Marcelo Díaz - Las ruinas de Disneylandia

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las ruinas de disneylandia Marcelo DĂ­az

Editorial SubpoesĂ­a


Las ruinas de Disneylandia (Berreta Tierra Firme 1998) © Marcelo Díaz Tapa por Vicky Acebedo Editorial Subpoesía Buenos Aires, Agosto 2013 www.subpoesía.com.ar editorialsubpoesia@gmail.com


Capitán Marvel, ¿dónde estás? LEOPOLDO MARÍA PANERO


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Las mañas del lagarto Habiendo soportado las primeras heladas, el rigor de la escarcha ya disuelta bajo un sol demasiado benigno, da unos pasos de astronauta en el jardín. Afloja la bufanda y entrecierra los ojos; la calle se licúa en una mancha de luz. Las mañas del lagarto en días como estos: aprender a entibiarse como una piedra al sol, cruzar el mediodía con siseo de reptil.

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Nocturno Se pasea por las calles iluminadas y no sabe lo que ve. Ve un cartel entre otros, y otro cartel detrás. Y el desierto, detrás, como un cartón pintado (un rumor de pastizales secos). ¿Es esta una ciudad civilizada? ¿Es la Joya del Sur? ¿Es el País del Diablo, como creían los indios, y la página blanca sobre la que nadie escribe nada? Un televisor coreano ofrece a la calle vacía un partido entre equipos chilenos; un Panasonic la sonrisa de Valeria Mazza. Llueve en Santiago, Valeria, mientras espero el micro, veinte minutos, sentado en el zócalo de un comercio quebrado: un cómic de mutantes, un alfajor barato, y la luz azul de un patrullero otorgando a la noche su cuota de terror.

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Tres colores La manguera es verde, blanca y negra. El banderĂ­n del parabrisas verde, blanco y negro. El balde es verde (la manija negra). El gorrito es verde, blanco y negro y dice: ESTOS SON LOS COLORES DEL CAMPEĂ“N.

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Tarjeta postal Al Negro DĂ­az se le queman los chorizos. Los apaga echando agua con un jarrito azul de tapergĂźer.

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Datos del tiempo También creías que la vida era un raid vertiginoso, encaramado a una coupé de fuego, mordiendo el nervio de la acción. Pero esta noche no es un fulgor que te consume, sino el torpe declinar de una tarde agobiante que te tuvo como zombie frente al ventilador; cuando de pronto la tormenta trae la lluvia y una brisa del mar, apenas fresca, como toda bendición.

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Once postales del Hospital Penna para Christian

I Veinte calles de tierra, la loma al sol.

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II Los campitos de la morgue siempre fueron los más aptos para la práctica entusiasta del fútbol infantil.

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III El Bachicha. El Keko. El Luisito. El Negro. El Ariel. El hermano del negro. El hermano del Carco. El Carco. El Sapo. El Zurdo. El Chino. Y el Roberto (que es el que pone el fĂştbol).

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IV Las paredes blancas a la hora de la siesta. Una enfermera cruza, blanca, bajo el sol de un pabell贸n a otro, y atraviesa el sendero de pinos. Carga vendas y potes con l铆quidos oscuros.

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V Apenas una brisa entre los pinos y las finas hojas de los eucaliptos.

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VI Al Bachicha no hay, ni como insulto, ni como alabanza, que decirle hijo de puta, porque se ofende y se va; y el Bachicha es el único más hábil que tenemos. Otras cosas sí se le pueden decir, como güevón o pajero, que se ríe y no hay ningún problema.

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VII Al filo de la sombra, de una pila de escombros, el zigzagueo fugaz de la lagartija.

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VIII Cada tanto una ambulancia interrumpe las acciones. Dos enfermeros cargan, por el pedregullo, al sol, un bulto en la camilla. El que tira adelante hace en voz baja un comentario; el otro disimula, guarda las formas, pero, se ve, no puede con la risa. Un tercero aparece, como zombie, en la puerta de la morgue, se rasca la cabeza, trae un mate en la mano: Apuren, que se enfrĂ­a. Seguimos, seis a tres.

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IX Lenta pasa, en la ruta, la 17 con obreros dormidos de la Coca Cola o la cervecerĂ­a.

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X Dos de los monos mรกs grandes del equipo rival (el de Boca y el de camiseta verde) capturaron una lagartija: la tienen de la cola (pobre bicho), y se retuerce, y brilla al sol. Se la quieren meter en el culo al gordito pecoso que traen de arquero. Pero no va a ser fรกcil:

el gordito no se deja.

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XI A la vuelta, con los pinos alargando su sombra más allá de la calle, cuatro viejos esperan que les tomen la presión. Con el General muerto, ahora sí que perdimos.

Se dicen, lagrimean, gesticulan. A la vuelta, catorce a diez, perdimos otra vez.

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Saldos 1999 Orquídeas de plástico, estampitas, en este kiosko de la periferia que no tiene nada más que un cartel de Coca - Cola y un papel que escrito a mano avisa HAY CERVEZA FRÍA Alguien pintó de azul el piso de madera apolillada, y olvidó hacer otro tanto con las paredes. De todos modos, un afiche inverosímil con la leyenda MENEM 99 tapa con eficacia una mancha de humedad; y un par de negros frente al ventilador redondea de manera impecable ante el comprador ocasional la folklórica escenografía peronista de fin de siglo. 23


Tarjeta postal El colorado practica vigor con una toalla: ya van tres minas que se levanta y no la puede parar con nada.

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Tortugos Torpes y aletargados, en el sopor de una tarde de domingo que sólo a ellos parece tocarlos, se sumergen en la contemplación de los cascotes que llueven a su alrededor. Una porción del alambrado ya cedió y los muchachos se recagan a toscazos ante su vigilancia impasible, resignados a padecer las escupidas y los cantitos consagrados a sus mujeres. En la eternidad que les demanda un parpadeo sueñan con detonaciones, y a la espera, tal vez, de una ocasión que se presente más propicia, sin que llegue a bullir su sangre fría, mascullan: negros de mierda negros de mierda negros de mierda.

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Cervezas para Fabián

Bajo el toldo sucio de la Pizzería Avenida mi amigo dice así es la cosa, los amigos se casan o se mueren, se van lejos, tienen hijos que se les parecen. Así es la cosa, dice, la mano en el platito de maníes, la cerveza bien fría.

Mi amigo todavia no sabe si se va o si se queda. Capaz me voy, dice, capaz no, no sé. Por lo pronto, Sergio y Sylvia buscan casa, el Turco, me dijeron, ahora para en Costa Rica, y Omar se va de vacaciones porque las puede pagar en cuotas. Papeles con poemas y botellas vacías. 26


TambiĂŠn se va Diciembre / Y ojo al mozo:

ahĂ­ van tapitas para que el colectivo las hunda en el asfalto

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Las ruinas de Disneylandia El Tato afanaba fasos en el kiosco de la esquina, meaba desde el techo a la vereda y un día se hizo cura. El Chile se choreó un Mercedes para ganarse una minita; fue a parar a Batán y en un tumulto turbio lo limpiaron. Miguel está pelado, pero es buen tipo. Norma, Laura y Marcela son maestras, y todas tienen más de un hijo. El Cabezón embarazó a la novia y se cagó la vida. El Topo se volvió abogado y si te ve, no te saluda.

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Yo un día regalé todos mis cassettes de Kiss, y ahora los extraño. El Conejo era Campera Negra. La vieja le gritaba todo el santo día: Vas a terminar mal – le gritaba. Me la veo venir – le gritaba. Se casó con una gorda que lo hizo evangelista. El Panza transa merca de cuarta y levanta quiniela. Ya tuvo una entrada en Villa Floresta. La mujer le mete los cuernos. Ricardito es Teniente de Navío y sueña con un País definitivamente en Orden y con rapar a todos esos negros vagos de mierda. 29


Claudia se fue a Chile. Silvina se fue a Santiago del Estero. El hermano del Mono se pegó un tiro en la cocina. Siempre jugaba al fútbol con nosotros; era más chico, pero no se notaba. Vos un día cruzaste la mano de izquierda a derecha en el agua de la sierra. Escribiste una cosa que no sé. Yo en la misma que supiste: un tipo cuidadoso de no joder el sueño de nadie. Kwai Chang Caine caminando sobre papel de arroz. 30


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Este pliego se terminó de armar e imprimir en Taller Subpoesía en septiembre del año 2013




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