6 Basilio se dejó caer en su silla y contempló la pantalla negra del ordenador con tanta intensidad como si estuviera leyendo en ella una de esas novelas de misterio que tanto le gustaban. En realidad no veía nada, no oía los ruidos de los otros tres compañeros de la sala que compartía. Solo pensaba. «No hay duda; la ley de Murphy existe y funciona. La “chorradita” del perro va a traer cola. Y en el centro de la operación se ha colocado Mari que, de paso, me arrastrará a mí. No tengo salida posible. Por si fuera poco, está el abogaducho ese, la administradora y casi cien vecinos. Espero que de todo ese “ganao” se encargue ella. En este belén solo falta alguna protectora de animales. ¡Con lo que tengo pendiente! Bueno, recapitulemos.» Sus últimos pensamientos provocaron que su mirada reparase en el aspecto general de su mesa. Tres montones de carpetas y otras dos con todos los papeles esparcidos. «¡Qué desastre! Tengo que organizar esto de alguna manera. Agruparé en un montón todos los casos que tengo parados, pendientes de una respuesta de las operadoras, bancos, etc.; los otros ya veré cómo los ordeno». Cuando Basilio hubo terminado la primera criba, su estado de ánimo mejoró sensiblemente. Solo le habían quedado siete carpetas que indicaban el número de casos pendientes y operativos. «Apartaré los relacionados con telefonía móvil. Son “una castaña” insufrible. A ver si con este rollo del perro, consigo endosárselos a otro y quitarlos de mi vista. Odio estos hurtos. La mitad son falsos y solo sirven para estafar al seguro, 51