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GENTE DE RIVAS: ALBERTO URRACA

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AGENDA ÚTIL

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La dos vidas de Alberto Urraca Acero

GENTE DE RIVAS> Ripense de los de toda la vida, hoy afincado en Madrid, permaneció más de 80 días en un hospital, la mitad en la UCI y dos semanas en coma inducido. Una bacteria le arrasó por dentro y se recuperó. Pero en el camino perdió los dos pies y algunos dedos de las manos. Este mes, viene a La Casa+Grande, donde trabajaba, para contar su historia (sábado 19, 18.00).

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Texto: Patricia Campelo

Una tarde, a mediados de febrero del pasado año, Alberto empezó a encontrarse mal. Sintió una fiebre alta y, descartada la Covid, regresó de Urgencias a casa con la recomendación de alternar antitérmicos. Tres días después, el malestar y la fiebre no remitían, y se sumó otro síntoma, una micción con sangre. Era 22 de febrero y, esa jornada, el ripense Alberto Urraca Acero (Madrid, 1987) reseteó su contador vital. Su cuerpo luchaba a vida o muerte contra una agresiva bacteria de origen desconocido. Pero en ese momento aún no lo sabía. Padre de un bebé de 7 meses y de una niña de 3 años, aquella tarde pidió a Violeta, su pareja, que se fueran a casa de sus familiares para que él pudiera recuperarse e ir a trabajar al día siguiente. Pero la situación no mejoraba, y llamó a su padre para que le llevara a las urgencias del hospital madrileño 12 de Octubre. “Me encontraba fatal, tenía mucho calor y solo quería beber agua, pero no me la daban por si me tenían que operar. Fue muy agobiante, lo pasé muy mal”, relata Alberto al otro lado del teléfono un mes antes de cumplirse el primer aniversario de estos episodios.

Momentos antes de ingresar, le presentaron al equipo médico de la Unidad de Cuidados Intensivos, que le confesó: “No sabemos qué te pasa”. Le ofrecieron un poco de agua y, en el camino a la UCI, se desmayó. “No recuerdo nada más hasta que me desperté del coma inducido 15 días después”, anota.

Lo que pasó, según explica Alberto con una claridad pedagógica, fue lo siguiente: su cuerpo, en esa batalla encarnizada contra la bacteria, había dejado de bombear sangre a sus extremidades para enviarla a los órganos vitales. Atravesaba un fallo multiorgánico generalizado, con shock séptico. La situación era crítica. “Me aplicaron el máximo de antibióticos. Decían que si me ponían más mi cuerpo no lo resistiría, y pensaron que ‘si hoy no sale, ya se acabó’. Mi intensivista me contaba que si expusieran mi caso clínico en un seminario, todo el mundo diría que estaba muerto”.

Alberto ganó la pelea contra la bacteria. Hoy bucea en estos recuerdos y sale indemne. No le tiembla la voz, lo cuenta a renglón seguido. Responde cada pre-

“Me aplicaron el máximo de antibióticos. Dijeron,’si hoy no sale, se acabó’. Y lograron matar a la bacteria”

Con las prótesis, Alberto puede caminar y trata de hacer una vida lo más parecida a la anterior: “Ahora estoy en un periodo estable”.

gunta, calma toda curiosidad. Y con ese aplomo visita este mes La Casa+Grande. Viene a la actividad ‘Encuentros con’, el sábado 19 a las 18.00, una iniciativa que cada mes trae a personas con las que abordar temas que generan conciencia social: sanidad pública, machismos, homofobia, racismo…

LA SEGUNDA VIDA

Tras 15 días de coma inducido, comenzaron a retirarle la sedación. Alberto empezó a despertar y, poco a poco, a conocer las secuelas. Su primer recuerdo es el de una médica intensivista preguntándole si quería hablar con su familia para, después, conectarle por videollamada con Violeta. “Luego fui siendo más consciente de dónde estaba pero no veía ni oía bien, ni me movía absolutamente nada. Estaba intubado y no podía hablar. Me pasaban cosas y no las podía comunicar”, describe. “Fueron momentos muy difíciles de sobrellevar”. Aquellos días, según explica Alberto, dejaban pasar a su madre y a su padre por la mañana y a su pareja por la tarde, lo que le proporcionó una cobertura emocional necesaria. Y poco a poco fueron llegando las noticias a lo largo de esos 43 días que permaneció en la UCI antes de ser trasladado a planta, de donde salió transcurridos otros 42 días. Una de las consecuencias de la sepsis sufrida fue la necrosis en las extremidades. “Tenía los pies momificados. En planta me hablaron de la posibilidad de la amputación y pensaron que igual me podían salvar un pie, pero llegó un momento en que me dijeron que no, que me iban a amputar ambos. Fue bastante duro e impactante. No había vuelta atrás”, anota. A finales de abril de 2021 le practicaron las operaciones de los pies y algunos dedos de las manos. Estas últimas habían evolucionado bien. En el caso de ambos pies, Alberto recuerda el posoperatorio como uno de esos momentos fatales: “Sentí el dolor más extremo que he tenido en mi vida”.

Arreglada la parte corporal, tocaba sumar el trabajo psicológico para asumir la nueva situación. “La recuperación no solo era física”, declara. En ese esfuerzo mental, contar con su familia y amistades, su “tribu”, como él les llama, jugó un papel clave. Incluso, con el alta hospitalaria, le ofrecieron el traslado a un centro de rehabilitación, pero el

“Tras el alta, me ofrecieron ir a un centro de rehabilitación, pero no podía estar más tiempo sin mi tribu”

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