casa y que luego la administradora negó con rotundidad: «…Piedad jugando con un perro… ¡seguro!». —Ahora lo entiendo todo —siguió pensando en voz alta.
Amador Moya —¿Qué es lo que entiendes? —Isidoro me mintió cuando hablé con él en su casa. Se dio cuenta de que yo consideraba a Piedad una sospechosa y me mintió para reafirmarme en la sospecha. —¿Estás segura? —Sí. Su objetivo de librarse del señor Alonso tiene como condición previa librarse de la administradora y ha tratado de utilizarme a mí para conseguirlo. —Un poco retorcido ese hombre, ¿no? —Mariana soltó una carcajada. —Aún lo estoy viendo levantarse cuando el del bigote pidió que le votaran como administrador. —Yo pensé que le daba algo —confirmó Francisco. —Lo que más me duele es la actitud del vocal de mi propia junta que me ha dejado en evidencia delante de todos los vecinos —reflexionó—. No puedo sacármelo de la cabeza. Ese vocal traidor estaba al corriente de todos los planes secesionistas y conspiradores y ha esperado hasta el último momento para darme la puntilla a mí. ¡A su presidenta! —Creo que te estás implicando demasiado en todo esto. Parece que tienes un interés personal. —¿Es así como lo ves? —Así lo veo. Tú me has pedido mi opinión. —Pues yo pienso que los que se lo toman desde el punto de vista personal son ellos. Yo soy la presidenta de la comunidad y no puedo dejar que me pasen por encima. —Ése es el problema, tu preocupación por que no te pasen por encima. —¿Actuaría mejor si me pliego a sus exigencias? —Por supuesto que no. Pero la realidad es que no solo eres la presidenta de la comunidad, sino que 203
El Administrador de Fincas también eres la investigadora del mayor misterio que hayamos tenido hasta la fecha. En el desempeño de esos dos papeles, tu mano se encontraba cargada de la suficiente información como para haber hecho saltar la reunión por los aires y que los vecinos se hubieran comido al organizador del evento; sin embargo, has preferido mantenerles el pulso desde el punto de vista personal sin usar tus potentes armas y soportándolo todo solo con tus hombros. No lo entiendo. —Es muy sencillo. Mi principal objetivo es desentrañar ese misterio del que tu hablas: la muerte del perro. ¿Quién lo hizo? Ésa es la pregunta. —¿Así lo vas a conseguir? —No lo sé, pero de lo que no me cabe duda es de que, si hago saltar todo por los aires, con ello hubieran saltado también mis pocas posibilidades de conseguirlo.
Francisco reflexionaba sobre lo que su mujer acababa de decirle. Sin duda, era una mujer valiente y asumía el riesgo. Aquello no era un juego a todo o nada, porque él sabía que no abandonaría hasta conseguir su objetivo. Se sentía orgulloso de ella y afortunado por tenerla a su lado. —¿Qué vamos a hacer ahora? —Francisco sentía curiosidad por saber cuál sería su siguiente paso. —Mañana por la mañana voy a ver a la administradora para conocer su opinión. Hay dos cosas que tengo muy claras: ni Isidoro va a conseguir segregar su portal, ni el señor Alonso va a ser administrador de la comunidad. —¿Y la administradora? —Ella me preocupa menos. Es una profesional y, si pierde esta comunidad, ganará otra. Lo que no quiero
Amador Moya es que parezca que la hemos echado por el conflicto del perro y luego no tenga nada que ver en él. —Difícil cuadrar este puzle —concluyó Francisco. —No lo creas, una buena pista en la investigación de la muerte del perro podría hacer maravillas. —Los dos rieron.
Cuando Mariana fue a enviar el WhatsApp a Piedad para avisarla de que al día siguiente la visitaría, vio el de ésta interesándose por el resultado de la reunión. No quiso preocuparla demasiado y le contestó con una evasiva: «Un gallinero. Mañana por la mañana me paso y hablamos».
El Administrador de Fincas