El Tecolote Vol. 51 Issue 2

Page 1

FREE//GRATUITO

PUBLISHED BY ACCIÓN LATINA

Vol. 51 No. 02

Maura Corkery

I

January 28-February 10, 2021

ARE WE THERE YET? COVID-19 AND THE IMPENDING RETURN TO THE CLASSROOM ¿HEMOS LLEGADO? LA COVID-19 Y EL INMINENTE REGRESO A LAS AULAS El Tecolote

t seems like a decade ago when the San Francisco Unified School District announced that all S.F. public schools would be closed due to the dangers of COVID-19. For many teachers, that semester became a matter of basic pass/fail as both they and their students learned how to navigate an online curriculum. Now, one year later, those same teachers are facing the very real anxiety of returning to in-person learning, potentially without the adequate resources to protect themselves, their students, and even their families from COVID. In any “normal” year, schools (grades K-12) must contend with the challenges of ever-tightening budgets, growing student populations, and just not enough teachers or space. Drop a pandemic into the mix and you have a perfect storm of impossible decisions to make. When and how to reopen schools was one such impossible decision—on one hand there are the students, many of whom have fallen behind as a result of disparate resources (laptops, internet access, tutors) and are suffering emotionally and mentally from the effects of quarantine; and on the other there are the teachers, who are more vulnerable to the coronavirus’ deadlier symptoms and run a greater risk of spreading the virus or even potentially losing their paychecks (or lives) if they contract it. The decision to reopen schools by the SFUSD surely was a difficult one, but according to one teacher involved in negotiations to reopen, it was a decision that was mainly forced by outside pressure from various City and State departments. Accordingly, and much like prior City efforts to combat the coronavirus, the SFUSD is ignoring community voices and taking a “top-down versus bottom-up” approach, said Roberto Hernandez, the father of an SFUSD student and prominent community activist-organizer. While several non-profits organizations and the teacher’s union welcomed parental involvement and ideas, to District officials it is if “we don’t exist…[an] invisible community.” Hernandez’s concerns are mainly for the students who have been academically “left behind.” Why? The SFUSD provided most of the district’s students with laptops so they could attend online classes; they also recruited multiple nonprofits to set up community hubs for approximately 3,000 students who needed extra help with schoolwork, or simply a routine to remain focused. But reality cannot live on good intentions alone—not only did a number of the machines distributed by the District not function propSee SCHOOLS, page 10

Frank Lara, profesor de quinto grado en la primaria Buena Vista Horace Mann en San Francisco, el 26 de enero mientras trabaja desde su hogar en el Sur de San Francisco. Durante la COVID-19, profesores como él y alumnos a nivel nacional han tenido que sortear todo tipo dificultades para adaptarse a las clases virtuales. Frank Lara, a fifth grade teacher at Buena Vista Horace Mann in San Francisco, poses for a portrait on Jan. 26 while working from his living room work desk in his South San Francisco home. Due to the COVID-19 pandemic, students and teachers nationwide endure the difficulties of virtual classes. Photo: Benjamin Fanjoy Maura Corkery

P

El Tecolote

arece que fue hace una década cuando el Distrito Escolar Unificado de San Francisco anunció el cierre de todas las escuelas públicas de SF, debido a los peligros de la COVID-19. Para muchos docentes, este semestre se convirtió en una cuestión básica de aprobar o reprobar, ya que tanto ellos como sus estudiantes aprendieron a navegar por un plan de estudios en línea. Un año después, esos mismos docentes enfrentan la ansiedad de regresar al aprendizaje presencial, sin los recursos adecuados para protegerse a sí mismos, a sus estudiantes o a sus familias del COVID. En cualquier año ‘normal’, las escuelas (grados K-12) deben lidiar con los desafíos presupuestarios cada vez más ajustados, poblaciones estudiantiles en crecimiento y la insuficiencia de más docentes o de espacios físicos. Sumando a todo esto, una pandemia, se tiene una tormenta perfecta de decisiones imposibles de tomar. Cuándo y cómo reabrir las escuelas fue una decisión imposible; por un lado, están los estudiantes, muchos de los cuales se han

rezagado como resultado de recursos dispares (computadoras portátiles, acceso a Internet, tutores) y están sufriendo emocional y mentalmente por los efectos de la cuarentena; y por el otro están los profesores, que son más vulnerables a los síntomas más letales del coronavirus y corren un mayor riesgo de propagar el virus o incluso perder potencialmente sus salario (o sus vidas) si llegaran a contraerlo. La decisión de reabrir escuelas por parte del SFUSD seguramente fue difícil, pero según un maestro involucrado en las negociaciones para reabrir, fue una decisión forzada principalmente por la presión externa de varios departamentos de la ciudad y el estado. En consecuencia, y al igual que los esfuerzos anteriores de la Ciudad para combatir el coronavirus, el SFUSD está ignorando las voces de la comunidad y adoptando un enfoque de “arriba hacia abajo versus de abajo hacia arriba”, dijo Roberto Hernández, padre de un estudiante del SFUSD y prominente activista y organizador comunitario. Si bien varias organizaciones no lucrativas y el sindicato de maestros dieron la bienvenida a la participación e ideas de los padres, a los funcionarios del

distrito les dijo que “no existimos... [una] comunidad invisible”. Las preocupaciones de Hernández son principalmente por los estudiantes que han sido académicamente “dejados atrás’’. ¿Por qué? El SFUSD proporcionó a la mayoría de los estudiantes del distrito computadoras portátiles para que pudieran tomar sus clases en línea; también reclutaron a varias organizaciones sin fines de lucro para establecer centros comunitarios para aproximadamente 3 mil estudiantes que necesitaban ayuda adicional con el trabajo escolar, o simplemente una rutina para mantenerse enfocados. Pero la realidad no puede vivir solo de buenas intenciones; no solo algunas de las máquinas distribuidas por el distrito no funcionaron correctamente, sino que es muy común que los estudiantes de comunidades desatendidas no tengan acceso a una conexión a Internet confiable, lo que inutiliza las computadoras portátiles. Además, el número de centros comunitarios no ha alcanzado la cantidad prometida, una circunstancia que quizás sea más angustiosa que una conexión a Internet irregular o una computadora poco confiable. Frank Lara, profesor de quinto gra-

do en la escuela Buena Vista Horace Mann K-8 y miembro del sindicato de alto rango, recordó a un estudiante que rara vez ingresaba a clase o completaba cualquier tarea; pero cuando lo colocaron en uno de los centros, Lara dijo que su “transformación [fue] radical. Algo mínimo, con solo proporcionar un espacio, Internet, una consistencia silenciosa”. El testimonio de Lara parecería justificar que los niños regresen al aula, pero cuando uno compara cómo funciona un centro comunitario con cómo funcionaría un aula bajo el protocolo COVID, los contrastes son marcados: además del uso habitual de cubrebocas, el lavado de manos y la desinfección de superficies, existen pautas muy específicas y estrictas que dirigen todo, desde cuántos niños pueden ingresar a un pasillo a la vez, hasta qué deben preguntar los maestros a cada estudiante cada mañana antes de ingresar a las instalaciones, y donde los estudiantes deben poner sus cubrebocas al almorzar. Si bien ese nivel de detalle proporciona cierto grado de comodidad, también plantea preguntas: ¿a quién y cómo se pagarán todos los alojamientos Vea ESCUELAS, página 10


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.