19 — Hombre, Rodri. Al fin has venido. Cuidado que es difícil quedar contigo, ¿no? — Verá señora comisaria, es que estoy muy «liao». Todo el día de acá para allá. Si no son las lecturas, es el curso y, si no, las cargas familiares. — Entiendo, entiendo —le dijo Mari indicándole la silla que había ante su mesa. Rodri hablaba un poco de nariz y como masticando las palabras. Un estilo muy característico de los jóvenes de su edad en los ambientes que se le suponían. Mari había decidido que aquella declaración la recogería ella; así es que, tras una breve pausa, continuó. — No es necesario que me llames comisaria, no me asciendas así de golpe. Soy subinspectora y puedes llamarme policía. También soy la presidenta de la comunidad de la calle la Industria en Eras, donde colgaron al perro. No sé si te has enterado… — Claro, claro. ¡Vaya movida! Además, dicen que hay alguien que se dedica a matar perros por la zona. Esto ya parece El Bronx. — ¿El qué? —Rodri la miró con los ojos muy abiertos. No podía ser que aquella «poli» no hubiera oído hablar de aquel barrio que salía en todas las películas. — El Bronx, ese barrio de Nueva York que sale en todas las películas —aclaró él con una sonrisa. — ¡Ah, ya! El Bronx. ¡Qué va!, ¡qué va!. León es muy diferente, aquí hablamos castellano. Anda, dame tu DNI. 155