Usos y costumbres en Internet •
Ricardo Kirschbaum
Una señora recibe por una de las tantas plataformas de la Web una postal: una foto y un texto. Alguien emitió ese mensaje que a su vez la señora difundió. Alguien emite y muchos acríticamente lo viralizan sin constatar, la mayoría de las veces, ni el origen ni la autenticidad de lo que están colgando en las redes sociales. El problema fue que la señora que subió una foto de un hipotético acosador perjudicó gravemente a alguien que ni siquiera conocía ni tenía nada que ver con tamaña acusación. La responsable de postear fue detenida y se encontró de pronto frente a un juez. La mujer reconoció su error y reconoció también que ni conocía al hombre ni había chequeado los datos. Pero se defendió: “Esto ha llegado muy lejos”, dijo. ¿Muy lejos para quién? La respuesta muestra no sólo fastidio sino, sobre todo, sorpresa por encontrarse en una situación que nunca esperaba y que, no lo dijo pero se deduce, no merecía por ese acto. Es que hay una creencia muy arraigada de que Internet y las redes sociales se rigen por un sistema propio que es diferente del que alcanza a otras realidades. En la Web muchos usuarios, demasiados, se sienten libres para opinar desde el anonimato sobre cualquier tema, descalificando o insultando a sus ocasionales interlocutores en comentarios en los foros. Muchas veces las discusiones de los participantes de esos debates nada tienen que ver con la cuestión que provocó su intervención inicial. En el caso que ocurrió en San Juan, la autora del posteo lo hizo con su nombre y apellido. Fue una cadena de irresponsabilidades y uno de esos eslabones fue
sancionado con una pena leve. Un juez de Faltas la detuvo brevemente por violar un artículo que castiga al que profiriera insultos o cause molestias por teléfono o redes informáticas. En esa cadena quedan muchas otras irresponsabilidades no sancionadas. Las redes multiplicaron, por ejemplo, los anónimos. La Web estira y refuerza la comunicación como espacio de libertad que es, pero da lugar al anonimato y la mentira. Esa falsa creencia de que en la Web todo se puede es producto de una cultura que se fue construyendo alrededor de Internet. Existen normas que protegen a quienes sienten que sus derechos son vulnerados en las redes sociales y en la Web, donde existen normas que deberían ser respetadas. La vertiginosa innovación tecnológica, la existencia de múltiples plataformas, provoca un espejismo de impunidad: las reglas y las leyes no están hechas para ese mundo. El caso sanjuanino es singular, pero ¿cuántos otros casos, de origen anónimo, ocurren a diario en ese ámbito de supuesta cultura impune?