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RD NOVIEMBRE 2020
REPORTAJE
distancia, con la mascarilla puesta en todo momento. Y las entradas y salidas se hacen de forma escalonada y por distintas puertas, para que no haya encuentros en los pasillos”, explica.
Taller de cerámica, una de las modalidades de aprendizaje que ofrece la Universidad Popular.
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sus clases de danza y flamenco: “Tenía muchas ganas de volver porque el baile tira mucho. Son dos estilos muy diferentes: la danza oriental es pura sensualidad, el flamenco es dureza y sentimiento. Distintos, pero muestran dos caras que todo el mundo lleva dentro”. Se siente segura en las clases: “Está bien dividido el espacio, hay distancia suficiente entre la gente que baila, las profesoras desinfectan constantemente y las ventanas están abiertas. No se me ocurren más medidas de las que ya se toman, yo lo recomendaría”. También han desdoblado los grupos, que ahora acogen a solo seis personas. ¿Molesta el uso de la mascarilla mientras se baila? “Pese a que son clases exigentes, te acostumbras porque la utilizas en la calle y casi todo el mundo ha hecho ya algo de ejercicio llevándola”, apunta. También es una cuestión de mentalización: “En el baile se suda más que en otras actividades, pero se trata de asumirlo. Si te concentras en lo que estás haciendo, te olvidas de que la llevas puesta”. Por último, elogia la labor del personal responsable de los talleres: “El profesorado es muy profesional y amable, y eso hace mucho. Se adapta a todas las situaciones, tenemos mucha suerte de disfrutarlo”. PROFESORADO VICTORIA AMEIJIDE Danza oriental 18 años lleva Victoria Ameijide enseñando en la Universidad Popular. La profesora de danza oriental, consciente de que este curso es diferente, se adapta con positividad a las circunstancias: “Noto respeto ante la situación y mucha precaución, pero no miedo. Lo que sí percibo es que cuando estamos dando
“El espacio es seguro y hay que retomar las actividades después de tanto tiempo paradas”
la clase, se crea un ambiente de calma y de disfrute que, en estos momentos de incertidumbre, resulta muy positivo”. Algunas personas matriculadas para empezar el curso en octubre, ante la incertidumbre por las medidas que pudiesen adoptarse, han decidido esperar o darse de baja. Sin embargo, también ha habido un incremento de alumnado nuevo: “Pienso que viene dado por la necesidad de hacer alguna actividad diferente después de tanto tiempo de inactividad en los últimos meses. La gente se ha apuntado con mucha ilusión”. Se ha adoptado un protocolo de prevención que cumplen escrupulosamente: “Tenemos gel hidroalcohólico en el aula y en el centro, y desinfectamos todas las estancias del centro además de sillas, pomos, baños y el zapatero en el que deja el alumnado las bolsas con su material”. También mantienen abiertas las ventanas durante las clases para que circule el aire. “Hemos bajado las ratios: la gente viene ya cambiada de casa y fijamos cuadrantes en el suelo para que cada persona baile en su espacio con tranquilidad sabiendo que se respeta la
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Para Victoria, ejercitarse es ahora más importante que nunca: “Con la actividad física nos abrimos a estímulos nuevos, manejamos mejor las situaciones de tensión que se nos presentan estos días y aparcamos los problemas durante un tiempo. La mezcla de música y danza cambia el estado de ánimo”. “El profesorado de la Universidad Popular siempre ha tratado de cuidar al alumnado, y ahora más que nunca. Tenemos que seguir persiguiendo metas y no estar de brazos cruzados”, concluye. MARÍA DOLORES FERNÁNDEZ Restauración de muebles La profesora del taller de restauración de muebles es María Dolores Fernández. Persona de riesgo, como tal comprende el temor a tomar parte en las actividades, pero argumenta que las normas son estrictas y se cumplen a rajatabla. “Hay que seguir hacia adelante”, dice convencida. Ahora imparte sus clases entre el Centro de Emprendimiento e Innovación y el polideportivo del Parque del Sureste. En el primer emplazamiento, al tratarse de un espacio muy amplio, sus clases cuentan con 15 personas, mientras que en el segundo tiene grupos de siete y ocho. Originalmente contaba con 20 y 15 respectivamente, pero las ratios han bajado por la situación sanitaria. Los grupos formados son estables, de modo que, en caso de contagio de una persona, se pueda aislarlo sin necesidad de paralizar toda la actividad de los talleres. Incluso se ha establecido un acuerdo colectivo de compromiso ético que implica que si alguien se encuentra mal y se somete a una prueba, dará a conocer el resultado a las personas responsables de organizar los talleres, por seguridad. Las características de las salas permiten cumplir con todas las recomendaciones: “Se mantiene la distancia de sobra, vamos con mascarilla y cada persona tiene su propia mesa. Además, cada grupo tiene su día y hora de clases, para no coincidir con otros”. “Con las medidas que se toman, con precaución y viendo cómo se desinfecta todo el material, yo creo que es un entorno seguro. Invitaría a la gente a que se apuntase”, finaliza.