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EL CALAMBRILLO Se expresan los poetas
~ El Calambrillo ~
Por Isabel Pavón y Nono Villalta
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Se � � es an los poetas
Repasando poemas de cuatro autores conocidos, elijo algunos, ya sean completos o estrofas que a mi entender expresan el contenido de esta sesión. Hablan de una emoción que desea anidarse. Una percepción apenas reconocible. Un querer y no querer. Un hacer sin que se note. Es irrumpir sin palabras, porque el amor entra, se agita sin pedir permiso. La falta de aire en los pulmones que, lejos de ahogar, renueva y vitaliza. Un soñar la irrealidad de la realidad que se vive. Se trata de la urgencia por irrumpir siempre escasa de paciencia. Es como una puerta estrecha con puntiagudas aristas, cuyo roce acaricia la carne y los sentidos, la cura y la envenena, la mata y la resucita. Busca y consigue conquistar el humo seductor de la presencia que anhela. Es el renacer del espíritu infantil, perpetuamente ingenuo. Es el deseo que se interroga, que se duda, que se cuestiona, que se combate sin llegar nunca a concederle la muerte. Es una espina que dulcemente se clava en la piel a cualquier hora, o una daga de azúcar que endulza los días. Un canto al aire con la voz callada. Un guiño, una mirada furtiva. Un gesto que sólo la otra parte podrá saber interpretar con la debida sabiduría... el calambrillo.
Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... yo no sé qué te diera por un beso.
De veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda Gustavo Adolfo Bécquer
Yo ya, apenas soy joven tengo cincuenta años, tengo cincuenta libros, tengo cien desengaños. Yo ya, apenas soy joven, pero me estás mirando y eso ya es sufi ciente para seguir tirando. Como última señal de vida la camisa oreándose en la cuerda agita enloquecidas blancas mangas que reclaman socorro pero abrazan al aire.
Mario Benedetti, del poema socorro y Nadie
Gloria Fuertes, poema Yo ya, apenas soy joven