9 minute read
Antonio Martínez Puche. Coordinador “Día 4 Que Fuera”
AYYUBBIES…. “LLEGAR Y BESAR EL SANTO”
Antonio Martínez Puche, Coordinador de la Revista Día 4 Que Fuera
Advertisement
Siempre hay una primera vez. En su momento, y hace cuatro años, en el primer desfile de ARTEFIESTA, en un frío sábado de noviembre, tuve mi primer contacto con lo que era salir de escuadra especial. Vestido de una escuadra de piratas, y con mi peña de Moros Nuevos, Los MOABITAS, nos estrenamos desfilando desde la puerta Almansa hasta la Plaza de Toros. Calles abarrotadas, música festera sonando, trajes, colores y boatos inundando la Avenida de la Constitución, y unas sensaciones encontradas. Sí, habíamos desfilado de escuadra especial, gracias a la gentileza de nuestro amigo, Francisco Gil de trajes Diliana. Pero no había sido lo mismo. Como se dice en las series televisas de detectives, no teníamos un veredicto claro sobre los hechos a juzgar y valorar. Para establecer un juicio de valor claro, habría que ratificar más adelante la experiencia, desfilando en los días septembrinos. Sólo había que esperar la oportunidad.
Y esa oportunidad llegó de la mano de Martín Pérez Martínez, el año que su hijo Javi, compartió con el mío los cargos de la comparsa de Moros Nuevos. Así, junto con su hermano Juan Carlos, y otros miembros de la escuadra, Oriol Sulla, Jose Antonio Pérez, Salva Cerdán, Seda, Esteban, Cabanes, Rubio, me aventuré a salir de escuadra especial con los AYYUBBÍES. Una magnífica experiencia, que con el talento de Salva
Cerdán, en el diseño del traje, la diligencia y liderazgo de Juan Carlos Pérez, unido al trabajo del resto de la escuadra y complicidad de las empresas El Embajador y la Cruzada, me dio la oportunidad de conocer de primera mano y disfrutar de esta experiencia. Además, en el año que hemos intentado revalorizar desde la Junta Central de Fiestas, el trabajo, valor y marca que aportan las empresas que confeccionan y alquilan trajes en Villena. Y el papel, nada secundario, del más de medio centenar de Escuadras Especiales que tenemos en nuestra población y que se preocupan y ocupan de garantizar un espectáculo singular en nuestros desfiles.
Sin duda, me ha servido de aprendizaje y de ver que el salir de escuadra especial, ya no sólo se disfruta, sino que también se sufre. El trabajo que algunos de los miembros de la misma asumen de forma voluntaria, “no tiene precio”. El diseño, los ajustes, las idas y venidas a la empresa, la contratación de músicos, maquilladoras, boatos y la realización de estandartes, sin ir más lejos, lleva una notable complicación de vida, no exenta de sacrificios personales, al objeto de revertir en el bien de la escuadra, y por ende, en la mejora de nuestras fiestas. Eso lo he podido vislumbrar desde la barrera, y como invitado bisoño, en el que a pesar de los años que llevo saliendo y sintiéndome festero, no tenía ni idea. Tampoco de la ilusión depositada el día de la presentación del traje, durante el mes de agosto. Una puesta de largo, en familia, donde el cuidado y el esmero de los artífices del traje, liderados por nuestro cabo, envolvió el acto de un ritual, no exento de un halo majestuoso. Al compás de la música elegida para tal acto, y acompañada por una voz en off, el traje irrumpe haciendo las delicias de todos los presentes, además de una contenida emoción. Las fiestas ya están cerca, y todo está preparado. Los hombres mamut, se disponen para salir de su largo letargo, y ocupar las calles de Villena.
Pero antes hay que ensayar, probarse las plataformas de madera, que nos harán ganar altura, y adaptarnos al compás de las órdenes de nuestro cabo. La excusa perfecta para quedar almorzar un domingo, que se aprovecha para realizar la convivencia familiar. Ya lo dijo el profesor Gabino Ponce, las fiestas son una clara manifestación de cohesión social, “eso que tanto se cansan en promulgar las instituciones de la Unión Europea”.
Llega el gran día. El esperado 5 de septiembre. Algunos aprovechan para ir a almorzar, y otros para ultimar faena y cumplir con nuestra obligaciones con la Junta Central. Recogidas de madrinas y regidoras, llegada de bandas a la plaza de Santiago, Pregón, desfile de la fiesta del Pasodoble. Sin prisa, pero sin pausa, hay que dirigirse al local que se ha alquilado para la ocasión. A maquillarse y a comer. Servidor es el último. Engullo las dos pelotas de rigor, que nos han llevado por encargo. Antes, me han dado una pasada de barro por parte del cuerpo, ya que las maquilladoras dicen que así se seca, mientras termino de comer. Sombra de ojos, perfilar comisuras de labios, y agudizar un semblante que quedará oculto por un gran gorro y un peto acompañado de un par de largos colmillos, que no cuernos.
Los nervios se mezclan con la emoción y la torpeza que conlleva ponerse el traje por vez primera. Mala combinación para no garantizar que el caos, se apodere en algunas fases en nuestras vestimentas. Nos ayudan a vestirnos, pero se >
impone la cordura y el trabajo colaborativo. Pieza a pieza, y por mimetismo y solidaridad, el traje va adquiriendo la apariencia deseada en cada uno de nosotros, que ya somos más Mamuts, que hombres.
Los sones de La Entrada de Quintín Esquembre, ya se escuchan a lo lejos. Los Moros Viejos han comenzado su desfile. Ajustamos cuatro hebillas, las plataformas y nos ponemos el gorro, en forma de rostro animal con trompa, que junto al peto, cubrirá parte de nuestra cara. Nos aproximamos a la avenida de Elche. A los 10 minutos, se escucha el nombre de AYYUBBIES, y a continuación nos disponemos a desfilar. Impresionante sentir y escuchar la música en los riñones. Alucinante observar como la gente se levanta de sus sillas a aplaudir y a realizar fotos, como si no hubiera un mañana. Observar las caras de admiración de los parados viandantes que ocupan sillas y tribunas, era una sensación que nunca había experimentado; Y vestido de esta guisa, lo estaba viviendo de primera mano. A la altura de Telepizza se incorpora nuestro cabo batidor, “El bolo”, con un precioso caballo blanco. A los sones de “Paco el chollat y Verde Cadí”, vamos asomando por la Corredera y comiéndonos la Constitución. No puedes saludar, no debes perder el paso, no tienes que abandonar la concentración. Tampoco obviar el intenso dolor que el gorro está provocando en el frontal de mi cráneo. Cuando termine me obligará a tomarme un paracetamol. Total, con el follón de vestirnos, sólo me ha dado tiempo a tomarme medio gin tónic y un aquarius en toda la tarde.
Nuestro cabo batidor, “El bolo”, se sigue arrimando a Juan Carlos en una especie de danza tribal, que sigue haciendo las delicias del público con su garbo y estilo al frente de nuestra escuadra. Nosotros tenemos que medir nuestros pasos, para no herir al animal con nuestro aditamento óseo. Sigo avanzado, con la cadencia y ritmo que nos marcan los instrumentos de viento-metal y percusión, y flanqueado a cada uno de los lados por Rafa Mora y Salva Cerdán. Llegados al final del recorrido, el cansancio ya se hace notar. La gente se acerca y nos da la enhorabuena. Incluso nos solicitan hacernos fotos cuales estrellas de Hollywood. Aprovecho, y me hago una foto con mis hijos. He cumplido un sueño, pero todavía quedaba por vivir parte de una “pesadilla”. El dolor intenso en mi cráneo, ha cesado. Ahora, hay que deshacer el camino desfilado. Y eso supone la constatación de que el traje no es nada cómodo, ni tan siquiera para desfilar. Ha sido un desfile espectacular, glamoroso, como nunca lo había podido disfrutar antes. La experiencia ha merecido la pena, pero el regreso se convierte en un purgatorio, en un tránsito hacia el paraíso; perdón el local. Aún me duelen los pies y otras partes de mi cuerpo, aunque no me las sienta. Marcho rápido hacia mi casa, a ducharme, cambiarme y a la tribuna, a seguir con las obligaciones de la Junta Central.
Al día siguiente, todo eran parabienes al traje y los términos se repetían: “espectacular, impresionante, brutal”. Vuelvo a experimentar una renovada sensación de satisfacción y asombro. Por la noche, la liturgia se repite. Esta vez, se hace más liviano porque parte del traje se sube a una cochera cercana al inicio de La Cabalgata. Aunque el cenar rápido, el maquillaje y el encaje de piezas en nuestros cuerpos, se repite. Esta segunda vez, con mayor diligencia y menor torpeza. También con mayor laxitud, ya que tenemos tiempo, y el desfile co-
mienza a sumar notables retrasos. La aplicación que la Junta Central de Fiestas ha habilitado (gracias al trabajo y empeño de mi compañero Paco Ribera), ya tiene operativa la opción de votar a las escuadras especiales. La opinión de la gente conocida, se va materializando en “likes” populares.
Comenzamos a desfilar abriendo comparsa, con un boato espectacular con Kalima y Juanma, “jugando con fuego”. Se repiten las reacciones de la gente en la calle, igual que el día 5. Aunque los aplausos son menos, no en intensidad, pero sí en número, simplemente por una cuestión aritmética. Son las 4’30 de la madrugada, y mucha gente se ha marchado a dormir. Terminamos el desfile, y una sensación agridulce se apodera de mí. Tantos años esperando el momento de salir de Escuadra Especial, y ya se ha terminado. Por otra parte, siento alivio al quitarme el gorro, aunque no tanto como Oriol…. “Osti tú, el p…. gorro….¡¡¡¡ Dadme un mechero que lo quemo”.
Una vez dejado todos los trastos en el local, me encamino rumbo a casa junto con Martín, la persona que me habló por vez primera de vivir esta experiencia. Es algo paradójico, como si el círculo se cerrara.
Sin duda, el círculo se cerraría días más tarde. Desde el balcón de la Junta Central de Fiestas, y con la lectura del acta de premios, el nombre de AYYUBBIES vuelve a sonar como la escuadra especial ganadora del Bando Moro. Además, ratificada con el sentir popular, ya que ha sido la escuadra más votada con 452 “corazones”. Una alegría inmensa, ya no sólo por mí, sino por el resto de la escuadra y toda la gente que durante meses ha trabajado para poder hacer realidad este sueño. Y en especial por Salva, y sobre todo por Juan Carlos. Sinceramente, más allá de la vivencia y de la experiencia, me he llevado muchos aprendizajes y buenos amigos. También he comprendido que nuestras fiestas son grandes, en número de participantes y actos, pero sobre todo gracias al trabajo de infinidad de empresas y personas, que trabajan y se sacrifican por ofrecer espectáculo, singularidad y creatividad a nuestras fiestas, al objeto de hacerlas egregias y respetadas en el panorama nacional. Participando de ese microcluster económico que supone la confección y alquiler de trajes de moros y cristianos. Un mundo del cuál era totalmente ajeno, y que este año he vivido, estudiado y comprendido con intensidad y desde dentro. Y además, haciendo valer la suerte del principiante, “llegando y besando el santo”. Gracias AYYUBBIES, y enhorabuena, por todo lo aquí manifestado; pero sobre todo, por ser como sois y todo lo que hacéis y compartís. •••