1
soldados guion y dibujo: eduardo molina
Maderas que se cruzan blancas cruces blancas ante los ojos que miran el reflejo sobre el granito entre los cruzados caminos blancos de piedras que cortan el verde donde se cruzan los pasos de los que no cruzaron. Hugo Emilio Sรกnchez
2
3
4
5
6
Malvinas El sur, el mar, el frío Las Islas Malvinas son como dos esquirlas de la tierra argentina, allá abajo, entre el mar y el frío. Forman parte de ese sur al río Colorado que se ha visto desgarrado una y otra vez a partir de colonialismos internos y externos. Usurpadas durante casi dos siglos, son un símbolo del reclamo soberano, una alegoría de todo el expolio, de lo que se nos va, día a día. En la memoria construida en democracia, la palabra Malvinas funciona como una sinécdoque. Y es que, casi como una estrategia colectiva, nos es imposible disociar a las islas de la guerra de abril de 1982. Como tampoco es posible desmembrar la guerra de la dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976 mediante un golpe de Estado en el que participaron sectores civiles, militares, empresariales, mediáticos y clericales –sobre los cuales la justicia todavía tiene mucho por decir. La guerra de Malvinas fue un hecho político donde los genocidas buscaron reflotar un gobierno agonizante. Y ese gesto de recuperación que se dio como acto final, fue el corolario de una gran matanza. En lo formal, una batalla contra el Imperio Británico, pero también un combate contra los argentinos y contra los pibes que mandaron a la guerra. Intereses, negociados, traiciones, soldados en el frente y claudicantes. Fracturas humanas, nombres ignorados y hombres suicidados son parte de una herencia que el pueblo no eligió. Entre abril y junio de 1982 murieron 907 personas, 649 eran argentinos. Se estima que luego del conflicto –no hay datos oficiales–, unos 500 excombatientes se suicidaron. Los que no pudieron dejar la guerra atrás, quedaron atrapados en las Malvinas. En algunas imágenes de aquellos años se los ve tan muchachos, empujados hacia una muerte absurda, portando armas obsoletas, hambre y terror. Al regreso y durante varios años, el poder practicó en ellos el maltrato, las presiones para silenciar lo sucedido, la falta de asistencia y de reconocimiento, la invisibilidad. De aquellas plétoras, juventudes y vigores, los sinsentidos, los fragmentos, las voces quedas. Muertos, sobrevivientes, sobremurientes, los que regresaron vivos, los que regresaron muertos, los que aún están regresando, los que retornaron para no volver están presentes, de un modo u otro, en estas páginas. Y tenemos más dudas que certezas sobre cómo nombrarlos en este presente continuo de expropiaciones, si de tanto uso y abuso suenan agotadas las palabras héroe, hazaña, patriotas… Por todo ello debemos seguir preguntando, ejerciendo el derecho al diálogo y abriendo caminos para las memorias. Desde aquí, proponemos que soberanía es también recordar, reflexionar sobre la historia y decidir sobre el presente-futuro a partir de un relato de la verdad. Estas historietas forman parte de esa narración. Nos hablan de humanidades que buscan reconstruir sus auras con papel y tinta. Pedazos verosímiles, recortes posibles, retazos ficcionales que pueden acercarnos a la construcción de una memoria que nos haga más libres y soberanos. Para nosotros, editores de la colección Nuestras Malvinas, ese camino recién comienza en cada trazo, en cada viñeta, en cada pliegue, en cada oración que los lectores extraigan para sí de las páginas de estos libros. Los editores 7
8