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Una nueva historia del Castillo de Peñafiel
Peñafiel Fiestas de Nuestra Señora y San Roque 2019 Una nueva historia del Castillo de Peñafiel
El castillo es sin duda el monumento mejor conocido, el más visitado y descrito de Peñafiel, y su comarca. Su historia, sin embargo, guarda todavía numerosos puntos oscuros y algún misterio. Ahora, cuando acaban de realizarse unas excavaciones arqueológicas parciales, destinadas a preparar el terreno para hacer accesible el primer recinto, que incluye el llamado “paseo de los pájaros”, y cuando está a punto de salir una nueva publicación sobre la historia del monumento, obra de quienes firman este artículo, podemos hacer un repaso de alguno de esos puntos que todavía no están claros en su historia.
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Una cuestión importante es de cuándo data el primer castillo del que tenemos noticia. Desde luego, en la primera mención histórica, un documento de San Pedro de Cardeña, en Burgos, del año 943 se habla ya del castillo de Peñafiel como señorío del Conde de Monzón, Assur Fernández. Algunos arqueólogos han puesto en duda esta datación, porque no han aparecido restos arqueológicos de esta posible primera fortaleza. Pero eso no es un argumento suficiente contra la evidencia documental citada. La peña sobre la que se alza el castillo ha sido objeto de muchas construcciones posteriores y estas han podido eliminar los restos anteriores. Por otra parte, no debemos pensar en ese primer castillo como una fortaleza de sillares, tal y como la actual. El castillo de Assur Fernández probablemente fue una construcción elevada con prisa, apenas atravesado el Duero, poco después de la batalla de Simancas del 939, en la que los musulmanes fueron derrotados de forma contundente y que permitió, por primera vez, que los señoríos cristianos del norte atravesaran el Duero y se asentarán al otro lado. Por las construcciones que conservamos de esa época, podemos pensar quizá en unos muros de calicanto, ni siquiera de mampostería, que fácilmente habrán quedado convertidos en poco más que polvo con el paso de los años y al elevarse nuevas edificaciones. Este primer castillo, por tanto, queda como una especie de fantasma del pasado, pero citado en un viejo documento que nos lo rescata para la posteridad.
Una segunda cuestión importante es la de saber lo que sucedió tras las razias o aceifas de Almanzor. Desde el año 977 al 1002, Almanzor arrasó los principales castillos y ciudades de la España cristiana. Cuéllar cayó en el mismo año 977 y Roa, probablemente, en el 981. Entre estas dos fechas con toda probabilidad la fortaleza de Peñafiel fue también tomada. Ahora bien, ¿fue destruida? No lo sabemos. Lo cierto es que cuando, en torno al 1010 Peñafiel es recuperada para Castilla con otras muchas villas y fortalezas y se funda la villa como tal con su fuero, igual que pasó en otros muchos lugares, debía conservarse algo de la fortaleza anterior, quizá incluso reforzada por los musulmanes. Y, si no fue así, es casi seguro que se levantó otra nueva. No es concebible la fundación de una villa en la línea del Duero en el siglo XI si no está protegida por un castillo. Tampoco de él hemos conservado nada. Ni siquiera una mención histórica, pero su existencia debe darse por garantizada por la comparación con otros lugares. Sí es cierto que la inexistencia de restos arqueológicos que puedan atribuirse a esta fortaleza nos puede hacer suponer que también se construiría de calicanto o mampostería, cuyas piedras serían
después reaprovechadas para etapas subsiguientes. Este segundo castillo, es, por tanto, un nuevo “fantasma”, pero tenemos los indicios indirectos suficientes para asegurar que existió.
Llegamos así a la historia del tercer castillo. Ninguna mención hay de la fortaleza entre los años 1010 y 1284, cuando D. Juan Manuel recibe el señorío de Peñafiel. No obstante, el nuevo señor de la villa y su tierra emprendió, en cuanto se hizo cargo efectivo de su herencia, una importante reforma de las principales edificaciones de sus posesiones en Peñafiel. Restauró iglesias, fundo el convento de San Juan y San Pablo en su propio alcázar y sabemos que se preocupó de restaurar las murallas y empedrar las calles. Es absolutamente seguro, por tanto, que también reforzó el castillo o, incluso, que mandó construir uno casi por entero. En efecto, el castillo constituía el cierre y protección más importante de la cerca de Peñafiel y no se puede pensar en que no fuera reforzado. Más aún, hay indicios de que lo reformó de un modo importante con una forma parecida a la actual. En primer lugar, se ha encontrado toda una capa de lascas de piedra, como resultado de la talla de sillares, a una cierta profundidad en lo más alto del cerro del castillo. Es el primer resto de un castillo construido de sillares que se conserva sobre el cerro. Por otra parte, bajo el castillo actual, en diversos lugares, hay restos de muros anteriores a los que hoy contemplamos, incluso hay restos de los cimientos de una torre del homenaje semejante y por debajo de la actual, así como de cubos circulares en el patio sur. Hubo, por tanto, un castillo de sillares, fuerte y bien protegido en el siglo XIV en Peñafiel, frente a quienes defienden que el único castillo que ha existido es el actual. Ya no estamos, por tanto, ante un fantasma reconstruido sobre conjeturas históricas y solo por citas documentales.
Este castillo, por otra parte, debía ser lo suficiente importante como para que en 1369, un poco más de veinte años después de la muerte de D. Juan Manuel, pudieran ser encerrados en él tres hijos pequeños del desgraciado rey Pedro I el Cruel. En efecto, tras el asesinado de Pedro a manos de su hermano Enrique, que se convirtió así en Enrique II, los hijos de Pedro sufrieron prisión para evitar que pudieran reclamar los derechos de su padre. Y algunos de estos hijos fueron encerrados, todavía niños, en lo que debía ser entonces una de las fortalezas más importantes del reino, la de Peñafiel. Era el castillo junto a toda la villa y su territorio, entonces, señorío de Doña Juana Manuel, hija de D. Juan Manuel y esposa de Enrique II. Un nuevo indicio indirecto, pero importante, de que el castillo que dejó D. Juan era una gran fortaleza.
Ninguna noticia posterior tenemos hasta que en 1429 Peñafiel es conquistada a sangre y fuego por las tropas de Juan II de Castilla, en guerra contra su primo, Juan de Aragón, Rey de Navarra y Duque de Peñafiel. Entonces sí que sabemos que se mandó derribar el castillo, repartir sus piedras entre los vecinos del pueblo y se prohibió construir una fortaleza nueva. Sólo en 1456 Enrique IV autoriza al nuevo señor de Peñafiel, D. Pedro Girón, a reconstruirla. Y es aquí donde surge uno de los misterios que las últimas investigaciones sobre el castillo empiezan a resolver.
Una cuestión, muy importante, es determinar si el castillo de D. Juan Manuel fue totalmente destruido, como ordenó Juan II, o quedó algo de él. Una de las sorpresas más destacables que se ha producido con ocasión de la composición del nuevo libro sobre la historia del castillo que anunciamos ha sido la que
ha proporcionado la interpretación de los muros del castillo, que parecen no haber sido analizados ni por arquitectos ni historiadores hasta el momento. El estudio de las hiladas de sillares de los muros, por lo menos en la torre del homenaje, demuestra que la edificación actual es una hibridación del castillo del infante don Juan Manuel (del siglo XIV, mitad al inferior) y la de D. Pedro Girón (del siglo XV, desde la mitad superior). Ello implica que Pedro Girón se encontró todavía con importantes restos de la fortaleza anterior y que los aprovechó. Lo que hizo, por tanto, fue básicamente reconstruir desde aproximadamente su mitad las murallas actuales hasta darles su fisonomía actual a lo largo de los diez años en que trabajó en la fortaleza, entre 1456, año de la nueva licencia de construcción, hasta 1466, cuando falleció. Incluso no debe descartarse que se continuasen las obras tras la muerte de D. Pedro Girón, como defienden los responsables de las últimas excavaciones arqueológicas.
Aunque, como se ha dicho, el castillo de los Girón debía corresponder básicamente a la planta del de D. Juan Manuel, sí se introdujeron algunos cambios. Uno de ellos, recientemente descubierto, es la probable ampliación de la torre del homenaje en la cara este. Tanto en el exterior de los muros de la torre del homenaje que dan al norte como en los muros de una de las ventanas en el salón de las alcobas, que mira al lado este, quedan indicios claros de esta ampliación. Hay que añadir asimismo la construcción de numerosas torrecillas de menor tamaño, que no encajan de forma regular sobre el rastrillo o alambor de los muros, y que parecen advertir de su construcción en la época de Pedro Girón.
Más aún, se ha podido identificar incluso cuál podría haber sido la entrada original a esa torre del homenaje, que no estaría donde se encuentra ahora, en la mitad de un muro, sino en la continuación del adarve o paseo sobre los muros, en el lugar donde este adarve se encuentra con la torre. Girón, cuando recibe el castillo, reestructura el acceso a la misma, dotándola de una puerta exenta en la mitad del muro sur, a la cual se recibe el acceso por una torrecilla adosada al mismo, cuyas hileras no encajan en el muro original de la torre. Al igual que el gran muro de separación entre el “patio chico” y el patio sur, al lado del foso interior y puente levadizo, en donde se observa el nulo encaje de las hiladas de piedra sobre los muros principales. Habría que añadir al respecto que un tramo de las murallas, que abraza y protege la cara este de la torre del homenaje, conectando el “patio chico” con el patio norte, no presenta la cimentación conocida como alambor o rastrillo, advirtiendo de la probable construcción de este tramo en las últimas intervenciones de la época de Girón.
Como vemos, por tanto, hay nuevos descubrimientos y nuevas evidencias sobre la historia del castillo, que, poco a poco, van desvelando aspectos ocultos o poco conocidos de su historia. Algunos de ellos se recogen en esa nueva historia del castillo que se ha anunciado y a la que también se incorporarán dos apéndices, uno tratará de los aspectos naturales del cerro, de su fauna y su flora, obra de Cristian Osorio Huerga, así como un último apéndice con unas breves referencias al resto de edificios históricos de la villa, con la intención de que los visitantes del castillo puedan acercarse a ver el patrimonio que esta extraordinaria fortaleza ha vigilado desde sus alturas durante más de mil años.
Felices Fiestas.