SOBRE LA CREDULIDAD

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Desde Sínope... Por: Yenifer Beltrán Sierra DE LA CREDULIDAD Y OTROS DEMONIOS

Hace unos días pretendía tomarme un delicioso jugo de fresa en leche, para cumplir con antojito que tenía. Entré, entonces, a un establecimiento típico de los que existen en nuestro municipio, de esos donde llega mucha gente, de esos en los que algunas veces el servicio no es el mejor. La razón del desaire era sencilla: me atendió una señorita con desagradables gestos, preparaba el jugo con otros desagradables gestos, y recibía la paga con repetidos desagradables gestos. Oncluso con la peor de las actitudes me devolvió el billete con el que pagué porque “no tenía vueltas”. Casualmente por esos días también tuve que leer el Plan de Desarrollo nacional “Prosperidad para todos” donde a grosso modo se dice que el progreso se alcanzará solo si logramos competitividad empresarial y fue allí donde surgió una gran inquietud, como articular tan noble fin con el desempeño de nuestros trabajadores y de nuestras empresas que brindan servicios en la ciudad. Competitividad, disminución de la tasa de desempleo, índices de violencia, ideas y cifras que escuchamos todos los días, que navegan en nuestra mente mostrándonos que nos falta mucho por mejorar o que la situación cada vez está peor. Y volvía a preguntarme: ¿tiene aquella señorita idea que con su actitud hace que este establecimiento sea menos competitivo? Pienso que no, tal vez tenía un mal día, tal vez no recibe un justo “salario”, tal vez no ejerce su oficio dignamente, tal vez no caemos en cuenta que no somos competitivos. Entonces descubrí que el gran demonio de muchas sociedades y especialmente el de la nuestra es el de la credulidad, al contrario de los que muchos pensarían, porque dicen por ahí que hay quienes ya no creen ni en Dios; pero yo veo cada vez más credulidad, menos cuestionamiento sobre nuestras realidades como colectivo social. Creemos en lo que muchos dicen y no en lo que eventualmente podríamos hacer o cambiar.

La credulidad como el peor de los demonios se ha metido en nuestras propias raíces permeando los principios fundamentales que tenemos como construcción social, creemos en cosas tan ilógicas como que los políticos deben robar pero poquito, y que una sopa alimenta más que un helado aun cuando el helado se hace con dos vasos de leche y la sopa con agua. Creemos por demás lo que dicen los economistas que estudian como satisfacer las necesidades con los recursos escasos. Y el cuento de los recursos escasos no le hemos creído tan bien, que por eso seguimos alimentando pobreza en un mundo y un país tan abundante como el nuestro. Y seguimos creyendo, sin cuestionar porque cada vez nos cuesta más pensar críticamente, no desde la perspectiva aburridora de quejarse por todo, sino de la perspectiva enriquecedora del preguntarse cómo el niño de 5 años el ¿por qué? de las cosas. Por tal razón seguimos funcionando como lo hacemos hoy en día, creyendo que todo tiempo pasado fue mejor, creyendo en revistas de belleza que cada vez nos hacen sentir más feos y creyendo que un país como el de nosotros nunca será competitivo, simplemente porque no queremos creer que el mundo cambia y que tan solo una sonrisa al recibir el pago de un jugo hará de la empresa un mejor lugar para trabajar.

EDICIONES LA COFRADÍA No. 2


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