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EL NIÑO RESPIRA

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CARMEN PALANCO

Se oye la vida mientras luchamos por sobrevivir; no es tan diferente a otros días donde nos creímos gigantes.

Desde que el mundo es mundo, mientras que para unos llueve, para otros, primavera.

Ahora que vemos al enemigo lamiéndonos la sal de los talones, el niño respira. Se le escucha restregarse sobre la piel de su madre, de donde saca la fuerza y el calor que lo aviva como una flor a punto de abrirse en su cáliz. Se le escucha suave, lo siento poroso, como el pulmón de esta apnea que se expande y se contrae para desaguar la incertidumbre. Se le escucha, tranquilo y latiendo en verdades, guardándose para quienes lo esperan, salivando ternura por cada sonrisa que se quiebra. Atravesado como la estrella que cincela el miedo a contraluz.

He viajado en el tiempo al escucharlo y he sentido a mi madre y a su olor doblarse sobre mi cuerpo. Recordé que fui menuda y frágil entre sus brazos y me he creído fuerte a pesar de lo extraño.

Me ha puesto en pie el niño que se trasvela.

Puedo imaginar su manita, mullida como el algodón, agarrarse a su barco del que se hizo capitán de lunas. Ha encontrado su ruta y ha trazado estas líneas que labro, contienen un mensaje de anclas con las que nos sujeta al corazón de las amarras. El niño respira y respiro y respiramos; ha llegado hecho oración, ha encendido una vela al viento y me ha limpiado el espanto. Su madre, que me habla, quiere abrazarme de lejos y me serena; pero es el niño quien respira para milagro de esta pena.

Balbucea bajo su agua, por él se trasmina la hierba fresca que espera por los pies descalzos de esta humanidad incubada. El niño se bate en olas con un ramillete de deditos tiernos, hace espuma de esperanzas y en el amanecer voy creyendo.

Debe tener las mejillas sonrosadas por el roce y una hondonada de alegría en sus pupilas por las que parpadea el sol. Está henchido de amor; pero con más amor me sentencia: algo tan pequeño y tan grande da a quien le falta su clemencia.

He leído en su crepitar la evidencia y he sonreído inesperada en esta gota de azufre que me condensa.

Hace días que no tengo ganas ni de escribir, y mira que eso me ayuda, pero he tenido que usar la palabra en esta hoja disecada para cuando puedas pensarla.

Mi vida, también es parte de tu nombre que sana.

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