Los Libros de
mamรก y papรก
En el transcurso de nuestra vida aprendemos que no sólo la escuela educa, sino también lo hacemos en la casa. La familia es por excelencia la que forma a las niñas y a los niños. Por ello es importante que los hábitos, actitudes y valores que fomentemos diariamente en nuestros hijos se enriquezcan para ayudarles a entender y enfrentar mejor el mundo en que viven. Los libros de Mamá y Papá fueron elaborados por profesionales y especialistas en los temas que tratan; asimismo, se consideraron opiniones y sugerencias de madres y padres de familia. Estos libros son parte de los esfuerzos que la Secretaría de Educación Pública lleva a cabo para poner en sus manos información que los ayude a enriquecer los conocimientos y experiencias que ustedes aplican todos los días en la educación de sus hijas e hijos. Las madres y los padres de familia, mediante su enseñanza y ejemplo son los primeros responsables de la formación de sus hijos, ya que influyen fuertemente en la visión que éstos tienen del mundo. La información que se ofrece en estas páginas busca apoyar a las madres y a los padres en su gran responsabilidad respecto a la educación de sus hijas e hijos.
Los Libros de
mamรก y papรก
Este libro fue elaborado por el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL). ORDINACIÓN GENERAL ESPECIALISTAS EQUIPO PEDAGÓGICO DIRECCIÓN DE ARTE ORDINACIÓN EDITORIAL Y DISEÑO GRÁFICO ILUSTRACIÓN APOYO INSTITUCIONAL
Juan Francisco Millán Soberanes Lizbeth Camacho González Graciela Galindo Orozco, Bernardo Lagarde y Marcela Acle Tomasini Rafael López Castro Marta Covarrubias Newton María de Jesús López Castro Lilian Álvarez Arellano, SEP / Carlos López Díaz, SEP
D. R. © Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, Pátzcuaro, Michoacán. ISBN 968-5341-02-8 Impreso en México por la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos en los talleres de Editorial Offset, S. A. de C. V. Durazno 1 esq. Ejido, col, La Peritas, C. P. 16010, Tepepan, Xochimilco, México, D. F. Agosto de 2000.
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PARA EMPEZAR 1. VIDA EN FAMILIA 2. PARA DISFRUTAR LA VIDA 3. MÁS ALLÁ DE LA FAMILIA 4. TÚ, YO, NOSOTROS 5. CRECER ES JUGAR, GOZAR, DESCUBRIR UN CAMINO POR RECORRER
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n nuestras vidas enfrentamos y
resolvemos problemas, hacemos planes, tomamos decisiones y emprendemos proyectos; al hacerlo, algunas veces nos divertimos y otras nos preocupamos. Los éxitos y fracasos que tenemos dependen en parte de la seguridad y de la confianza en nosotros mismos; de lo que sabemos; del afecto que recibimos y de los valores y capacidades que aprendemos por medio de las experiencias que vivimos desde nuestra niñez. Todo esto forma parte del equipaje que llevamos en el camino de la vida. Lo empezamos a formar en nuestra infancia principalmente con el apoyo de nuestra madre y de nuestro padre, o de las personas que en sustitución de éstos se ocuparon de nosotros, y siempre seguimos enriqueciéndolo. Mamá y papá: ahora sus hijas y sus hijos ya están en la escuela. Han pasado pocos años desde que llegaron a la familia. Durante ese tiempo ustedes los han ayudado a desarrollar sus propias capacidades. No olviden que esto se logra poco a poco y conforme a las características de cada quien. Por ello cada uno de sus hijos necesita su ayuda y atención de diferente manera. Es importante que ellos desarrollen sentimientos de confianza y seguridad, para que se consideren personas valiosas y contribuyan activamente en los asuntos de su comunidad.
Aún parecen cercanos los días en que eran bebés, cuando intentaron sus primeros pasos, palabras y juegos. ¿Recuerdan el primer día en que los llevaron a clases? A partir de su entrada a la escuela el mundo se volvió más grande para ellos, y cada día se enriquece con nuevos descubrimientos y experiencias. Ocupan su tiempo en entender el mundo y en prepararse para vivirlo. Una de las formas en que lo hacen es mediante el juego. Por eso es importante que le dediquen parte del día y que estén en contacto con otras personas, con la naturaleza y con diversos objetos: libros, juguetes, papeles y colores; con ello, además de jugar, desarrollan habilidades. Para los niños y las niñas, jugar es una oportunidad para fortalecer su personalidad y aprender a vivir. Necesitan observar, conocer, comprender, repetir, ensayar y aprender formas de convivencia con ancianos y adultos, así como con jóvenes, niños y niñas de su misma edad. Poco a poco se reconocen en sus cuerpos que crecen, y gradualmente adoptan comportamientos de hombres o de mujeres. Como padres y madres nuestra tarea es precisamente ayudarlos a entender que hay reglas, normas y valores para convivir, como el respeto por uno mismo y por los demás, la sinceridad y la honestidad, la amistad y el amor, la solidaridad y el compromiso, la libertad y la igualdad entre todas las personas. En la preparación de nuestros niños y niñas tenemos la responsabilidad de ayudarlos a descubrir los límites entre ellos y los demás, y a disfrutar sus vidas. Mamá y papá: este libro es una invitación a observar a sus hijas e hijos. Si ustedes saben lo que pasa con sus emociones y con sus pensamientos, podrán acompañarlos y motivarlos para que recorran satisfactoriamente su camino. También es una oportunidad para que ustedes recuerden las anécdotas de su infancia, y revisen sus errores y aciertos como padres de familia.
Nuestra propia vida, el cariño y el compromiso que asumimos con las niñas y con los niños son los principales e insustituibles recursos que tenemos para enfrentar nuestra tarea. Ojalá ustedes disfruten de este libro y encuentren en él ideas útiles para educar mejor a sus hijos pequeños y en edad de asistir al jardín de niños y a la primaria.
1. VIDA EN FAMILIA
Las familias
son diferentes Los seres humanos nos relacionamos unos con otros. Tenemos necesidades de alimentación y de cuidados que en nuestros primeros años son atendidas por los adultos con quienes vivimos. También nos es indispensable comunicarnos con otras personas, ser aceptados y amados y saber que pertenecemos a uno o varios grupos. Esto es importante para dar un significado y un valor a nuestra vida, así como para saber que tenemos un lugar en el mundo. Todo ello se obtiene inicialmente en la familia. Una familia es un grupo de personas que tienen lazos de parentesco, costumbres y hábitos comunes. Cuando viven bajo un mismo techo, comparten formas de entender el mundo, afectos, alegrías, tristezas, logros, fracasos, preocupaciones y recursos económicos, a la vez que tareas y responsabilidades tales como: dar alimento, vestido y cuidados a las personas, particularmente a los menores, a los adultos mayores y a los miembros de la familia con alguna discapacidad, educar a los niños y a las niñas, ayudar a que sus integrantes sientan seguridad, confianza, tranquilidad y valor como seres humanos, enseñar conceptos y prácticas que los ayudarán a ser hombre o ser mujer, así como a relacionarse respetuosamente con todas las personas, y transformar o mantener las costumbres y los hábitos de la cultura y de la sociedad a la que pertenece.
No todas las familias son iguales. Por ejemplo, en algunas hay papá, mamá e hijos, en otras sólo mamá e hijos o papá e hijos; también las hay con abuelos o tíos que viven en la misma casa. En algunas hay hijos adoptados y en otras, hijos de alguno de los miembros de la pareja, o parejas sin hijos. Las familias son diferentes por las personas que las forman y por las circunstancias propias de cada una. Así, al tiempo en que en unas nacen los hijos, en otras se van o llegan parientes, yernos o nueras. Las familias con hijas o hijos pequeños se organizan de distinta manera que aquellas en las que también hay adolescentes, jóvenes, abuelos y abuelas o personas con alguna discapacidad. Cualquier familia puede pasar por situaciones penosas o difíciles que alteran su vida: un divorcio, una enfermedad o una muerte. Las circunstancias en que se desenvuelve una familia influyen de manera muy importante en la formación de sus integrantes. Pero lo más decisivo son las conductas y pautas que ustedes se marquen para cumplir con las responsabilidades que tienen con sus hijos. La educación ayuda a sobreponerse a las condiciones materiales del medio. Prepararse como padres y asegurar la educación de sus hijos impulsará el desarrollo de su familia.
Comprender cada uno de los momentos y situaciones por los que pasa la mayoría de las familias, nos ayuda a expresar lo que sentimos y pensamos en forma constructiva y a establecer relaciones amorosas, equitativas y respetuosas que puedan contribuir a resolver nuestros problemas.
Todas las familias requieren en algún momento hacer ajustes y adaptarse a las nuevas demandas, cambiar sus formas de relación, o bien organizar la participación de las generaciones que conviven en ellas.
De las experiencias que ustedes vivieron ¿Cuáles conviene transmitir a la familia que están formando? ¿Se acuerdan cómo iniciaron su familia? ¿Cómo es su familia ahora?
En familia aprendemos
a vivir
Para algunas familias la vida puede ser más complicada que para otras. Mientras que en unas los problemas se resuelven con facilidad, y por lo general las relaciones son más tranquilas, respetuosas y armoniosas, en otras hay mayor dificultad para resolver sus necesidades o comunicar sus ideas y deseos. En estas familias no se sabe o no se puede expresar el afecto y el apoyo hacia los otros; con frecuencia las personas se enojan, se pelean y se alejan; les cuesta trabajo aceptar sus diferencias y adaptarse a sus cambios, y la convivencia se hace más difícil.
Cada familia tiene su propia historia, y en ésta las personas aprenden maneras de actuar y de relacionarse.
«Soy el tercero de seis hijos. En ocasiones fue divertido convivir con mis tres hermanos y mis dos hermanas. En otras, fue difícil. Nuestra infancia la pasamos en el barrio de Santa Cruz en un poblado del estado de Morelos. Vivíamos en la casa que el abuelo dejó cuando se fue a la Revolución. Mi madre cuenta que la tía Lucha, que no tuvo hijos, era quien ante la noticia de un nacimiento iniciaba los preparativos y cuidaba a los sobrinos. La elección de mi nombre y el de cada uno de mis hermanos y hermanas comenzaba al recordar a los tíos y abuelos que por medio de nosotros continuaban la tradición de la familia. Se ocultaban los nombres de aquellos familiares que habían causado alguna incomodidad o vergüenza. Con los silencios, con las respuestas de molestia de algunos mayores y con el tiempo descubrí que en la familia hay secretos, anécdotas e ídolos reales y otros inventados. Entendí que todas las familias tienen su historia «. Si pensamos en nuestra familia, sabremos que hay eventos y personajes de los que todos hablamos y otros que preferimos olvidar. Esos recuerdos y olvidos pasan de generación en generación y forman parte de nuestros modos de pensar, de actuar y de relacionarnos.
¿ Cómo es la historia de su familia? ¿Cómo ha cambiado? ¿Cómo vivían antes las familias y cómo viven ahora?
Recuerden que... Los niños y las niñas observan la forma de actuar de los adultos, y por lo general aprenden a ser hombres y mujeres imitando a sus propios padres. Lo que ellos y ellas escuchan y lo que ven se convierte en un ejemplo que pueden seguir y que pasa de generación en generación. Así aprenden lo que es la autoridad, el respeto, el amor y la convivencia.
Las familias no están solas Viven en rancherías, barrios, comunidades o colonias donde se relacionan entre sí. Se apoyan, aprenden unas de otras e intercambian valores, ideas, experiencias y creencias que influyen en la educación de los niños y de las niñas. En esa convivencia, los hijos y las hijas aprenden que el mundo no sólo es como en su casa. Se dan cuenta de que existen personas cariñosas, exitosas, violentas, flojas o trabajadoras. De muchas de ellas escuchan ideas o refranes que reflejan actitudes, creencias y maneras de relacionarse que se dan en su comunidad. Por ejemplo, es frecuente escuchar: Hijo de tigre, pintito
La letra con sangre entra
Malos reyes, muchas leyes El que con lobos anda, a aullar se enseña
Estos refranes nos hablan de costumbres y formas de educar que no siempre concuerdan con las ideas de respeto, autonomía, libertad, responsabilidad y amor que hoy consideramos indispensables para un desarrollo feliz y armónico de nuestras familias. Para que los podamos orientar es muy importante que desde pequeños nuestros hijos nos tengan confianza y nos platiquen lo que ven y oyen. Además de la convivencia comunitaria, las familias también reciben información de los periódicos, las revistas, la radio y, de manera importante, de la televisión. Estos medios envían mensajes diversos que influyen en la educación de los niños. Por ejemplo, nos informan sobre lo que sucede en el país y en el mundo o sobre los avances de la ciencia o de la forma de vida en otros países.
Encontramos que con frecuencia, y sobre todo en algunas novelas, caricaturas o series policíacas de televisión, los protagonistas mienten, manipulan, lastiman o incluso cometen asesinatos. Así, los niños y las niñas conocen la destrucción, la muerte y la agresión como estilos de vida. Los pequeños pueden imitar los modelos de conducta o a los personajes de estos programas, algunos de los cuales contienen mensajes con actitudes y valores positivos como la cooperación, la ayuda, el amor al trabajo, la justicia, la libertad; pero otros, actitudes y valores negativos como la violencia, la envidia, la codicia, la opresión y la mentira.
Piensen en las actividades que se desarrollan diariamente en su comunidad, en cómo las perciben sus hijas y sus hijos. El sentido más profundo de nuestra tarea como padres y madres es construir junto con nuestros hijos e hijas valores, relaciones y ambientes agradables y positivos que nos permitan vivir a todos en un mundo mejor.
¿Acompañan a sus hijos a ver programas en la televisión y a escuchar la radio? ¿Platican con ellos sobre los mensajes que reciben o acerca de las historietas y revistas que leen? ¿Hablan con ellos sobre los rasgos positivos y agradables o negativos y desagradables de su personaje preferido? ¿Comentan las ventajas, desventajas y posibles consecuencias de querer parecerse a ellos? Orienten a sus hijos acerca de los mensajes negativos que reciben a través de la radio, la televisión, periódicos y revistas, para que ellos sean capaces de formarse un juicio objetivo que les permita valorarlos. Hacerlo puede ayudar a que aprendan a distinguir lo real de lo ficticio, lo importante de lo superficial y, en su caso, a identificarse con personajes positivos. No sólo en la familia educamos a nuestras hijas y a nuestros hijos. Aprenden de todo lo que les rodea. Por ello, debemos tomar esto en cuenta para poder conducirlos mejor. Para hacerlo es necesario: acompañarlos, cuidarlos y, sobre todo, darles amor y confianza para que tengan seguridad en sí mismos y en nosotros. Esto es lo primero, lo más necesario e importante que nuestros hijos han de guardar en el equipaje que llevarán por siempre en el camino de sus vidas.
2. P A R A D I S F R U T A R L A V I D A
¿Qué llevo? La familia es un grupo donde los mayores tienen funciones importantes que cumplir para ayudar a que los menores se hagan de conocimientos y cualidades que los fortalezcan en el camino por la vida. Éstos se empiezan a cultivar en los primeros años de vida, y para que florezcan es indispensable que los pequeños tengan, además de confianza y seguridad en ellos mismos, la certeza de que pertenecen a un grupo.
¿Qué queremos decir con esto? Tener confianza en uno mismo es un sentimiento que resulta de saber que existimos, que no estamos solos, que contamos con apoyo de nuestros padres y de otras personas, y que somos capaces de aprender a resolver problemas y a conducir nuestra vida. Cuando las niñas y los niños sienten confianza, saben que tienen un lugar y una función importante que realizar en su familia y en su sociedad.
Observen la ilustración y platiquen con su familia acerca del valor de lo que cada una de las personas hace. Después, pensando en su propia familia, comenten sobre lo que cada quien hace en casa y el significado que esto tiene.
Sentir seguridad es reconocer y valorar lo que sabemos hacer y estar conscientes de nuestra capacidad para enfrentar situaciones diversas. Cuando sentimos seguridad nos comportamos con firmeza y sin temores. Esto nos puede ayudar a ser más comprensivos y a que nos guste compartir momentos y experiencias con otros. Sabemos que un pequeño o una pequeña tienen seguridad cuando en la casa y en la escuela juegan y platican en armonía con sus primos, hermanos, vecinos, tíos, abuelos y compañeros. Cuando esto sucede, seguramente sienten que: pertenecen a una familia donde se sienten queridos y protegidos, sus compañeros y los adultos que los rodean los aceptan, tienen un lugar en la familia y en la escuela, pueden compartir y mostrar lo que saben hacer, tienen cualidades que pueden engrandecer y defectos que pueden superar, otros aprecian lo que hacen, pueden tener amigos y amigas.
Apoyar a las niñas y a los niños para que tengan confianza y seguridad en ellos mismos les ayuda a sentir que son personas valiosas y a tener gusto por vivir. Los que tienen la fortuna de contar con el amor de su familia y de las personas con quienes conviven, pueden desarrollarse más plenamente. Lamentablemente, no todos los niños crecen así.
Llegaron las posadas En casa de Sofía había mucho entusiasmo y agitación, ya que mientras algunos vecinos hacían las piñatas y las canastas con colación, su mamá y otras señoras preparaban ponche y buñuelos para todos.
Sofía, quien a sus cinco años era la más pequeña de la familia, estaba vuelta loca tratando de ayudar. Con mucho cuidado empezó a acomodar las canastas para la colación, cuando Tere, su hermana de ocho años, se las quitó diciéndole que las iba a tirar. Entonces Sofía corrió por la bolsa de dulces, dio un tropezón y los dulces quedaron regados por el piso. La pequeña, asustada, empezó a recogerlos. «¡Mira nada más qué batidero! —dijo la mamá. ¡Y de remate con las manos sucias y llenas de saliva porque siempre te andas comiendo las uñas!». Sofía se hizo a un lado. Sin embargo, insistió en ayudar. Su mamá le dijo que se fuera con su papá a llenar la piñata. En ésas estaba cuando se le cayó la fruta. Tere, en tono de burla le dijo: «ya ves, nunca haces nada bien». «Cállate, tú también eres una torpe» —intervino el papá. Sofía, llorando, fue a sentarse con su abuelita. A la mañana siguiente, la niña despertó con la pijama mojada.
¿Ustedes se desesperan así con los errores de sus hijos? ¿Cómo afecta este trato el sentimiento de seguridad de ellos?
Cuando los pequeños no sienten confianza ni seguridad generalmente son: tímidos miedosos llorones solitarios berrinchudos inquietos agresivos a veces se comen las uñas o no quieren aprender a ir al baño. Si observan algunas de estas actitudes en alguno de sus hijos o de sus hijas, y si estas son muy frecuentes e intensas, son un mensaje de alerta que no hay que descuidar. Para ayudarlos ustedes pueden: ver y escuchar sus necesidades, ser tolerantes con sus errores, revisar si las relaciones entre los adultos y de éstos con los menores son de ayuda, respeto y comprensión; o si son de descuido y violencia, identificar alguna situación de cambio en la familia, explicárselas y hacerles sentir tranquilidad y confianza cuando exista algún problema difícil de resolver, solicitar consejo a quien pueda ayudar.
Sentir que pertenecemos a una familia forma parte de nuestra identidad. Nos hace saber que tenemos las mismas raíces y algunos valores de papá, mamá, hermanos, hermanas, tíos, tías, abuelos y abuelas. Reconocer las virtudes y los defectos de los adultos de nuestra familia, muchas veces ayuda a entender sus formas de actuar y de pensar.
Además de sentir y saber que pertenecemos a una familia, tenemos valores, hábitos y costumbres que compartimos con parientes, vecinos y con muchas otras personas. Por ejemplo, nuestros modos de vestir, hablar, comer o relacionarnos con otros; nuestras formas de festejar los cumpleaños y las bodas; la feria del pueblo; nuestras ideas y sentimientos patrios o leyendas de personajes, también forman parte de nuestra vida en comunidad. Todo esto nos distingue de otros grupos sociales y de otras culturas, y da las bases para que nos identifiquemos y para que seamos reconocidos como parte de nuestra comunidad y de nuestro país. Recordemos que una persona está mejor preparada para la vida cuando siente confianza, seguridad y pertenencia a un grupo. Esto es resultado de: las experiencias de sus primeros años, sentirse aceptada y querida por su familia, su conocimiento de sí misma sus relaciones con los demás, vivir con respeto y amor, reconocer sus defectos y cualidades, luchar por ser mejor, y sentirse útil y valiosa en la familia, la escuela y la comunidad.
Aun cuando los defectos de los hijos pueden ser grandes; y sus fracasos, muy frecuentes, nuestra obligación como padres consiste en ayudarles a encontrar caminos de superación y no quitarles nunca la confianza en la posibilidad de ser mejores.
El placer de vivir Generalmente, las personas vivimos primero en la familia y después en otros grupos. Para ello recorremos un camino lleno de aprendizajes y cambios que durante toda la vida nos enseñan a reconocer, expresar y manejar nuestros deseos y nuestra fuerza para vivir. Lo que los niños viven y aprenden en los primeros años de vida los acompañará siempre, por eso es importante: * Lo que los niños viven y aprenden en los primeros años de vida los acompañará siempre, por eso es importante: * entender lo que piensan, * enseñarles a distinguir entre lo que quieren y desean hacer, y lo que les es posible realizar, * enseñarles a vivir con gusto y con placer, así como a entender que en el hogar y en otros lugares hay reglas que seguir, * tratarlos con cariño, respeto y comprensión, * que los niños y las niñas sepan que todas las personas merecen respeto, sin distinción de género, raza, religión o forma de pensar. Ayudar a sus hijas e hijos a reconocer, expresar y manejar sus sentimientos, pensamientos, deseos y actitudes les facilitará tener mayor confianza y un mejor desarrollo.
Ayudar a sus hijas e hijos a reconocer, expresar y manejar sus sentimientos, pensamientos, deseos y actitudes les facilitará tener mayor confianza y un mejor desarrollo. Aproximadamente en los primeros tres años los niños pequeños aprenden con ayuda de los adultos a caminar, a comer o a cantar. También empiezan por sí mismos a reconocer, expresar y controlar lo que sienten, piensan, desean y hacen. Pensemos un poco en lo siguiente: Sentir es recibir y expresar emociones frente a nuestras experiencias. Es reconocer y manifestar afectos ante personas, objetos, situaciones o lugares. Por ejemplo: emoción ante la llegada de un amigo o amiga, asombro hacia lugares desconocidos, curiosidad ante objetos nuevos, miedo a una situación peligrosa, o satisfacción por un logro.
Pensar es tener un lenguaje, desarrollar ideas y construir conocimientos para entender las relaciones entre las personas y lo que hacen, y entonces explicarnos lo que pasa. Por ejemplo: entender que la mamá no está todo el tiempo con su hija o hijo porque trabaja para traer dinero a casa y porque realiza otras actividades que le gustan, comprender que el papá llama la atención a su hija o hijo para evitar algún accidente, o comprender que si no nos lavamos las manos nos podemos enfermar.
Desear es querer con fuerza vivir una experiencia, tener un objeto que nos puede agradar, o resolver una necesidad. Se relaciona con gozar el juego, el trabajo, el conocimiento o la convivencia, y también con lo que podemos imaginar, como jugar con la fantasía de lo que queremos ser y de lo que esperamos conseguir. Reconocer los deseos, y valorar aquellos que se pueden lograr o no, es parte de lo que se aprende en la infancia. Por ejemplo:
estar con una persona querida, obtener una buena calificación, tener un juguete nuevo, o comer un platillo favorito.
Actuar es expresar lo que sentimos y hacer lo que pensamos para conseguir lo que deseamos. Es ponernos en movimiento hacia las metas que nos proponemos, hacia el objeto deseado, hacia la realización de nuestros propósitos. Algunas personas se dejan llevar por lo que sienten y desean, otras piensan detenidamente antes de actuar. En este sentido, los niños empiezan un aprendizaje que nunca acaba, y necesitan tener presente que: no siempre se puede hacer todo lo que se quiere, no todo lo que se desea se puede obtener, a veces hay que esperar para satisfacer nuestras necesidades y nuestros deseos, por lo general hay que trabajar y perseverar para conseguir lo que queremos, es conveniente pensar antes de actuar, y es importante ver y escuchar lo que sienten, piensan, desean y hacen los demás.
Mientras mamá trabaja Xóchitl, quien tiene cuatro años, siempre pasa la tarde en casa de su abuela mientras Alicia, su mamá, se va a trabajar. A veces Alicia la lleva con ella y aunque le da algunos juguetes para que se entretenga y la deje hacer sus labores, Xóchitl canta, habla fuerte y le pide que juegue con ella. Cuando una compañera de trabajo se acerca, Xóchitl jalonea la blusa de su mamá y quiere que le platique un cuento y no la deja trabajar. Todo esto ha provocado que en el trabajo le llamen la atención a Alicia y que ya no pueda llevar a su hija. Xóchitl no ha aprendido a estar con su mamá en el trabajo. Por otra parte, probablemente Alicia no ha platicado con Xóchitl sobre la importancia de que la deje trabajar.
¿Se han encontrado ustedes en una situación parecida? ¿Cómo han reaccionado? ¿Qué puede hacer Alicia para que Xóchitl aprenda a comportarse? Las niñas y los niños poco a poco se dan cuenta de sus emociones; sueñan, imaginan, reaccionan y actúan. A veces entienden la diferencia entre lo que quieren y lo que pueden hacer, otras no. Por ello, es necesario: entender que, sobre todo los más pequeños, apenas empiezan a aprender qué pueden hacer y qué no, y que esto les lleva tiempo, explicarles que para realizar nuestros deseos, a veces es necesario esperar, compartir o llegar a acuerdos con los demás, y hacerles ver que si una persona actúa sólo para obtener lo que desea, se vuelve egoísta y molesta a los demás.
Es importante que los niños aprendan a estar solos sin sentirse mal, a estar fuera del foco de atención de los adultos, ocupándose de sus propias cosas.
El niĂąo puede estar solo por abandono, y entonces se trata de una soledad indeseable; o estar solo en situaciones que no necesariamente son inconvenientes, sino que deben formar parte de un aprendizaje del ser humano que consiste en saber estar consigo mismo, y que serĂĄ importante a lo largo de toda su vida. Esto tendrĂĄ especial importancia en la adolescencia, y se prepara desde los primeros aĂąos.
3. M Á S
ALLÁ
DE
LA
FAMILIA
La entrada a la escuela Generalmente, las niñas y los niños viven con su mamá, su papá y otros familiares que los cuidan. Junto a ellos se sienten protegidos. A unos les resulta más difícil que a otros relacionarse con personas que no conocen. Sin embargo, a todos les es necesario salir de casa y convivir con gente de diferentes edades para desarrollarse mejor. En los primeros tres años de vida, casi todos los pequeños han aprendido a comer solos, a vestirse, bañarse, comunicarse, caminar y moverse en su casa. Para lograrlo cada uno necesitó que llegara el momento en que su cuerpo estuviera listo. Empezó a caminar cuando ya se sostenía. Al principio sus movimientos eran algo toscos o poco ágiles, y para que alcanzara más precisión ustedes y otras personas le ayudaron. Realizar sus actividades con cierta destreza, comunicar cada vez mejor sus necesidades, sentimientos y pensamientos prepara a los pequeños para tener seguridad y confianza en sí mismos. Al participar y jugar con otros niños, niñas y adultos en situaciones diferentes y fuera del hogar, y al relacionarse de acuerdo con las reglas que son aceptadas en sus grupos, logran avanzar en su desarrollo.
Platiquen con sus hijas o hijos algunas anécdotas relacionadas con sus primeros años de vida. A ellos les canta hablar de esto.
Con su llegada a la escuela, su curiosidad y su asombro se dirigen a nuevos objetos, por ejemplo, un salón de clases con juguetes, colores, papel para dibujar, mesas y sillas de acuerdo con su estatura y un patio para jugar y brincar. También encuentran nuevas actividades como el recreo, los homenajes y las fiestas que los conducen a relacionarse con otras personas. Para la niña o el niño, la separación de su casa para entrar a la escuela no siempre es fácil. Tanto ellos como sus padres necesitan un tiempo para empezar a gozar de esta nueva actividad, para adaptarse al nuevo ambiente y para sentirse seguros y parte de esa comunidad.
Gritos y pataletas Rosario no sabía qué hacer con su hijo Beto, de cuatro años. El primer día de clases en el jardín de niños no quiso entrar y sólo daba gritos y hacía pataletas. Ella miró sorprendida a otros niños y niñas que llegaban y se despedían muy contentos de sus padres. A punto de cerrar la puerta, la maestra fue por Beto y le dijo a Rosario que no se preocupara. Sin embargo, a Rosario le inquietó mucho ver a su hijo en los brazos de la maestra, alejándose de ella y sin quitarle de encima los ojos llorosos. El segundo día pasó lo mismo, pero cuando dejó a Beto con la maestra, Rosario se escondió para ver si su reacción era igual a la del día anterior. Pudo ver que el niño lloró todavía más fuerte cuando ya no pudo verla y entonces ella se sintió muy mal. Al día siguiente decidió ya no llevarlo al jardín de niños y esperar a que creciera más.
¿Qué creen ustedes que pasaba con Beto y con Rosario? ¿Qué les pareció la decisión de Rosario? ¿Recuerdan cómo fue el primer día de clases de alguno de sus hijos? ¿Cómo fue esa separación? ¿Qué le recomendarían a Rosario?
Por lo general, la entrada de los niños al preescolar es difícil, sobre todo cuando no han sido preparados por sus padres para empezar su vida escolar, son hijos únicos, o son la hija o el hijo mayor o menor, han estado enfermos, esperan la llegada de un nuevo hermano o han vivido alguna dificultad familiar reciente como la muerte, un accidente, una enfermedad o la separación de alguna persona.
Para que los pequeños pierdan el miedo a la separación y se interesen en la escuela y en sus nuevos compañeros es conveniente: asegurarles que después de un rato o de unas horas ustedes regresarán por ellos, y no engañarlos diciéndoles que la mamá o el papá se quedarán afuera esperándolos, decirles que su maestro o maestra los va a cuidar y que les va a enseñar nuevos conocimientos, platicar con ellos sobre las actividades y los juegos que aprenderán, entusiasmarlos para conocer a otros niños, solicitar a la escuela una visita con su hija o su hijo antes de iniciar las clases, contarles que sus vecinos, hermanos o primos aprenden y se divierten en la escuela, y comentar con su maestra o maestro sobre como juntos pueden ayudarlos en el cambio. La escuela es un sitio ideal para que las niñas y los niños aprendan a relacionarse más allá de la familia, a realizar nuevas actividades, a comportarse en grupo y a adaptarse a situaciones diversas.
Imagino, juego y me comunico Las niñas y los niños de tres a siete años usan la imaginación, el juego y el dibujo para entender, comunicar y resolver dificultades. Imaginar es pensar o recordar lo que nos gusta y mentalmente cambiar lo que nos disgusta. Es inventar y volar con el pensamiento más allá de lo que vemos, tocamos y escuchamos. Es jugar a que el mundo puede ser diferente.
El espejo Jimena vive a la orilla de la laguna del Guaje. Los días que no va con su papá o su mamá a la milpa pasa mucho tiempo sola. En las noches de luna se sienta a la puerta de su casa frente al espejo de agua donde se miran las estrellas. En la quietud, baila tomada de las manos de las luciérnagas y sueña con subir al cielo para mirarse igual que las estrellas en el espejo de la laguna. Imaginar no tiene límites, sobre todo en la niñez. Por eso en los cuentos y canciones infantiles encontramos juegos de fantasía que hablan de personajes y eventos de la vida. En ocasiones los chicos llegan a pensar que esas personas son reales, que en cualquier momento aparecerá un duende para hacer travesuras o que la bruja saldrá del libro o de la televisión. Si esto llega a inquietar y atemorizar a sus hijas o hijos, conviene ayudarles a distinguir lo que sí sucede en la realidad, de las fantasías de los libros o de la televisión.
Diviértanse con sus hijos, jueguen a imaginar: si tuvieramos ojos en los dedos de los pies .... un mundo al revés si los perros tuvieran
alas...
si las niñas y los niños fueran la mamá y el papá; y la mamá y el papá , unos bebes...
Para las niñas y los niños jugar significa más que entretenerse o pasar el rato. Por medio del juego descubren sus gustos y habilidades; entienden sus actividades emociones y las de los demás; empiezan a comprender que en la vida hay reglas; enfrentan sus temores y conocen las ideas de otros niños; aprenden a compartir, a perder, a ganar y a seguir reglas.
En sus juegos, los pequeños tocan objetos; conviven con otras personas; descubren usos de los juguetes y los desarman; hablan y cantan solos; inventan amigos o mascotas; se arrastran, gatean, brincan y trepan; disfrutan sentir el agua, la tierra o la arena.
¿Se han fijado a qué juegan sus hijas y sus hijos? Seguramente, ustedes habrán visto que para ellos algunos objetos tienen vida. Convierten cualquier trozo de tela o de madera en un juguete divertido y juegan con otros niños. Aún se les dificulta expresar sus ideas, escuchar las de los demás y aceptar otros puntos de vista; a veces, cuando pierden en actividades de competencia se enojan o lloran. La imitación también es uno de los juegos naturales que les facilita aprender actitudes y comportamientos. Las niñas y los niños imitan a la madrina, al cocinero, a la doctora, al papá, a la mamá o a los maestros. Por ejemplo, jugar al dentista les ayuda a recordar su experiencia y a enfrentar de otra manera el miedo o el dolor que sintieron. En sus juegos imitan a los adultos en tareas como sacudir, barrer, reparar un coche, cuidar a un bebé, despachar en una tienda; ésta es una buena oportunidad para iniciar su sentido de cooperación.
Compartir juegos con nuestros hijos e hijas en los que ellos tomen la iniciativa nos ayuda a conocer mejor lo que les pasa y es otra forma de comunicarnos. Por ejemplo, cuando están enojados o tristes, o cuando desobedecen, podemos recurrir al juego como una medida para lograr un cambio en su estado de ánimo y en su actitud.
Entre los tres y seis años, los pequeños aún están aprendiendo a comunicarse. Las palabras todavía necesitan apoyarse en movimientos y gestos del cuerpo. A esta edad, el dibujo es un recurso que las niñas y los niños usan para comunicar lo que ven, sienten y saben de su mundo; además, es el inicio del aprendizaje de la escritura y la lectura.
Con manchitas azules En el jardín de niños, los pequeños escuchaban el cuento de la «Mariposa blanca» y al terminar la maestra les pidió que hicieran un dibujo. Pedro hizo una mariposa blanca con manchitas azules que volaba entre nubes de colores. Cuando Jaime vio el dibujo de Pedro le dijo que la maestra siempre dibujaba las nubes blancas y que el cuento no era de una mariposa con manchas azules. Pedro se asomó al dibujo de Jaime y le dijo: «¡Tu dibujo es aburrido! Si te fijas bien, por las tardes las nubes se ven rosas, moradas, azules y de muchos colores más; además, mi mariposa iba a una fiesta de primavera».
En sus dibujos las niñas y los niños expresan sus sentimientos, pensamientos y fantasías. Por eso, todos sus dibujos son valiosos. Ayúdenlos a que dibujen con libertad todo lo que quieran y encontrarán una forma más de conocerlos y comunicarse mejor con ellos. Es importante que con el paso de los años ustedes continúen fortaleciendo esta actividad o cualquier otra manifestación artística: bailar, cantar, escribir cuentos, participar en obras de teatro.
¿Y el cuerpo? Las niñas y los niños en edad preescolar siguen preparando su equipaje para la vida. En éste no pueden faltar respuestas a su curiosidad, por ejemplo: cómo es su cuerpo, cómo nacieron, qué hace diferentes a los hombres de las mujeres. A esta edad preguntan:
¿Cómo nací? ¿Por qué los niños orinan parados y las niñas sentadas? ¿Cómo entran los bebes a la panza de las mamás? ¿Cómo se hacen los bebés? ¿Por qué las mamás tienen senos? ¿Por qué el papá y la mamá tienen vellos? ¿Cómo han reaccionado ustedes frente a esta curiosidad de sus hijas e hijos?
¿se ríen? ¿se ruborizan? ¿se confunden o se turban? ¿se enojan? ¿se preocupan? ¿actúan con naturalidad? ¿responden con veracidad a sus preguntas?
En los primeros tres años de vida los niños y las niñas empiezan a sentir las diferentes partes de su cuerpo. Entre los tres y seis años pueden nombrar y comunicar lo que sienten, participan en su cuidado, son más hábiles en sus movimientos y tienen conciencia de su propio cuerpo. Es un tiempo dedicado a conocerse a sí mismos y a descubrir sensaciones agradables como las caricias y los abrazos. También reconocerán sensaciones desagradables que pueden causar dolor, miedo, sentimientos de coraje, desprotección o rechazo. Es importante enseñarles que todos los cuerpos son diferentes y que todos son valiosos y hermosos, que el cuerpo de cada quien guarda sus pensamientos, sus sentimientos, sus deseos y sus posibilidades de ser y de actuar. Tratemos la sexualidad con la misma naturalidad que mostramos al hablar de otros temas.
¿Qué es lo más importante que las niñas y los niños deben aprender sobre su cuerpo? ¿Qué podemos hacer para ayudarles en este aprendizaje?
Al tratar con ellos temas relacionados con el cuerpo es importante: contestar sin temor, con naturalidad y sin vergüenza, si no sabemos, investigar la respuesta junto con ellos, observar y platicar sobre las semejanzas y las diferencias de los cuerpos de las niñas y de los niños, de las mujeres y de los hombres, entender y permitir que toquen sus cuerpos, llamar las partes del cuerpo por su nombre más común y enseñarles el nombre científico, enseñarles higiene, cuidado y respeto hacia su cuerpo y el de los demás, y tener presente que lo que la niña o el niño pregunta es parte de un descubrimiento necesario. Todo esto no es fácil porque nuestra propia educación, nuestros prejuicios, la manera como aprendimos a conocer la sexualidad y el cuerpo fue muy distinto de como aquí se sugiere. Por eso son importantes los cambios en nuestras actitudes hacia los hijos, pues de ello dependerá en mucho su desarrollo sano físico y mental a lo largo de su vida. La naturalidad que se recomienda no es contraria a la delicadeza y el respeto que se requieren. Debemos tener en cuenta que estos temas forman parte muy preciada de la intimidad de las personas.
La cama de la abuela «Recuerdo que entre risas y gritos los primos, las primas y a veces uno que otro invitado brincábamos en la cama de la abuela. Disfrutábamos de la sensación del aire en nuestros cabellos y luego la caída en el colchón con otros. De tanto brinco nos acalorábamos y no faltaba quien se quitara el vestido o la camisa para quedar sólo en calzones y camiseta.
También recuerdo aquella tarde en que después de un rato de brincos apareció la tía Elsa. Al vernos se le puso la cara como un jitomate y salió a cuchichear con la abuela. Desde entonces, se nos prohibió volver a la cama de la abuela».
¿Qué habrán dicho la abuela y la tía Elsa para que los niños no volvieran a jugar en la cama? La voz de las niñas y de los niños nos muestra que observan, se preguntan y quieren encontrar respuestas. Sus palabras nos dicen que ha llegado el momento en que están tomando conciencia de sus cuerpos. Nos indican que descubren las semejanzas y las diferencias entre las niñas y los niños, entre las mujeres y los hombres. Es el tiempo en que reconocen las funciones y tareas que realizan la mamá y el papá, las hijas y los hijos. La observación y las dudas de los niños son naturales, sus preguntas son directas y muy concretas. Por lo general, entre los tres y seis años sólo quieren saber por qué los cuerpos de las mujeres y de los hombres son diferentes. Entre los seis y nueve su interés se dirige al crecimiento y la fuerza que su cuerpo va logrando, y entre los nueve y doce años enfrentan los primeros cambios de su cuerpo infantil hacia un cuerpo de mujer o de hombre.
El cuerpo nos muestra que:
existimos, somos únicos, somos hombres o mujeres, somos niños, jóvenes, adultos o viejos; el cuerpo es nuestro medio para:
ver, descubrir y asombrarnos del mundo que nos rodea, relacionarnos y comunicarnos con otras personas, tocar y sentir las texturas, percibir el frío o el calor, sufrir el dolor, disfrutar el placer; con nuestro cuerpo podemos:
crear y transformar obras hechas por la naturaleza y por mujeres y hombres, hacer y dejar de hacer, amar. Nuestro cuerpo sirve para todo esto y mucho más, tiene un gran valor. No tenemos por qué sentir vergüenza sino aceptación y respeto. Así podemos comunicarlo a nuestros hijos.
4. T Ú,
Y O,
NOSOTROS
Disciplina para ser libres La disciplina es una práctica necesaria para alcanzar objetivos en la vida. Se caracteriza por definir metas, establecer y seguir reglas para vivir en orden, organizar el tiempo para satisfacer necesidades, cumplir con responsabilidades, ejercer derechos, y divertirse. La disciplina es indispensable en la vida de la casa, la escuela, el trabajo y en la comunidad. Vivir con disciplina es vivir en un ambiente organizado que nos facilita descubrir, aprender y desarrollar nuestras destrezas y aptitudes, relacionarnos con los otros, organizar actividades y nuestro tiempo, así como respetar el de los demás. La responsabilidad, la verdad, la justicia y la libertad son valores que las niñas y los niños adquieren en el medio en que crecen. Cuando viven en un ambiente donde existe coherencia entre las normas y lo que se practica en la vida diaria, para ellos es más fácil distinguir estos conceptos e ideas. Si vivimos en una comunidad en la que acordamos normas y defendemos el respeto a los intereses propios y de los demás, podemos vivir con fraternidad y armonía. Si en nuestra familia seguimos reglas establecidas por todos, somos colaboradores y respetamos a los demás, podemos crear un ambiente donde todos cuentan y pueden desarrollarse.
Un primer paso para enseñar a nuestros hijos el sentido del orden y de la disciplina es que desde pequeños vean en nosotros el cumplimiento de las reglas acordadas, la congruencia entre lo que decimos y hacemos. También es importante que sientan nuestro apoyo permanente para que cumplan con sus obligaciones. Todo esto mediante el diálogo y el convencimiento, de tal manera que les demostremos respeto, comprensión y cariño. Estas ideas se llevan a la práctica de muchas formas. Algunas de ellas, muy concretas, son: acordar y cumplir horarios para hacer la tarea, jugar y colaborar en los quehaceres de la casa, enseñarlos a hacerse cargo del orden de sus cosas, e invitarlos a hacerse responsables de un deber en la casa para que cooperen con la familia. Todo esto será más fácil si ven que nosotros hacemos lo mismo.
Una desilusión Llegó el día del paseo tan esperado por el grupo de 4º grado. Pasarían el día en la laguna. Gabi se levantó más temprano que de costumbre con la emoción de visitar ese lugar con sus amigos de la escuela. En ese momento recordó que la maestra les pidió que llevaran una pequeña mochila con una muda de ropa para cambiarse después de nadar.
Buscó su ropa, pero era tal el desorden que no encontró lo que quería. Un poco molesta empezó a sacar todo lo que había hasta que halló unos calzones y una camiseta. Cuando vio el reloj, sólo quedaban unos minutos para la hora de la salida del camión y pensó que tendría que caminar rapidísimo. Sin desayunar, se despidió y salió a gran velocidad. Al llegar a la escuela, el grupo ya había partido. Gabi deseaba ir al paseo. Ya tiene edad para asumir responsabilidades como mantener su ropa en orden, prepararla desde la tarde anterior o salir de la casa con el tiempo suficiente.
¿Los padres de Gabi habrán tenido alguna responsabilidad en lo que le ocurrió? ¿Ellos le formaron hábitos de disciplina que la prepararan para situaciones como ésta?
El aprendizaje del orden se inicia en los primeros años con tareas sencillas; por ejemplo, cuando las pequeñas y los pequeños empiezan a caminar se les puede enseñar a acomodar los juguetes que ocuparon o a llevar su plato al lugar donde se lava. De esta manera van aprendiendo a colaborar con el orden de sus cosas y con el de la casa. La disciplina en la familia implica un compromiso de todos y cada uno de sus miembros de respetar las reglas y repartir las responsabilidades a fin de alcanzar la armonía y la fortaleza del núcleo familiar. La disciplina ayuda a: establecer las obligaciones de cada quien, reconocer los límites de cada quien en razón de los espacios de los demás, considerar que cuando alguien no cumple con su responsabilidad tiene que enfrentar las consecuencias, y basarse en la autoridad de los padres, quienes han de distinguir qué reglas son modificables y cuáles no, de acuerdo con el interés que debe protegerse. Es importante evitar: aplicar las reglas con excesiva rigidez, o según el humor o la conveniencia de quien las aplica, contradicciones frecuentes al tratar de manera opuesta situaciones iguales o parecidas. No es correcto que un mismo comportamiento a veces se apruebe y a veces no. Esto confunde a los niños.
Las relaciones familiares pueden ser más cordiales, equitativas y orientadoras si hay reglas claras que faciliten que las niñas y los niños puedan comunicar sus sentimientos y pensamientos y aprendan a ser responsables, flexibles y tolerantes con los demás. De ser así, es muy posible que cuando crezcan sean ordenados, cooperadores y flexibles. Puede haber circunstancias familiares nuevas, inesperadas, difíciles o dolorosas en las que por un tiempo breve se alteren las reglas habituales en casa, tales como situaciones de muerte, enfermedad o accidente de una persona cercana; el desempleo; la separación de la pareja; el cambio de vivienda y la llegada de un nuevo hermano o de otro familiar. Es común que en estas experiencias las niñas y los niños tengan temores, pesadillas, bajo rendimiento escolar, peleas y llantos frecuentes, aislamiento y otras conductas como orinarse en la cama o morderse las uñas. Por ello, es conveniente construir una disciplina flexible que pueda responder a las diferentes circunstancias, a las necesidades y a los intereses de la familia. Esto puede contribuir a que los pequeños crezcan con sentido de responsabilidad, seguridad y confianza en sí mismos.
Una disciplina adecuada facilita que los hijos adquieran responsabilidades de manera progresiva, y puedan desarrollar la capacidad de hacerse cargo de sí mismos.
Reglas y circunstancias En la vida diaria, nuestras hijas y nuestros hijos aprenden que hay actitudes y conductas que resultan agradables para los demás y que causan aceptación; también se dan cuenta de que hay comportamientos desagradables que provocan el rechazo de las personas que los rodean. Por ello, para participar en las actividades de la familia y de la escuela, los niños y las niñas necesitan conocer, entender y aceptar la forma en que las personas se relacionan y se comunican, y cuándo es necesario cambiar las reglas que rigen esas relaciones.
Las reglas orientan la convivencia, las responsabilidades, los hábitos, las funciones y los derechos de quienes las practican. Podemos decir que las reglas son: formas de actuar aceptadas en uno o varios grupos de personas, indicaciones acerca de lo que se permite hacer en esos grupos, límites para convivir con respeto a uno mismo y hacia los demás, derechos y obligaciones para compartir la vida con otras personas al realizar las actividades necesarias para el grupo.
Conforme las niñas y los niños crecen, su manera de entender las reglas cambia. Hasta los seis o siete años la mayoría acepta las normas solamente porque los adultos lo dicen, y supone que si alguien no las cumple, merece un castigo. A los nueve o diez años aceptan las reglas porque empiezan a convencerse de que son necesarias para el respeto, la convivencia y la organización; comprenden que si alguien no las cumple, más que un castigo, debe enfrentar las consecuencias de la falta. A los once o doce años ya comprenden el sentido de las reglas, y las circunstancias en que las excepciones son justificadas, así como la conveniencia de apegarse, en general, a las convenidas.
¿Y las tortillas? Leticia pidió a su hijo Pedro, de nueve años, que fuera por las tortillas para la hora de la comida. En el camino, el niño se puso a jugar con sus amigos. Cuando llegó a la tortillería ya habían cerrado. Al regresar a casa sin el encargo, Leticia se enojó.
¿Cuál es la mejor manera para que Pedro entienda las consecuencias de su distracción? ¿Regañarlo?, ¿mandarlo a un rincón de la casa?, ¿explicarle la importancia de su colaboración en las tareas domésticas y pedirle que vaya a otra tortillería? El regaño puede señalar la falta de Pedro, pero no soluciona el que no haya tortillas para comer. Mandar a Pedro al rincón es un castigo que no lo enfrenta a las consecuencias de su distracción ni resuelve la falta de tortillas. Hablar con Pedro para que comprenda la importancia de que cada quien debe hacer lo que le toca, hacerle ver que su incumplimiento afecta a todos, y pedirle que vaya a otra tortillería para remediar el problema, hará que se dé cuenta de que el encargo de su mamá es necesario y de que ahora tendrá que caminar más.
Es común que los padres castiguen a sus hijas e hijos por haber cometido faltas, sin conseguir con esto mejores resultados. Por ello, ante lo que los adultos consideramos una falta es preferible platicar con ellos acerca de las causas de que actuaran así, de las consecuencias que tiene la falta para ellos y para los demás, de cómo se sienten al haber afectado a los otros, de la necesidad de remediar el daño y de las opciones que los hijos proponen para solucionar el problema. Platicar con los adultos después de haber cometido una falta ayuda a las niñas y a los niños a entender el alcance y el significado de sus actos. Reconocer sus errores y aciertos junto con ellos es de gran ayuda para su formación y para su aprendizaje.
En este camino en que las niñas y los niños conocen, entienden y aceptan las reglas es importante: explicarles que las normas existen no sólo porque el adulto lo dice, sino porque facilitan la convivencia y el respeto a sí mismos y a los demás, ayudarlos a reflexionar sobre el porqué y el para qué de una regla, comentar con ellos si es necesario cambiarlas y cuáles serían sus sugerencias, platicarles sobre las consecuencias de no seguirlas, y aplicar las reglas con cariño y energía.
Hay diferentes motivos por los que el aprendizaje de las reglas puede ser más difícil para algunas niñas y algunos niños, por ejemplo: En la infancia lo más importante y placentero es el juego, de ahí que en ocasiones olviden o descuiden nuestras peticiones, sobre todo si los adultos no sabemos elegir el momento o el modo para solicitarles algo. Los adultos no somos claros en lo que les pedimos, les demandamos varias actividades al mismo tiempo o exigimos más de lo que ellos pueden hacer. Hemos hecho excepciones en la aplicación de las reglas cuando han estado enfermos, por lo que éstas han pasado a un segundo plano, y a veces es difícil que las retomen cuando ya están sanos. Si tienen un carácter firme alegan por todo y antes de colaborar reclaman y defienden sus intereses. Sin embargo, esto no debe exasperarnos ni debemos considerarlo algo negativo. Unas veces respetamos las normas, y otras no. Esto descontrola a los niños.
Cada uno de nuestros hijos es único, sin embargo, podemos considerar las siguientes recomendaciones generales: respetar su tiempo de juego, explicarles la conveniencia de responsabilidades oportunamente,
cumplir
con
sus
asignarles tareas domésticas que puedan realizar en un tiempo y a una hora en que no interfiera con sus deberes escolares ni con su juego o descanso, pedirles sólo una actividad a la vez y darles las indicaciones con claridad. Es conveniente preguntar a los más pequeños sobre lo que se les pidió para ver si entendieron, cuidar que colaboren en actividades adecuadas a su edad, divertidas y de su interés, idear con ellos cómo realizar lo que les pedimos, reconocer lo que hacen bien y lo que corrigen, y si estuvieron enfermos, alentarlos a que poco a poco retomen sus responsabilidades. Recordemos que... Para ellas y ellos entender el sentido de las normas es posible a partir del ejemplo de los adultos con quienes conviven, y de su propia experiencia con otros niños y niñas. Todos los miembros de la familia deben valorar el trabajo y las responsabilidades de cada uno.
5. CRECER ES JUGAR, GOZAR, DESCUBRIR
Las reglas del juego A los seis años, después del jardín de niños, entran a la primaria. El trabajo en grupo aumenta y participan en más actividades sociales y deportivas. Que compartan esas actividades con niñas y niños de su misma edad es importante en la formación de su personalidad. Si se les orienta bien, al jugar o trabajar en grupo durante sus años de primaria pueden aprender a: escuchar otros puntos de vista, plantear, definir y defender sus ideas, conocer diferentes maneras de resolver problemas, distribuir el trabajo, colaborar en tareas y juegos del hogar y de la escuela, así como descubrir sus habilidades y gustos.
En la convivencia comprenderán y aceptarán cada vez más que los otros también cuentan, y que para alcanzar una meta puede ser mejor trabajar en grupo. Pueden aprender a ser leales, respetuosos, colaboradores y amistosos. Este aprendizaje se facilita cuando desde chicos las niñas y los niños reciben de sus padres y maestros estos valores y formas de relacionarse.
El número uno Julia mamá de Silvano, quien tiene diez años, comenta orgullosa que su hijo tiene el primer lugar en su salón, que cumple con todas sus tareas, que su arreglo personal y el de sus cuadernos es impecable, y que es un niño ejemplar. También platica que se pasa las tardes revisando las tareas de su hijo para que no cometa errores y para que su maestra lo ponga de ejemplo frente a los demás. Mario, su papá, siempre le insiste a Silvano en que debe ser el mejor, el «número uno» y en eso Julia está de acuerdo. Al escucharla, Ana recordó el día en que su hija Paloma regresó llorando de la escuela porque la maestra la sacó del salón de clases. Ese día, Silvano le arrebató la tarea, pues había olvidado la suya. Paloma trató de defenderse y los dos niños acabaron jalándose el pelo. La maestra castigó a la hija de Ana porque no creyó que Silvano, su mejor alumno, le hubiera quitado el trabajo a Paloma. Ana también recordó una fiesta en la escuela en la que Silvano estaba solo y nadie quería jugar con él. Pensó que era muy triste que Silvano creyera que, para tener el primer lugar, en ocasiones tuviera que mentir, y que no se diera cuenta de lo que sienten o necesitan los demás.
¿Cómo influye el comportamiento de Silvano en sus relaciones? Al igual que Paloma, en muchas ocasiones nos relacionamos con personas para quienes la competencia significa anular al otro y no la oportunidad de crecer juntos. Para ellas el sentido principal de la competencia es luchar por ganar el primer lugar a cualquier precio. Las niñas y los niños pueden entablar este tipo de competencia, en su casa o en la escuela. Lo importante es explicarles que existen otras formas de competir sin descalificar a los otros. A veces sin darnos cuenta favorecemos que haya desigualdades y exclusiones entre nuestras hijas y nuestros hijos, afectando así la convivencia familiar. En estos casos, ellos pueden sentir rechazo o inseguridad por lo que es importante no hacer comparaciones entre
ellos, procurar dar a todos las mismas oportunidades, escucharlos por igual, reconocer y aceptar que podemos estar molestos con alguno, tenerle paciencia y expresarle cariño. Los pequeños luchan por saberse y sentirse parte de su familia, del grupo de la escuela, del equipo deportivo, de la pandilla. Buscan hacer valer sus necesidades, intereses y deseos. Es difícil que renuncien a ellos sin una buena razón que los convenza. La forma en que compiten las niñas y los niños se hace evidente en su intento por dominar las actividades colectivas. Es común que entablen discusiones sobre las condiciones y las reglas del juego, y que intenten imponer su punto de vista. En caso de perder, sienten que sacrifican sus deseos, alegan injusticia, pegan, gritan o lloran ante la burla o el desprecio de los demás.
Entendemos por competencia sana y conveniente la lucha con uno mismo en la búsqueda de algo deseado, la superación personal, estimulada por la comparación con otros, pero sin el propósito de perjudicarlos. Es durante la infancia cuando el padre, la madre y los maestros podemos formar en los niños y en las niñas la idea de competir con ellos mismos, y de conocer, aceptar y valorar lo mejor de los demás. Ganar nos da satisfacción, y perder nos ayuda a descubrir lo que debemos mejorar para seguir adelante. El sentido sano de la competencia no se opone al espíritu comunitario. Al contrario: ganar es resultado de un esfuerzo propio al que contribuyen todos aquellos que nos han apoyado. Inculcar este sentido positivo de la competencia es posible si impulsamos a nuestros hijos e hijas a: saber que la competencia debe ser, sobre todo, con ellos mismos por mejorar su quehacer y ser mejores personas, reconocer que los demás pueden sentir y pensar igual o diferente que ellos, platicar con sus amigos acerca de lo que sienten y piensan sobre los juegos, establecer las reglas del juego de común acuerdo, encontrar formas para disfrutar de la compañía y del juego con otros, probar su propia capacidad para luchar por sus ideas y escuchar otros puntos de vista, y ayudar a las personas que lo necesitan y cooperar con los demás.
Los demás son mi espejo En la etapa de la primaria se fortalece de manera importante la idea que las niñas y los niños tienen de sí mismos. Esto lo logran a partir de la relación con los demás. Es como si las personas con las que viven fueran espejos en los que se miran.
Sucedió en Tercero «A» —¡Uf, qué bueno que ahora no vino Rocío, jugamos a todo dar! —exclamó Violeta, entusiasmada. —Sí, el otro día, mientras la maestra nos leía la historia del «Tesoro escondido», Rocío estuvo muele y muele y no me dejó terminar de
oírla —dijo Daniel.
—Yo de plano le dije a mi mamá que no quería venir a la escuela porque Rocío me pega —confesó Luis. —Lo que pasa es que Rocío no quiere tener amigas ni amigos, es una pesada afirmó Laura. La maestra era muy paciente y trataba de calmar a Rocío para que participara con los demás. Poco a poco el grupo trataba de tolerarla, pero ante su actitud, la rechazaba. Dadas las constantes quejas de sus hijos, algunas madres evitaban ir a actividades fuera de la escuela a las que iría Rocío o le pedían explicaciones a la maestra del grupo sobre su comportamiento; otras más, se callaban y compadecían a la niña.
¿Qué harían ustedes si tuvieran una hija como Rocío? Rocío es una compañera que agrede y por lo tanto ella también recibe agresiones. Puede ser que Rocío sea una niña mimada y que por lo tanto en la escuela quiera hacer su voluntad; o tal vez se trate de una niña rechazada que vive en una familia en la que hay violencia y falta de respeto. Si fuera así, su furia sólo es una muestra de miedo, desconfianza o defensa. Vivimos en diferentes ambientes y, aunque tenemos una manera de ser, nuestra forma de actuar puede variar en cada uno de los grupos en los que participamos. Por ejemplo, en algunos nos comportamos serios y reservados, como en casa, pero en otros, como con los amigos, somos platicadores y alegres. Nuestras actitudes y algunos rasgos de nuestra personalidad se fortalecen o debilitan a partir de las reacciones de los otros. Cuando nos sentimos en confianza, con seguridad y como parte de un grupo actuamos con simpatía y en general las otras personas nos tratan igual. Si somos groseros o déspotas, lo más probable es que los demás nos respondan del mismo modo y se separen de nosotros.
Ayudemos a nuestros hijos a comprender que la manera como traten a los demás será en gran medida la causa del trato que ellos reciban. ¿Cuáles son las actitudes que observan en sus hijas e hijos en su trato con los demás?
Yo le creo a... Para las niñas y los niños, los adultos que escogen como ejemplo tienen una importancia especial, ya que los ven y reconocen como autoridades.
«Mi maestro es el más inteligente y bueno de todos» «Mi tía María nunca dice mentiras « «Mi mamá es la mejor del mundo» «Mi papá es el que más sabe» Se conoce como autoridad la capacidad de algunas personas o instituciones para conducir, organizar, apoyar y orientar las relaciones entre las personas y entre los grupos. En muchas familias la ejercen los adultos ante los menores; en otras, los abuelos son respetados como la autoridad. En cualquier caso, lo deseable es que una autoridad sepa escuchar, atienda las necesidades de los demás, establezca las reglas y los límites de manera justa y de común acuerdo, actúe de la misma manera en que solicita a otros que se comporten, y apoye las decisiones que fortalecen la independencia y la responsabilidad de todos los miembros de la familia. Sabemos que no siempre es así. Tanto en las familias como en otros grupos hay personas que imponen su autoridad para controlar, someter a los demás y exigir que los otros estén a su servicio. Es tarea de todos trabajar por entablar relaciones cordiales y equitativas. Inicialmente, la mamá y el papá tienen la responsabilidad de ejercer su autoridad y enseñar a sus hijos con su ejemplo que la autoridad no debe ser abusiva, violenta ni opresiva.
Las niñas y los niños de primaria aceptan con facilidad la autoridad que los hace sentir más seguros, cuando quien la ejerce no es impositivo ni arbitrario y es querido y admirado. Cuando esto sucede, la mamá, el papá, los abuelos, los hermanos y las hermanas mayores, los maestros o cualquier otra figura de autoridad pueden ser un motivo de orgullo y ser vistos como modelos o héroes. Los niños buscan en ellos ideas, hábitos y rasgos que imitan y hacen suyos como parte de su personalidad.
Entre los seis y doce años, las niñas y los niños son especialmente exigentes. Observan que los límites, las indicaciones y las reglas sean igualmente respetadas tanto por los mayores y la autoridad como por ellos mismos. De igual modo, en su grupo de compañeros prueban su propia capacidad para desempeñarse como autoridad y en ocasiones aceptan que otro integrante lo haga. Los juegos y los deportes son actividades en las que practican ser líderes o autoridades.
¿Podrían mencionar qué personas son autoridades para sus hijas e hijos?, ¿cuáles son las actitudes que sus hijas e hijos admiran e imitan de ellas?
Al relacionarse con la autoridad en la familia, los niños aprenden a tratar de la misma manera, ya sea con respeto o con rechazo, a las personas que ejercen la autoridad en otros lugares, por ejemplo, al maestro o a la maestra.
De grande quiero ser Las niñas y los niños aprenden reglas sociales, buscan héroes a quienes imitar, prueban sus propias leyes, aprenden a convivir y a compartir. Para ellos, crecer es jugar, gozar, descubrir. Incluso en situaciones difíciles, el juego, la imaginación, la capacidad de crear y de soñar en el futuro son espontáneos y les sirven para descubrir sus habilidades y su talento al realizar ciertas actividades. Este descubrimiento es la base que estará presente cuando sean mayores y elijan su trabajo o profesión.
A los niños de primaria los escuchamos decir: «De grande quiero ser bombero» «Yo voy a ser pastor de 1000 borregos» « Y yo, doctora» «Yo, campeón de fútbol» Mediante el juego y la imaginación van aprendiendo que el trabajo es para brindar servicios a la comunidad y ganarse la vida. En la convivencia con otros, en la participación en actividades comunitarias, en el deporte, en el juego cotidiano, en tareas escolares, al dibujar, al escribir, al tocar algún instrumento musical o al realizar sus tareas domésticas, las niñas y los niños reconocen sus intereses y gustos y las facilidades o dificultades que tienen para cada actividad. Así prueban su capacidad, su dominio, su fuerza, su empeño de lucha y la firmeza de sus deseos. En la escuela primaria la actividad intelectual de los niños y de las niñas es muy activa. Desarrollan habilidades de pensamiento mientras aprenden las matemáticas, las ciencias naturales, el español, la historia y todas las demás asignaturas. También se apoyan en acciones como tocar los objetos, verlos y a veces desarmarlos, pues es una forma en la que pueden conocerlos mejor. Entre los seis y doce años también hay una gran necesidad de actividad física. Las niñas y los niños continúan en el conocimiento de la forma y las posibilidades de su cuerpo, necesitan sentirse fuertes, que dominan y controlan lo que hacen. Eso los lleva a comparar sus propios logros y a mejorarlos. El deporte, el baile, el caminar, el correr, el trepar realizados en compañía de otros niños y niñas también los ayuda a: proponer, aceptar y cumplir reglas de cooperación, trabajar en equipo, asumir responsabilidades, descubrir el amor por aprender a jugar y a trabajar.
La experiencia que las niñas y los niños tienen en estos años y el descubrimiento de lo que más les gusta hacer y lo que se les facilita les muestran su capacidad inicial para bastarse a sí mismos, alcanzar lo que se proponen, resolver necesidades y lograr objetivos que les ayuden a caminar hacia su independencia. En la medida en que crecen, tienen una idea más clara de quiénes son y de qué son capaces de hacer.
Ustedes tienen la importante tarea de ayudar y motivar a sus hijas y a sus hijos para que participen en actividades físicas como el deporte o el baile, y en actividades artísticas o artesanales en las que puedan desarrollar habilidades con sus manos, para que tengan la oportunidad de hacer y crear con su imaginación. El hecho de que las niñas y los niños sean creativos es otra posibilidad más que tienen para desarrollar su confianza y seguridad en ellos mismos, para conocer lo que pueden disfrutar y hacer en la vida, y para avanzar hacia su libertad y autonomía.
6. U N
CAMINO
POR
RECORRER
Iguales oportunidades para
niños y niñas
La sociedad tradicionalmente ha establecido que mujeres y hombres tengan diferentes funciones, tareas, responsabilidades, gustos e intereses. A las mujeres se ha asignado estar en casa al cuidado de la familia, hacer las labores domésticas, ser tiernas, dependientes, quietas y afectuosas. A los hombres ha correspondido trabajar fuera del hogar, aportar el dinero para las necesidades materiales de la familia, ser inteligentes, agresivos, conquistadores e independientes. Estos comportamientos han sido transmitidos de las abuelas y abuelos a sus hijas e hijos y de éstos a las nietas y nietos. Se aprenden imitando actitudes, formas de vestir, el trato diferenciado a las niñas y a los niños, actividades que unas y otros realizan en la casa, en la escuela y en la comunidad. Aunque hay diferencias biológicas, hoy sabemos que la mayoría de las formas de actuar de hombres y mujeres son aprendidas y por lo tanto pueden cambiar. Esto ha llevado a pensar que la desigualdad en las posibilidades que tienen las mujeres y los hombres para desarrollar capacidades, destrezas y habilidades puede ser superada. Tener trabajo, educación, y salud por lo general se ha dificultado más para las mujeres que para los hombres, pero la sociedad y cada persona, en particular los padres y las madres de las nuevas generaciones, pueden hacer mucho para que esto siga cambiando.
Afortunadamente, las sociedades avanzan y cada vez es más claro que los comportamientos pueden no ser exclusivos de un género o de otro. Hay hombres que participan en actividades del hogar y en el cuidado de los niños; hay mujeres que trabajan en oficios y profesiones que por muchos años sólo realizaban los hombres, aportan dinero para cubrir las necesidades familiares y, en muchos casos, son el único sostén del hogar. Sin embargo, a muchas personas todavía les cuesta trabajo entender, aceptar y cambiar los modelos tradicionales y, por lo tanto, educar a mujeres y hombres para que expresen por igual su ternura, logren su autonomía, acepten y confirmen la necesaria participación de hombres y mujeres en actividades laborales remuneradas, al igual que colaborar en la crianza de los hijos. Seremos más equitativos si en la vida diaria de la familia y de la comunidad podemos brindar oportunidades equivalentes de desarrollo a niñas y niños, y si logramos que el trato que reciben en su educación y en su participación en actividades hogareñas de limpieza o mantenimiento sea similar.
¿ Qué hacen ustedes para que las actividades, las responsabilidades y los gustos se compartan equitativamente entre hombres y mujeres?
Si estamos de acuerdo en que las oportunidades para hombres y mujeres deben ser iguales, en que unos y otras podemos desarrollar las mismas capacidades, destrezas y habilidades, entonces ¿por qué no ser flexibles y empezar por compartir juegos, tareas y responsabilidades en nuestro propio hogar? Si impedimos a los niños jugar con niñas a la mamá y al papá,
¿Cómo aprenderán a atender y cuidar a sus hijos el día en que sean padres? Si a las niñas les prohibimos treparse a un árbol o ser líderes de un equipo,
¿Cómo aprenderán a enfrentar riesgos y a resolver problemas? Si evitamos que los niños participen en la limpieza del hogar,
¿Cómo podrán aprender a asumir estas responsabilidades? Si no permitimos jugar a niñas y niños juntos, entonces,
¿Cómo aprenderán que una relación entre hombres y mujeres puede ser espontánea, de comprensión y ayuda mutua? Las diferentes características de los niños y de las niñas no deben dar lugar a desigualdades ni a tratos indignos.
Ser hombre y ser mujer A lo largo de la primaria, las niñas y los niños continúan con la observación y el conocimiento de su cuerpo, así como con el descubrimiento de lo que son capaces de hacer y sentir con él. Comparan su tamaño, su fuerza y sus habilidades con los de sus hermanos, hermanas, amigos, amigas, mujeres y hombres adultos. Su interés en el cuerpo se dirige a su crecimiento, les gusta saber la diferencia que logran de un mes a otro. Relacionan su altura y su peso con la posibilidad de ser más fuertes, por eso se comparan con otras niñas u otros niños. Se fijan en cualidades y limitaciones como su agilidad o su torpeza, su velocidad o su lentitud, su fuerza o su debilidad. Niñas y niños son prácticamente iguales en su inquietud, su capacidad física, su fuerza, su voz, los rasgos de la cara. La diferencia corporal es más visible en sus órganos sexuales, los cuales a esta edad no están muy desarrollados. Si bien el cuerpo es la base, ser mujer u hombre se determina por el comportamiento de una y de otro. La comunidad y la familia esperan ciertas actividades y actitudes de las niñas y otras de los niños
Quisiera ser una beisbolista Lupe preparaba el desayuno mientras su marido, José, regresaba del partido de béisbol al que había ido temprano con su hijo Pablo, de once años. Cuando ellos se habían ido en la mañana, su hija Noemí de diez años, había llorado un buen rato porque ella también quería jugar béisbol y su papá no la había llevado. Ahora jugaba con Chucho y Luisa, sus hermanos menores, pero se veía triste.
Cuando José y Pablo llegaron, todos se sentaron a desayunar y mientras Noemí y Lupe les servían, ellos platicaban de los equipos, del siguiente partido y de la carrera que el papá anotó. Noemí comenzó a llorar de nuevo. —¿Qué le pasa a esta niña? —preguntó José. —Ella quería ir a jugar contigo —le respondió Lupe en voz baja. —Pero mi hijita, el béisbol es para hombres —le dijo José a Noemí tratando de calmarla. —El otro día vi en la tele un partido en el que jugaban mujeres —exclamó Chucho. —Sí, pero han de ser muy feas —dijo Pablo. —¡Eso no es cierto! —gritó enojada Noemí. Ella se levantó de su silla y le dio un empujón a su hermano. Ambos empezaron a pelear. José los regañó, y pidió a los niños que se fueran a jugar. Cuando se quedaron solos, Lupe y José platicaron preocupados sobre los deseos de Noemí. Lupe propuso buscar un lugar para que la niña jugara béisbol y José se quedó pensativo.
¿Por qué Pablo se comporta de esa manera? ¿Noemí dejará de ser mujer si logra jugar béisbol? En esta tarea de aprender actitudes y comportamientos diferenciados para hombres o mujeres, los niños y las niñas entre los seis y doce años pasan por momentos en que se rechazan. Esto es natural y necesario porque la distancia que ponen les ayuda a tener más clara la forma en que desean y deben comportarse.
Los niños dicen de ellas:
Las niñas dicen de ellos:
"son lloronas"
"son bruscos"
"sus mochilas están ordenadas"
"siempre andan sudados"
"platican del amor "
"sólo platican de deportes"
"son coquetas"
"guardan cosas raras en sus mochilas"
"dibujan mariposas y corazones"
"son groseros"
Éstas son expresiones de sus experiencias, pero también de sus prejuicios, de los conocimientos que van tratando de construir para reconocerse como hombres o como mujeres, frente a lo cual los adultos debemos ser comprensivos, pero procurar que aprendan a conocer y a respetar a las personas de sexo diferente al suyo. Por un lado, los niños se alejan de las niñas y ellas de ellos, pero por el otro, gustan de experimentar los primeros noviazgos que, aun cuando breves, son de importancia porque ellos y ellas prueban ser aceptados, ven sus cualidades y sus dificultades en el trato con los demás y empiezan a reconocer su masculinidad o su femineidad.
Los noviazgos entre niñas y niños pueden ser una oportunidad para que ustedes platiquen con ellos sobre sus propias experiencias cuando fueron menores. Otras formas de ayudarlos son: platicar sobre lo que sienten sus hijos e hijas, evitar las críticas hacia sus amigos o amigas, comentar con ellos y ellas las formas de relación que ven en parejas cercanas a la familia, sugerir atenciones y detalles que pueden tener hacia sus amigos y amigas, y platicar acerca de la amistad. Pregunten a sus hijas o hijos qué piensan de sus compañeros y compañeras. Platiquen sobre lo que más les gusta y les disgusta de ser niña o niño y ayúdenlos a aceptarse y a transformar las condiciones que quizá no los benefician.
Un compromiso con nosotros mismos Construir en la vida diaria de la familia valores como la responsabilidad, el respeto y la colaboración, con base en la equidad, la igualdad y la justicia entre las personas, favorece que niñas y niños los hagan suyos, hoy en sus juegos y mañana en sus relaciones. Podemos ayudar a nuestros hijos a convivir en armonía si les enseñamos que esto requiere que nos comprometamos a: compartir funciones y responsabilidades en nuestra familia y en nuestra comunidad, participar por igual en las diferentes tareas domésticas, escolares y comunitarias, expresar todo tipo de sentimientos: ternura, tristeza, enojo, miedo, entre otros, y disfrutar de actividades y juegos en los que mostramos inteligencia, control, cuidado, compañerismo, ternura y respeto.
Un compromiso con nosotros mismos Construir en la vida diaria de la familia valores como la responsabilidad, el respeto y la colaboración, con base en la equidad, la igualdad y la justicia entre las personas, favorece que niñas y niños los hagan suyos, hoy en sus juegos y mañana en sus relaciones. Podemos ayudar a nuestros hijos a convivir en armonía si les enseñamos que esto requiere que nos comprometamos a:
Entender y respetar a los otros Estar dispuestos a dar lo mismo que pedimos de otras personas Solicitar lo que nos hace falta y compartir lo que tenemos Apreciar y agradecer los esfuerzos que los demás hacen Ser responsables de nuestros actos y evitar culpar a otros de nuestros errores Aceptarnos como somos y respetar a los demás en sus diferencias Reconocer nuestros defectos y actuar para corregirlos Actuar con sinceridad y hablar con verdad para alimentar la confianza de los demás hacia nosotros Comprender que el bienestar de los otros es igual de importante que el nuestro Acompañar y ayudar a los demás en las buenas y en las malas
Las niñas y los niños tienen derechos:
«Es nuestro derecho jugar, participar en actividades culturales y artísticas, así como expresar nuestra opinión y que ésta se tome en cuenta en todos los asuntos que nos afecten» Artículos 7, 9, 12 y 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en noviembre de 1989.
Los libros de Mamá y Papá es una colección que invita a las ma dres y a los padres a reflexionar respecto de las relaciones en las parejas y en las familias actuales, haciendo hincapié en el cuidado, la educación y el amor que los hijos y las hijas necesitan para tener un buen crecimiento y desarrollo afectivo, físico e intelectual. Sugiere medidas preventivas y alternativas de solución a diferentes problemas que se pueden presentar en la vida cotidiana. La colección está integrada por ocho libros que se complementan entre sí y cuyos títulos son los siguientes: El amor en la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Brinda información para apoyar la formación de niños y niñas durante las principales etapas de su crecimiento y desarrollo físico, emocional y afectivo. La sexualidad de nuestros hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Plantea la importancia de considerar la sexualidad de nuestros hijos como un proceso natural y de disfrutar de una vida sexual plena y con responsabilidad. Su realización satisfactoria y amorosa contribuye al bienestar de las personas, las parejas, las familias y de la sociedad. Violencia en la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Rechaza la violencia como forma de vida y promueve un proceso de búsqueda de relaciones armónicas en la familia, en las que prevalezcan la confianza, la comunicación, el afecto y la seguridad. Propone la cultura del respeto y el rechazo de la violencia. Cuidado con las adicciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Propone a madres y padres permanecer alerta ante posibles cambios de comportamiento de sus hijas e hijos y les ayuda a prevenir que los niños y jóvenes caigan en la adicción. La nutrición de la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Promueve la reflexión respecto de los hábitos alimentarios de las personas y proporciona información a madres y padres para revisar la dieta diaria de su familia y mejorarla de acuerdo con sus necesidades y posibilidades. La salud de nuestros hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Proporciona información a madres y padres sobre aspectos de prevención de accidentes y enfermedades en sus hijas e hijos, así como acerca de la vacunación y las prácticas higiénicas mínimas para tener una vida sana. Los medios masivos de comunicación y la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contiene información para ayudar a madres y padres a intensificar la comunicación con sus hijas e hijos a partir de la reflexión y el análisis conjunto de los mensajes que transmiten los medios masivos, sobre todo a través de la televisión. La escuela y la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ofrece sugerencias a madres y padres para lograr una mejor comunicación entre la escuela y el hogar, de modo que los niños y las niñas aprovechen y disfruten más sus estudios.
La escuela y la familia ofrece algunas ideas para mejorar el desempeño de sus hijos en la escuela, así como para propiciar que vayan con más gusto y que saquen mayor provecho de ella. La comunicación entre la familia y la escuela impulsa la educación de las niñas y los niños. La familia puede ofrecer ambientes seguros, afectuosos y estimulantes; la escuela debe educar para la vida.