Los abuelos son nuestra memoria Mensajes, discursos y homilĂas
Papa Francisco
Los abuelos son nuestra memoria Mensajes, discursos y homilĂas
La sabiduría de la vida Discurso a todos los cardenales después de su elección como Papa, 15 de marzo de 2013.
[...] Queridos Hermanos: ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una edad avanzada: la vejez es –me gusta decirlo así– la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida. Me viene a la mente aquello que decía un poeta alemán sobre la vejez: «Es ist ruhig, das Alter, und fromm»; es el tiempo de la tranquilidad y de la plegaria. Y también de brindar esta sabiduría a los jóvenes. [...]
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Por la transmisión de la fe de la abuela Vigilia de Pentecostés con los movimientos eclesiales, 18 de mayo de 2013.
[...] Tuve la gracia de crecer en una familia en la que la fe se vivía de modo sencillo y concreto; pero fue sobre todo mi abuela, la mamá de mi padre, quien marcó mi camino de fe. Era una mujer que nos explicaba, nos hablaba de Jesús, nos enseñaba el Catecismo. Recuerdo siempre que el Viernes Santo nos llevaba, por la tarde, a la procesión de las antorchas, y al final de esta procesión llegaba el «Cristo yacente», y la abuela nos hacía ‒a nosotros, niños‒ arrodillarnos y nos decía: «Mirad, está muerto, pero mañana resucita». Recibí el primer anuncio cristiano precisamente de esta mujer, ¡de mi abuela! ¡Esto es bellísimo! El primer anuncio en casa, ¡con la familia! Y esto me hace pensar en el amor de tantas mamás y de tantas abuelas en la transmisión de 9
la fe. Son quienes transmiten la fe. Esto sucedía también en los primeros tiempos, porque san Pablo decía a Timoteo: «Evoco el recuerdo de la fe de tu abuela y de tu madre» (cf. 2Tim 1,5). Todas las mamás que están aquí, todas las abuelas, ¡pensad en esto! Transmitir la fe. Porque Dios nos pone al lado personas que ayudan en nuestro camino de fe. Nosotros no encontramos la fe en lo abstracto, ¡no! Es siempre una persona que predica, que nos dice quién es Jesús, que nos transmite la fe, nos da el primer anuncio. Y así fue la primera experiencia de fe que tuve. [...]
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La cultura del descarte y del derroche Audiencia General, 5 de junio de 2013.
[...] Esta «cultura del descarte» tiende a convertirse en mentalidad común, que contagia a todos. La vida humana, la persona, ya no es percibida como valor primario que hay que respetar y tutelar, especialmente si es pobre o discapacitada, si no sirve todavía ‒como el nascituro‒ o si ya no sirve ‒como el anciano‒. Esta cultura del descarte nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y malnutrición. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante. El consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos capaces 11
¿Qué dejamos como herencia a los jóvenes? Homilía en la misa de la mañana, 19 de noviembre de 2013.
El Papa Francisco volvió a exaltar el valioso papel de los ancianos en la Iglesia y en la sociedad. Habló de ello en la misa celebrada el martes 19 de noviembre, por la mañana, en la capilla de Santa Marta. Su homilía comenzó con una pregunta: «¿Qué dejamos como herencia a nuestros jóvenes?». Para responder hizo referencia al relato del segundo libro de los Macabeos (6,18-31) donde se narra el episodio del sabio anciano Eleazar, uno de los escribas más estimados, quien, antes que comer carne prohibida para complacer al rey, se dirigió voluntariamente al martirio. De nada sirvieron los consejos de sus amigos, que le exhortaban a fingir que comía ese alimento para salvarse. Él prefirió morir entre los sufrimientos antes que dar un 21
mal ejemplo a los demás, sobre todo a los jóvenes. «Un anciano coherente hasta el final» ‒lo definió el Santo Padre‒ en cuyo comportamiento ejemplar se puede reconocer «el papel de los ancianos en la Iglesia y en el mundo». «Este hombre ‒explicó‒ ante la elección entre la apostasía y la fidelidad, no duda. Tenía muchos amigos. Querían llevarle a una componenda: “Finge, así podrás seguir viviendo...”. Esa actitud de fingir, de fingir piedad, de fingir religiosidad, es la que condena Jesús con una palabra muy fuerte en el capítulo 23 de san Mateo: la hipocresía. En cambio «este hombre bueno, de noventa años, correcto y muy estimado por su pueblo, no piensa en sí mismo. Piensa solo en Dios, en no ofenderle con el pecado de la hipocresía y de la apostasía. Piensa también en la herencia» que debe dejar. Por lo tanto, piensa en los jóvenes. Y en el texto de la Escritura, si bien se habla de un anciano, la palabra jóvenes ‒destacó el Papa Francisco‒ vuelve a menudo. Eleazar, por lo tanto, pensaba en lo que habría dejado en herencia a los jóvenes con su elección. Y se preguntaba: «¿Una componenda, es decir, mitad y mitad, una hipocresía o la 22
verdad, la que busqué seguir durante toda la vida?». He aquí «la coherencia de este hombre, la coherencia de su fe ‒comentó el Obispo de Roma‒ pero también la responsabilidad de dejar una herencia noble, auténtica». «Nosotros vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan. Es feo decirlo ‒repitió el Santo Padre‒ pero se descartan porque molestan». Sin embargo «los ancianos son quienes nos traen la historia, la doctrina, la fe y nos lo dejan como herencia. Son como el buen vino añejo, es decir, tienen dentro la fuerza para darnos esa herencia noble». Con este fin, el Papa se refirió al testimonio de otro gran anciano, Policarpo. Condenado a la hoguera, «cuando el fuego comenzó a quemarle» ‒recordó‒ se percibió a su alrededor el perfume del pan recién horneado. Esto son los ancianos: «Herencia, buen vino y buen pan». En cambio, «sobre todo en este mundo se piensa que molestan». Aquí el Pontífice volvió con la memoria a su infancia: «Recuerdo ‒dijo‒ que cuando éramos niños nos contaban esta historia. Había una familia, un papá, una mamá y muchos niños. Y estaba también un abuelo que vivía 23
con ellos. Pero había envejecido y en la mesa, cuando tomaba la sopa, se ensuciaba todo: la boca, la servilleta... no daba una buena imagen. Un día el papá dijo que, visto lo que sucedía al abuelo, desde el día siguiente tendría que comer solo. Y compró una mesita, la puso en la cocina; así el abuelo comía solo en la cocina y la familia en el comedor. Después de algunos días el papá volvió a casa y encontró a uno de sus hijos jugando con la madera. Le preguntó: “¿Qué haces?”. “Estoy jugando a ser carpintero”, respondió el niño. “¿Y qué construyes?”. “Una mesita para ti papá, para cuando seas anciano como el abuelo”. Esta historia me hizo mucho bien para toda la vida. Los abuelos son un tesoro». Volviendo a la enseñanza de las Escrituras respecto a los ancianos, el Papa Francisco hizo referencia a la Carta a los Hebreos (13,7), donde «se lee: “Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe”. La memoria de nuestros antepasados nos conduce a la imitación de la fe. Es verdad, a veces la vejez es un poco fea por las enfermedades que comporta. Pero la sabiduría que tienen nuestros abuelos es la herencia que 24
debemos recibir. Un pueblo que no custodia a los abuelos, que no respeta a los abuelos, no tiene futuro porque ha perdido la memoria. Eleazar, ante el martirio, es consciente de la responsabilidad que tiene respecto a los jóvenes. Piensa en Dios pero piensa también en los jóvenes: “A los jóvenes les debo dar el ejemplo de coherencia hasta el final”». «Nos hará bien pensar en tantos ancianos y ancianas, en los muchos que están en las residencias y también en los muchos que ‒es fea la palabra pero digámosla‒ están abandonados por sus seres queridos», agregó luego el Santo Padre, recordando que «ellos son el tesoro de nuestra sociedad. Recemos por ellos para que sean coherentes hasta el final. Este es el papel de los ancianos, este es el tesoro. Recemos por nuestros abuelos y por nuestras abuelas que muchas veces desempeñaron un papel heroico en la transmisión de la fe en tiempos de persecuciones». Sobre todo en los tiempos pasados, cuando los papás y las mamás a menudo no estaban en casa o tenían ideas extrañas, confusas por las ideologías en boga de esos tiempos, «fueron precisamente las abuelas las que transmitieron la fe». 25
De la exclusión a la acogida Mensaje a los participantes en la Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida, 19 de febrero de 2014.
[...] Los trabajos que realizáis durante estos días tienen por tema: «Envejecimiento y discapacidad». Es un tema de gran actualidad, que interesa mucho a la Iglesia. En efecto, en nuestras sociedades se observa el dominio tiránico de una lógica económica que excluye y a veces mata, y de la que hoy muchísimos son víctimas, comenzando por nuestros ancianos. «Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (Evangelii gaudium, 53). La 29
situación socio-demográfica del envejecimiento nos muestra claramente esta exclusión de la persona anciana, especialmente si está enferma, con discapacidad, o es vulnerable por cualquier otro motivo. En efecto, se olvida con mucha frecuencia que las relaciones entre los hombres son siempre relaciones de dependencia recíproca, que se manifiesta con grados diversos durante la vida de una persona y emerge mayormente en las situaciones de ancianidad, de enfermedad, de discapacidad, de sufrimiento en general. Esto requiere que, tanto en las relaciones interpersonales como en las comunitarias, se ofrezca la ayuda indispensable para tratar de responder a la necesidad que tiene la persona en ese momento. Pero en la base de la discriminación y la exclusión hay una cuestión antropológica: cuánto vale el hombre y en qué se funda su valor. La salud es ciertamente un valor importante, pero no determina el valor de la persona. La salud, además, no es por sí garantía de felicidad. En efecto, esta puede experimentarse cuando se tiene una salud precaria. La plenitud a la que tiende toda vida humana no está en contradicción con una condición de enfermedad o de sufrimiento. Por lo tanto, la falta de salud o la 30
discapacidad no son nunca una buena razón para excluir o, peor aún, para eliminar a una persona; y la privación más grave que sufren las personas ancianas no es el debilitamiento del organismo y la discapacidad que deriva de ello, sino el abandono, la exclusión, la privación del amor. Maestra de acogida y solidaridad es, en cambio, la familia: precisamente en el seno de la familia la educación se inspira de manera esencial en las relaciones de solidaridad; en la familia se puede aprender que la pérdida de la salud no es una razón para discriminar algunas vidas humanas; la familia enseña a no caer en el individualismo y a equilibrar el yo con el nosotros. Es en ella donde «cuidar» se convierte en un fundamento de la existencia humana y en una actitud moral que se debe promover a través de los valores del compromiso y de la solidaridad. El testimonio de la familia llega a ser crucial frente a toda la sociedad para confirmar la importancia de la persona anciana como sujeto de una comunidad que tiene una misión que cumplir y que solo aparentemente recibe sin ofrecer nada. «Cada vez que 31
intentamos leer en la realidad actual los signos de los tiempos, es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos. Ambos son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir tontamente los mismos errores del pasado» (ib., n. 108). Una sociedad es verdaderamente acogedora de la vida cuando reconoce que ella es valiosa también en la ancianidad, en la discapacidad, en la enfermedad grave e, incluso, cuando se está extinguiendo; cuando enseña que la llamada a la realización humana no excluye el sufrimiento, más aún, enseña a ver en la persona enferma un don para toda la comunidad, una presencia que llama a la solidaridad y a la responsabilidad. Este es el evangelio de la vida que, a través de vuestra competencia científica y profesional, y apoyados por la gracia, estáis llamados a anunciar. [...]
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Índice Introducción......................................... 5 La sabiduría de la vida Discurso a todos los cardenales después de su elección como Papa, 15 de marzo de 2013...................... 7 Por la transmisión de la fe de la abuela Vigilia de Pentecostés con los movimientos eclesiales, 18 de mayo de 2013....................... 9 La cultura del descarte y del derroche Audiencia General, 5 de junio de 2013.......................... 11 Una anilla en la cadena De la homilía en la misa de la mañana, Residencia de Sumaré, Río de Janeiro, Brasil, 26 de julio de 2013............. 13
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El diálogo entre las generaciones Ángelus desde el balcón del palacio arzobispal de Río de Janeiro, 26 de julio de 2013........................
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Los niños aprenden de sus abuelos Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la fe, 26 de octubre de 2013....................
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¿Qué dejamos como herencia a los jóvenes? Homilía en la misa de la mañana, 19 de noviembre de 2013............... 21 Los ancianos, «exiliados ocultos» Ángelus, 29 de diciembre de 2013..
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De la exclusión a la acogida Mensaje a los participantes en la Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida, 19 de febrero de 2014.................... 29 El encuentro entre los ancianos y los jóvenes Discurso a los miembros de la Comisión Pontificia para América Latina, 28 de febrero de 2014.................... 90
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Niños y ancianos: la esperanza de un pueblo Discurso al Movimiento por la Vida italiano, 11 de abril de 2014........................ 37 Los ancianos, descartados de la economía mundial Rueda de prensa en el vuelo de regreso de Tierra Santa, 26 de mayo de 2014....................... 39 Las seguridades de nuestra fe Discurso a los participantes en la 37 Asamblea Nacional de Renovación Carismática en el Espíritu Santo, Roma, 1 de junio de 2014.......................... 41 Árboles que todavía dan frutos Discurso durante el encuentro con los ancianos en la Plaza de San Pedro, 28 de septiembre de 2014.............. 43 La predicación ecuménica de la abuela Discurso a una Delegación del Ejército de Salvación, 12 de diciembre de 2014................ 49
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Una presencia preciosa para la educación Discurso a la Asociación nacional de familias numerosas, 28 de diciembre de 2014................ 51 Las madres y las abuelas transmiten la fe Homilía en la misa de la mañana, 11 de marzo de 2015...................... 53 Los ancianos en la sociedad actual Audiencia General, 4 de marzo de 2015........................
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La vocación de los ancianos en la familia Audiencia General, 11 de marzo de 2015...................... 63 La sabiduría del dolor y de la paciencia Homilía durante el encuentro con los ancianos en la visita a la parroquia de Santa María Regina Pacis, Ostia, 3 de mayo de 2015.............. 69 Desafíos de hoy para el cuidado de los ancianos Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, 19 de marzo de 2016...................... 71
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¿Escuchamos el grito de los ancianos? Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, 19 de marzo de 2016...................... 73 Parte esencial de la Iglesia y de la sociedad Palabras del Santo Padre a la Asociación Nacional de Trabajadores Mayores, 15 de octubre de 2016.................... 77 Hablar con los abuelos, escuchar a los abuelos Discurso a una delegación de jóvenes de la Acción Católica Italiana, 19 de diciembre de 2016................ 85 La palabra de esperanza de las abuelas Audiencia General, 25 de enero de 2017....................... 87
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