Antonio Gil Moreno
Pรกginas para encontrarte con Dios
Pórtico A veces, muchas veces, la vida se compara con un ancho mar, con sus aguas en calma, con sus olas, con sus grandes y pequeñas tempestades. Se compara también con un campo inmenso, de hermosos árboles y bellos frutos. Con esta imagen como telón de fondo, me he atrevido a seleccionar algunas de esas flores y frutos que la vida nos va ofreciendo a través de mensajes, vivencias, testimonios, plegarias... Con el título «Páginas para encontrarte con Dios», me he atrevido a seleccionar textos esenciales, paisajes hermosos, testimonios clarividentes, palabras, frases, ideas nuevas, horizontes luminosos que nos abren a mundo nuevos, por más humano y por más cristiano. Este libro quiere ser un compendio de textos maravillosos que nos hablan de Dios, de los grandes valores del cristianismo, escogiendo de aquí y de allá, esas palabras, esas frases o esos poemas, esos trozos de vida o de muerte que nos hacen plantearnos el horizonte de nuestra existencia, sus caminos principales, sus grandes metas. La vida es una aventura apasionante, y para vivirla en plenitud necesitamos modelos que nos hagan más fácil encontrar el buen camino. Necesitamos luces que iluminen el sendero. Necesitamos una voz que nos grite o nos susurre al oído, a la orilla de nuestras conciencias libres, aquello que puede servirnos 5
como punto de referencia, como argumento central, como potente reflector, para descubrir la verdad, el amor, la paz, la justicia y la libertad. Cada capítulo encierra y puede convertirse en un manantial de belleza espiritual y de humanismo cristiano. Al menos, para mí, estos textos han supuesto muchas horas de contemplación y de oración, saboreando sus lecciones, sus rutas y sus metas. Cada uno de estos mensajes, sin lugar a dudas, es una hermosa invitación para caminar hacia la Casa del Padre. Hay mensajes bellos, hermosos, apasionantes, provocadores, angustiosos, luminosos, rebosantes de vida... Lo más importante es que sepamos sintonizarlos, escucharlos, saborearlos, aplicarlos a nuestra vida, para que puedan proporcionarnos frutos sabrosos. Muchos de los textos seleccionados son bien conocidos por todos nosotros, pero eso no importa. Ya decía José María García Escudero que todo el cristianismo podría reducirse a una sola palabra, la palabra «Padre». En muchas ocasiones, una sola idea, un solo mensaje, una sola palabra, –y en tantas ocasiones una sola mirada– pueden cambiar nuestra vida. Tal vez llevara razón García Escudero, aquel gran historiador, y sea cierto que toda la vida cabe en una sola palabra, en una sola mirada: la mirada a Dios como Padre de ternuras y bondades, que nos espera siempre, en todo momento, en cualquier lugar, para abrazarnos con tanto gozo como misericordia y perdón. El autor 6
1 La gran noticia de todos los tiempos ¿Cuál es para un cristiano la Gran Noticia de todos los tiempos? Sin duda, el Nacimiento de Jesús, en Belén. Por eso, los primeros periodistas de la historia fueron aquellos ángeles que anunciaron a los pastores: «Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor». San Pablo, en su Carta a los Gálatas, reafirma la llegada de Dios al mundo, el Nacimiento de Jesús, la etapa nueva de salvación que se abre en las entrañas de la tierra: «Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción» (Gál 4,4-5). ¿Se puede decir de forma más clara y bella? Desde ese momento, abre las puertas de la esperanza y coloca en sus entrañas la palabra más hermosa: su «salvación». En esta época, marcada por el nihilismo más feroz y el relativismo más insolente, los creyentes cristianos deberíamos hacer esta hermosa oferta: la transformación de nuestras vidas por una salvación constante. La novedad del cristianismo no es una sabiduría más, ni es un modelo social, ni un código de conducta, 7
sino la Persona misma de Cristo, que revela a un Dios que ha creado a los hombres y ha decidido redimirlos. Un Dios que ama incondicionalmente a los humanos y que quiere hacer de ellos sus hijos. Por eso, en una de sus frases felices, el arzobispo emérito de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, nos dirá: «La fe, más que un conocimiento científico, se asemeja a una relación de amistad». Aquella gran noticia –Dios se ha hecho hombre y habita entre nosotros–, sigue instalada en las entrañas de la humanidad. Se proclama gozosamente en la época navideña, pero ha de vivirse cada día para iluminar nuestras jornadas. La Navidad es una palabra mágica que nos abre a cuatro inmensas verdades: • Dios se ha encarnado y se ha hecho hombre para salvar a los hombres. • Dios es la auténtica paz, la auténtica esperanza y la auténtica alegría. • Sin Dios, nada puede el hombre. • El sentido del hombre es Dios y sólo Dios. La hermosa película «La ciudad de la alegría» es una bella explicación de la Navidad de verdad y de la verdad de la Navidad. La película nos presenta la historia de un médico americano que se encuentra de viaje turístico en la India. En Calcuta, una ciudad superpoblada, en donde son muchos los pobres de solemnidad, le roban el pasaporte y todo el dinero que llevaba encima. Sin tener a dónde ir, le acoge en su casa una de las muchas familias pobres, y le ofrece con alegría lo poco que tiene. 8
Esta experiencia transforma el corazón inquieto y perdido del joven médico. Ha descubierto que la auténtica felicidad no consiste tanto en tener y en recibir, cuanto en dar y entregarse por entero a los demás. Sin pensarlo dos veces, contagiado por la generosidad y la alegría de aquellas buenas gentes, se lanza a visitar y a curar enfermos con los pocos medios materiales que tiene a su alcance, pero con un corazón rebosante de paz y de gozo. Por fin, le había encontrado sentido a su vida. Ya tenía una razón para esperar y creer, un motivo por el que seguir luchando. La Madre Teresa de Calcuta, los misioneros y misioneras del Tercer y Cuarto Mundo, los cristianos comprometidos con los más débiles de nuestra sociedad, fueron y son un ejemplo palmario de la encarnación de la Navidad. Ellos demuestran con sus hechos de cada día que Dios está vivo, actual y presente en la vida de todos los que le aman amando a los hombres. Ellos nos enseñan a vivir el verdadero espíritu de la Navidad: el Verbo se hace carne y habita entre nosotros. Con Jesús, el tiempo llega a su plenitud: se transforma en el tiempo de la salvación, gloriosa e irrevocable. Es el tiempo de la esperanza plena, del sentido último.
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