Antología
Entre
Puentes y Ríos 1er Concurso de Cuentos «Entre puentes y Ríos»
2018
Editorial Quantum Derechos Reservados
«ENTRE PUENTES Y RIOS» Antología de Cuentos Libro formato digital Auspiciado por www.advanceinstituto.com Producido por Editorial Quantum Valdivia, Chile, 2018. Información y contacto: editorialquantum@gmail.com • Todos los textos son de propiedad intelectual de los autores aquí comprendidos, protegidos por Ley nº 17.336. • “Entre puentes y Ríos”, Antología de cuentos, es de distribución gratuita para los medios digitales y virtuales. • Prohibida su comercialización • Propiedad intelectual de fotografías en este e-Book, no corresponden a Editorial Quantum, solamente a sus autores.
Índice Página
Índice 05 Editorial 09 Prólogo 11 Marcelo Vega Perán 15 Javier Contreras Cubillos 19 Sofía González Sanzana 23 Cristian Olivares Zúñiga 31
Berta Hernández Rosales 35 Vicente Gómez Aguayo 40 Martina Lagos Carrasco 45
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UENTO
Antología
Entre
Puentes y Ríos 1er Concurso de Cuentos «Entre puentes y Ríos»
2018
Editorial Quantum Derechos Reservados
EDITORIAL Nos complace como editorial digital, presentar una antología de los Cuentos seleccionados en el Concurso Literario «Entre puentes y ríos», realizado en la Región de Los Ríos, en el presente año 2018. Tres de los jóvenes concursantes de enseñanza media de diversos establecimientos de educativos, ganaron el primer; segundo y tercer lugar respectivamente: y tres menciones honrosas deliberados por el jurado calificador. Además, en este eBook se presenta una mención Honrosa especial, por la participación de una alumna de octavo básico, dada a su excelente calidad literaria. Todos los textos son de propiedad intelectual por los autores aquí comprendidos, y la publicación de este libro digital es de distribución gratuita para los medios electrónicos.
Editorial Quantum Derechos Reservados
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Prólogo En la Región de los Ríos, donde la lluvia borra las huellas de la verdad y de la mentira, donde los atardeceres con colores matizados entre el naranjo y el azul celeste finalizan mucho más allá de las 21 horas entre la primavera y el verano, donde el humo de ulmo aromatiza las casas, el pan fresco y el pescado, donde las frías mañanas nos impulsan a seguir viviendo con más ímpetu… es allí donde nace el arte literario simple y perpetuo, bajo el alero de un prístino y bello concurso. Cada joven estudiante es un libro abierto, cada uno tiene algo que contar, cada uno tiene su propia motivación, cada uno posee su auténtica válvula de escape para encontrarse con sí mismo o con su razón de ser, empleando las artes en general con sus modestos componentes, a manera de herramienta útil y, en esta sabia oportunidad: el acto noble de escribir. Cada alumno es importante, cada cual es una creación perfecta de un eterno Dios que sólo se le ve con el corazón lleno de fe y amor, por consiguiente, todos podemos realizarnos, sin excusa. Leer no es fácil, mucho menos escribir un cuento o una historia, ya sea ficticia o real, ya sea el ejecutarla por una necesidad interior, para aferrarse a algo bello, legal, transparente, a manera de timón, aunque parezca muchas veces (por nosotros mismos y otros) un frágil barco de papel, o por una necesidad exterior, para figurar con humildad y ser punta de lanza de nuevos valores. Hoy el Primer Concurso Literario de Cuentos Entre Puentes y Ríos 2018, aporta su grano de arena para hacer de nuestra sociedad, un todo integral, donde la motivación sea el eje para alejar la frustración para siempre de los hombres y mujeres amantes de su propio existir, de su propia casa, de su propio país, de su propia tierra. Y ¿para qué este aporte desinteresado? Para lograr una sana convivencia artística – cultural – social, donde el respeto de todas las ideas sea nuestra brújula, que hoy tanto hace falta. Bienvenidos a los nuevos valores literarios. Todos y cada uno de los participantes, tuvieron una inspiración para hacerlo, y aquello, hay que encausarlo con tesón. Hoy en Chile han nacido nuevas estrellas literarias. Que brillen desde hoy y para siempre. -Sergio Rambla Márquez-
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Cuentos
Antología
Entre
Puentes y Ríos 1er Concurso de Cuentos «Entre puentes y Ríos»
2018
Editorial Quantum Derechos Reservados
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1er Lugar
«Mississippi
En seis palabras» 1er Lugar MARCELO VEGA PERÁN Escuela Particular N°12 Santa cruz Cuarto Medio San José de la Mariquina
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Mississippi en seis palabras Por Tarta
Cansado de la misma historia, Manuel no paraba de rechistar sobre un tema que lo acomplejaba. Este joven atrevido, quien logró formarse dentro del sistema educacional —cosa que sus padres no hicieron—, se enteró que la vida no era sólo armar redes y salir a pescar, se dio cuenta de que existía algo que va más allá de una simple tradición familiar. — “¡No quiero ser uno más del “montón” como todos los cabros de aquí!” —, le prometía a su profesor. “¡No pretendo seguir en el rubro!” —, le decía a su incrédulo padre. Así es como Manuel ostentaba romper con lo establecido. Esta era la forma para alzar su voz dentro esta “mini ciudad”, donde ir al mar y extraer los recursos tan preciados que esta proveía, era pan de cada día. Este era el futuro para cada uno de los niños de la población, y Manuel, no era la excepción. No, no lo era. Es por esto que aquellas seis palabras calaron tan hondo en el corazón de su padre. — “No estarás leseando” — decía su rígido papá, quien había dedicado toda su vida para ahorrar en un bote para que su pequeño “saliera adelante”. El triste padre no concebía la idea de que su Manuel había entrado en el sistema educacional chileno que, por cierto, era tan malo e intransigente como los “mates” que tragaba, de vez en cuando, mientras buceaba en busca de los mariscos y los escurridizos peces. Para ser más preciso, Manuel había adquirido el pensamiento de un joven profesor, quien le habló del mágico mundo del saber y la voluntad de ser alguien más. Tal conocimiento hizo un “click” en el pensamiento de Manuel, así como también, lo hizo con el pobre padre. Esta sensación fue un tanto confusa, ya que el padre de Manuel estaba acostumbrado a la regularidad con la que se vivía en Mississippi. Desde su casa al bote, siempre observaba el paisaje con el cual varios extranjeros se habían enamorado, debido a que cada casa en este solemne lugar tenía una hermosa vista hacia el mar, el puente y la limitada urbe. Quizás sea esta la razón por la cual el padre de Manuel no quería algo “nuevo”; en simples palabras, la belleza de este lugar le impedía abandonarlo y, por ende, a su hijo tampoco. Después del terremoto del sesenta, se reconstruyó esta magnífica localidad, no así su “pensamiento”. Imagínense que a pesar del constante peligro de un nuevo tsunami, la gente sigue construyendo viviendas e historias. Esta es la magia que tiene este lugar, te enamoras de él y es imposible desencantarse. Por esta razón el caso de Manuel era especial, ya que él era el sismo que derribó este pensamiento presente en las mentes de los habitantes de su familia y de este lugar.
Este pobre niño era la encarnación del fracaso según su padre, porque al ser el único hijo de la familia, era de vital importancia mantenerlo en la pesca. Sin embargo, aquel angustiado padre no comprendería la diferencia que hace especial a su hijo hasta no darse cuenta de las seis palabras pronunciadas aquel “fatídico día”. Como cualquier pescador y, al término de una buena pesca —seguramente—, corresponde la dosis diaria de alcohol que revitaliza cada gota de sangre en el cuerpo. No es precipitado o errado afirmar que cada uno de los pescadores se encuentra sumergido dentro de una botella de dulce manzanilla o de un fuerte ron barato para que, con el primero, logre suavizar los retos de su mujer por llegar seis días a la semana “curao” y, con el segundo, olvidar el dolor de espalda o de brazos que tal trabajo les provocaba. Al pobre Manuel se le ocurrió hablar en el momento menos conveniente y, tristemente, con la persona menos “consciente”. Su padre había estado presumiendo —entre bromas— lo bien que le había ido en su pesca y, al recibir una buena paga, se empeñó en celebrarlo con sus “amigos”. Por si fuera poco, la noche que acompañaba esa “tomaera”, estaba tan bella como las frágiles olas que rompían en la orilla de la playa y la costanera, por cierto, llena de botellas vacías de ron. Ya con más licor que sangre, el pobre padre disfrutaba sus logros que solo se celebran de esta forma en el mar. Después de seis botellas de licor, llegó Manuel. El padre miraba a su hijo de pies a cabeza, como desconociéndolo, como si fuera sólo una “talla” lo que acababa de decir. Es entendible que seis palabras descontrolaran las acciones de un sujeto alcohol-dependiente. Al momento de darse cuenta de la verdad de dichas palabras, el pobre Manuel recibió un “cachuchazo” por parte de su padre con el que pocas ganas le quedaron de hablar. En este momento el silencio se hizo presente y las acciones tomaron predominancia en el término del año escolar para Manuel, quien cursaba cuarto medio. Tales faenas se transformaron en ausencia, sí, en ausencia a deseadas clases. — “Ya no volverás a decir huevadas” — decía el padre afirmando que tales golpes habrían cambiado “positivamente” a su Manuel y, en efecto, el pobre niño se había alejado del conocimiento y de sus sueños. Aquel profesor que cambió la mentalidad del talentoso Manuel, notó que ya no asistía a clases. “¿Volvió a caer?”, se preguntaba tristemente. Esta melancólica pregunta dicta que Manuel ya había sido golpeado por su padre y que su profesor lo notaba pero, “¿qué más podía hacer?” Seguir insistiendo a que siga sus sueños.
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Por el contrario, ni el profesor ni el padre se lo esperaban. Manuel había crecido en tan poco tiempo y adquirido conciencia suficiente sobre sí mismo, a pesar de vivir en aquel lugar pacífico, inmerso en la belleza de su ciudad pero que después de tantos castigos recibidos y tantas charlas escuchadas por parte del “profe”, era imposible no aprender algo de las dos. Y es así como este pobre joven tuvo que apostar por el silencio o el habla. Tendría que decidir si continuar como pescador o elegir el futuro incierto que le proporcionaban sus conocimientos. Ser el pescador o el profesor. La incertidumbre se abalanzó sobre el pobre Manuel, quien no hacía más que dudar en su cuarto. “Puedes ser quien quieras Manuel, siempre y cuando nazca de tu corazón”. Estas doce palabras tuvieron el mismo efecto en él que las seis que le dijo a su padre, pero éstas se duplicaron en sentimientos, gracias al profesor. Su corazón le mostró el camino correcto, y le brindó las palabras correctas, anheladas y preciadas. — “No seré lo que quieras, papá” —. Sería este el último diálogo entablado con su padre mientras salía por la puerta principal de su casa con su mochila en la espalda. Otras seis palabras, pero que esta vez, hablaron mucho más que doce.
2do Lugar
«
¿POR QUÉ LLUEVE TANTO?» 2do Lugar JAVIER CONTRERAS CUBILLOS Colegio Santa Marta Cuarto Medio Valdivia.
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¿Por qué llueve tanto? Por Javier151
Miguel es un niño de 8 años, muy curioso, siempre anda preguntando sus dudas y le gusta mucho jugar con sus juguetes. Miguel no es de Valdivia, sino que es de Santiago. Pero hoy tiene la oportunidad de conocer ese lugar que lo denominan como la ciudad más lluviosa de Chile. Parece que nunca había ido de paseo hacia el sur. Y se puede deducir porque se sorprende mucho con la cantidad de árboles que cuenta mientras mira por la ventana de su auto. Miguel no tiene hermanos, pero sí dos padres que lo aman mucho. Ellos viajaban constantemente a Valdivia cuando eran más jóvenes, porque... bueno, la juventud y el amor hacen que uno haga cosas que no suele hacer a menudo. Ellos ya saben el clima que existe por ese lugar, conocen la gastronomía (disfrutan mucho de los "crudos" y las variedades de cervezas artesanales que ofrece el mercado). Conocen también el centro de la ciudad, les encanta dar un paseo por la costanera antes de ir al Parque Saval, y en verano solían bailar en la calle Esmeralda durante las noches. ¿Por qué llueve tanto? se preguntaba Miguel cuando se dio cuenta de que había llegado a la ciudad. Nunca pudo quitarse esa duda, incluso si le preguntaba a personas adultas. Al comienzo no le gustó que llueva mucho, porque pensaba que no podría hacer nada. La diferencia estaba con sus padres que estaban emocionados por volver y saber que estaba lloviendo. Tanto era la emoción por la lluvia, que le dijeron a Miguel que se abrigue para que puedan salir a dar un paseo por la costanera. Miguel no se veía muy contento con la actividad que iban a realizar, porque no le gustaban los días grises ni caminar largos trayectos. Al comienzo del paseo, Miguel se seguía preguntando por qué llovía tanto. Fue por eso que le preguntaba a sus padres. La madre le dijo que llovía mucho por las fábricas de nubes que existen en los alrededores de la ciudad, eran nubes felices que les gustaba mucho regar todo tipo de planta, pero que al ser muy grandes, regaban más que solo las plantas. Parece que a Miguel le gustó mucho esa historia, se notaba más contento por la lluvia que caía sobre su impermeable amarillo. Fue en ese entonces que comenzó a saludar a las nubes y darle las gracias por regar las plantas. Aun así, también quiso escuchar la historia de su padre. Él le dijo que el sol se cansa mucho de tener que darnos tanto calor y luz durante todo el día, suda mucho y que no se aguanta las ganas de bañarse. Es por eso que primero debe taparse con nubes, y la lluvia es el agua que sale de la ducha del sol. Después de escuchar esa historia, Miguel intentó buscar el sol, pero afirmó la historia de su padre diciendo "¡oh! es cierto, el sol se está bañando porque no lo veo". (21)
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El paseo duró un par de horas, Miguel disfrutó de ver cada árbol que llevaba las hojas mojadas por la lluvia, saltaba sobre las pozas de agua, sacaba la lengua para ver si podían caerle gotas. Ya habían llegado al centro de la ciudad, fue en la plaza en el que quedaron parados para observar los árboles, los faros de la plaza, los edificios, la catedral. Los padres de Miguel se dieron cuenta de que el paseo ya había sido muy largo y que debían volver a casa para que no tengan frío. Así fue como llegaron a la cabaña en la que se estaban hospedando. Mientras llegaban a la cabaña Miguel se despedía de las nubes y le decía al sol que quede muy limpio. Prepararon fuego, tomaron té, y se acostaron los tres en una cama grande, mientras de fondo se escuchaba cómo el techo sonaba por la lluvia. Sin duda era un sonido muy relajante. Miguel nunca se había sentido tan relajado. Lo que sonaba era la naturaleza, y no una enorme cantidad de autos como ocurriría en Santiago. Era por esta misma razón que no quería devolverse a su ciudad. Antes de quedarse dormido le preguntó a sus padres que por qué en Santiago no llueve tanto, mientras se quedaba dormido escuchando la lluvia.
3er Lugar
«CORAZONES SIN
RUMBOS»
3er Lugar SOFÍA GONZÁLEZ SANZANA Colegio Domus Mater Cuarto Medio Valdivia.
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Corazones sin rumbo Por Blue
El rumor de los autos, el canto de las aves; un sol que, a pesar de estar desapareciendo, todo lo iluminaba. Desde dos esquinas distintas, ambos observaban la belleza del río, que cada vez que el viento suspiraba, sus aguas parecían agitarse como si trataran de imitar el mar. Entre árboles y flores, ella caminaba alegremente, a paso apresurado. El deseo de encontrarse cara a cara con quien la esperaba era cada vez mayor. Con el celular firmemente presionado contra su pecho, esperaba un mensaje que sirviera de señal. Ella caminaba casi a ciegas, guiándose únicamente por un “Veámonos en la costanera”. Él se había quedado dormido. Pero con ritmo presuroso había conseguido llegar hasta el río. Dispuesto a aprovechar hasta el último segundo, aunque el tiempo se les estuviera acortando con el mero hecho de parpadear. A tres calles de diferencia. Un par de pasos más y seguro que habrían detectado sus presencias. Pero ninguno continuaba; los dos dudaban, comenzaron a escribirse mientras las personas los adelantaban, observándolos como si fueran turistas, personas desorientadas que no sabían apreciar la belleza del paisaje. Sí tan solo ellos supieran lo mucho que ambos añoraban ver el hermoso atardecer. “Estoy frente al río, como acordamos.” Tecleó apresuradamente, tratando de no equivocarse. Ella se decidió a dar el primer paso al encontrarse sumergida en el silencio. Un silencio que no ocurría, sino que sentía en el corazón al no obtener una respuesta… “Igual yo” “¿Quizás sería buena idea encontrarnos camino a casa?” Era una forma de sugerir que regresaran. No les tomaría mucho tiempo, en esa ciudad con solo un par de pasos bastaba para terminar en cualquier sitio que te propusieras. “¿La tuya, verdad?” Preguntó él, a sabiendas que era la más accesible de las dos. Mucha privacidad no había, pero si se hacía presente el silencio. Como ella no tenía hermanos, reinaba la serenidad en ese hogar y observar el atardecer desde ahí no tenía nada de malo. “Sí, no hay problema.” Inocentemente, ella le respondió, pensando que no podrían ser tan especiales como para extraviarse otra vez. Tantas veces que se habían encontrado en pleno camino, rodeados de árboles; era imposible que ahora la historia se volviera a repetir. Pero tanto se buscaban que al final se terminaban perdiendo. Entre subidas y bajadas, justo frente a un amplio pastizal, varios ciclistas y peatones la adelantaban. La oscuridad estaba reinando y todavía no se encontraba con la persona a la que tanto amaba. Eso la angustiaba, sentía (25)
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culpa, tristeza, pero a la vez desesperanza. Temía que tuvieran que dejar su encuentro para otra oportunidad. Él también corría; nervioso, arrepentido de haberse dormido, arrepentido de no haberla encontrado desde un principio. Entre desvíos, detrás de árboles y personas que paseaban a sus perros; a un par de calles más, estaba la casa de su querida flor. Temía que ella lo estuviera esperando, que llevara horas deseando verlo. Y él quería lo mismo, pero aun así parecía ser que no daba los suficientes pasos, que aún le quedaba un largo camino por recorrer. Pero no tenía sentido que con tanto caminar nunca se hubieran encontrado. Desbloqueó el celular, entonces, vio que ella comenzaba a escribir. Permaneció atento a cualquier cosa, esperando una respuesta, y fue ese simple mensaje, el que lo paralizó por completo. “Ya estoy llegando a tu casa, pero me parece extraño no haberte visto en el camino ¿Dónde estás?” “Llegando a la tuya.” La joven miró, impresionada, su celular. Una risa nerviosa se le escapó, marcó el número del joven, sin parar de reír mientras esperaba que desde la otra línea le contestaran. “Debimos hacer esto desde un principio.” Poder oír su voz la dejó aliviada. “Sí, pero esto no resuelve nada…” Se notaba la decepción en las palabras de ella. “Caminemos hasta que nos encontremos. Todo recto, sin desvíos.” Pero él no perdía la ilusión. En el camino charlaron animadamente, escuchando sus voces como forma de consuelo. Ignoraban los pasos de las personas, el cantar de los pájaros, el sonido de las bocinas, incluso el repentino frio que de repente hacía. Ya nada importaba, sólo querían poder admirar los hermosos ojos del otro. Y finalmente, en plena cuesta, que dividía los sectores en los que ambos vivían, pudieron reconocer sus lejanas siluetas. Ella iba bien abrigada, con un enorme chaleco de lana. Él iba con un suéter rojo, que desde lejos se podía vislumbrar. Pasos más apresurados, la sensación del pasto al rozar los pies, en ese momento se miraron, oyeron el sonido de las aves al cantar, y con un beso se saludaron. Después de tantos intentos, finalmente lo habían logrado. “Si alguien pregunta, estuvimos todo el día juntos. Esto queda entre nosotros.” Al chico la situación parecía avergonzarle, pero a la vez divertirle. En su mente resaltaba la sonrisa de su pareja, junto al pensamiento de lo divertido que sería rememorar lo que acababa de pasar. “¿Mañana nos veremos?” Preguntó ella, buscando recuperar el tiempo perdido. Ni siquiera habían podido observar el atardecer, ahora, sólo lo veían de lejos, oculto entre los grandes árboles mientras el frio les helaba la piel.
“Tal vez, sí el tiempo así lo permite.” Él le sonrió, entregándole esperanza, eso que siempre necesitaba recibir. “Espero que no nos volvamos a perder en una ciudad en la que hemos vivido casi 20 años” Sin borrar la alegre expresión de su rostro, dijo esas palabras, abrazándose al cuerpo del chico. Ese que tanto deseaba tocar. Y unieron sus frentes, se miraron a los ojos y rieron por un par de segundos. Los pájaros les alertaron el comienzo de una inminente llovizna, por lo que entre besos y abrazos empezaron a avanzar. Esta era una ciudad en la que todo, incluso perderse entre diversas calles y pasadizos, podía pasar.
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CARECEN LETRAS
Mención Honrosa CRISTIAN OLIVARES ZÚÑIGA Colegio los conquistadores Cuarto Medio Valdivia.
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Mencióm Honrosa
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« A GRANDES SENTIMIENTOS
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A GRANDES SENTIMIENTOS, CARECEN LETRAS Por Chino
Le esperaba sentado en aquella plaza del Torreón de General Lagos con una sonrisa, sabiendo que me iría con un llanto. Había llegado el día donde dos personas que se aman debían tomar caminos diferentes. Para ser sincero no podía asimilar nada, no podía creer que esa sería la última vez que le vería, no podía asimilar que esa sería la última vez que vería sus inigualables labios, que sería la última vez que sentiría el calor de sus brazos, que sería la última vez que me cautivaría su voz; no podía aceptar nada. Sabía que después de aquel día nada sería igual, sabía que después de ese día ya no sonreiría de la misma manera que cuando estaba con ella... de hecho, aún no he logrado demostrar felicidad sin su presencia. Recuerdo cuando me dijo que estaría bien, también recuerdo que nunca me había mentido a excepción de aquella vez... porque aquí estoy, escondido bajo nubes por más que el sol se haga presente. Luego de que me dejó botado la vi caminando desde la Iglesia San Francisco, caminaba muy indiferente respecto a lo recién sucedido. Yo seguí mi camino escuchando música y riéndole a la vida para que mi conciencia pensara que todo estaba bien. Me estaba saliendo excelente esto de fingir. Fui a un kiosco que queda frente al “Palace”. Este negocio lo administraba una señora de bastante edad, me acerqué para comprarle un cigarro, a lo que me dijo: — ¿Qué te pasó? tus ojos esconden algo hijito... —luego de pensar tanto en qué responderle me digné a comunicarle que no me había pasado nada. La mujer, para nada tonta, me lo volvió a preguntar, aunque esta vez hubo una pequeña diferencia. Mi respuesta fue acompañada por lágrimas que afloraron sin permiso de mis ojos, como consecuencia de un corazón partido. La señora, al ver mi sufrimiento, me regaló una cajetilla de cigarros entera, y así mientras fumaba conversaba con ella. Me daba ánimos para seguir con mi vida y decía que aquella muchacha que tanto me marcó se arrepentiría de haberme dejado sin mayores motivos. Yo la escuchaba mientras aún tenía pegada la sonrisa de mi amada en mi cerebro. Me sentía mal al saber que ella era quien mantenía prendida la llama de mi lápiz el cual perdió toda su tinta con su partida. Me sentía mal por no ser suficiente para ella. Lo siento. Al siguiente día decidí ir al parque “Prochelle” para reflexionar en cómo había comenzado todo, vi aquella banca donde le pedí estar conmigo y se me hizo inevitable no recordar sus ojos más brillantes que la luna. Aunque todo
ya era pasado. Luego de hacerme añicos la cabeza, me encontré con un caballero el cual estaba con un cuadro para pintar. — ¿Qué está haciendo aquí? — pregunté sin pensarlo. —Hola, me llamo Mauricio— respondió. Le reiteré mi pregunta un poco más calmado a lo que respondió, —Lo que deberías estar haciendo tú— No entendí a qué vino su respuesta pero no dudé en pedirle que la argumentara. —Sea claro por favor, ¿a qué se refiere con eso? — le insistí con un tono de seriedad para que no ande con juegos. —Yo también estuve con un ser amado en este lugar. Desde entonces decidí transformar mi pena en arte para que así al menos no sea en vano—. No comprendí mucho lo que me dijo aquel señor, así que decidí largarme de aquel lugar. Iba caminando por el puente Pedro de Valdivia y cada paso que daba era una estaca en mi corazón, porque no sentía su mano junto a la mía como aquel 14 de Febrero. Tomé la micro veinte y vi la realidad de la vida, personas destrozadas y otras alegres reunidas en un mismo lugar. Entonces pensé que el que yo haya conocido a Mauricio no fue mera casualidad.
Una vez que llegué a mi casa, mi madre me recibió con un plato de comida y un abrazo, entonces supe que todo estaría bien... por al menos cinco minutos. Me encerré en mi pieza y comencé a escribir todo lo que sentía. Le quería dar una sorpresa a aquel hombre que había conocido, pero me di cuenta que necesitaba inspiración, así que decidí ir a aquel lugar donde aún quedaban pedazos de mi corazón. Tomé un colectivo para comenzar mi aventura, me bajé en Chacabuco y me compré un “Hand Roll” (guatita llena corazón contento, dicen por ahí). Mientras más caminaba, más pesado se me hacía el aire, sabía que estaba llegando a ese maldito lugar. Me detuve a observarlo desde “La Casona” y con un acto de valentía crucé la calle. Me senté con una cerveza y comencé a escribir. Recordé cada sonrisa, cada “te amo”, cada caricia, cada juego de Carioca, cada sopaipilla en los locales de Arauco, cada mirada, cada abrazo, cada beso y cada lunar de su piel que eran como una razón para arriesgarme a estar con ella. Así fue como luego de tanto lamento, cada lágrima se convirtió en un verso. Gracias por hacerme sufrir tanto, el papel es el beneficiado. Luego de poner cada pedazo de mi corazón en ese papel decidí largarme en busca de ese desconocido. Emprendí mi camino por la costanera para sentir cómo el viento tropezaba con mi cara y así quizás se llevaba un poco de mi dolor con él. Llegué a la parte del péndulo y recordé aquella gitana que nos ofreció un chocolate que supuestamente haría nuestro amor eterno (mintió…). Estaba llegando al parque cuando escuché su voz. — ¡Sabía que no tardarías en venir, Gabriel! — Me pareció extraño que supiera mi nombre, pero aun así sin más rodeos le dije. —Te hice caso Mauricio, he venido a recitar mis demonios más secretos que aún serán anónimos. Espero te guste. — él, sorprendido por lo sucedido me dijo que empiece sin más. (33)
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Y yo mirando el atardecer de la ciudad, entre lágrimas comencé... “Tú, delante de mis ojos Hipnotizándome con tu cabello, Preguntándome ¿qué es la hermosura? Cuando mi rostro es un espejo. Si algún día me convierto en ti Juro reflejarme para verte, Juro enamorarme de mí un poco Solo para amarte para siempre. Tú... cautivada por la lluvia Que son lágrimas recordando lo que viví, Recordando tu sutil caminar Que ya no se dirige hacia mí. Tú... deleitándome por última vez Cortándome las alas que me diste, Tú, diciéndome adiós Y yo aún llorando porque te fuiste.” Mauricio se quedó sin palabras, escribe algo en su pintura y se va sin más. Yo sorprendido voy a ver su obra de arte, ¡Era yo con mi amada!, ¡no podía creerlo!, nos estábamos abrazando como cuando nos encontrábamos en nuestro punto máximo de amor. Debajo del cuadro había una nota que leí sin permiso alguno de su autor, la cual decía: “Nunca alguien había amado tanto a mi hija como tú, gracias por hacerla feliz en mi ausencia”.
Mencióm Honrosa
« La CASA DE AL
LADO»
Mención Honrosa BERTA HERNÁNDEZ ROSALES Liceo Conrado Primero Medio Futrono.
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La casa de al lado Por Karima 130
Una casa tan antigua era llamativa a los ojos de Jake, un extranjero que había llegado a la comuna de Futrono. El dinero no era problema para él, por lo que había tomado este viaje como un paseo y una oportunidad para hacer negocios. Al ver esa casa la curiosidad se apoderó de él. Preguntó a algunos lugareños y todos decían que aquella casa tendría unos 50 años o más. Supo, además, que alguien se había suicidado en el lugar. Los cercanos a la casa solían nombrarla como ''la casa de al lado'', algo que no hacía más que aumentar su curiosidad. La casa estaba en arriendo y tomó la decisión de permanecer allí por un mes. Así tendría tiempo para conocer la comuna y decidir, finalmente, si comprar o no la propiedad. Ya tenía todo listo para el mes. Una vez descargadas sus maletas y habiendo dispuesto algunos muebles, se avalanzó sobre la cama dando un suspiro de alivio. Estaba cansado y, como ya era tarde, se durmió sin dificultad. Nunca tenía sueños raros, sólo fantásticos y muy rara vez tenía pesadillas. Esa vez fue distinto. Creyó ver una figura humana en la penumbra. La persona allí era un hombre de más de 30 años que mantenía una expresión triste mirando por la ventana. Quiso acercarse, pero no lograba mover ni un músculo. Observándolo atentamente pudo distinguir que éste tenía una soga al cuello. De pronto éste comenzaba a levantarse hasta el punto que sus pies no tocaban el suelo. Las ventanas se rompieron de repente y con el ruido despertó. Se sintió perturbado. Miró por la ventana y pudo ver que había anochecido. No tuvo conciencia de que se había quedado dormido muy temprano y ahora yacía despierto de madrugada. Escuchó algo que lo hizo dudar de estar despierto, era un ruido que bien podía ser un llanto o un quejido. Abrió los ojos con sorpresa y se levantó con cuidado, midiendo cada movimiento como si caminara junto a un animal salvaje dormido. Agradeció que su celular aún tuviese carga suficiente para alumbrarse el camino hacia la habitación contigua. Encontró la puerta entreabierta. Tuvo un momento de duda entre si ingresar allí o salir corriendo de la casa. Decidió entrar, abriendo la puerta de golpe. No vio nada extraño. Sin embargo, un fuerte y penetrante olor putrefacto llegó hasta él, aturdiéndolo. Procedió a salir rápidamente, apagando la luz y cerrando la puerta, dando por hecho que podría tratarse de ratas muertas o algo parecido. Se resistía a pensar que en aquel lugar algo espeluznante ocurría, como en esos libros o películas que alguna vez había visto. (37)
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Volvió a dormir profundamente, esta vez cubriéndose la cara con las sábanas. El sol directo en su cara lo despertó cerca del mediodía. Se apresuró a salir al centro de Futrono. — ¿Usted es el joven que compró aquella casa negra? —. Le preguntó la mujer de la panadería. — Sí, ¿Cómo lo sabe? — Pueblo chico infierno grande, como dicen. Por cierto, ¿Sabe lo que pasó en esa casa? — Creo haber escuchado que alguien acabó con su vida allí, no sé nada más y no tengo detalles. — Entonces escúcheme: luego de aquel suceso, los dueños vendieron la casa. — Finalmente una pareja arrendó la propiedad. (Jake comenzaba a tener más dudas que antes) —pero aquella pareja estuvo muy poco tiempo allí. Todos en el pueblo tenemos teorías, pero no hay cómo confirmarlas sin vivir allí. Aquella señora no era la única que lo conocía. Cuando fue por un café también se sintió observado. Volvió a casa prontamente, aún confundido. Halló el mismo olor de antes, ahora cubriendo toda la casa. Abrió puertas y ventanas con desesperación. Luego de ese incidente, el viento se llevó la mayor parte del hedor. Pasadas las horas, cuando ya era de noche y nuevamente se disponía a dormir, escuchó nítidamente 4 golpes provenientes de la otra habitación. Fue a ver y no halló nada. Con el afán de dormir, volvió a su cuarto y encontró la puerta cerrada. Quiso abrirla pensando siempre que quizá había olvidado cerrar la ventana y eso era obra del viento, pero estaba cerrada con llave. Apretó los puños intentando controlar su miedo. Sintió que al otro lado de la puerta estaban sus peores pesadillas. La casa misma parecía como si quisiera dejarlo como protagonista de una película de terror. De pronto algo escurrió bajo la puerta, haciéndolo retroceder hasta chocar contra la pared. Tragó saliva y comenzó a sentir el mismo olor putrefacto de antes pero multiplicado por mil. Las náuseas se mezclaban con el miedo y culminaban en desesperación pura. Respiró agitado y cubrió su boca y nariz con su propia playera. La puerta de abrió con lentitud, hasta dejar ver una vista parcial de la habitación. Quería correr, pero estaba paralizado, con los ojos abiertos de terror e inspirando aire a bocanadas, como suplicando calma. Su corazón parecía querer arrancarse de su pecho. Junto a la ventana estaba el mismo hombre de sus sueños, alumbrado tanto por las farolas de la calle como por la luna. Esta vez tenía una expresión de calma. — No debes estar aquí, es peligroso. —esa advertencia fue lo único que dijo aquel misterioso hombre y luego su piel se fue tornando roja hasta desvanecerse del todo.
Jake cayó de rodillas al piso sin dejar de ver el sitio donde antes había alguien. No podía tomar las palabras de aquél hombre a la ligera, lo había visto morir tantas veces en sus sueños… Tras calmar su respiración, se vistió con prisa. Ahora buscaría un lugar donde dormir y al día siguiente arreglaría todo para irse. Se llevó sólo una mochila para buscar alojamiento. Ha pasado el tiempo, pero nadie sabe nada aún acerca de la casa de al lado.
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INICIOS» Mención Honrosa VICENTE GÓMEZ AGUAYO Colegio Santa Marta Cuarto Medio Valdivia.
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Mencióm Honrosa
« LOS
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Los inicios Por Vic ente Gómez
Escucho a lo lejos el afilar de las espadas junto al cantar de los árboles, la mezcla de la naturaleza junto a la creación humana. Habían pasado cuatro días desde que el capitán Juan Alberto Valenzuela nos trajo a este peculiar lugar llamado “Santa María de la Blanca de Valdivia”, años atrás descubierto por el almirante Juan Baustista Pastene y nombrado por el fallecido Gobernador Pedro de Valdivia. Este lugar constaba de una pequeña ciudad con cercanía al río bautizado “Valdivia” por mis compañeros españoles, pero los nativos le llamaban “Río Anilebu” que significaba “los nueve ríos” o eso me explicaron los lugareños, el primer día de haber llegado a este lugar. Estaba admirando la ribera cuando una voz autoritaria me llamó: ¡Pérez!, ven aquí, ayúdame a mover las provisiones al bote. Lo ayudé mientras seguía admirando el paso del agua y el reflejo de los árboles sobre ésta, seguía impresionado de la naturaleza, de lo verde y cálido del lugar, bueno, las personas que llevaban mucho más tiempo que nosotros dijeron que aprovecháramos este clima, ya que en invierno la situación cambiaba totalmente, las lluvias y el frío eran intensos y la neblina era cegadora. La ciudad se veía muy simple, muy pequeña e insignificante, sin embargo, era un lugar de gran importancia estratégica, significaba la entrada al país vía marítima por sus largas conexiones entre ríos. El capitán Valenzuela nos dijo antes de llegar a este lugar, que nuestra misión era proteger a los ciudadanos de esta ciudad, ya que estaban en constante conflicto con los nativos de la zona, por una parte estaba un grupo de indios de los que ya había escuchado antes, los “Mapuches”, una tribu guerrera que ya le había dado problemas a los demás compatriotas, por el otro lado había otro pueblo que se hacían llamar Huilliches que significaba “gente del sur”. Los constantes ataques de estos habían generado un miedo, y además de odio y rechazo por parte de los habitantes hacia estos nativos. Sin embargo algunos habitantes habían aprendido algunas cosas en su lengua gracias a indígenas que eran menos reacios a interactuar con ellos. Estaba a punto de anochecer, la vista de la puesta del sol desde el río era mi parte favorita del día, podía sentir la tranquilidad del lugar en su máximo esplendor, podía sentir el viento y cómo éste golpeaba los árboles, un sonido mínimo mientras ves cómo el sol se esconde entre las copas de los árboles. Nada de eso hacía presagiar lo que iba a ocurrir unas horas después. Esa noche nos tocaba hacer guardia. Era una noche como cualquier otra, silenciosa, oscura, tan pacifica que a veces causaba terror, lo único que se oía era el viento y los cuchicheos de los demás soldados con los que vine.
A lo lejos se escuchó un silbido, posteriormente unos gritos, pocos y lejanos en un comienzo, pero luego comenzaron a ser muchos más cercanos. De los bosques salieron unos cincuenta indígenas, cargaron contra la ciudad, rápidamente se dio el aviso de ataque con las campanadas de la iglesia, no se escuchaba otra cosa que no fueran gritos y campanadas. El capitán Valenzuela dio la orden de defender, así que rápidamente tomamos nuestras cosas y salimos a cumplir la misión. Corrimos hacia el centro de la ciudad, había humo, los indígenas estaban quemando las construcciones. Estábamos en menor cantidad, éramos apenas unos veinte soldados y lugareños, ya que el resto se había marchado y los refuerzos venían en dos días más. Vi cómo los indígenas con sus armas hechas a mano arremetían contra una familia, uno traspasó a un hombre con su lanza, un arquero disparaba a la mujer, le dio en la pierna y luego en el pecho, cayó al instante. No pensaba en otra cosa más que en acabar con los invasores, estos huincas habían llegado a destruir la tierra y a intentar dominarnos. Un hombre cubierto con una vestimenta de metal y un casco se me acercó, no dudé, esquivé el golpe de su espada y le clavé la lanza debajo del hombro, gritó y se desplomó a tierra, había mucho humo, mis compañeros se dirigieron a la iglesia donde rezaban a un falso dios, mientras que yo con otro grupo, nos dirigimos al centro de la ciudad. Era todo un caos, el ruido del choque del acero dominaba el ambiente. Un grupo de “Huichilles” se nos unió, atacamos. Ataqué a uno, éste esperó que yo hiciera el primer movimiento, un error, un camarada le clavó una flecha en la barriga, lo rematé con la lanza al pecho, estaba sediento de sangre, no pensaba en otra cosa, otro valiente arremetió contra mí, pero este era más rápido, chocamos , espada contra lanza. Tenía ventaja por el espacio, arremetí con la lanza, la esquivó y de un espadazo la partió, en ese momento lo supe, había perdido, sentí la estocada en el estómago mientras cerraba los ojos vi a mi alrededor…seguían llegando más de mis compañeros, me sentí en paz. “Uff eso estuvo cerca” —pensé— vi mi espada cubierta de sangre y cómo llegaban más y más indígenas, tomé la decisión de correr y reagruparnos cerca del río, otro soldado llegó con la noticia de que los indígenas habían atacado la iglesia y habían tirado la campana de oro al río, se podía ver las llamas de la iglesia a lo lejos, por lo que vimos que era cierto. Los nativos se escuchaban cada vez más cerca, el capitán había fallecido así que no sabíamos qué hacer, un grupo pensó que teníamos que continuar con la misión hasta el final. Otro grupo y yo tomamos un bote para poder escapar de aquel infierno, pudimos ver cómo los hombres valientes, pero ahora muertos daban, su último respiro por aquella ciudad, mientras nos alejábamos en el bote viendo cómo la ciudad ardía, lo que contrarrestaba con la tranquilidad del río. (43)
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Luego de tanto tiempo desde esos acontecimientos, pienso que pude haber hecho algo más por aquellos hombres, los vi morir y no hice nada. Fue su decisión, son unos tontos, fueron unos tontos y yo un cobarde, un cobarde vivo, ¿fui inteligente?, no lo sé, lo que sé es que ellos están pudriéndose y yo sufro aún, quizás no fue la mejor decisión o ¿quizás sí?… tantos muertos en ambos bandos dejó esa guerra, esa guerra de Arauco…aún extraño ese lugar, esa pequeña ciudad inmersa en un bosque verde, que junto a ese río, ahora alberga sangre en sus aguas.
LA PERLA» Mención Honrosa Especial MARTINA LAGOS CARRASCO Instituto Príncipe de Asturias 8vo año Valdivia.
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Mencióm Honrosa Especial
« EL GUARDIÁN Y
El guardián y la perla Por Bella Antonella
Después de abandonar la capital llegué a una pequeña ciudad del sur llamada Valdivia, se podría esperar un viaje aburrido y desmotivador, pero el encanto que se presentó al ingreso en esta nueva experiencia fue notable. Llovía de una manera jamás vista por un santiaguino en pleno verano, era como si el cielo se abriera al paso de las lágrimas contenidas por el amor que estuviera reprimido. No era una lluvia normal, era una tempestad, digna de los cuentos de antaño; en nuestra caravana de traslado no hubo cubierta que soportara tamaña magnitud y cantidad de agua, todo quedó mojado. Pero Valdivia con esta presentación era maravillosa, misteriosamente tranquila y bella, con pasarelas sobre su río que conectaban la ciudad en varios puntos. Luego de asentarnos en nuestra nueva casa en la salida sur, y lograr en poco tiempo, distribuir nuestros cachivaches traídos del norte, logramos descansar. Ya instalada en mi habitación tuve una singular visita. Jamás había visto aquella hermosura en una sola expresión, fue una mariposa nocturna la que ingresó a mi habitación, posiblemente a dar la más cordial bienvenida que podría tener. Al pasar los días todo era gratamente diferente y en particular lo que comenzó a suceder sobre el inicio de mi año escolar. Recuerdo cuando estaba contemplando la formación de nubes una mañana y con escasas horas al día de descanso; comenzó, lo que creí era un sueño, fue literalmente un sueño. Estaba en una habitación, similar a un salón de clases, pero más grande, un espejo donde se refleja mi cabello, ojos y mi ropa rasgada, pensé en un dejavu, pero cuando todo se manifestó, me encontraba en otra habitación de un gran castillo medieval, un sótano, oscuro y húmedo. Al tratar de ver en esta oscuridad se desplego una luz cegadora, donde poco a poco comenzó a emerger dos siluetas humanas, el momento fue paralizante pero no aterrador. De sus espaldas brotaban dos acogedoras alas y una luz inmaculada muy perturbadora, cuando la visión se consumió por completo, surgió la realidad, había dos muchachos de mi edad, uno de cabellera negra como la noche de invierno más oscura de Valdivia. El otro de cabello dorado como la luna llena sobre el río, ambos permanecieron cautivadores, dijeron sus nombres y aseguraron ser los guardianes de esta ciudad, no podré olvidar a Andrew y Eros. Cuando desperté trate de recobrar el sentido, y todo tenía acepción para mí. Había sido verdad, desde el mismo día del ingreso a la ciudad, con otros momentos extraños, ya se presentaba lo que sería mi nueva vida. (47)
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Ese día comenzó mi búsqueda y fue maravilloso, a diario recorría la ciudad solo movilizada por mis pies, la idea era llenarme de algo que me atraía y hacía sentir en el ambiente, era extraño pero poderoso. Y mi asombro fue gigante cuando mis pasos me llevaron frente a la biblioteca de esta ciudad, no podía creer que ante mis ojos se encontraba aquel castillo de mis sueños y posiblemente la habitación del encuentro de mis nuevos amigos, la que no dude en visitar en ese momento y recorrer sus cuartos llenos de historia. No volvió a pasar hasta meses después. Disfruté las danzas de las hojas y sus cambios de colores en otoño, contemplé frente a una chimenea el largo invierno, olfateé y vi crecer el verde impresionante primaveral, hasta la llegada de un espléndido sol de verano. Un día en el jardín escuché sus voces, repetían que debía decidir que ya era hora y elegir un lado, pero como no comprendía que declamaban solo los ignoré, pero fue difícil, ya que estaban a mi alrededor día y noche, le conté a mis padres quienes me dijeron, que con las historias de las ciudades no se juega, porque muchas son verdad y un misterio. Pero en mí sabía que debía prestarle atención. y no volvió a suceder hasta febrero, el penúltimo sábado, cuando la ciudad se llena de coloridos fuegos artificiales y sobre su río se lanzan las embarcaciones al festejo y coloridos matices. Ese día decidí nombrarlos ángeles valdivianos y sobre el final de mi pensamiento se hicieron presente como el mejor acto de magia. Me decían que necesitaban mi ayuda y que tendría que escoger un lado, ¿de qué hablan?, ¿qué significa?, ¿qué lado escogería?, ¿será como en esas películas en la cual debes escoger la luz o la oscuridad?, no comprendí, hasta que decidieron contar su apología ancestral, eran ángeles custodios de la ciudad, uno era un ángel de luz y el otro un ángel de noche. Creí que podría ser el estrés, o aquel olor a pólvora de los fuegos artificiales de la noche valdiviana. Pero ese día todo fue diferente observaba dos luces, en todo lugar. Una roja y una dorada las que llamaban mi atención, una noche estaba concentrada en una de ellas y una ráfaga de viento movió las cortinas, tiempo y espacio se hacía presente, eran Andrew y Eros, más atrevidos, me explicaron todo, ambos eran ángeles custodios de Valdivia, Andrew era un ángel del día y Eros era ángel de la noche, ellos guardaban los secretos y tesoros de la ciudad. Pude comprender había sido elegida a ser una más, estaba en shock, no opiné, solo me separé a pensar y exclamé ¡pero no me siento loca!, solté una suave sonrisa y Volteé a mirar. Yo no pertenecía a esa dimensión y Andrew exclamó, “llego la hora de ejercer tu rol como el ángel custodio”. y ¡por qué yo!, pregunté ¿cómo era eso de que debía Elegir? Siempre creí en los ángeles, y reconozco que no imaginé que podría ser uno, pero siempre me atraía la idea, no lo niego. Sin mayor conclusión, no lo dudé ni un segundo más y los reuní, mi decisión estaba tomada, seré el próximo ángel protector. Al asentir
me rodearon con sus alas, y observé sorprendentes acontecimientos de mi vida, era como si me librara de mi esencia era como despedirme de mi familia, era un adiós a mis padres, era como conectarme con vidas anteriores. Pienso que en muchas vidas pasadas tuve alguna conexión con esta ciudad, por eso había sido elegida. Fue hermoso, justo al ocaso cuando se encuentra el día con la noche surgimos en el centro de la ciudad, estábamos en el punto donde el sol y la luna marcan el sello de la ciudad de Valdivia, este era en la unión de los tres ríos, Calle Calle, Cau Cau y río Valdivia. Ya como ángel, al reflejo sobre el agua me acerqué lentamente y contemplé, mi cabello era más largo sobre mis hombros de color dorado, y hacia las puntas rojas. Y mis alas eran maravillosas, ambas capaces de rodearme y proteger. Andrew muy asombrado, porque una de mis alas era dorada y la otra roja y en su experiencia de eternidad, no había visto a un ángel con alas de matices distintos, ya que siempre los guardianes eran de día o de noche. Andrew me enseñó a transformarme en luz y Eros me enseñó a esconder mis alas y caminar entre los valdivianos de noche. Me ayudaron a conocer mis poderes y lo importante de mantener la protección de la ciudad, al reafirmar mi promesa, mi poder se extendió y transmutó un pequeño collar en mi pecho, con una perla al centro. Era la esencia de la ciudad, que mantenía a salvo de cualquier extraña situación que podría tratar de destruirla, era una perla, la que todos los Valdivianos llamaban la Perla del Sur, pero sin saber en realidad a que se referían, una vez que estuvo en mi pecho, conecté el alma de Valdivia con la esencia de su energía y sabiduría, todo se apoderó de mi ser y fuimos solo una, perla y ángel. Y así comenzó, mi historia como ángel guardián de esta hermosa ciudad y de su perla. Hasta el fin de los tiempos. Este es mi testimonio, esta soy yo, ¿Cuál es mi nombre?, tal vez lo sepas, tal vez no, pero si vas al castillo de Valdivia y buscas entre sus pasillos y sus libros, solo te dirán que soy el ángel de La Perla del Sur.
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“…Cada joven estudiante es un libro abierto, cada uno tiene algo que contar, cada uno tiene su propia motivación, cada uno posee su auténtica válvula de escape para encontrarse con sí mismo o con su razón de ser, empleando las artes en general con sus modestos componentes, a manera de herramienta útil y, en esta sabia oportunidad: el acto noble de escribir. Cada alumno es importante, cada cual es una creación perfecta de un eterno Dios que sólo se le ve con el corazón lleno de fe y amor, por consiguiente, todos podemos realizarnos, sin excusa. Leer no es fácil, mucho menos escribir un cuento o una historia, ya sea ficticia o real, ya sea el ejecutarla por una necesidad interior, para aferrarse a algo bello, legal, transparente, a manera de timón, aunque parezca muchas veces (por nosotros mismos y otros) un frágil barco de papel, o por una necesidad exterior, para figurar con humildad y ser punta de lanza de nuevos valores.” -Sergio Rambla Márquez
«ENTRE PUENTES Y RIOS» Antología de Cuentos Libro formato digital Auspiciado por www.advanceinstituto.com Producido por Editorial Quantum Valdivia, Chile, 2018. Información y contacto: editorialquantum@gmail.com