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Rivamadrid: el reto de cuidar la ciudad en plena pandemia REP0RTAJE> En los tres meses de auge de la pandemia global, Rivamadrid, la empresa pública de recogida de residuos, limpieza urbana y jardinería, baldeó 2.900 calles de la ciudad [sumando las veces que se actúa sobre una misma vía]. La entidad ha tenido que reestructurar tareas y plantilla para enfrentar el desafío y proteger a la población ripense
Texto: Lucía Olivera García
esde que la COVID-19 se extendiera de forma masiva a lo largo y ancho de los países occidentales, todos los sectores del modelo social, cultural y económico actual han tenido que enfrentar desafíos que bien podrían haber salido de las mentes de Isaac Asimov u Orson Welles.
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Tanto la sociedad civil como las instituciones se han visto empujadas hacia un abismo a lo desconocido que ha requerido –y requiere todavía- de la colaboración ciudadana, institucional y empresarial. En algunos casos, la mejor medida de protección ha consistido en cumplir las normas de aislamiento social y cuarentena. En otros, ciertos agentes de la sociedad han asumido y cumplido la enorme responsabilidad de actuar como freno del virus a través de sus labores de trabajo. Este ha sido el caso de muchas empresas y entidades públicas como Rivamadrid. Desde que se decretara el estado de alarma, la empresa pública de limpieza urbana y jardinería tuvo que redoblar sus esfuerzos para cumplir con su función que, debido a las características de la emergencia, resultaba vital para la
protección de la ciudadanía. Para ello, puso en marcha un plan de limpieza y desinfección que debía ser dinámico y adaptarse de la forma más rápida posible a cada decreto ley que los domingos anunciaba el Gobierno. LA CUENTA ATRÁS A partir del 17 de marzo, para Jorge Rochet (1978, Madrid), gerente de Rivamadrid, y las personas responsables por los diferentes equipos de la empresa, los domingos se convirtieron en jornadas de trabajo sembradas de reuniones a contra reloj. Cada lunes, la plantilla debía estar debidamente coordinada con el objetivo de cumplir con las nuevas medidas y aprovechar de la forma más eficiente posible los recursos disponibles y adquiridos. Uno de los pocos elementos comunes en cada toma de decisiones fue la priorización de la seguridad y la salud de la plantilla y de la población; lo que implicaba el refuerzo del servicio de limpieza y recogida de residuos. El cumplimiento de esas ‘reglas de oro’ supusieron grandes esfuerzos de coordinación y económicos, acentuados por enormes dificultades de conseguir equipos de protección para toda la platilla -muy
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escasos en el mercado-, como los EPI, productos desinfectantes y maquinaria adecuada. Rivamadrid se encontró ante el desafío de llevar a cabo una enorme reestructuración de personal, como cuenta Rochet: “Ha sido necesario poner en marcha los permisos para asegurar la conciliación de las personas con menores de 14 años a su cargo, que de un día para otro tenían que quedarse en su casa, así como los permisos para el personal mayor de 60 años, de riesgo y/o vulnerable por otras causas”. A estos obstáculos, se unió la necesidad de escalonar los turnos del personal, para respetar la distancia de seguridad. Por ejemplo, en los vestuarios se limitaba mucho el número de personas que podían prepararse al mismo tiem-