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La vida fugaz y genial de Modigliani

Elías Lifshitz

Vivió en París en los años 20. Amigo y enemigo de Picasso, el artista italiano apenas ganaba para sobrevivir en una existencia donde las drogas, el alcohol y las peleas iban apagando su frágil salud. La vida de Modigliani podría ser la arquetípica de la bohemia: pintar en estudios polvorientos, más hambre que ambiciones, peleas en tabernas tras largas noches de alcohol, enfermedades, días en cama, mujeres, muchas mujeres, pero pocas de las que mueven realmente el corazón y, el arte atravesándolo todo.

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Amedeo Clemente Modigliani (Livorno, 1884 - París, 1920) fue un artista singular en una época de artistas únicos, que cuando las vanguardias gobernaban la mirada eligió su propio camino estético, en vez de sumarse a las tendencias. Claro, el arte de Modigliani no valía nada en esa época.

Durante su vida, el artista italiano apenas consiguió vender algunas obras o lo hacía a precios modestos. Decían los envidiosos que por eso pintaba rápido, podía realizar un retrato en un intento, sin retoques,

Beatrice Hastings sin correcciones, aunque si hay algo que no abundan en las obras de Modigliani son las zonas de conflicto, esas que revelan un cambio brusco en la primera idea del artista, fantasmas en el lienzo. Modigliani fue buen amigo de Picasso, pero dicha relación se enfrió; todo sucedió un día que Picasso no tenía lienzo para pintar y tomó uno de Modigliani, pero lo enfureció. Se sabe que Picasso en ese tiempo era ya un celebrado y bien remunerado artista, mientras que el italiano luchaba por sobrevivir, teniendo apenas para comer y desesperado por conseguir “algo que beber” por su afecto al alcohol.

Modigliani era atractivo y usaba esas características para vivir de las mujeres que atraía o para que le prestaran dinero. Era, en pocas palabras, un don Juan. Muchísimas de aquellas relaciones las traspasó a un lienzo, pero solo dos llegaron a su alma. Beatrice Hastings y Jeanne Hébuterne. Ambas hicieron posible la obra imperecedera de Modigliani. Una despertó su genio, la otra le dio fuerza mediante la fe.

Jeanne Hébuterne

Conoció a Beatrice en un restaurante, ella era ex modelo de pintores que daba comida y alojamiento a los artistas a precios módicos, la primera vez a Beatrice el italiano le pareció “feo, feroz y glotón”, pero en un segundo encuentro, Modigliani regresó con sus mejores ropas y la invitó a conocer su obra. Hubo una admiración mutua, pero el alcohol, las inseguridades y los celos, terminaron con todo su futuro.

Su verdadero amor fue Jeanne Hébuterne, una joven estudiante de pintura. Se conocieron a través de la escultora Chana Orloff, quien los presentó. Allí sí hubo una conexión inmediata, pero no todo fue sencillo; la familia conservadora, austera y muy católica de Jeanne se oponía a la relación entre su niña y un artista judío, pobre y depravado (por sus pinturas de desnudos).

Aún así se mudaron a la Riviera francesa y tuvieron su primera hija también llamada Jeanne. Modigliani desapareció una noche y volvió al otro día golpeado, y con fiebre, el médico lo envió a guardar reposo, pero no había mucho por hacer, murió de meningitis tuberculosa pocos días después. Tenía 35 años cuando murió. Esa misma madrugada, Jeanne, de nueve meses esperando su segundo hijo y con depresión por la pérdida de su amado Modigliani, saltó por la ventana del quinto piso de su antigua habitación en la casa de sus padres y murió al instante. Ella tenía solo 21 años.

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