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El patrimonio minero de Mazarrón y su conservación como una responsabilidad de todos

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Para entender la verdadera dimensión y relevancia del patrimonio podemos comenzar por la definición que hace la Unesco en sus “Indicadores de Cultura para el Desarrollo”, donde se nos dice que, en su más amplio sentido, “es a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio”.

Además, el patrimonio no sólo se entiende como una forma material, sino que también debe atender a sus manifestaciones inmateriales, extendiéndose su figura incluso al ámbito natural. En cualquier caso, y siguiendo con los planteamientos Unesco hablamos de unos recursos que constituyen una riqueza frágil y, precisamente por eso, requieren de políticas y modelos de desarrollo que preserven y respeten su diversidad y su singularidad, ya que una vez perdidos son irrecuperables. Nociones básicas para los que se preocupan e interesan por el patrimonio local, que deberíamos ser la inmensa mayoría de los mazarroneros porque, como hemos visto en los últimos años, los elementos que lo integran se han elevado a la categoría de recursos potencialmente importantes para quienes desean orientar sus economías hacia determinadas actividades de corte turístico y cultural.

Ni que decir tiene que esta llamada de atención sobre el patrimonio le viene como anillo al dedo al legado material, histórico y minero del municipio. Ese mismo que, incomprensiblemente, permanece sumergido en el más cruel de los olvidos y la más absoluta de las desidias porque ha pasado casi medio siglo desde que las minas pararon y no se ha realizado ninguna actuación que sepamos, ni una sola, que físicamente haya repercutido en la conservación de todo ese legado, entendida sobre el grueso del Coto Minero de San Cristóbal y Los Perules. Todo se ha reducido a actuaciones puntuales, caso de la actuación desde la esfera de lo privado sobre la mina “La Mazarronera” y siempre se han dado toques de atención sobre el expolio al que se veía sometido, al hilo de las noticias que se iban conociendo sobre la pérdida de elementos concretos.

En ese sentido hemos de recordar que el primer impacto que se produce sobre las instalaciones y su conservación fue el desmantelamiento que las entidades explotadoras hicieron de éstas, mediante contratas y subcontratas, cuando las minas cerraron. Esa fue la primera actuación que condicionó el estado en que nos han llegado los edificios y demás elementos que encontramos en el Coto Minero. Un estado que, a partir de ese momento, fue viniendo a menos debido a las acciones furtivas que ha soportado durante décadas.

En cualquier caso, también hay que decir que ha sido mucho tiempo para que sobre las minas dejase de pesar la “espada de Damocles” de la reapertura, como una amenaza constante que sobreviene precisamente cuando el municipio lucha por salir adelante con otras formas de economía más sostenibles que una simple explotación minera que, como todo el mundo sabe, “nace ya muerta” porque es una actividad efímera y limitada en el tiempo, entre otros muchos aspectos que no es el caso tratar en un artículo de estas características.

También se han echado en falta campañas informativas para que la población pueda estar informada y entienda el valor y el significado real de esas ruinas que hay en las minas. Es preciso divulgar el valor que encierra un legado cuya tímida explotación económica comenzó hace unos años en forma de visitas turísticas y que podría dar muchísimo más de sí. Pero como hemos visto en la prensa estos últimos meses, con toda la importancia que le damos los mazarroneros a las minas, en realidad han sido muy pocas las acciones que se han realizado con este fin.

Creo que es el momento de iniciar todo un proceso de sensibilización a la población con el fin de que se disipen las dudas que puedan existir acerca del Patrimonio Minero, su conservación y utilidad. De este modo se podrán evitar proyectos descabellados y esas propuestas más que risibles en las que se nos quiere convencer de que una explotación no repercutiría en el desarrollo del municipio. Algo que debemos entender en su debida dimensión, porque cualquier actuación de ese tipo tendría un impacto más que importante sobre la fisionomía del municipio y, por supuesto, en su forma de vida y la economía de sus habitantes. Hemos de recordar que una explotación minera conlleva una serie de instalaciones accesorias que, a menudo no se explican, y que cambiarían no sólo el aspecto del municipio sino también su calidad turística, entre otras consecuencias.

Es obvio que las directrices que deben establecerse en cuanto a la conservación del Coto Minero deben exceder ideologías e individualismos y situarse por encima de cualquiera de estos planteamientos. Ya hemos visto cómo la explotación cultural de tradicionales centros mineros funciona (casos de La Unión, Almadén o el Pozo Sotón en Asturias), y para un municipio cuyas líneas se encaminan hacia una economía turística creo que el debate debería centrarse en este tipo de aprovechamiento.

Los mazarroneros debemos entender que, después de todo, nuestro futuro podría estar más ligado de lo que creemos a nuestro legado minero. Ni que decir tiene que ese futuro depende del compromiso de todos y que requiere de un compromiso y trabajo en común, alejado de particularismos, para que las directrices que se establezcan se lleven a cabo, independientemente del tiempo que se requiera para llegar a los objetivos que se determinen y que pasan por la conservación, puesta en valor y explotación turística de nuestro Patrimonio Minero como pilar importante que es de nuestra identidad local. Y también hemos de entender que su conservación y la atención hacia el cuidado de los elementos que lo integran también es responsabilidad de todos.

Juan Francisco Belmar González

Presidente de la Asociación para la Defensa, Conservación, Estudio e Interpretación del Patrimonio Histórico de Mazarrón ADEPAMA

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