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Preguntas
No existe nada en el mundo más real que lo que se ve por los ojos incorruptibles de un niño. Y es que la niñez es tan delicada que se quiebra fácilmente con las mentiras de los que dicen la verdad. De ahí que a los abuelos hay verdades que nos dejan en el chasis del alma unos recuerdos imborrables.
Lo supe el día en que el mayor de mis nietos tenía seis años, cuando vio a su madre en la ducha y vino todo alterado a darme la noticia: “¡¡Abuelo, lo sé: a todas las mamás les han cortado la colita!!”. O cuando otro llegó a la conclusión de que su madre era buena: “Se le mueve la teta porque debajo está el corazón”. Que en las noticias “sale gente que se hace el muerto” y que “si la cosa no va bien por la crisis, ¿por qué se ríen?”. Quien más claro lo tiene es Martin, que con cinco años guarda fidelidad a partes iguales a sus piojos de primavera y a mí, que me pregunta cuando me agacho y me quejo: “¿te duele la hernia fiscal?”
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Y luego está la educación. Siempre a vueltas con lo mismo. Cada cierto tiempo la educación de nuestros jóvenes se utiliza como arma política. Ahora está de moda el libro blanco de la enseñanza y de los profesores. Recuerdo que en mi colegio por cada maestro útil que tuve, había tres deficientes. Sin embargo por cada padre modélico conozco 10 o 12 que dejan mucho que desear. El que le grita al árbitro insultando a su madre. El que es un Premio Nobel frente al televisor y en la calle no es nadie. El que elige estar echando la partida con los amiguetes en lugar de estar con sus hijos. El que conduce como un energúmeno cuando lleva los niños en el coche.
Y es que echarle la culpa al otro es algo muy español. Y más en tiempos de crisis y de asumir responsabilidades. Si el chico saca malas notas, es cosa del maestro que no sabe explicar. Si el chico está furioso, es culpa del colegio que le tiene tirria. Y si el chico viene a casa a las tantas de la madrugada y sin la rebequilla es porque se ha entretenido un poco con los amigos.
Desde siempre el valor del trabajo es la llave que abre las puertas del éxito de las clases desfavorecidas y de los chavales sin apellido noble. Que cómo realmente se aprende es escuchando, dudando, ejercitando el pensamiento crítico. Que pasar de curso no debe ser tarea fácil y tiene que costar esfuerzo. Que algunas veces los fracasos enseñan más que los aciertos para ser ciudadanos libres y que andar por ahí creyéndose un David Bisbal. España es un país en el que no se dialoga porque nadie pregunta, a no ser que lo haga para responderse a sí mismo. Creemos estar de vuelta sin haber ido a sitio alguno. Y por último la polémica por los deberes en casa, que ha levantado en los padres más debate que el uso en los comedores escolares del “panga”, ¿tan complejo les resulta a algunos padres echar una mano a sus hijos?
Nono Villalta, febrero 2017