Semana Grande CORPUS CHRISTI TOLEDO 2017
LA POESÍA EUCARÍSTICA DE DON CLEMENTE PALENCIA José María San Román Cutanda
El Corpus toledano es una fiesta en la que los sentimientos, acompañados de las sensaciones, disponen al alma y a los sentidos para percibir la realidad de una manera mucho más profunda y emocionante. Dentro del contexto de nuestro día grande, profusamente dotado de elementos ornamentales, olorosos, musicales y visuales, se ayuda muy especialmente de la poesía para tocar el corazón de cuantos toledanos y visitantes contemplan el paso de la Custodia por las engalanadas calles de la Imperial Ciudad.
Su concepto de poesía es el de la “labor de un orfebre que manipula con materias preciosas, y no golpe de yunque que martillea con aspereza de crítico sobre esta producción fascinante del hombre que se llama el verso”. A pesar de que la temática de su obra poética fue eminentemente religiosa, también hay que decir que Toledo y su historia tuvo un lugar predilecto en la pluma del autor. Ciudad que premió su poesía con la Flor Natural de los Juegos Florales Eucarísticos Hispanoamericanos de 1955, desgraciadamente perdidos en el pasado.
Muchos han sido los poetas que a lo largo y ancho de los siglos han puesto su verso al servicio de la Fe. Pero, entre todos ellos, uno de los más destacables es, precisamente, uno de los más olvidados. Quizá, provocado en parte este olvido por la humildad connatural a la personalidad de este historiador, archivero y Cronista Oficial de nuestra ciudad, quien dijo envidiar a Gabriel Miró por su búsqueda de la felicidad en la insignificancia. Nuestro protagonista, como habrán podido imaginar, es don Clemente Palencia Flores.
Estilísticamente, a pesar de poder encontrar en su poesía estructuras métricas atípicas, la estructura métrica que caracteriza los versos que hoy vamos a comentar y de la que principalmente se valió nuestro protagonista para dar forma a su poesía fue el soneto, en cuyas métricas de endecasílabos demostró ser un virtuoso. Dentro de su temática religiosa, la Eucaristía toma un lugar preponderante, pues si grande para el poeta es la redención de Cristo crucificado, más aún lo es su transubstanciación en el pan y el vino. Y Toledo, como centro de la cristiandad el día del Corpus Christi, es el marco idóneo para la más pura y fervorosa manifestación de este misterio de la Fe, sirviendo a don Clemente para dar vida a una poesía sensorial, que transmite a su lector a través de sutiles metáforas, convertidas en algunos casos en magníficas personificaciones, los colores de los ornatos florales, las imágenes de las calles engalanadas y los olores a incienso, romero y tomillo propios de nuestra fiesta grande: “El incienso se mece en la espesura/que perfila la calle toledana/con gozo de clavel/y con palio de toldos por altura”;
Nacido en Lucillos (Toledo) en 1906, don Clemente nos legó una obra humanística que, sin ser prolija, sí es minuciosa en su vertiente histórica y sublime en su faceta más poética. Maestro de la prosa y del verso, supo dotar tanto a sus composiciones líricas como a sus escritos más académicos de un espíritu propio, “de un algo indefinible que los revitalizaba”, en palabras de Rafael Fernández Pombo. Desgraciadamente, a diferencia de sus textos académicos, sus poemas no han sido aún hoy debidamente recopilados y publicados en su totalidad en una obra dedicada solo a don Clemente.
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