25 Mari no se complicó la vida. Lo estuvo pensado y tomó el camino más recto. No tenía el WhatsApp de ninguno de ellos, así es que le pidió a la administradora el correo del señor Alonso y le redactó uno con membrete oficial: «Ha habido novedades en el caso del perro. Por favor, pasaos por la comisaría mañana a primera hora porque quiero hablar con vosotros. Si es posible, que venga vuestra hija. Es urgente que hablemos porque me voy de vacaciones y no quiero dejar esto un mes pendiente». No falló. A la mañana siguiente, al llegar a la comisaría, ya estaban los tres esperándola. Basilio distribuyó el trabajo con rapidez. — Los tres son investigados. Deben saber que, en función de su nivel de colaboración, acabarán en el calabozo o se librarán de él. Yo me quedo con el abogaducho. Tú, Mari, coges a la mujer. Luis, tú a la chica. Te la llevas al despacho de Mari, le pides el DNI y no haces nada más. Cuando digo nada más es, nada. No quiero ni que hables con ella. Si se dirige a ti, le das una evasiva y mantienes el silencio. Quiero que se ponga nerviosa, ansiosa; que la espera la saque de sus casillas si puede ser, ¿me has entendido? — Claro, ya lo hemos hecho otras veces. — Mari, sé muy cariñosa con su mujer, cómplice si es posible. El objetivo es: primero que reconozca el cuenco como el suyo, y segundo que largue quién fue el que envenenó al perro. No me sirve que diga que ella no fue. — Entiendo. — Dile, suavemente, que se puede pasar la noche en el «trullo». Ella nunca ha estado ahí abajo, así es que explícale 189