Los santos amigos de los niños

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Michelle Mathias fsp y Caroline Duia fsp

Los Santos, amigos de los niĂąos Ilustraciones de Aashish David, Namdev Jadhav e Ishwar Patil


Santa Inés

Hace muchos años, en la época en que los romanos des-

preciaban a Jesús y perseguían a sus discípulos, nació en el seno de una rica familia romana, los Claudio, una hermosa joven de rubios cabellos. Sus ojos eran de un color azul claro. Sus padres le pusieron el nombre de Agnes (Inés), que significa «corderito». Inés era muy buena y ayudaba a todo el mundo. Un día conoció a un joven romano llamado Procopio y este le dijo: «Inés, eres muy hermosa y muy buena. ¿Quieres casarte conmigo?». Inés le respondió: «¡Lo siento, pero ya estoy prometida!». Inés quería tanto a Jesús que quería pertenecerle solo a él. Procopio se entristeció ante la negativa y se enfadó mucho. Entonces fue a quejarse a su padre, que era prefecto de Roma y un hombre muy cruel.

El prefecto se enteró que Inés era cristiana y le ordenó que acudiera a la corte. Al principio trató de ganársela prometiéndole maravillosos regalos, aunque solo si renegaba de su fe y se casaba con Procopio. Pero ella se negó en redondo. Esta decisión no le gustó nada al prefecto, que amenazó con castigarla. Inés le contestó sin miedo: «Soy la esposa de Jesús. Hay un ángel que siempre cuida de mí, y no permitirá que la esposa de Cristo sufra ningún daño». Enfurecido, el prefecto le dijo a Inés que la llevarían a un horrible lugar donde perdería su pureza. Entonces ella le contestó: «Puedes teñir tu espada con mi sangre, pero nunca conseguirás deshonrar mi cuerpo, pues solo le pertenece a Cristo». 3


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En ese momento bajó un ángel del cielo y se puso a su lado, defendiéndola con una espada de fuego. Procopio desenvainó su propia espada y fue corriendo hacia Inés para matarla. Pero la espada del ángel resplandeció como si fuera un rayo y Procopio cayó sin vida al suelo. El prefecto fue enseguida junto a su hijo y vio que estaba muerto. Se volvió hacia Inés y le dijo: «Si eres inocente, devuélveme a mi hijo». Entonces Inés se arrodilló, rezó a Jesús con todo su corazón, ¡y Procopio volvió a la vida! No obstante, el prefecto era malvado y desagradecido: mandó a sus hombres que quemaran viva a Inés. Pero cuando Inés se acercó a la pira de madera ardiente, las llamas se dividieron por la mitad e Inés salió intacta. Entonces el prefecto ordenó a sus hombres que la decapitaran. Pero Inés exclamó: «¡Oh, Jesús, gracias por quererme tanto! Quiero ir hacia ti y no alejarme nunca de tu lado». Entonces la espada cayó y le cortó la cabeza a Inés. Un día, mientras los padres de Inés rezaban ante su tumba, ella se apareció de pronto ante ellos acompañada de unas jóvenes vírgenes. Inés sostenía un corderito en sus brazos. «No lloréis por mí, queridos padres», dijo sonriendo, «estoy muy feliz… con Jesús». Desde la antigüedad Inés ha sido venerada como patrona de la juventud, pues su ejemplo nos ayuda a ser fieles a Cristo por encima de cualquier soborno, amenaza o tortura. Su fiesta se celebra el 21 de enero.

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Santo Domingo Savio

El 2 de abril de 1842 en el pueblo de Mondonio, Italia, en

una humilde familia de herreros, nació un débil y delicado niño. El padre le llevó enseguida a la iglesia para bautizarlo, temiendo que no sobreviviera mucho tiempo. Pero, aunque tenía una salud muy frágil, el bebé sobrevivió y se fue llenando del amor de Dios. A Domingo le gustaba mucho asistir a la eucaristía. Aunque lloviera o nevara, siempre iba a misa. Tenía un pequeño diario en el que, entre otras cosas, escribió cuatro promesas, que eran: 1. Me confesaré a menudo y comulgaré con tanta frecuencia como pueda. 2. Trataré de dedicar por completo los domingos y los días festivos al Señor. 3. Mis mejores amigos serán Jesús y María. 4. Prefiero morir antes que pecar. El párroco vio que Domingo era muy virtuoso, por lo que le permitió hacer la primera comunión a la edad de siete años. Cuando cumplió los doce, Domingo fue enviado por el párroco a la escuela que dirigía Don Bosco. Este santo sacerdote se dio cuenta enseguida de sus santas virtudes y su buen comportamiento. «No puedo hacer grandes cosas, pero quiero que todo lo que haga sea para gloria de Dios», decía Domingo. Así que hacía pequeños sacrificios por Dios: no se quejaba nunca del tiempo

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que hacía, ni de la comida, realizaba pequeñas tareas para los otros alumnos, e intentaba no cometer ningún pecado. Domingo se ganó el cariño y el respeto de todos los chicos, y también de los sacerdotes. Un día dos chicos se estaban peleando y lanzándose piedras. Domingo levantó un crucifijo y les dijo: «Arrojadme las piedras a mí». Uno de los chicos dijo: «Pero, Domingo, tú nunca me has hecho daño y eres mi amigo». «¿De modo que no quieres hacerme daño a mí, que soy un pobre humano, pero quieres hacer daño con tus acciones a Jesucristo, que es Dios?», preguntó Domingo. Los chicos bajaron la cabeza, avergonzados, y tiraron las piedras al suelo. Domingo les recordaba siempre a sus compañeros de clase que fueran a confesarse. No les dejaba jurar ni maldecir mientras jugaban. Y les invitaba a menudo a visitar a Jesús en el santo Sacramento o a rezar el rosario con él. Con tan solo 15 años Domingo contrajo la tuberculosis. Falleció con una radiante sonrisa en su rostro y, en el momento de morir, exclamó: «¡Oh, qué cosas tan hermosas veo!». Fue declarado santo en 1954. Su fiesta se celebra el 6 de mayo.

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San José Sánchez del Río

José, un precioso niño, nació el 28 de marzo de 1913 en

Sahuayo, Michoacán, en México. Su padre se llamaba Macario Sánchez y su madre María del Río Arteaga. Tenían otros tres hijos mayores, pero este niño era especial. Los ochos años transcurridos de 1920 a 1928 fueron terribles para los cristianos de México. Sufrieron una durísima persecución bajo el presidente mexicano Plutarco Elías Calles, que mandó al exilio a más de 200 sacerdotes y obispos. Incendió iglesias, monasterios y conventos. Los católicos podían ser multados por predicar la doctrina cristiana, por llevar ropas religiosas o por celebrar la misa. En legítima autodefensa, se formó un movimiento llamado Cristeros, para combatir al presidente. Quienes amaban a Jesús se unieron a este movimiento. Siempre que iban a combatir, los Cristeros gritaban: «¡Viva Cristo Rey!», «¡Larga vida a Cristo Rey!». El corazón del joven José deseaba ardientemente unirse a los Cristeros. Sus padres eran muy reacios a dejarle, ya que dos de sus hermanos mayores ya se habían unido al movimiento. Pero consiguió convencer a sus padres, permitiéndole finalmente unirse al movimiento. Así que, junto a su amiga Trinidad Flores, José fue a un campamento Cristero, bajo la tutela del general Luis Guizar Morfin. Todos querían a José. Este aprendió a tocar la corneta para convocar a la batalla. Iba a misa cada día y rezaba el rosario todas las noches con los soldados. Con apenas 14 años de edad, se le otorgó la tarea de ser portaestandarte. Pero las cosas salieron de otro modo: el 6 de febrero de 1928 hubo una importante batalla entre los Cristeros y las fuerzas del 48


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presidente. José vio cómo el caballo de su general caía muerto. Cabalgó rápidamente hacia el general y le dijo: «Tome mi caballo». El general le dijo que se fuera. Pero José se mantuvo firme y contestó: «Yo soy joven. Pero usted es más importante. ¡Viva Cristo Rey!». El general cogió el caballo de José y huyó. José fue capturado junto con otro joven, Lorenzo el Escurridizo. Los encarcelaron en Cotija y posteriormente fueron trasladados a una iglesia, que sus enemigos habían convertido en un establo para caballos. Los soldados habían destrozado el altar y lo habían convertido en leña para el fuego. Habían arrojado restos de comida por todas partes. En la iglesia se habían soltado gallos de pelea. Los pájaros picoteaban a sus anchas. José estaba muy triste. Logró expulsar a los pájaros que habían ensuciado la iglesia. Los soldados se enfadaron y le gritaron. Pero José contestó: «Esta es la casa de Dios, no un establo. Podéis matarme. Yo quiero ir a la casa de Dios». José animó a Lorenzo para que él también fuera fuerte. José fue enseguida sentenciado a muerte. Como último deseo escribió una carta a sus padres. Antes de su ejecución, su tía le llevó comida, con la sagrada forma escondida entre los alimentos. Así, José recibió su última comunión. Y le dijo a su tía: «Nos reuniremos en el cielo». Los soldados torturaron brutalmente al chico. Le golpearon y le arrancaron las plantas de los pies y le obligaron a caminar hasta su tumba con los pies desgarrados. Pero José no dejaba de exclamar: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva nuestra Señora de Guadalupe!». Los soldados le dijeron que si gritaba «¡Muerte a Cristo Rey!» le dejarían libre para irse a casa con su familia. Pero su respuesta fue «¡Viva Cristo Rey!», e hizo la señal de la cruz en el suelo con su propia sangre. Los soldados le dispararon. Murió al instante.

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El 22 de junio de 2004 el papa san Juan Pablo II le declaró mártir y fue beatificado por el papa Benedicto XVI el 20 de noviembre de 2005. Once años después, el 16 de octubre de 2016, José Sánchez del Río fue declarado solemnemente santo por el papa Francisco. Ximena Gálvez, una bebé con daños cerebrales, fue milagrosamente curada cuando sus padres rezaron a José para que intercediera por ella. Su fiesta se celebra el 20 de noviembre, en México el 10 de febrero.

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Beato Santiago Alberione

Santiago nació el 4 de abril de 1884, siendo un bebé muy

pequeño y débil. Su padre era Miguel Alberione y su madre Teresa Allocco. Vivían en San Lorenzo de Fossano, Italia. Era el cuarto de seis hijos y le llamaron Santiago (Giacomo en italiano). Temiendo que no fuera a vivir mucho tiempo, lo bautizaron al día siguiente de nacer. ¡No sabían entonces que aquel niño endeble viviría lo suficiente como para hacer la obra de Dios! Como era delicado de salud, en lugar de trabajar como los demás, Santiago sostenía la lámpara mientras su padre y sus hermanos trabajaban por la noche en el campo. Aun siendo tan pequeño y delicado, cuando su profesora Rosa le preguntó qué quería ser de mayor, él contestó: «Sacerdote». De modo que cuando Santiago cumplió dieciséis años, su padre le llevó al seminario de Alba en un carro tirado por bueyes, para gran diversión de los otros estudiantes. Fue en este seminario de Alba donde Santiago conoció al canónigo Francesco Chiesa, que se convirtió en su guía, su amigo y su consejero durante los siguientes 46 años. La noche del 31 de diciembre de 1900, que separaba el siglo XIX del XX, Santiago pasó cuatro horas en adoración ante el Santísimo Sacramento, orando por el nuevo siglo que iba a comenzar. Aquella noche una luz especial le pareció que salía de la Hostia, y que le urgía a hacer algo por el Señor y por la gente de este nuevo siglo. En aquella época la utilización de la imprenta hacía que los libros se imprimieran en gran número. Pero muchos libros eran

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dañinos para la vida de la gente, por lo que Santiago decidió hacer algo bueno con la imprenta y con los demás instrumentos que los adelantos tecnológicos le irían proporcionando. Santiago prosiguió sus estudios y fue ordenado sacerdote. Fue en primer lugar nombrado vicario parroquial en la parroquia de Narzole. Mientras servía allí obtuvo su doctorado en Teología. Pronto se le nombró director espiritual de los seminaristas, y también fue su profesor en el Seminario de Alba. Ayudó también con sus predicaciones, la catequesis e impartiendo conferencias. Escribió libros y artículos y colaboraba regularmente con sus artículos en la Gazzetta d’Alba, el periódico semanal diocesano. En 1912 comenzó a publicar Notas pastorales, algo que hasta entonces no se había oído en Italia. El obispo José Francisco Re puso en sus manos la Gazzetta d’Alba, nombrándole editor y propietario, relevándole de sus otras tareas. Santiago comprendió entonces claramente que el Señor le estaba guiando hacia una nueva misión. En 1914 Santiago Alberione reunió a un grupo de chicos y fundó la Pequeña Escuela Tipográfica, con intención de publicar libros para evangelizar. Al año siguiente, en 1915, con ayuda de Teresa Merlo, reunió a un grupo de chicas, que llegarían a realizar el mismo trabajo que los chicos. Pero aquella no era la mejor época. Se estaba desarrollando la I Guerra mundial; las autoridades eclesiásticas y la gente que le conocía pensaban que Santiago estaba loco. Aunque tenía grandes planes, carecía de dinero, incluso para comprar alimentos. El grupo de chicas tuvo que coser uniformes para los soldados en lugar de imprimir Evangelios y Biblias. Pero su fe en Dios era muy grande y los milagros ocurren: el alimento llegaba justo cuando lo necesitaban. Alberione y sus chicos y chicas trabajaban con gran empeño. Pronto, la Biblia llegó a los hogares y a los corazones de mucha 81


gente; se publicaron periódicos y revistas para sacerdotes, familias y jóvenes. Los obispos, sacerdotes y personas de su entorno estaban sorprendidos por el maravilloso trabajo que Alberione y su grupo estaban haciendo. Tal como Dios había querido, su pequeño grupo de chicos y chicas se convirtió en lo que hoy es la Sociedad de San Pablo y las Hijas de San Pablo, congregaciones religiosas dedicadas al apostolado a través de los medios de comunicación. Santiago Alberione siguió fundando otras congregaciones y asociaciones, incluyendo las Pías Discípulas del Divino Maestro, para el apostolado eucarístico, sacerdotal y litúrgico. En 1938 funda las Hermanas de Jesús Buen Pastor, destinadas al apostolado pastoral directo como ayuda de los sacerdotes. Entre 1957 y 1960, nace la cuarta congregación femenina, el Instituto Regina Apostolorum para las vocaciones. Y siguieron sumándose también los Institutos de vida secular consagrada: San Gabriel Arcángel, Virgen de la Anunciación, Jesús Sacerdote y Santa Familia y los Cooperadores Paulinos -diez en total-, que forman una gran familia Paulina, unida por el mismo ideal de santidad y apostolado: llevar a Jesús, Camino, Verdad y Vida, a todo el mundo. Santiago Alberione falleció a los 87 años, tras haber completado la tarea que Dios le había encomendado, el 26 de noviembre de 1971, tan solo una hora después de la visita y la bendición del papa Pablo VI. Fue beatificado el 27 de abril de 2003 por el papa san Juan Pablo II. Su fiesta se celebra el 26 de noviembre.

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Santa Bárbara................................................ 45 San José Sánchez del Río............................... 48 San Juan María Vianney................................ 52 San Pablo de la Cruz..................................... 56 Santa Juana de Arco...................................... 59 Santa María Goretti....................................... 62 Santo Domingo de Guzmán.......................... 65 Santa Faustina Kowalska............................... 68 Santa Teresita de Lisieux............................... 71 Santa Mónica y san Agustín.......................... 75 Beato Santiago Alberione.............................. 79 Santa Cecilia................................................. 83 Santa Gema Galgani...................................... 86 San Francisco Javier...................................... 89 Santa Dorotea............................................... 92 Papa san Juan Pablo II................................... 95

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