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Quinto centenario de la primera vuelta al mundo

MIAJADAS 2019 FERIA Y FIESTAS DE AGOSTO Quinto centenario de la primera vuelta al mundo

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LA MÁS GRANDE AVENTURA

Réplica de la nave Victoria.

El próximo mes de septiembre se cumplirán quinientos años del inicio de una de las más grandes aventuras de todos los tiempos: zarpaba la expedición de Magallanes con destino a las islas Molucas, que Elcano finalizaría logrando completar la primera circunnavegación de la Tierra. Se había conseguido dar la vuelta al mundo por primera vez en la historia.

Nada que ver esta hazaña con la llegada del primer hombre a la Luna, de la que este año se conmemora el cincuenta aniversario. Para épica y romanticismo la de aquellos valientes que se hicieron a la mar. Gracias al cronista italiano Antonio Pigafetta, que tomó parte en la expedición, sabemos todo lo que ocurrió. Imposible plasmar en esta modesta narración el valor de tal gesta.

Tras el tratado de Tordesillas de 1494, la influencia del mundo quedaba dividida en dos por una línea imaginaria trazada en el océano Atlántico. España tenía el control de la zona oeste, que comprendía, además de las Islas Canarias, buena parte de América. Portugal, en cambio, controlaba toda la zona este, desde África hasta el océano Índico, y la parte oriental de Sudamérica. Por eso, España era la primera interesada en abrir una vía marítima que llegara hasta Asia sin tener que bordear todo África para luego, dirección este, llegar hasta la India. La existencia del océano Pacífico se conocía ya, pues el conquistador extremeño Vasco Núñez de Balboa, mediante una travesía terrestre por Centroamérica, había conseguido avistarlo en 1513.

En aquella época, hablamos del siglo XVI, eran muy famosas y valoradas las especias de las islas Molucas, en Indonesia. Magallanes se propuso llegar hasta allí en sentido contrario a como hasta entonces se venía haciendo, en lugar de llegar por Oriente lo haría navegando por Occidente. Su idea era regresar por el mismo camino. Conocedor que la Tierra era redonda, sabía que yendo hacia el Oeste llegaría a las tierras de América, descubierta hacía sólo unos años atrás, y creía que las islas Molucas estarían tras el nuevo continente. Era consciente también que, cuando entrara en el Pacífico, le esperaría una larga travesía antes de conseguir su propósito.

Militar, explorador, marino y navegante portugués, de linaje noble, Fernando de Magallanes propuso su intención al rey de Portugal, quien la rechazó porque ya conocía una vía que le permitía navegar hacia Asia bordeando África y no veía la necesidad de abrir una nueva ruta. Sin embargo, cuando se lo planteó al monarca español, este no dudó en prestarle su apoyo. La expedición tendrá por misión abrir una nueva ruta comercial con las llamadas islas de las Especias. Carlos I, que entonces sólo tenía 18 años, puso a disposición del navegante portugués cinco naves y 239 hombres.

El día 20 de septiembre de 1519, una flotilla de cinco barcos parten de Sanlúcar de Barrameda con rumbo a Canarias: la “Trinidad”, nave capitana, la “San Antonio”, la “Concepción”, la “Victoria” y la “Santiago”. Al frente de todas ellas va Fernando de Magallanes, el segundo al mando es el español Juan de Cartagena. Juan Sebastián Elcano va como maestre de la “Concepción”, comandada por Gaspar de Quesada. A la expedición se suma también el cronista Antonio Pifagetta. Mar y sólo mar, navegan y navegan hasta que, nada menos que cuatro meses después, consiguen llegar a la costa de América, a la bahía Santa Lucía, el sur de lo que hoy es Brasil. En su avance encuentran, ilusionados, un gran canal que debería unir al océano Atlántico con el otro gran océano. Creyendo que han encontrado la entrada del mar del Sur, nombre con el que se conocía al océano Pacífico, pasan a su interior, pero tras quince días navegando se dan cuenta que aquello sólo es una inmensa ensenada de más de trescientos kilómetros tierra adentro. Tras la decepción inicial, salen de allí para volver a bordear la costa, hasta que llegan a lo que Magalllanes llamó la Patagonia.

En marzo de 1520 están muy cerca de la Antártida, cuando buscan refugio en una bahía para pasar el invierno. Las provisiones empiezan a agotarse, los días son cada vez más cortos y el frío es cada vez más intenso. Los hombres empiezan a sufrir todo tipo de rigores, más cuando Magallanes se ve obligado a reducir las raciones de comida. Es entonces cuando varios capitanes y oficiales le exigen la vuelta a España. La nave “San Antonio” aprovecha una misión de exploración para huir y retorna a Sevilla. Con su abandono hacía un daño inmenso a toda la tripulación. De todas las que partieron, era esta la más grande y mejor aprovisionada. La insurrección es reprimida por Magallanes con el ajusticiamiento del capitán de la “Victoria” y el abandono en aquellas tierras de varios hombres conflictivos, entre ellos el segundo de a bordo, Juan de Cartagena.

Dos meses después, se perderá otro barco. La nave “Santiago” se hace añicos contra las rocas en la desembocadura del río Santa Cruz, en territorio argentino.

En noviembre de ese mismo año consiguen llegar a un canal que, ahora sí, comunica con el nuevo océano. Magallanes lo pone por

Fernando de Magallanes.

nombre estrecho de Todos los Santos, aunque siempre será conocido como Estrecho de Magallanes. No sin dificultades, consiguen cruzar este laberíntico paso, llegando al tan deseado Mar del Sur que, por sus aguas tranquilas, deciden llamar océano Pacífico.

Durante tres meses las naves siguen avanzando, siempre hacia el Oeste, sin encontrar tierra firme. La hambruna y el escorbuto, por falta de alimentos, se ceba con la cada vez más diezmada tripulación. Así lo describió Pigafetta:

“Estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comíamos galleta, ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a puñados, porque lo mejor habíanselo comido ellos; olía endiabladamente a orines de rata. Y bebíamos agua amarillenta, putrefacta ya de muchos días, completando nuestra alimentación los cellos de cuero de buey, que en la cofa del palo mayor, protegían del roce a las jarcias; pieles más que endurecidas por el sol, la lluvia y el viento. Poniéndolas al remojo del mar cuatro o cinco días y después un poco sobre las brasas, se comían no mal; mejor que el serrín, que tampoco despreciábamos. Las ratas se vendían a medio ducado la pieza y más que hubieran aparecido. Pero por encima de

todas las penalidades, esta era la peor: que les crecían a algunos las encías sobre los dientes, así los superiores como los inferiores de la boca, hasta que de ningún modo les era posible comer: que morían de esta enfermedad. Diecinueve hombres murieron… Otros veinticinco o treinta hombres enfermaron, quién en los brazos, quién en las piernas o en otra parte; así, que sanos quedaban pocos.”

En marzo de 1521 alcanzan tierra cuando llegan a las islas Marianas. Días después, lo hacen a las Islas Filipinas, donde solo un mes después Magallanes, todo un héroe, perdía la vida en una lucha con los indígenas.

El resto de la expedición decide abandonar la isla. Quedan solo ciento ocho hombres para gobernar las tres naves que se mantienen a flote. Ante la falta de tripulación suficiente para hacerlas navegar, deciden quemar la que se encuentra en peor estado, la “Concepción”, y eligen a Juan López de Carvalho, jefe de la expedición. En septiembre, nombran a Gonzalo Gómez de Espinosa, capitán de la “Trinidad”, como nuevo jefe. También se acuerda poner al frente de la “Victoria” a Juan Sebastián Elcano.

El 7 de noviembre de 1521, ocho meses después de la muerte de Magallanes, avistan la isla de Tidore. Han llegado, por fin, a las islas Molucas, destino inicial de la partida.

Al cabo de un mes, el 11 de diciembre, las dos únicas naves que se mantienen, cargadas de clavo, están dispuesta para regresar a España, pero ese mismo día se descubre una vía de agua en la “Trinidad”, que necesitará de una larga reparación. Con ella se queda Gómez de Espinosa y diecisiete hombres. Unos meses después, tras intentar sin éxito cruzar el Pacífico, la “Trinidad” será abordada por los portugueses.

Solo queda, por tanto, una nave en pie y unos cuantos de marineros. La mayoría han perecido en luchas, motines o debido al hambre y las enfermedades. Elcano, al mando de la “Victoria”, cambia el plan previsto por Magallanes de regresar

Juan Sebastian Elcano.

La circunnavegación de Magallanes y Elcano.

por el mismo camino que les había llevado hasta allí. Decide volver a España atravesando el océano Índico, bordea África, evitando los puertos africanos controlados por los portugueses, y consigue recalar en aguas gaditanas. Pigaffeta escribirá: “El sábado 6 de septiembre de 1522, entramos en la bahía de Sanlúcar; no éramos ya más que dieciocho, la mayor parte enfermos… Desde que abandonamos esta bahía hasta la jornada presente, habíamos recorrido más de 14.460 leguas, y logrado la circunvalación del mundo, de levante a poniente.”

La nao Victoria. Mapa de 1589, de Abraham Ortelius.

Azulejo conmemorativo en honor a los hombres que retornaron. Fachada del antiguo ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda. Así fue. Tres años después de la partida, desvencijada pero altanera, la “Victoria” llega a Sanlúcar de Barrameda. A bordo viene solo un puñado de valientes: dieciocho hombres, desnutridos y harapientos, que han sobrevivido a tan descomunal aventura. Al frente de ellos, Juan Sebastián Elcano, que ha conseguido dar la primera vuelta completa al mundo. Quedaba demostrada la redondez de la Tierra.

El 8 de septiembre, la Victoria remontaba el Guadalquivir y fondeaba en Sevilla. Al día siguiente, una extraña procesión de hombres famélicos, enfermos, en camisa y descalzos, con un cirio encendido en cada mano, se dirigía a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y, después, a la de Santa María de la Antigua, para cumplir la promesa que habían hecho en los momentos más angustiosos de su fabulosa aventura.

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