Kharis. Los secretos de la gracia

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Ernestina y Pedro Ă lvarez Tejerina

KHARIS Los secretos de la gracia


Presentación El viejo arcón de los recuerdos lleva años olvidado esperando mi visita. Cada año retraso nuestra cita, mas ha llegado el momento de afrontarla con valor. Temeroso, levanto su cubierta. ¡Cuánta vida arrinconada deseosa de recuperar su protagonismo! En su fondo, protegido con esmero, mi cómplice diario de adolescente. Lo recupero, lo acaricio. Deshago lentamente el débil lazo que protege mis secretos más íntimos. Al abrirlo, ¡oh!, desaparece el largo tiempo transcurrido, y me sumerjo, de nuevo, en las experiencias de aquel año… …Había conocido a una monja benedictina muy singular. Se llamaba sor Margarita y desprendía vida y alegría por todos sus poros. Sus ojos eran puros, la sonrisa dulce y los brazos nacidos para acoger y abrazar. La voz, ¡ay su timbre!, aún resuena cadencioso en mi memoria. Nuestro encuentro fue por casualidad, como ocurre en las amistades predestinadas. Su monasterio 7


ocupaba el lateral de la céntrica Plaza del Grano de León y yo cruzaba, todas las mañanas, por ella. Hablábamos, a ratos perdidos, algunas escuetas palabras a la salida de la Misa y en las solemnidades y fiestas. –¿De qué quieres que charlemos Martina? –me preguntó un día. Fue tanto el apuro que solo alcancé a decir: –Del mundo de la gracia, si le parece. Sin saberlo, acababa de hacerme el mejor regalo de mi existencia. Por entonces, yo era una tímida y espigada jovencita que me ilusionaba con demasiada facilidad y estaba abierta a cualquier novedad y aventura. Tenía el defecto de querer llegar siempre al fondo de los asuntos y no me cansaba de indagar.

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Pinceladas de la gracia –¿Qué es la gracia? –insistí satisfecha por haber encontrado un tema apasionante. –Es el amor de Dios encarnado –afirmó la hermana con seguridad. Una respuesta tan escueta me desalentó. La sor, dándose cuenta de ello, se agarró afectuosamente a mi brazo y, paseando por el claustro, me fue diciendo: –Vamos a ir despacio, Marti, que así me llamaba familiarmente. Ten en cuenta que, para comprender la gracia, más útiles que las palabras son las imágenes. Y comenzó un fantástico e improvisado relato: «Se cuenta que, al comienzo de los tiempos, el día séptimo, cuando Dios había concluido su obra, la contempló con detenimiento y no quedó plenamente satisfecho. ¡No era como lo había imaginado!

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Repasó el libro del Génesis: el firmamento, las aguas de arriba y de abajo, los luceros, los animales, el hombre, los árboles… ¡todo estaba bien! Se acercó mucho a la tierra y, al ver su imagen reflejada en el mar, se dio cuenta: ¡faltaba el color! Radiante por el descubrimiento fabricó un gran pincel. “Lo primero es colorear la lumbrera”, se dijo. Introdujo el pincel en sus rubios cabellos y pintó el sol. Con algunas gotillas que se desprendieron se tiñeron numerosas florecillas silvestres, que quedaron encantadas con su nuevo aspecto. A continuación, lo mojó en su iris y retocó el firmamento, y al instante el mar y los ríos reflejaron esa maravillosa tonalidad azulada. Con la punta de su dedo índice tocó a Adán y este adquirió su espectacular tono rosado. Estaba tan satisfecho con el nuevo aspecto de su obra que se quedó plácidamente dormido. El hombre, que lo había contemplado todo, estaba maravillado y quiso colaborar en tan magna labor divina. Cogió con todas sus fuerzas el gran pincel, lo introdujo en el pecho de Dios hasta el 12


Ciudadanos de la gracia El relato era cautivador, pero no era fácil convencerme a la primera y objeté: –Si la gracia no la podemos ver, ni tocar, y se encuentra dispersa por todo el cosmos, ¿cómo sabemos que existe de verdad? –Por los efectos que produce: confianza, alegría sin causa, plenitud, vida… Aunque te cueste creerlo, es la fuerza más potente que hay en el mundo. Cuando nos olvidamos de su realidad nos sentimos abatidos, tristes, pesimistas, con demasiado peso sobre nuestros hombros… Estaba muy interesada, pero la gente, que acababa de salir de la iglesia, nos interrumpía e, incluso algunos, querían «colarse» en nuestra conversación. Entonces la sor, para evitarlo, me propuso comunicarnos en «clave», algo que solo nosotras pudiéramos entender. Ideamos el símil de un gran reino y le pusimos el nombre de Kharis, que significa gracia en griego. 15


Ilusionadas creamos sus habitantes, historias, aspecto... Fue algo impresionante. Le adjudicamos una gran extensión de bosques, praderas, valles y montañas. En el centro del país, un pintoresco pueblecillo se extendía en la ribera de un río: era la capital. Para poder entrar y salir de él, la hermana realizó, con su propia letra, un precioso pasaporte: Declaramos que Dª Martina es ciudadana de pleno derecho del reino de Kharis, y por tanto tenemos el gusto de proclamar que: Aun sin participar ya ha llegado a la meta y por tanto ha conseguido los siguientes logros: La luz todos los días. La noche todas las noches. La compañía constante. El tiempo hasta la eternidad. La protección durante todos los instantes. El cuidado más exquisito. La amistad más sincera. La sabiduría ancestral. La existencia eterna. Fdo.: Los soberanos de Kharis 16


–¿Cómo he podido llegar a la meta si no he corrido en la carrera? –pregunté ingenuamente. Y, además, si ya lo he conseguido me volveré perezosa, ¿no? –argumenté un tanto confusa. Como respuesta solo obtuve una amplia sonrisa de sor Margarita, y su despedida: –Así es el mundo de la gracia, Marti. Yo me voy presta a trabajar en agradecimiento por todo lo que se me ha concedido sin mérito mío.

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Creado para mí Pasó bastante tiempo sin que pudiéramos hablar de nuevo, bien porque la sor estaba ocupada, bien porque yo tenía que estudiar. Una tarde, durante las vacaciones, la hermana me planteó: –¿Quieres que pasemos unos días enteros en nuestro recién creado reino? Sin pensarlo dije que sí, y me invitó a quedarme un fin de semana en la casa de oración del monasterio, que se llamaba santa Escolástica. El viernes, a primera hora de la tarde, estaba llamando a la puerta de la hospedería, con mi mochilita, mucha ilusión y algo de temor ante lo desconocido. Sor Margarita bajó rápidamente. Al verme por la ventana levantó su pasaporte y yo hice lo mismo con el mío. El enorme portón de madera de la calle empezó a abrirse muy lentamente y, cuando acabó, ¡oh, 19


maravilla!, me encontraba allí, en Kharis. ¡Era increíble!, tal y como lo habíamos imaginado. Me quedé extasiada, no sé cuánto tiempo, mirando en todas las direcciones. ¡No podía ser!, pero era. Cerré los ojos, pero seguía en él, ese olor tan especial, el silencio sonoro, la sensación en la piel… Mi asombro aumentó cuando vino a nuestro encuentro un simpático muchacho. Se presentó con sencillez, se llamaba Leonardo y le habían elegido juglar oficial del país durante ese año. Como distintivo de su cargo vestía un llamativo gorro multicolor de rombos. Mientras nos conducía al hotel, nos deleitó entonando unas sugerentes estrofillas acompañándose de su cítara: –Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos de este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados... Vendrán con aclamaciones a la altura de Kharis, afluirán hacia los bienes del Señor: hacia el trigo y el vino y el aceite, 20


y los rebaños de ovejas y vacas; su alma será como un huerto regado, y no volverán a desfallecer. Y mi pueblo se saciará de mis bienes. Al entrar en la habitación que me habían asignado, ¡sorpresa! Estaba pintada de mi color favorito; los muebles, los que me gustaban. En la estantería se encontraban mis libros preferidos; en la pequeña nevera, las bebidas y aperitivos que tomaba habitualmente, incluso el ordenador tenía mis programas y documentos personales instalados. Colgada, en el árbol de navidad, una caja de zapatos de mi número. ¡Increíble!, pensé. Esto lo ha tenido que preparar alguien que me conoce personalmente, y mucho, hasta en los detalles más íntimos. En mi mente empezó a nacer una duda que fue creciendo: ¿Podré pagar todo esto?, ¿con qué lo haré? Me fui angustiando. Tímidamente me acerqué a la recepción: –Por favor, ¿cuál es el importe de la estancia? –¿Precio? El hospedaje es gratis y por el tiempo que necesite, amiga. 21


Me quedé sin palabras. ¡Ese «alguien» que me ha preparado el alojamiento no solo me conoce, sino que me quiere, a mí que no le he dado nada! Un borbotón de emoción, lágrimas de felicidad, inundaron mis ojos.

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El regalo rechazado –Me cuesta mucho aceptar los regalos y este ha sido ¡tan especial! –me excusé ante el recepcionista por la emoción que mostraba. Siempre he tenido que pagar por todo y la gratuidad de aquí me ha conmovido. Durante un buen rato estuvimos charlando. Se llamaba Florencio y era el director del establecimiento. Sentía un gran interés en conocer cómo había llegado hasta este lugar tan especial y, sin mucho rodeo, se lo pregunté. –Es una larga historia, Martina. Se remonta hasta mi querida madre –me respondió. –Me encantan los relatos familiares –dije acomodándome en la silla. –¡Si no hay más remedio!... –se lamentó vencido. Su nombre era Maximina, aunque le decían 23


Mina. Era una cariñosa y luchadora madre. Vivíamos en un diminuto, pero luminoso y limpio piso alquilado. Se había quedado viuda joven y percibía una exigua pensión que le obligaba a hacer malabarismos económicos la mayoría de los meses. Nosotros, sus hijos, estábamos estudiando y no podíamos ayudar demasiado, todo eran gastos. Una tarde recibió una llamada. Descolgó el teléfono y, como tardaban en contestar, supuso que se trataba de las ofertas comerciales de siempre. Cuando estaba a punto de colgar escuchó una voz diferente: «Le llamo de Gratia S.A., y tengo el placer de comunicarle que le ha tocado un premio de diez millones de euros». –¡Qué impresionante! –interrumpí sin querer. –No para mamá, que se rió interiormente. «¿Quién se puede creer una cosa así?, nadie da duros a peseta, ni regala nada, todo se consigue con el esfuerzo y el trabajo», dijo ella. Todas las tardes, a la misma hora, recibía una llamada intentando convencerla: «Reconsidere su 24


postura, usted no pierde nada por aceptar, mire que es verdad, somos una empresa seria…». Mas ella siempre repetía lo mismo: «Nadie regala nada, todo se consigue con esfuerzo, a mí no me engaña nadie». Pasaron los años, mamá se hizo amiga de la señorita que llamaba todas las tardes; sin embargo, fue incapaz de aceptar el regalo cuyo importe aumentaba por los intereses. Aunque no te lo puedas creer, yo tampoco pude convencerla. –¡Qué dura! –dije apenada. –Ya muy anciana murió. A los pocos días aparecía en los periódicos: «Jubilada fallece muy humildemente y deja una increíble fortuna a sus herederos». Lo ocurrido a mi madre me marcó profundamente y después de meditarlo, decidí dejarlo todo y emprender el camino a este país de la gracia. Al llegar me ofrecieron la dirección de este fantástico establecimiento. 25


El Paraíso de los Padres Dejamos el pueblo a la derecha y ascendimos por un escarpado cerro. Desde arriba divisamos una pedregosa planicie. Con dificultad llegamos a las primeras dunas de arena. El calor resultaba asfixiante y un hiriente sol ocupaba todo el horizonte. –¿Quiénes son los Padres? –interrogué para hacer más llevadero el camino. –Hace muchos, pero muchos años, unos jóvenes intrépidos abandonaron sus pueblos natales para vivir en la soledad de este lugar, buscando la paz interior y la unión con el Creador. Tras ellos y atraídos por su sabiduría y bondad empezaron a llegar discípulos y se formó la comunidad. Les consideramos nuestros Padres. La profundidad de sus enseñanzas nos puede ayudar mucho, Martina. –Me encuentro ansiosa por conocerlos, pero ¿por qué llamáis paraíso a este erial? –pregunté señalando a mi alrededor. 55


–Deriva de una bella y antigua alegoría, más allá de lo que alcanzan nuestros sentidos. La vida aquí se quiere asemejar al Edén, el primer paraíso terrenal descrito en el Génesis, ¿recuerdas? Se vuelve a encontrar la familiaridad del hombre y la mujer con la naturaleza y la intimidad divina de la que gozaban Adán y Eva antes de la caída. –¿Qué convierte este yermo en el jardín de las bienaventuranzas? –insistí. –Sencillamente el agua viva que corre debajo de la tierra árida. Los Padres se parecen a un huerto de árboles de variados frutos que beben de una misma fuente. Uno es el trabajo de este y otro, el de aquel; pero hay un único Espíritu que obra en todos ellos. Me quedé atónita, no se adivinaba ni una gota de rocío, ni de humedad en toda la zona, mas no dije nada. Sería una alegoría o a lo mejor el calor le había afectado a sor Margarita, ¡pobre!

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Índice Presentación......................................................

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Primera parte: El reino de Kharis................ 9 Pinceladas de la gracia............................... 11 Ciudadanos de la gracia.............................. 15 Creado para mí............................................ 19 El regalo rechazado..................................... 23 Rica pobreza ............................................... 27 Gobernantes serviciales............................... 31 La fuerza de la vida ..................................... 35 El Espíritu.................................................... 39 El sol que apaga las estrellas...................... 41 El traje de fiesta .......................................... 45 Segunda parte: Peripecias de una joven peregrina..................................................... 49 Superar el miedo.......................................... 51 El Paraíso de los Padres ............................. 55 Ayudas ......................................................... 57 El palmeral «Obediencia» .......................... 59 Hospitalidad ................................................ 61 157


El Acusador frustrado.................................. 63 El entierro del melocotón ............................ 67 Eternidad...................................................... 69 Pensamientos felices.................................... 73 El valle de los Titanes.................................. 77 Confianza..................................................... 79 Quien más ama, más puede......................... 81 Descanso nocturno....................................... 85 Tercera parte: Los habitantes de Kharis...... 87 Las raíces de los antepasados..................... 89 Las escaleras que al subirlas se desciende................................................. 91 El egoísta..................................................... 93 El soberbio................................................... 97 La alegría del encuentro.............................. 99 La fe............................................................. 101 Único............................................................ 103 El Jardinero fiel........................................... 107 El sendero de los sabios............................... 111 La primera vez............................................. 115 Epidemias .................................................... 121 La lista de abrazos....................................... 123 El tío «Dios sabrá, Dios proveerá» ............ 127 El tío «Espejo» ............................................ 131 El mercado .................................................. 135 Gracia y naturaleza..................................... 139 158


La higuera de la iluminación....................... 141 Todos somos poetas...................................... 145 No hay nada oculto que no salga a la luz.... 151 Todos juntos................................................. 153 Años sin término.......................................... 155

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