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La villa con 18 iglesias

Escribe Don José de Pazos, en su libro “Peñafiel, Memoria Histórica”, (1966), que “En tiempo de los romanos, la vía militar que iba de Tarragona a Legio Séptima (León) pasaba por Rauda (Roa) y Pintia (Padilla)”; señalando que muchos autores situaban Pintia en Valladolid. Y cita al escritor griego Apiano que en su libro de las guerras de Iberia habla de una ciudad que se hallaba “en la confluencia de los ríos Duero y Duratón, pero no menciona su nombre. Mas los trabajos arqueológicos llevados a cabo en nuestros días han confirmado que Pintia es el nombre de una antigua ciudad vaccea, situada en la pedanía de Padilla de Duero del municipio de Peñafiel, a ambas márgenes del río Duero, extendiéndose incluso al municipio de Pesquera. En 1993 fueron declarados Bien de Interés Cultural como zona arqueológica.

En 912, se produce la repoblación de antiguos núcleos en el valle del Duero, entre ellos destaca la de Peñafiel. En este emplazamiento existía una fortaleza al menos desde el siglo X, quedando constancia documental de su existencia en 943, cuando era rey de León Ramiro II. En 983 se apoderó de ella Almanzor, hasta que en 1013 fue reconquistada por el conde castellano Sancho García; a él parece que se debe el cambio del primitivo nombre de Peña Falcón por el de Peñafiel, cuando el conde la toma a los árabes con ayuda de las gentes del lugar y pronuncia la célebre frase “desde hoy en adelante esta será la peña más fiel de Castilla”. Una leyenda de tintes heroicos, parece acompañar la construcción de la primera iglesia de Peñafiel en honor de San Esteban y conmemoración de la heroica defensa de los habitantes de la villa frente a los musulmanes o almorávides hacia 1086. Precisamente en su archivo parroquial se conservó la carta de la fundación de la villa de Peñafiel, concedida por el conde castellano. El edificio principal de la iglesia estaba compuesto por una nave de estilo románico. Al mismo tiempo que la construcción de la iglesia se ejecutó, con fines defensivos, parte de lo que serìa la torre, empleando para ello un modesto material de mampostería. Años después se añadió a la torre un segundo cuerpo de sillarejos de mayor calidad, para albergar las campanas que llamarían a los fieles del barrio, que eran citas de la vida cotidiana. Se abrieron cuatro arcos góticos en los respectivos lados y se levantó la torre desde los arcos hasta la altura del tejado.

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Siglos después, y debido a su antigua construcción en estilo románico, la iglesia de San Esteban presentó muestras de debilidad en su estructura y sufrio varias reparaciones desde principios del Siglo XVII, costeadas por la iglesia de Santa María según recogen sus libros de Fábrica. Del legado histórico-artístico de la iglesia de San Esteban nos quedan muestras como una Virgen románica de piedra, que se encontraba en la antigua residencia de sacerdotes en el arco del pasadizo o de San Juan.

Y queda en pie, por supuesto, la Torre del Reloj, cuya maquinaria actual fue importada de Francia en 1905; la esfera se colocó mirando al pueblo y se aprovechó la sonora campana que data de 1664, habiendo prestado multíples servicios desde su campanil situado sobre la cubierta de la torre.

El príncipe Fernando, hijo de Alfonso IX, rey de León y doña Berenguela, reina de Castilla, se reunió con su madre en el castillo de Autillo de Campos, donde ella, lo proclamó rey de Castilla hacia el 10 de junio de 1217, celebrando la coronación oficial, en Valladolid, el 3 de julio. Unificados así los reinos de Castilla y León por Fernando III, celebrado como Santo, el cual instituyó el señorío de Peñafiel para su hijo Alfonso X el Sabio, que lo transfirió a su sobrino el Infante Juan Manuel. Éste reedificó el castillo y el recinto amurallado mediado el siglo XIV. Gustó de su residencia en el castillo y allí escribió “El Conde Lucanor”.

En “Castillos de Castilla” dice Gamazo: “Al borde del río, se levantan convento e iglesia de San Pablo (primero para dominicos y luego para pasionistas); es la fundación favorita de don Juan Manuel.” Apoyada en la construcción iniciada por sus predecesores, con destino a alcázar, él decidió construir la iglesia con una capilla junto al altar mayor, donde situar los túmulos destinados para los miembros de la familia.

La edificación de la iglesia fue reformada varias veces, ofreciendo al exterior, en el lado del ábside, un tramo de estilo mudejar construido con ladrillo, jumto a lienzos de piedra labrada en estilo renacentista. Entre ambos estilos, deslumbra el exterior y el interior de la capilla de don Juan Manuel, destacando en ambos casos el plateresco, adornado con escudos, tallas y vidriera y una singular escalera de caracol ejecutada en un cilindro de piedra, embutida en el muro sobresaliendo y adornando la fachada exterior, con la peculiaridad de que los peldaños se empotran en la pared, dejando vacío el alma central. Sobrepasa la altura de la terraza y se adorna con una cúpula adornada con remate de concha invertida acabada por una bola y una cruz. En el interior, un gran arco de excelente piedra y labra, que ofrece infinidad de figuras “imaginarias y quiméricas”, une la capilla con el altar mayor de la iglesia; y la bóveda se apoya en arcos que la soportan. Esta magnífica obra, fue mutilada por los soldados franceses invasores, que desmontaron las rejas. En el lateral opuesto del altar mayor, hay un reja tras la que reposan los restos de la Venerable Juana de Aza, madre de Santo Domingo de Guzmán. Desde la capilla se accede a la sacristía y al claustro del convento.

En el interior del recinto amurallado, como señala la Historia de Peñafiel, editada por Jesús de la Villa, siguió creciendo el número de plazas que delimitaban los núcleos urbanos con los elementos esenciales: iglesias y fuentes, alejándose de la falda del cerro del castillo.

En un padrón de 1459, la localidad se dividía en barrios denominados como sus iglesias: Así, ocurre en los casos de la iglesia de San Vicente, construida en un amplio altozano, al pie del cerro, que fue de una gran importancia en 1302, al ser elegida como sede de un concilio episcopal, al que asistieron el arzobispo de Toledo y cinco obispos de diócesis limítrofes. Actualmente es una zona ajardinada con un templete para celebrar conciertos musicales, muy concurridos el

pasado siglo, o lugar propio para tomar el sol.

Con notas de J.J. Moral Daza (en Foramontanos), se ha hecho el siguiente breve extracto de las puertas de las murallas de acceso al casco: eran cinco, algunas de ellas llevaron el nombre de las iglesias próximas, como la antigua de Santa Marina, próxima a San Vicente, junto a la carretera que conduce hacia la pedanía de Mélida. No muy lejos de las bodegas de la Cooperativa Protos, estaba la llamaba puerta de la Pintada, por su proximidad a la parroquia de Santa María de la Pintada, que plantea la hipotética existencia de una primitiva parroquia, ermita o monasterio en los comienzos de la villa, del que no quedan restos. Una iglesia de San Miguel, extramuros de la villa, fuera de la Puerta del mismo nombre, cercana a la Plaza del Coso, estaría a la derecha del camino Real de Segovia por Canalejas, que cruzaba el Duratón por el Valdobar. Actualmente en el solar está un edificio de principios del XX que fue escuela. Parece que había una iglesia de San Pedro en la puerta que daba salida a otro camino hacia Mélida; los actuales depósitos de agua estarían en el lugar de esta antigua parroquia. La puerta de la ronda de San Lázaro, tomó el nombre de la ermita próxima al encuentro del Duratón con la actual carretera de Valladolid. Fue construida por Alfonso I el Batallador, esposo de doña Urraca.

En el padrón de 1463 la localidad se divide en seis barrios para la “contribución”; siendo señalado el de Santa Olaya, que en el Plan General de Ordenación Urbana de Peñafiel, aparece documentado, en la pedanía de Padilla, junto a un vado del río Duero, tanto el lugar como los restos de la iglesia de ese nombre. En el casco de la Villa se encuentran testificaciones vivas sobre San Salvador de los Escapulados, (porque vive un monaguillo del impar presbítero Don Eloy Pastor; que recién ordenado, tomó allí posesión de su función sacerdotal). La iglesia era sobria, de piedra, con tres naves, destacando en la central el arco toral que separaba la cubierta de la nave central de la cúpula del altar mayor. En el frontón, sobre el arco, figuraba el escudo particular de armas, cuyo blasón era un águila coronada, con las alas extendidas y de cuyas garras pendía un rótulo con el texto: LIBERTAS, por ser de patronato real con privilegios. (La llamaban “La Pajarota”). Por la ruptura del arco toral quebró la cúpula y arruinó la iglesia.

Enclavada en un lateral de la plaza mayor de Peñafiel se encuentra la entrada principal de Santa María, cuya construcción se comenzó antes del siglo XV, con escudo de los duques de Osuna, siendo el primer señor de Peñafiel don Pedro T. Girón Pacheco. Aunque conserva partes de estilo románico de un anterior edificio, es una Iglesia de estilo gótico del siglo XV. El coro se realiza en el siglo XVI, en estilo plateresco, que destaca en su bello pretil junto al magnífico órgano, que en las grandes solemnidades dejó oír las armonías por sus tubos. En 1663 se reedificó la torre barroca. Alberga en la actualidad el Museo Comarcal de Arte Sacro, siendo sus colecciones más relevantes el conjunto de cruces procesionales de plata, y hermosas obras de imaginería, de un gran valor histórico y artístico.

Fortunato Escribano, dice que “la tercera parroquia es San Miguel de Reoyo, la más moderna, capaz y de grandiosa fábrica, que se atribuyó a Herrera”, (arquitecto de El Escorial). Pero en la actualidad es la única parroquia existente, al haberse

convertido San Salvador, por ruina, en un jardín y en Santa María, al transformarse en el ya mencionado museo comarcal, ya no se celebra culto. La planta de San Miguel es de tres naves, la central tiene cuatro robustos pilares de sillería de piedra, de los que arrancan cuatro pechinas o triángulos esféricos que al encontrarse forman el círculo que soporta la cúpula. El altar, de rico estilo barroco, está revestido con láminas de pan de oro. Dispone de coro y baptisterio. Y el retablo de la capilla mayor de San Salvador, se ha colocado en un lateral de San Miguel.

De la misma fuente, se toma: “El primero y más antiguo de los conventos de Peñafiel es el de San Francisco, extramuros de la Villa a la parte occidental; su fundación se ignora, pero la orden franciscana es del siglo XIII, y se menciona, en una Crónica, la asistencia a misa en la iglesia del monasterio de San Francisco del hijo del Infante Juan Manuel en “busca” de un hidalgo refugiado. Firmado por Pazos, se lee: “Hoy el cierzo de la devastación ha pasado por sus claustros”; pero se recuerda, en los años cincuenta del siglo XX, la espigada silueta de su esbelta espadaña, aunque algun diablillo la ha truncado hasta la altura de los tejados próximos.

Francisco y Clara de Asís eran paisanos en su Italia natal y en su vida espiritual, orientada por el evangelio. Si en Peñafiel se construyó el convento de San Francisco, no tardaría en llegar el convento de las monjas de Santa Clara. Este tiene fecha de fundación en 1607, a espensas de Doña Isabel de la Cueva, mujer de Don Pedro Tellez Girón, Duque de Osuna y Marqués de Peñafiel. El templo es sencillo, limpio y claro, de forma oval, con pequeño altar y una amplia reja al fondo, para oír la misa las monjas de clausura. El convento era acogedor. Pero, ¡Oh tempora. Oh mores! Hoy el convento es un hotel de cuatro estrellas y la iglesia se conserva cerrada.

Peñafiel tiene tres pedanías: en Padilla se conserva la iglesia de la Asunción; en Mélida la de San Cristobal; y en Aldeyuso (“aldea de abajo”), los restos de la torre de la iglesia de los Santos Justo y Pastor.

Emilio Cachorro

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