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LO QUE EXISTE Y LO QUE SE VE
/Antonio Orihuela / Lo que existe y lo que se ve
Era viernes santo, en Sevilla, un millón doscientas mil personas esperaban ver al Señor del Gran Poder, y en Madrid, más de ochocientos mil espectadores se congregaban para ver al Cristo de Medinaceli.
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También había mucha gente esperando a Padre Jesús en Moguer, yo volvía esa tarde de la playa, por la carretera iban tres subsaharianos cargados con varios tablones con los que hacerse una chabola en algún asentamiento ilegal durante la campaña de la fresa,
los llevaban al hombro, agarrados en un extremo con las dos manos, el cuerpo encorvado por el esfuerzo, el otro extremo arrastrando,
me parecieron la más auténtica representación de esa fiesta cristiana que recuerda hasta qué punto un hombre puede sacrificar su vida por amor, hasta qué punto puede latir la pasión por la vida cuando no se convierte en muerte en el Mediterráneo.
Iban solos, por el arcén, arrastrando su cruz, no tenían público, tampoco cristianos que les acompañasen o les mostraran compasión, fue la mejor representación de Viernes Santo que he visto nunca, tal vez porque todos mirábamos para otro lado.