Nicandro Pereyra
EL JUNCO EN LA ALTURA Editorial Subpoesía
Nicandro Pereyra EL JUNCO EN LA ALTURA Editorial Subpoesía
El junco en la altura Nicandro Pereyra Tapa por Juan Carlos Castagnino Editorial Subpoesia Buenos Aires, junio 2013 editorialsubpoesia@gmail.com
Este Nicandro Pereyra, flauta del cañaveral, que al río tiró el puñal para no ser un Moreyra; también perderá el Pereyra, cuando venga el viento y barra lo que es basura de parra: apellidos, leyes, penas. Se llamará Juan, apenas y viajará con guitarra. “Décima a Nicandro Pereyra” José Pedroni
El junco en la altura Para tu lĂnea perfecta, niĂąa de tenue cintura, el junco alumbra en la altura y la luna te es afecta. Vienes la noche, doncella, entre lucero, entre nardo, en un clavel que yo guardo alto de espuma y centella. La nĂtida soledad de tu cintura alabada: miel de la siembra ganada, lumbre de la levedad.
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Tus grandes ojos brillaron
“Tus grandes ojos brillaron en la noche oscura y fría y hasta los gallos cantaron creyendo que amanecía.” -Cancionero del Tucumán-
Nadie envuelve su tardanza con niebla ni con rocío, nadie a tu lado ni al mío esgrime dulce bonanza: sólo tormentas alcanza quien sueña y quienes soñaron, quienes espadas lanzaron con sus fulgores violentos: sólo muy suaves y lentos tus grandes ojos brillaron.
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La húmeda hierba ha dormido con un relente de hielo muy deslucida en el vuelo de lo que fue y lo que ha sido. Todo, amor, ya se ha teñido de una blanda aparcería; tiene ya una melodía ensimismada y añeja: siempre en la noche se queja, en la noche oscura y fría. Paloma, blanda paloma, flor que alumbras y desdices: ya tiemblas entre matices y en el aire que te toma. Vela el donaire en la loma, donaires de aire velaron y juntos en ti labraron la línea de un viento fino: la lluvia y perla del lino y hasta los gallos cantaron. 9
¿Quién en la noche ha dormido, quién en la clara azucena no afianza su canto y pena entre despierto y herido? No me llame yo al olvido, dulce candela, mi guía: trabe mi guitarra fría lo que de llanto la traba porque yo sólo cantaba creyendo que amanecía.
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Olvido y aire que vuela Alba de gracia, gacela, huyes de la lluvia alada mientras te calzas de nada, de olvido y aire que vuela. AquĂ tu espuma se encela como un cristal inviolado: nave de albor desvelado, neblina herida y paciente: en luna que es ya muriente, en sol ciego y apagado.
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Alumbras entre doncellas Entras en mi canto, niña y alumbras entre doncellas: yo con mi guitarra y ellas y como quien se encariña, alzo mi voz que te aliña y señala en mi desvelo; y labro a silencio y cielo tu mirar que se ha quedado entre algún verde soñado y un celeste desconsuelo.
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Ternura en la bandera Sube a la bandera, amor, el martirio de la vida señalándome la herida con lengua y miel de dolor. ¡Patria, patria, que me hieres, pequeña y fría entre luna, ya me voy relente en una y entre mil muertes si quieres! Por mi humanidad de niebla la diafanidad ya sube paño de candor y nube que hasta de sangre me puebla.
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Luz de invierno Aire de bienvenida niña del júbilo: los árboles ya verdes, cogollos húmedos. Húmedos sí, pequeña, de llanto tierno con sol disimulado: luz del invierno.
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Lapacho Celeste en mis desempe単os tengo un Tucum叩n herido claror rosado y dormido, trasbandeado de sue単os. Voy quebrado en mis empe単os con mi ausencia dibujado hecho llovizna y callado casi legendario y tuyo: vengo y voy y entonces huyo lapacho tierno, apenado.
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El verde amor Hay un profundo mar desesperado en tu gacela de mirada herida, un mar de espumas de inocente vida que golpea en el tiempo enamorado. Y alumbras con fulgor debilitado, muchacha de paciente luz dormida, mientras la roja llama consabida te defiende del luto desdichado. Ya que el amor es toro redimido y tĂşnica de luz y verde ubre, lejos te ama lejos del olvido. Y lleno de candor, lleno de octubre, primaveral y puro y complacido: rosa de gracia y de humedad te encubre.
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Golondrinita y verde Viene la hoguera clara, la gaviota se va: golondrinita y nada casi lumbre en la mar. Golondrinita y verde, niebla del arrayรกn, ya la hoguera me envuelve: casi lumbre en la mar.
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Una hoja helada Es ya Nicandro una hoja helada por los carรกmbanos heridos, entre las nubes y los nidos, como quejรกndose en la nada.
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Este pliego se terminó de armar e imprimir en Taller Subpoesía en junio del año 2013