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El amor hace familias
Sólo hay que darse una vuelta por los Álbumes de Familias que tenemos por nuestras casas, o por los muebles donde colocamos las fotos en cualquier hogar para darnos cuenta de lo que han cambiado nuestras familias y digo nuestras porque en los pueblos las familias son un poco de todas y todos.
Las familias, cada vez más, se construyen a lo largo del tiempo, cambian, no son iguales. Las familias son algo vivo. Hasta hace nada no identificábamos como familia un grupo de personas si no eran papá+mama+hijas/os; sin embargo, los márgenes se amplían y dan cabida a nuevos modelos compuestos por una persona adulta o dos, que pueden ser hombre y mujer, o dos hombres, o dos mujeres, con hijas/hijos/hijes o también sin ellxs, que se casan, se separan, se vuelven a casar, o no lo hacen nunca.
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Además, afortunadamente, el mestizaje de procedencias, orígenes, etnias, la diversidad respecto a nues-
tra funcionalidad, orientación sexual, identidades de género, nuestras creencias, nuestras culturas, hacen que las familias no quepan en imágenes de blanco y negro, pasando a ser de un conjunto de colores muy amplio.
Esta realidad no es patrimonio de ciudades , esta realidad se encuentra en cualquier pueblo de Extremadura y hay que celebrarla.
Es cierto que, con demasiada frecuencia, las familias que no encajan en ese modelo, que durante mucho tiempo fue el único que se consideraba como familia válida, tienen que pelear por ser reconocidas. Todavía no todas las familias caben en los formularios, se muestran en los colegios o las conocen en los centros de salud. Aun se abordan como anécdotas en los Registros Civiles, no son pensadas en la construcción de materiales pedagógicos, no se reconocen de forma transversal en las disciplinas que, de algún modo, tienen relación con familias, y, todo esto, contribuye a alimentar las discriminaciones a las que aun se enfrentan.
Desde Fundación Triángulo creemos que el reconocimiento y la vivencia positiva de la diversidad familiar, en todos los sentidos, sólo llegará cuando de una vez desvinculemos la biología y la familia de forma clara, cuando cambiemos esa necesidad de dotar a las familias “de apellidos”, cunado no digamos eso de es “hija por inseminación, hijo adoptado, familia de acogida, padres/madres separados/as, lo crían los abuelos, antes era una mujer y ahora es un padre ” y nos limitemos a hablar de madres, padres hijas, hijos, abuelas, abuelos, FAMILIAS y punto. Ese será el cambio más revolucionario y a partir de aquí será cuando realmente interioricemos que las familias son muchas y diversas, y se crean únicamente por el amor y el deseo de ser familias.
A este cambio es necesario invitar a todas y todos para alcanzarlo. En tiempos en los que hay quienes se empeñan en negar la realidad, en seguir fomentando el odio y discriminación para las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans, la discriminación también hacia las mujeres, las aliadas y aliados de la igualdad, la diversidad y la defensa de la democracia son imprescindibles.
Con demasiada frecuencia quienes en nuestro día a día trabajamos en organizaciones LGBT nos perdemos en conceptos, conocimiento de normas, y teorías. En los últimos tiempos se ha generado un estado de opinión en el que parece que solo los avances legales nos proporcionan tranquilidad y reconocimiento. Como si un puñado de artículos de lenguaje y palabras téc-
nicas pudieran obrar el milagro, sin trabajar en nada más, de transformar las mentes, o peor, las formas de trasmitir conocimientos.
No. No es suficiente. Es útil, imprescindible, pero no es suficiente.
No podemos negar que en este país la aprobación de la reforma del código civil en 2005 tiró del carro de la transformación social, pero hubiese sido maravilloso que junto a esa ley se hubieran añadido algunas “disposiciones adicionales”. Una para que nos hubieran permitido darnos besos en los parques, o poder agarrar de la mano a nuestras parejas en las puertas de los coles de nuestrxs hijxs, sin sentir miradas acusadoras en el cogote , de quienes, dos minutos después, van a pedir que en la clase de su hijx no se trabaje la diversidad (o peor, que nos acusen de promocionar la pornografía y otras cosas en espacios educativos). Otra que nos hubiera permitido que en las mentes y vocabularios de nuestrxs amigxs, vecinxs, y demás personas con quienes nos relacionamos, desaparecieran esas acepciones rancias y discriminatorias que asoman en reuniones y fiestas de guardar como “pero ¿quién es su madre de las dos?” “¿quién hace de padre y quien de madre?” “¿lo vais a querer igual?” “¿lo van a querer igual?” “pero si no pares no es lo mismo”, “¿cómo era el padre?”, “Madre no hay más que una” “es importante una figura paterna y una materna”, “a quién se parece” “sangre de mi sangre”. Sigan ustedes la lista, hay miles.
Y no podemos obviar que asistimos en los últimos tiempos al cuestionamiento de todo lo que creíamos logrado. Asistimos con cierta zozobra al esperpento de escuchar que nuestras familias son menos, que somos unas “feminazis” histéricas, que a lxs niñxs no se les puede hablar de diversidad, de familias de dos papas o mamas.
Vienen tiempos difíciles, pero sabemos que frente a quienes enarbolan las banderas del odio hay una mayoría que avanza, que es gente de bien que no va a permitir retroceder en cosas tan básicas como la igualdad.
Silvia Tostado Calvo
Presidenta Fundacion Triangulo Extremadura