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RECUERDOS DE IDA Y VUELTA
/ Paqui García Mariano / Profesora del IES Odón Betanzos Palacios (Mazagón)
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Pasadas dos décadas de mi llegada a Mazagón, inicio un recuerdo emocionado por la memoria de los caminos
recorridos. Y no me refiero a todas las veces que anduve y desanduve la distancia que me separa de esta localidad de mi hogar, sino a todos los recorridos iniciados, acabados -o inacabados-, en una sola dirección o múltiples, por los que transité a lo largo de todos estos años. Todos y cada uno de ellos están asociados, ineludiblemente, a personas que me han acompañado y ayudado a crecer y a conformar la persona que hoy soy, derivando en ocasiones en saludables amistades.
En el año 2000, cuando todo eran incertidumbres ante el nuevo siglo, aterricé en Mazagón algo desorientada por el desconocimiento de la zona, de su gente, de su forma de vida, … aunque había estado muy cerquita, en Palos, durante seis años. Mazagón se me antojaba serena y calmada entre sus pinos por aquel entonces.
No puedo evitar sonreír al recordarme llegando al CEIP El Faro, como si empezara de nuevo, con la misma ilusión y ganas que en mis comienzos. Allí, me recibió un grupo de almas inquietas, cariñosas y muy profesionales; sabían muy bien lo que se traían entre manos con eso de la docencia, el aprendizaje activo y significativo, vamos, unos precursores de esas leyes llegadas más tarde dando un nuevo sentido a la profesión.
Soy docente (maestra de ejercicio y puro convencimiento y profesora por titulación). Imparto Lengua Castellana y Literatura y Francés y algo más: valiéndome del currículum de ambas materias he abordado otras cuestiones -denominadas “transversales”-, las cuales para mí han resultado siempre bastante “troncales”. La educación ciudadana, los hábitos de salud e higiene, la educación emocional, artística, medioambiental, etc. han impregnado el desempeño de mi función educativa, que no puramente académica. En definitiva, el fomento del desarrollo de otros aspectos del ser humano para asegurar su formación íntegra, dado que esta fue una de las principales líneas de actuación marcadas al configurar nuestro centro. Parcelas que no parecían formar parte del currículo a impartir, a las que yo derivaba de forma natural por el cove por mi conocida tendencia a abordar cuestiones múltiples surfeando por la información entre mi alumnado, o lo que es lo mismo: “una cosa me lleva a otra” (risas).
Volviendo al Faro, allí encontré una formación sobre el terreno, con modelos de docentes inigualables, enseñando al alumnado a interpretar y cuidar su entorno más cercano. Por mi parte, yo, además, me atrevía con clases de Plástica y Música, ya veis, a base de muy buena voluntad y paciencia del alumnado que aún no disponía de una ESO “de verdad”, pues éramos un centro denominado semi-D, lo cual nos hacía ser una ESO con pátina de Ed. Primaria.
En aquellos primeros cursos mazagonenses recuerdo a mi alumnado escribir como noticia “deseable”, entre otras, la construcción de un instituto en la localidad. Pues bien, siete años más tarde, participaba de la inauguración del IES Odón Betanzos Palacios formando parte de su equipo directivo. Se abría otra etapa a la que me enfrentaba con mucha ilusión y con muchos proyectos nuevos, sobre todo, porque quería dar cierta continuidad a todo lo aprendido en el colegio, que era mi referente en aquellos momentos. Sentía que no podía haber una ruptura en el tránsito al nuevo centro y estaba dispuesta a gestionarlo lo mejor posible para que así fuera. Ese fue uno de mis principales objetivos en mi incipiente labor como jefa de estudios.
No estuve sola en el intento. La suerte puso en mi camino, de nuevo, a un grupo enorme de personas para ayudar a la botadura de aquel edificio nuevo. Juntos, con gran ilusión y conscientes de la importancia de nuestro papel en la localidad, emprendimos un proyecto colaborativo: “Mazagón, un pueblo en construcción”. Título que respondía a la necesidad del pueblo de ser una entidad propia, con sus necesidades latentes (como las de hoy día, casi, diría yo…) y con expectativas -abandonadas y desilusionadas ya- de ser el municipio independiente al que correspondía obtener su “mayoría de edad”. Con este objetivo en el horizonte, el alumnado de 1º y 2º trabajó con entusiasmo en dicho proyecto, siendo parte activa de lo que estaba gestándose entonces.
Los cursos venideros fueron obviamente diferentes, pero igual de enriquecedores. El capital humano que me ha acompañado ha sido y es la energía que ha impulsado el avance de este buque en el que se ha convertido el instituto en la localidad. Navío que ha atravesado tormentas delicadas en alguna ocasión sin que haya supuesto un naufragio insalvable para sus tripulantes. (Era casi inevitable la metáfora en este entorno costero).
Día a día, en mis trayectos de ida y vuelta a Mazagón, encontraba un argumento para continuar aquí, a pesar de que mucha gente me preguntaba si no estaría mejor en Huelva, mi ciudad. Mi respuesta era y es rotunda: “¿Mejor? ¿Mejor que aquí? Si esto es un paraíso, el centro es pequeño y nos conocemos todos, como una familia… Me encanta el paisaje, los caminos de ida y vuelta me sirven para organizarme mentalmente o para saborear momentos del día en el insti, o digerirlos …”.
Así ha sido durante 22 años que parece que hayan pasado de dos en dos.
En mi mente conviven las risas, las complicidades, las prisas, los agobios de finales de trimestre, las dudas e incertidumbres, … y también la convicción de que nuestra labor incide muy directamente en el “material sensible” que conforma nuestros discentes. Por ellos, esa búsqueda impenitente de la mejor versión de nosotros mismos, los desvelos
y los anhelos, los deseos de convertirlos en esos ciudadanos responsables y competentes de los que tan necesitada está la sociedad, y en los que confiamos arraiguen los valores inculcados amplia e ininterrumpidamente, día a día, a fuego lento, en esos espacios de aprendizaje continuo que son nuestras aulas.
Echando la vista atrás, me recreo en las imágenes guardadas con celo en las que disfruto con los éxitos propios y compartidos, particularmente los éxitos colectivos, como esas Semanas Culturales que durante años suponían un despliegue de recursos y actividades en pro del divertimento y disfrute del alumnado y, por supuesto, del profesorado. Tiempo en que dejamos de lado un perfil exclusivamente docente y realizamos una inmersión más humana entre los jóvenes.
No puedo dejar de mencionar entre estos proyectos el más ambicioso de todos hasta el momento: Matapón. Ese que nos hizo salir en las noticias, por ser ejemplo del desarrollo de múltiples competencias, y de tener como objetivo la visualización de la integración, la tolerancia, la apertura de una sociedad que necesita ser más justa. Esa sociedad quedaba representada en aquella pequeña embarcación que, con sus escasas dimensiones, hizo tan grande a nuestro centro y a las personas que consiguieron sacar aquel proyecto adelante: especialmente los profes Isaías Pascual y Alejandro Rodríguez y los alumnos Pablo Gómez, Jaime Salmerón y Raúl García.
Y para concluir este breve repaso por algunas de mis vivencias como parte integrante del claustro de este centro y, por ende, de su comunidad educativa y social, me declaro una enamorada de este rinconcito de Huelva, al que cada vez llegan más personas en busca de una nueva oportunidad de vida. He apreciado la maravillosa transformación que ha sufrido esta localidad, unas veces por las embestidas de la época actual y, otras, por el devenir lógico y coherente con los tiempos; sin embargo, aún se podrían abordar mejor estas cuestiones. De igual modo lo ha hecho nuestro centro, siempre con sus amplias ventanas abiertas para impregnarse de luz, de ánimo contagioso y de fuerza para afrontar nuevos retos. Igualdad de derechos, intolerancia contra la violencia de cualquier tipo, compromiso medioambiental, retos tecnológicos, etc. Ningún tren que perder ni que dejar escapar. Todos los vagones deben ir bien cargados: de ganas, de trabajo y de metas por alcanzar. Así siempre ha sido, desde su primer equipo directivo hasta el actual -formado por tres mujeres que aportan una interesante visión femenina en determinados aspectos-. Todos ellos y ellas han ido cogiendo el testigo de su antecesor, convencidos de la necesidad de mejorar y dotar de los recursos necesarios para conseguir que el centro sea un referente de innovación y modernidad, sin perder de vista su heterogeneidad y enclave social, es decir, su contexto. De igual modo han entendido la necesidad de que este no sea un islote en medio del núcleo poblacional, sino un centro impulsor de relaciones bilaterales con los agentes sociales y municipales que faciliten sus propósitos.
Este ha sido, por tanto, mi camino, el que he recorrido y en el que sigo, y el que no quiero abandonar. Mi centro -nuestro centro- me proporciona emociones suficientes para sentirme viva, aprendiendo cada día de los que me rodean, ejerciendo la lucha de transformación social con la que nos comprometemos como docentes. Como decía el loco más cuerdo de nuestra literatura. “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía sino justicia social,
No concibo otra ruta que iniciar cada día, con valor -dadas las difíciles circunstancias actuales- y pasión -pocas veces con desgana-, y con la certeza de que aquí es donde quiero terminar mi trayectoria profesional, donde crecí y sigo creciendo.
Sigamos cabalgando, mientras tanto…