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Pregón de la Feria 2016

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PREGÓN FERIA Y FIESTAS EN HONOR A SAN CLEOFÁS VERA 2016

Pregonero de la Feria, D. Melchor Molina Montoya

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Ilmo. Sr. Alcalde, Señoras y Señores Concejales, Dignas Autoridades, Veratenses, visitantes, amigos todos: buenas noches.

Gracias Félix por estas palabras exageradas y afectuosas a un servidor. Conoces bien mi sentir hacia Vera pues han sido muchos los momentos compartidos dialogando y trabajando por conseguir lo mejor para nuestra ciudad. Por todo lo que aprendí contigo, como buen docente que eres, hoy públicamente te quiero dar las gracias. También quiero mostrar mi agradecimiento a la Junta de Gobierno y a la Comisión de Festejos del Excelentísimo Ayuntamiento de Vera por encomendarme el privilegio de inaugurar este solemne acto que dará comienzo a la Feria y Fiestas 2016 en honor a nuestro patrón San Cleofás.

Si os soy sincero no esperaba este nombramiento como pregonero, aunque soy de los que opino que todos los veratenses somos merecedores de tan distinguido reconocimiento. Este acto no precisa de celebridades para inaugurar nuestra feria, aquí los pregoneros somos los hijos Vera, pues todos y cada uno de nosotros tiene una Vera que contar: no hay más que leer a los pregoneros que me han precedido. Hoy vengo a hacerlo yo. Y por ello ahora soy consciente que escribir sobre recuerdos y sentimientos que habitan en lo más profundo de nuestro ser entraña una cierta dificultad. Pero, acogiéndome a las palabras del célebre Gabriel García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, me he puesto manos al a obra y he comprobado que así es, porque al escribir este texto fueron muchos los recuerdos y experiencias que invadían mi mente, una especie de tormenta de ideas en la que me hallaba inmerso. Difíciles de transcribir con sentido y forma, con vuestro permiso compartiré algunos de ellos.

Son mis primeros recuerdos los de un niño en el edificio Torreblanca, donde nací y crecí junto a mis hermanos, largas tardes de juegos en C/La Zanja, C/ México, Plaza de los Naranjos y el llamado campo de Béisbol, juegos que hoy están en peligro de extinción: el escondite; la rayuela; el pilla-pilla; fútbol sin equipaciones de famosos futbolistas ni campos de césped artificial, cemento y piedras que accidentalmente dejaban marcadas nuestras rodillas y codos. Siguen a estos, los recuerdos del cine de verano con mi abuela Vicenta: allí me sentaba junto a su carro, más famoso en Vera que el de Manolo Escobar, con provisión de pipas, capirotes, nubes, toques, etc.

Recuerdo también la etapa del colegio Reyes Católicos y a los entrañables maestros que tuve como Doña Marita, con su taco de madera del que hacía uso más veces al día que suenan las campanas de nuestra Iglesia cuando repiquetean, para llamar al orden cuando la voz no le permitía aumentar más decibelios,... o su nerviosismo que aumentaba de forma exponencial en los ensayos de nuestras obras de teatro infantil cuando a pocos días de la representación aún no tenía memorizado el extenso guión.

O a Don Antonio Soler, obsesionado con una caligrafía perfecta que aún conservo a día de hoy saltándome así los patrones médicos de ilegible escritura. Recuerdo sus reptiles conservados en formol, sus manualidades de marquetería y la estrella, para todos sin duda era el trotilo de madera, hecho durante todo el año como una obra maestra de la ingeniería mecánica de la época. O a Doña Socorro y su Antonio Machado con Campos de Castilla y el poema que encabeza dicha obra “Retrato” cuyos versos aún hoy siguen en mi memoria. Otros igualmente emotivos son mis recuerdos en la parroquia con Don Domingo, Sor Marina y Miguel Quintero. Y aquí, si me permiten, me gustaría detenerme porque hay personas que te marcan y él fue una de ellas. Recuerdo cuando fundamos la Hermandad de la Virgen de los Perdones. Quién nos iba a decir que esa procesión por la plaza mayor venerando a una imagen mariana de apenas cincuenta centímetros y portada por cuatro niños se convertiría en el Martes Santo que hoy todos conocemos. Y para sufragar los mínimos gastos que en aquel entonces teníamos, vendíamos minerales, piedras de la loma, limones, llaveros... todo lo que Don Antonio Galindo nos suministraba para ofrecerlos en el mercado de los sábados. Son estos, recuerdos de nuestra Semana Santa que sin duda marcaron mi infancia. Y si hay un acontecimiento religioso común para los veratenses, ese es la Subida de Jesús, inculcada desde que nací por mi padre.

Tengo también recuerdos de Húercal-Overa, la villa natal de mi madre y donde residen muchos de mis familiares, cánticos infantiles de mi abuela Teresa en el patio de la casa, el pan caliente del horno para los bocadillos de dos dedos de grosor de embutido y el recuerdo de mi abuelo Melchor con su mono de grasa, ruidos de tubos de escape y decenas de motos apiladas en la puerta del taller. Me queda tú última obra de arte.

Vienen después los recuerdos de mi adolescencia y juventud: recuerdos de instituto, profesores, amistades forjadas, primeras fiestas en el Palmeral, ferias de todos los pueblos cercanos y como no, de la nuestra. Y llegó el momento de partir, como tantos estudiantes, para estudiar lejos de mi Vera natal. Mi elección fue Barcelona. Aún recuerdo ese tren que salió desde la estación de Lorca y atrás dejaba mi infancia y

juventud a la vez que me llevaba en mi maleta el miedo a lo desconocido. En la ciudad con multitud de personas que corrían frenéticamente para coger el bus o el metro, largas colas en cualquier establecimiento, altos edificios iluminados, centros comerciales, grandes avenidas repletas de vida, atascos por todas las calles, esas Ramblas rebosantes de flores y artistas, los buenos días sin repuesta en las paradas del bus, el catalán, pocas similitudes tenía esa ciudad cosmopolita a la Vera de entonces, aunque tenéis las dos un nexo en común “el mar”, al que acudía frecuentemente buscando un lugar en el Puerto Olímpico, desde donde contemplar su belleza y sentirme más cerca de ti. Allí acudía a la Casa de Almería para aliviar mi constante nostalgia.

Conocí a veratenses afincados en Cataluña que en una época no tan lejana dejaron su tierra para buscar un futuro más próspero. Con ellos conversaba de sus añoranzas, muchos llevaban años sin pisar nuestra Tierra. Las tertulias veratenses que se celebraban en honor a la Santísima Virgen de las Angustias, patrona de nuestra ciudad. Tú, Félix, sabes bien de lo que hablo pues eras un asiduo a su celebración en la ciudad condal. Recuerdos, lágrimas, experiencias vividas, cordialidad y la hospitalidad propia de nuestras gentes es lo que encontré allí. Y con la pregunta típica de “nene, ¿tú de quién eres?”, yo contestaba orgulloso: “hijo de Diego el pintor, el de los Beas”, y si la edad de quien me preguntaba superaba la de mi padre, y su cara pensativa reflejaba duda, yo afinaba aún más diciendo: “nieto de Vicenta la de las pipas”. Sí, Vicenta la de las pipas casada con Diego Molina hijo de la tía Anica que vendía la prensa de la época (abuelo Diego: el infortunio hizo que no nos conociéramos, pero me quedan los recuerdos contados y las fotos que conservamos y por lo escuchado, como dice el poeta, “eras, en el buen sentido de la palabra, bueno”). Todo resuelto: ya no había margen de error y, como si de detectives se tratase, sacaban el resto de mi árbol genealógico. A ellos, a tantos veratenses a los que tuve la fortuna de conocer y ser consciente de sus anhelos hoy quiero hacerles mi humilde homenaje.

Cuando empecé mi vida profesional, en el hospital donde comencé a trabajar, el día de la Vieja, la festividad de la patrona de Vera, la subida de Jesús, la feria en honor a San Cleofás, el terremoto que asoló la Vera de 1518, nuestras playas, gastronomía, etc., eran festividades de sobra conocidas en el hospital. Y cada vez que entraba al despacho de la supervisora con la hoja de petición de días libres entonaba la pregunta ¿qué se celebra ahora en Vera? Y yo no escatimaba en explicaciones sobre la festividad en cuestión.

Los tiempos de hoy por suerte no son los que llevaron a tantos veratenses a emigrar. Y yo, privilegiado, tuve la fortuna de regresar, y volví a hacer aquella maleta. Y donde en principio hubo miedo ahora coloqué mis sueños, el SUEÑO con mayúsculas que rondaba mi cabeza durante toda mi vida: estudiar Medicina. Hice mía aquella frase de Coelho: “La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante”. Y Granada fue la ciudad que me dio la oportunidad y allí pasé largas mañanas de facultad e interminables horas de estudio. Pero también el reencuentro con muchos jóvenes veratenses que quedábamos a tomar una cerveza con tapa en los múltiples bares de la bella ciudad de la Alhambra. Allí te encontré “Isa”, que caprichoso es el destino.

Compaginaba mis estudios con mi trabajo de enfermero, la política, la banda de música y el teatro de aficionados del grupo de la Virgen de las Angustias. Los que me conocen saben lo que significa estar cerca de Vera y por decisiones meditadas he establecido mi residencia aquí.

El azar me brindó la oportunidad de nacer en Vera, ni mejor ni peor que otras, simplemente mi tierra, aquella que he aprendido a añorar en la distancia y ser consciente de sus bondades y privilegios que ya no nos son exclusivos, pues son muchos los que visitan y eligen nuestra ciudad para descansar unos días y disfrutar de nuestras playas.

Porque Vera es historia, tradición, cultura, gastronomía, azul y arena, alegre, Vera es bella (no hay más que mirar a las 10 veratenses que tengo a mi lado, sois el mejor ejemplo de belleza, nobleza y futuro, os deseo toda la suerte y espero que disfrutéis estos momentos únicos). Vera es emprendedora, solidaria e integradora: Sois muchos los que decidisteis un día elegir Vera para establecer vuestras vidas.

Vinisteis de distintas nacionalidades, Cuba, Colombia, El Salvador, Rumanía, Venezuela, espero que los veratenses hayamos estado a la altura de vuestras expectativas porque hoy ya sois amigos, con los que tengo la suerte de compartir mi vida y hacer de anfitrión de nuestra tierra ofreciendo hospitalidad, afecto y el cariño, el mismo que un día recibieron nuestros antepasados.

Perdonadme las personas que os quedasteis en el tintero sois muchas las que habéis contribuido a mi historia personal.

Ahora que tengo delante a mis padres y hermanos no puedo dejar de pasar esta oportunidad que me brindáis esta noche para daros las gracias, por vuestra humildad, constancia, sacrificio y tesón, por luchar codo con codo por tener esta familia, por los valores y tradiciones inculcadas, en definitiva, por ser como sois, mis tres hermanos que juntos tenemos la responsabilidad de transmitir este legado, sois el mayor orgullo que poseo. Y me vais a permitir también que vaya este pregón, escrito desde el corazón con mis limitaciones, a todos aquellos que hoy no pueden estar aquí por distintos motivos, en especial a mis seres queridos que partieron en ese último viaje y estarán escuchándolo desde algún lugar, Encarna “la pintora” espero que te haya gustado; que no daría yo...

Y entre todos los recuerdos revividos no pueden faltar los de la feria que, año tras año, a la llegada del otoño nos da un respiro de vitalidad antes de poner fin a un largo verano y nos brinda la oportunidad de poner el broche final antes de reanudar nuestras vidas cotidianas.

Os animo a disfrutar de estos días dejando a un lado los sinsabores de la vida, vivir en nuestro privilegiado recinto ferial con familiares y amigos, disfrutar de nuestra gastronomía en la feria del mediodía, nuestras corridas de toros y sus meriendas, las carreras de cintas, las engalanadas carrozas, la solemne procesión de nuestro patrón, el día de nuestros mayores (recuerdo vivo de lo que somos y el respeto a lo vivido).

Y como en aquel cuento El Buscador de Jorge Bucay, llenar vuestras libretas imaginarias de momentos felices y duraderos porque ese es el único y verdadero tiempo vivido. •••

Felices fiestas.

VIVA VERA Y VIVA SAN CLEOFÁS!!!!

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