Amalia Dimilta - El silencio se dice con las manos

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Amalia Dimilta

El silencio se dice con las manos Editorial SubpoesĂ­a


El silencio se dice con las manos Amalia Dimilta Tapa por Aldana Antoni Editorial Subpoesia Buenos Aires, Septiembre 2013 editorialsubpoesia@gmail.com


Todo lo que soy oscila entre dos lados de una fina línea: la realidad y la fantasía. Una y otra se entretejen, pero no se mezclan, y de esa unión de puntos indefinidos surge mi ser. La realidad se presenta como lo dado: mi cuerpo, mi nombre, el barrio en que nací, mi familia y muchos de los rasgos que conforman mi humanidad. La fantasía tiene otro vuelo: allí se alínean todas aquellas cosas que fueron, que son, que podrían ser. Allí me invento y me fundo en otro cuerpo; no hay inhibiciones ni burlas del azar. Allí soy libre para ser y pensar. “La imaginación nos da la libertad de ser lo que deseamos ser”. ¿Pero qué tal si la fantasía me ocupa mu5


cho espacio? ¿Qué tal si me dejo llevar por las leyes creadoras de mi mente y comienzo a vivir mi vida desde la fantasía más acérrima? ¿Podré volverme loca o acaso estaría encontrando el camino de la felicidad? Porque, al fin de cuentas, ¿quién dijo que la realidad es única e inamovible?. No, también forma parte de mis deseos. ¿Y si invento una historia y la vivo? ¿Quién se atreve a decir que no es realidad? Si el ser se niega como ser dado, entonces se inventa, se reescribe, se delínea. Mi fantasía bien podría considerarse como un proyecto: no tendría sentido si muriera sólo en sustancia, necesariamente debe transformarse en algo más. En algo más que se fije en mí, en mis recuerdos. Que pase de la perfección abstracta, a la vívida calidez de los defectos desplegán6


dose por la piel verdadera. ¿Debería acaso dudar de mi cordura por querer lograr una realidad distinta? Quizás parezca extraño si fluye mi comportamiento de ojos desconocidos. ¿Cuán real puede ser una mirada? ¿Cuán perturbadora? Y sin embargo, tras ese brillo comienzan a rodar ganas e imágenes, y la convicción, la certera convicción de lograr que esas pupilas se instalen como un susurro constante, y no ya como una suerte de oportunidad perdida.

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Era jugar en la descarga, en una oleada de placeres imbricados que desenfadan los poros, las uñas, las gotas más profundas. Y en cada enlace, una mirada estratégica surcando rumbos, tal vez cercana a un rostro transformado y a través de él tu médula…dulcemente penetrada por pupilas. Después un grito, o quizás un suspiro en despedida deslizándose por paredes suaves, eternamente intenso en su instante glorioso. Y luego el beso hasta otro día, hasta otra voz lejana en los oídos.

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Era algo así como una distorsión de placeres, un conjunto de puntos desparramados que juegan a inventar figuras…imágenes fantásticas de manos deslizándose sobre pieles también imaginadas, pero a la vez tan insoportablemente reales. Y otra vez los puntos se disipan, se convierten en palabras agazapadas que escapan por esa comisura hasta desplomarse sobre una superficie empantanada…puntos y puntos y puntos en un vacío construido con sueños. Y todas esas formas, las manos, las pieles, la comisura. Todas esas formas finalmente no son más que un cúmulo de deseos, deseos en los que late, obscena, la falta. El silencio se dice con las manos. 9


Hay algo ahí dando vueltas como un grito, la extraña esencia de la incertidumbre. Y se propaga como una nube espesa por las arterias, como una duda que se instala más allá de lo comprensible, y corroe, y alcanza el circuito más alto de nuestro sistema y lo descompone en un carrusel de sinopsis esparcidas, ilógicas. Un baile neuronal sin música de fondo. Sólo esa palabra que busca aparecer tan tortuosa y molesta como un sinfín de gotas precipitándose desde lo alto de un grifo.

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En un instante se transformó el mundo: un pequeño salto que quedó flotando en una melodía que aún se sostiene y se hace audible allí donde el sonido no tiene sentido. Hay una transgresión de límites, espacios desordenados por la belleza: el alma plena no piensa en coordenadas exactas, los vértices se unen por un guiño de ojos, o el roce de las yemas. Y aunque un solplo de realidad quiera irrumpir, corre en auxilio un beso que borra las tinieblas. Y otra vez el dulce respirar de la belleza. Es un espacio inasible y, sin embargo, certero. Se construye en un juego de retroalimentaciones que parten de la dulzura desmedida de tus ojos y vuelven a ellos desde el destello tímido que entonces se 11


irradia en los míos. ¿Existe algo más bello que ese brillo? ¿O acaso puede llevar otro nombre? Desde allí emerge una suerte de abrazo que se siente de entrecasa: es ese preciso lugar en el que nada sucede, solo un delicioso bienestar. Belleza en las paredes, la cama, el escritorio. Belleza desde tu cuerpo hasta el mío, y un estallido en el contacto que paraliza el universo.

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Desnudo un nuevo cuerpo y otra vez la misma marca, ese roce triangular actuando de señuelo…Y allí parecen perderse mis cabellos, mis huellas dactilares con sus dulces, mis ojos tristes… …Se pierden y enloquecen en una geografía huracanada que lleva desde el epicentro a la periferia en un zigzag de vuelos y caídas que paradójicamente consiguen una línea recta de cariños y abandonos. Sobre todo abandonos. Y en este cuerpo florecemos tres, tres voces con tres ecos que no siempre llegan, se reparten, se prefieren…Siempre tres manteniendo una estructura recurrente que retorna, se modifica, y sin embargo no es más que la roca que empujamos desde el principio, tan dura y caprichosa como la 13


de Sísifo. Pero si no alcanzo tu médula, me fijo a tu superficie y te desnudo de a poco, mientras no me venza esta geometría incómoda, mientras queden besos y sonrisas… mientras que pueda distraerme de mis ganas, me quedo aquí.

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Este pliego se terminó de armar e imprimir en Taller Subpoesía en el año 2013



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