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REVISTA ´ EL CLUB CUANTICO No 15, JUNIO 2016

Editores: Marco Corgini Videla - Ingrid Torres Castillo http://elclubcuantico.blogspot.com


´Indice 1. EDITORIAL

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´ EPISTEMOLOGICA ´ 2. CIENCIAS SOCIALES. LA CUESTION

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2.1. Introducci´on

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2.2. Comentarios sobre el subjetivismo, los relativismos y el funcionalismo

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2.3.

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La infradeterminaci´on

3. DE CIANOBACTERIAS AL PRIMATE B´IPEDO

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3.1. Estructuras primigenias

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3.2. Azar y saltos evolutivos

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4. CEREBRO, PENSAMIENTO Y CIRCUNSTANCIA HUMANA

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4.1. Cerebro, pensamiento y lenguaje

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4.2. El ser simb´olico

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5. EL CULTO A MITRA Y LA EMERGENCIA DEL CRISTIANISMO-COINCIDENCIAS SUGERENTES

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5.1. Mitra

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5.2. Sincretismos

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1.

EDITORIAL

En este n´ umero, en el art´ıculo “Ciencias Sociales. La Cuesti´on Epistemol´ogica”, muy brevemente, hemos incluido algunas breves reflexiones respecto del escenario en que las denominadas ciencias sociales han emergido y evolucionado, sin dejar de mencionar cuestiones generales relativas a la cuesti´on epistemol´ogica que subyace a su desarrollo y a los objetos de los cuales estas esferas del conocimiento se ocupan, aquellos que definen su ontolog´ıa. Debemos advertir que s´olo se trata de un corto esbozo y no es nuestra pretensi´on pontificar sobre lo que deben o no ser estas ciencias pero si destacar algunas cuestiones que nos parece fundamentales, al menos en el punto en que hoy nos encontramos: “relato” e “infradeterminaci´on”. La actividad cient´ıfica no puede desligarse de los relatos. Diferentes a los mitol´ogicos, a los religiosos, contrastables con el universo de los fen´omenos y de los objetos del mundo “si se quiere”, pero relatos al fin. As´ı, en el caso de las ciencias sociales, no es el uso de instrumentos de las denominadas ciencias duras lo que las determina como ciencias, por cuanto ´estos son herramientas y no fines en s´ı, sino su correlaci´on con el discurso que hila hechos, medidas y conjeturas. Por otra parte, si la f´ısica debe enfrentarse con el problema de la infradeterminaci´on de sus propias teor´ıas, es necesario destacar la dimensi´on que este problema adquiere cuando el objeto de estudio son las relaciones sociales mismas y por lo tanto nuestra propia historia, sobre todo considerando que, en este ´ambito, todo presupuesto, termina teniendo efecto inmediato en la praxis social.

Marco Corgini Videla


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2.

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´ EPISTEMOLOGICA ´ CIENCIAS SOCIALES. LA CUESTION “La verdad por s´ı sola no resulta m´as que un motivo muy d´ebil en el hombre, y por esta raz´on existe siempre una gran diferencia entre el conocimiento y el acto de voluntad entre saber hacer y la capacidad para hacerlo”1. Karl von Clausewitz

2.1.

Introducci´ on. El positivismo decimon´onico, con Augusto Comte y su in-

tento por fundar una “f´ısica social” [1], y el positivismo l´ogico de mediados del siglo XX– postura que propugna abandonar todo presupuesto metaf´ısico de la esfera de la ciencia– ejercer´an una influencia notable en el desarrollo de algunas corrientes en ciencias sociales, muchas de las cuales comenzar´an a adoptar, a partir de aqu´ı, metodolog´ıas an´alogas a aquellas de ciencias duras. Sin embargo, es necesario se˜ nalar en ´ este punto que a partir de Karl Marx, Emile Durkheim y Max Weber, el surgimiento de diferentes posiciones y aproximaciones, no necesariamente positivistas, ha sido prol´ıfico. As´ı, por ejemplo, la historia, pensada como el desarrollo de la filosof´ıa o la religi´on, dej´o de tener sentido a partir de las tesis marxianas durante el siglo XIX. Estas u ´ltimas no hicieron m´as que destacar el papel jugado por la econom´ıa y las relaciones de producci´on en las transformaciones sociales. Weber escribe: “Para conocer los fen´omenos hist´oricos en su concreci´on, las leyes m´as generales, ya que est´an libres de contenido, son tambi´en las menos valiosas”. Sin embargo resulta interesante su intento de vincular, aunque sea de un modo indirecto, el conocimiento nomot´etico con el idiogr´afico. Toma, por otra parte, una posici´on intermedia, sincr´etica, entre las posiciones eminentemente casuales y las de corte aleatorio, destinadas a explicar fen´omenos sociales. De esta forma, se desarrolla una extensa discusi´on entre positivistas, materialistas y subjetivistas, las dos primeras corrientes convencidas de la posibilidad de reducir 1K.

von Clausewitz. De la Guerra. Ediciones Libertador. Argentina, 2011.


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la historia a leyes generales (nomot´eticas) y la tercera restringi´endose a acciones idiosincr´aticas (idiogr´aficas). Una ciencia ideogr´afica es una que trata sobre “particulares”, mientras que una ciencia monot´etica, lo hace sobre “regularidades”. El u ´ltimo es el caso de Francis Quesnay, Adam Smith, Stuart Mill y Marx. Debemos se˜ nalar, sin embargo, que la presencia de leyes no implica fat´ um (destino o sino inexorable). La denominada Escuela de los Annales –designaci´on derivada del nombre de la revista Annales d¨historie ´economique et sociale, fundada en 1929 por Lucien Febvre y Marc Bloch– de un car´acter m´as bien ecl´ectico, intentar´a integrar la historia con otras disciplinas (sociolog´ıa, geograf´ıa, econom´ıa, psicolog´ıa social y antropolog´ıa) y de asumir una posici´on m´as bien monot´etica. Marc Bloch se˜ nala: “no sentimos ya la obligaci´on de tratar de imponer a todos los objetos del saber un modelo intelectual uniforme, tomado de las ciencias de la naturaleza f´ısica enfatiza que 2

”Las u ´nicas ciencias aut´enticas son las que logran establecer entre los fen´omenos unos nexos explicativos”[2]. En este mismo escenario surge la discusi´on sobre los objetos, prop´ositos, m´etodos, y a´mbitos de acci´on de la historia y la sociolog´ıa, en otras palabras la cuesti´on sobre la delimitaci´on de los ´ambitos que debiesen ser naturales y propios a cada una. As´ı, “varios ´soci´ologos´ empezaron a hacer hincapi´e en la importancia del cambio social o en las peque˜ nas interacciones a escalas de individuos. Seg´ un esta l´ogica

”[. . . ] ser´ıa la historia la que acentuar´ıa lo continuo y lo estable (a trav´es de los estudios repetitivos y las permanencias casi estructurales), mientras que la sociolog´ıa har´ıa ´enfasis en la discontinuidad. Sin embargo, no parece pertinente determinar cu´al de estas dos versiones es err´onea (lo cual corresponder´ıa a buscar la ´esencia´ de cada ´disciplina´)”[3].


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La Escuela de los Annales se separar´a, en este contexto, de la historiograf´ıa alemana del siglo XIX, de profundo corte positivista. Es importante se˜ nalar que a partir de los nombres antes mencionados la evoluci´on de ambas actividades del conocimiento humano, en su intento por constituirse en ciencias, es la de diferentes aproximaciones, muchas veces, divergentes entre s´ı, y otras confundiendo sus propios dominios de acci´on, objetos de estudio y m´etodos. S´olo estos hechos marcan entre ellas y las ciencias naturales (especialmente con la f´ısica), diferencias fundamentales. De esta forma, tanto el desarrollo de la historia como de la sociolog´ıa es la de permanentes conflictos fundacionales, producidos por la tensi´on, nunca definitivamente resuelta, entre diferentes posiciones y visiones del mundo. De esta forma, por ejemplo, los relatos causales (positivismo del siglo XIX) se enfrentar´an con los teleol´ogicos, es decir los asociados a prop´ositos finales, como es el caso de William Dilthey, para el cual la historia, siendo obra del los hombres como seres individuales, posee una teleolog´ıa interna a la que denomina “adecuaci´on a un fin” (Zweckm¨aßigkeit) [4]. Lo mismo suceder´a entre la escuela generada por las ideas de Robin Collingwood (1889-1943) -quien proclama que “la historia es un drama, pero un drama improvisado, solidariamente improvisado por sus propios personajes” y que “toda historia es historia del pensamiento” -y la vertiente anglosajona, de corte neopositivista (o positivismo l´ogico) [5]. Para Collingwood “El historiador quiere reconstruir en su mente el proceso por el que su mundo, el mundo en aquellos de sus aspectos que en este momento concreto le impresionan, ha llegado a ser lo que es”. As´ı, definir´a su “historia constructiva” como la materializaci´on de un discurso o relato hist´orico, que no es arbitrario, pero depende del historiador. En ese sentido se coloca en la vereda de Giambattista Vico (1668-1744). En t´erminos muy generales,


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esto significa que el mundo que experimentamos, en su interpretaci´on, es y debe ser tal como es, porque nosotros as´ı lo hemos hecho, cuesti´on que constituye la tesis fundamental de algunas vertientes del “constructivismo” actual y de las cuales ser´an tributarias ciertas corrientes sociol´ogicas. Vico se˜ nala: “La posibilidad de identificar algo como causa resulta del antecedente de organizar elementos que no tienen relaci´on entre s´ı, es decir, del operar activo del experimentador, de suerte que la forma determinada del objeto (es decir, causalmente determinada) nace de la ordenaci´on y composici´on de elementos”[6]. 2.2.

Comentarios sobre el subjetivismo, los relativismos y el funciona-

lismo. En lo general, la realidad social, la objetiva, queda oculta por efecto de la complejidad de las relaciones de intercambio entre individuos y grupos. La pr´actica social se asienta bajo el ejercicio de una repetici´on permanente y una pr´actica continua, mediada por las emociones, inevitablemente cargada de una “intenci´on” determinada por las condiciones concretas de existencia, suspendida sobre los hombros de tradiciones, leyes o formalismos de toda ´ındole. Hoy, los “subjetivismos” exacerbados, los “relativismos” y el “funcionalismo” han desplegado en toda su plenitud sus esencias no as´epticas, al contribuir, directa o indirectamente, al reemplazo, en general, de lo real por una conciencia, si no falsa, al menos distorsionada del mundo. En ese sentido, si s´olo aspiramos a una ciencia relacional (como la del realismo estructural) o en su defecto fenom´enica, nos contentaremos con preguntarnos “¿c´omo?”, y esa suspensi´on que en ciencias como la f´ısica puede ser leg´ıtima, mientras no sea permanente, resulta inaceptable en ciencias sociales, pues son precisamente las respuestas al “¿para qu´e? y ¿por qu´e?” las que permiten intervenir la realidad social del hombre, que es su propia obra, porque ´estas debieran tener como uno de sus prop´ositos el develar toda falsa conciencia respecto del mundo que producimos.


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El esclavista del siglo XVIII justifica su tr´afico, el esclavo sometido no llega a asimilar la precariedad de su situaci´on y el liberal decimon´onico sostiene su emancipaci´on, sujeta a las leyes del mercado. ¿Qui´en tiene la raz´on?. ¿Es ´este un juego de verdades relativas? Tanto las interpretaciones que hagamos de los constructos sociales que nos son familiares y, por lo tanto, el posicionamiento que asumamos respecto de ellos, depender´an en forma importante de nuestra propia circunstancia y de la capacidad de traspasar los l´ımites de aquello que nos es dado. As´ı, una norma legal podr´ıa ser el resultado de un acci´on humana impositiva, arbitraria e inconsulta y, sin embargo, aparec´ersenos como la materializaci´on de un acto emergido de la voluntad popular, o peor a´ un, la sustantivaci´on de inapelables designios extrahumanos, como el destino o la providencia. Lo mismo sucede con todo orden social que conozcamos. En la actualidad, solemos entender que los cuerpos normativos que nos rigen –l´ease leyes– son derivados en concordancia con el escenario y l´ogica que imponen un conjunto de principios, reglas o leyes fundamentales, basadas en supuestos acuerdos sociales previos. Todos los denominados iusnaturalismos, como los de Thomas Hobbes, John Locke y Jacobo Russeau, proponen eso. Pero qu´e hubo detr´as de eso: ”El sue˜ no de una sociedad perfecta, los historiadores de las ideas lo acuerdan con gusto a los fil´osofos y a los juristas del siglo XVIII; pero hubo tambi´en un sue˜ no militar de la sociedad; su referencia fundamental no era el estado de naturaleza, sino los engranajes cuidadosamente subordinados de una m´aquina; no el contrato primitivo, sino las coerciones permanentes; no los derechos fundamentales, sino las rectificaciones indefinidamente progresivas; no la voluntad general, sino la docilidad autom´atica” (Surveiller et punir. M.Foucault, citado en ref. [3]).


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En este ´ambito, lo establecido, en general, no suele cuestionarse, a pesar de que las sociedades se estructuran sobre la base de supuestos que la mayor´ıa de las veces, por decir lo menos, son discutibles. Si las normas del derecho que conocemos son de tal o cual forma debido a tales o cuales causas hist´oricas –lo que implica una multiplicidad de factores como tipo de econom´ıa, modos de producci´on y propiedad, etc., es asunto en general ignorado o explicado en el contexto de los intereses que al Estado, sociedad, o grupo determinado, si se quiere, le interesa preservar. Sin embargo, siempre cabe preguntarse respecto de su naturaleza, en otras palabras, acerca de sus or´ıgenes. ¿Es esta labor de la filosof´ıa o de las ciencias sociales, pol´ıticas y econ´omicas, o quiz´as de la denominada ciencia del derecho, o de todas?. ¿Podemos analizar las consecuencias de una ley o una constituci´on sin contextualizarla o ponerla en la vereda de la historia, como creaci´on humana, e inquirir sobre su g´enesis?. El surgimiento de la ciencia emp´ırico racional, su circunstancia, pero b´asicamente su car´acter cr´ıtico y anal´ıtico, su v´ınculo, directo o indirecto con las ideas de la Ilustraci´on y sus prop´ositos impl´ıcitos o expl´ıcitos, en contraposici´on con la convulsionada historia occidental de los u ´ltimos ciento cincuenta a˜ nos, han dejado impresa en el imaginario popular una idea de frustraci´on, de promesa incumplida, de destino truncado, fomentada adem´as, convenientemente, por quienes consideran que una vida fundada en creencias incontestables es deseable y preferible a la deshumanizaci´on y fragmentaci´on imperantes. Pero la ciencia es una actividad social como cualquier otra, dif´ıcilmente responsable o deudora de compromisos dudosamente adquiridos, ni mucho menos, independiente, de sus circunstancias ni de la contingencia, especialmente pol´ıtica y econ´omica. 2.3.

La infradeterminaci´ on. En f´ısica que dos aproximaciones a la realidad, di-

gamos teor´ıas, sean matem´aticamente equivalentes no resulta extra˜ no, considerando que hablamos de un mismo fen´omeno a describir. Esto se ha denominado problema de la “infradeterminaci´on de las teor´ıas”. No obstante, esto no significa que la


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ciencia deba renunciar a la responsabilidad que la obliga a intentar dilucidar cu´al de las dos representa la realidad de una manera m´as profunda [7]. En este sentido, hay una diferencia sustancial entre “ciencias duras”, “ciencias sociales” y “ciencias humanas”. En los dos u ´ltimos casos, resolver el problema de la infradeterminaci´on resulta esencial e imperativo pues el discurso interpretativo que hila los “hechos”, a´ un en el escenario de lo cuantitativo, nunca ser´a socialmente neutro, siendo potencialmente un antecedente para la acci´on pol´ıtica. A esto colaborar´a el prestigio que el adjetivo “cient´ıfico”, en un sentido gnoseol´ogico, agrega en nuestra ´epoca, a todo acto humano. De esta forma, la dicotom´ıa entre leyes causales y azar por un lado y los problemas de la demarcaci´on (distinci´on entre ciencia y pseudociencia) y la infradeterminaci´on de teor´ıas, por el otro, es a´ un un tema candente que cruza a ambas ciencias, historia y sociolog´ıa. No menos importante es la praxis social inmediata que sigue a cada conjetura o propuesta te´orica que generan. Finalmente, los objetos sobre los cuales la sociolog´ıa, en particular, trabaja, son la mayor´ıa de las veces, opacos, difusos. Es el caso de las “creencias” o de conceptos como el de “clase”, por mencionar algunos. Por tal motivo la determinaci´on de una “ontolog´ıa social”, sobre la cual operar, que permita explicar los mecanismos subyacentes a todo fen´omeno social, resulta dificultosa. Si bien existen intentos por superar esta situaci´on, como la introducci´on de la denominada “sociolog´ıa anal´ıtica”, el problema epistemol´ogico descrito subsiste, constituyendo, su soluci´on, un desaf´ıo para las futuras generaciones de cient´ıficos. Referencias [1] Augusto Comte. Principios de Filosof´ıa Positiva. Traducci´on de Jorge Lagarrigue. Imprenta de la Librer´ıa del Mercurio, 1875


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[2] Marc Bloch. Apolog´ıa para la Historia o el Oficio del Historiador. Edici´on ano´ tada por Etienne Bloch. Fondo de Cultura Econ´omica, M´exico (segunda edici´on en espa˜ nol, revisada). 2001. [3] D. Martucceli. Sociolog´ıas de la Modernidad. Itinerario del Siglo XX. LOM Ediciones, 2014. [4] Fern´andez Labastida, Francisco. Wilhelm Dilthey, en Fern´andez Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andr´es (editores), Philosophica: Enciclopedia filos´ofica online: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/dilthey/Dilthey.html [5] Concha Rold´an. R.G. Collingwood. El Canto del Cisne de la Filosof´ıa de la Historia. Isegor´ıa, 4, pp. 153-173, 1991. [6] Giambattista Vico (1710): De Antiquissima Italorum Sapientia, Stamperia de’Classisi Latini, N´apoles, 1858. [7] Marco Corgini Videla. Ciencia y Realismo. M´as All´a del Insoportable Mito del Observador. Editorial Universidad de La Serena, 2015.


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3. 3.1.

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DE CIANOBACTERIAS AL PRIMATE B´IPEDO

Estructuras primigenias. Evidencia, basada en el estudio de f´osiles de cia-

nobacterias (formas de vida unicelular) y estromatolitos, productos estos u ´ltimos de la actividad biol´ogica de las primeras y tambi´en generados por nuestros actuales microorganismos, sugiere que la vida emergi´o en la Tierra cerca de 3.5 billones de a˜ nos atr´as, quiz´as y como algunas investigaciones sugieren, en las cercan´ıas de conductos o ventilas hidrotermales, en mares profundos, en donde las energ´ıas producidas resultan suficientes para generar las necesarias reacciones qu´ımicas. Es probable que las mol´eculas org´anicas indispensables para el surgimiento de los bien conocidos ARN (´acido ribonucleico) y ADN (´acido desoxirribonucleico), formados de las cadenas de nucle´otidos que dan cuenta del material gen´etico de los organismos vivos, hayan sido sintetizadas originalmente en la atm´osfera y esparcidas en la superficie del mar a trav´es de la lluvia primitiva. Tanto el ARN como el ADN constituyen parte esencial de la cadena ´acidos nucleicos-s´ıntesis de prote´ınas-creaci´on de a´cidos nucleicos. En este sentido, la siguiente pregunta surge de inmediato: habr´an sido tales a´cidos los primeros o, por el contrario, las prote´ınas. La respuesta la entreg´o la bioqu´ımica, luego de descubrirse que algunos tipos de ARN, adem´as de cumplir con su funci´on de reservorio o almac´en de material gen´etico, sirven de catalizadores de reacciones qu´ımicas destinadas a su autorreplicaci´on. La aparici´on de mol´eculas con la capacidad de autorreplicarse, precursoras del actual DNA (3.8 billones de a˜ nos atr´as), de almacenar informaci´on gen´etica, copiarla y desarrollar actividad metab´olica b´asica, funciones que a diferencia de esta situaci´on inicial, actualmente cumplen diferentes tipos de mol´eculas (ADN, ARN, etc.) a las cuales se habr´ıa llegado a trav´es del proceso de selecci´on natural, constituye, en opini´on de muchos especialistas en el ´area, el elemento clave en los or´ıgenes de la vida sobre el planeta.


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En este sentido, es una hip´otesis importante aqu´ella respecto a que originariamente el ARN habr´ıa prevalecido sobre otras estructuras (ARN-autorreplicante). Un antecedente a favor de esta hip´otesis ser´ıa la similitud existente entre el nucle´otido adenina, presente en el ARN y el ATP (adenosin-trifosfato), responsable a´ un de los procesos energ´eticos a nivel celular. La diferencia estructural entre ambas mol´eculas consiste s´olo en la presencia en la segunda de dos fosfatos, situaci´on detectada tambi´en en f´osiles. La diferenciaci´on entre las mol´eculas replicantes y el medio se habr´ıa visto favorecida con la aparici´on de membranas durante el desarrollo del proceso evolutivo. As´ı se constituyeron estructuras m´as complicadas, con ventajas evidentes respecto de las primeras mol´eculas replicantes desnudas, mejorando de paso sus procesos de metabolizaci´on respecto de sus antecesoras, constituy´endose de esta forma en los primeros organismos vivos, similares a las bacterias –c´elulas–. Se supone que el RNA qued´o paulatinamente limitado al papel de mensajero, quedando otras funciones importantes –como los procesos metab´olicos de las emergentes c´elulas– en manos del ADN. De esta forma, aproximadamente dos billones de a˜ nos atr´as algunas c´elulas habr´ıan evolucionado, en desmedro de su existencia independiente, hacia formas cooperativas con aqu´ellas que resultaban de su replicaci´on y desarrollaron adem´as funciones especializadas, dando lugar a los primeros organismos multicelulares. Un interesante rol juegan en este puzle nuestros conocidos “virus”. La discusi´on respecto de si se trata de seres vivos o no depende mucho de la definici´on que se entregue del concepto vida. En cualquier caso, dotados de informaci´on gen´etica compuesta de ARN o ADN convenientemente protegida por una cubierta de prote´ına denominada “c´apside” y por una estructura membranosa que facilita su acci´on en el medio, evolucionan por selecci´on natural, reproduci´endose a trav´es de la creaci´on de copias de s´ı mismos.


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Carentes de estructura celular, no son capaces de producir procesos metab´olicos propios, requiriendo invadir c´elulas (anfitrionas) para efectos de su replicaci´on. ´ Este es un antecedente m´as a favor de la capacidad de las mol´eculas org´anicas de organizarse y autorreplicarse de acuerdo a c´odigos de informaci´on b´asica, bajo determinadas condiciones.

3.2.

Azar y saltos evolutivos. La evoluci´on ha dado cuenta del surgimiento y

desaparici´on de m´ ultiples especies, en un experimento descomunal, donde el azar juega un papel nada despreciable. M´ ultiples hechos se han sumado para producir, en determinados per´ıodos, eventos catastr´oficos que han afectado a la totalidad de la vida en el planeta. Entre ellos deben contarse la ca´ıda de meteoritos en la Tierra, una actividad volc´anica inusual, fen´omenos geol´ogicos y clim´aticos extremos (glaciaciones, descenso y aumento del nivel de las aguas del mar), etc. Varias extinciones masivas han sido confirmadas por las trazas que han dejado. Aqu´ı s´olo mencionar´e dos. Una de ellas es la producida hace aproximadamente 250 millones de a˜ nos. Con ´esta desapareci´o cerca del 90 % de la vida mar´ıtima y el 70 % de la terrestre (extinci´on p´ermica-tri´asica), favoreciendo el futuro ascenso evolutivo de los dinosaurios, especie que dominar´a la Tierra durante un largo per´ıodo a escalas geol´ogicas. La segunda se produjo hace 65 millones de a˜ nos, eliminando a casi toda esta especie de la faz de nuestro planeta, a excepci´on de las aves, permitiendo a los mam´ıferos desarrollarse y evolucionar, facilitando el que en un instante, un momento, un parpadeo en este proceso azaroso, surgiera un primate b´ıpedo cerca de cuatro millones de a˜ nos atr´as, aquel que conducir´ıa finalmente al ser humano. Es claro entonces que la diversidad de especies biol´ogicas que nuestro mundo ha observado es el producto precisamente de condiciones favorables y tambi´en de cambios permanentes asociados entre otros factores a procesos aleatorios.


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Referencias [1] M. Corgini. “Los or´ıgenes” en Paseo Cu´antico. Por los Senderos de Sha-i-Zinda. Ed. Universitaria. Universidad de La Serena, 2012.


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4. 4.1.

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CEREBRO, PENSAMIENTO Y CIRCUNSTANCIA HUMANA Cerebro, pensamiento y lenguaje. Lo que hoy denominamos “pensa-

miento humano” es producto de la evoluci´on del “cerebro”, estructurado en la din´amica profunda de la “selecci´on natural” y sus mecanismos, garantes de la prevalencia de fenotipos aptos para la supervivencia. Un cerebro que evolucion´o bajo la presi´on de los distintos nichos ecol´ogicos a los cuales fueron sometidas las distintas clases de individuos del g´enero “homo” que conocemos [1] y que se ha constituido en “asiento de la mente”. El descubrimiento de los restos paleontol´ogicos de un primate b´ıpedo, bautizado como “Lucy”, demuestra que esta historia se extiende temporalmente al menos hasta ´ cuatro millones de a˜ nos atr´as en el denominado cuerno de Africa, con el llamado ´ “australopithecus”. Estos fueron seres dotados de un volumen cerebral entre los 400 y 450 cc., similar al de nuestros actuales primates. El caminar erguido habr´ıa facilitado grandes cambios morfol´ogicos, incluidos los cerebrales y visuales, adem´as de abrir nuevas posibilidades a la interrelaci´on mutua entre miembros de la especie en el a´mbito de la afectividad. La liberaci´on de las manos respecto de la movilizaci´on habr´ıa constituido un factor fundamental en este proceso evolutivo, siendo su materializaci´on la emergencia del “homo h´abilis”, habitante de la sabana africana, creador de las primeras herramientas pulidas y con capacidad cerebral oscilante entre los 500 y 800 cc. Un nuevo salto se producir´ıa con el “homo erectus” hace 800 mil a˜ nos (con ca´ hasta Oriente pacidad craneana entre 800 y 1250 cc,) el que emigrar´a desde Africa Medio y el sur de Asia, siendo su descendiente directo el “homo heildel-bergensis”, primer habitante de Europa, antecesor evolutivo en este continente del denominado hombre de “Neandertal” (capacidad cerebral 1200-1700 cc.) hace 250 a 100 mil a˜ nos ´ atr´as. Este u ´ltimo, muy adaptado a condiciones de vida de extrema dureza, manifest´o un rasgo propio del hombre moderno: enterraba a sus muertos. Los rastros


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paleontol´ogicos y arqueol´ogicos de presencia de neandertales 30.000 a˜ nos atr´as en ciertas regiones Europeas en donde habitaba el “hombre de Cro-Magnon”, antecesor del “homo sapiens”, parecen indicar que ambas poblaciones coexistieron. Desde el australopithecus al hombre moderno, hay un salto en volumen cerebral desde aproximadamente 450 cc. a 1400 c.c. Con este nuevo “homo”, una nueva caracter´ıstica emerge, “el pensamiento simb´olico”, aunque se debe establecer que dicho crecimiento, siendo una condici´on necesaria, no parece ser suficiente para explicar por s´ı solo el conjunto de capacidades cognitivas que presenta el ser humano actual. Una hip´otesis importante en este sentido tiene que ver con el paso de un sistema cognitivo altamente compartimentado, en el caso de nuestros antecesores, a uno integrado, altamente complejo, en el hombre moderno, en el cual el todo es bastante m´as que la suma de las partes. El funcionamiento ejecutivo, la memoria y otras caracter´ısticas cognitivas importantes encuentran su sustrato en el cerebro, repartidas aparentemente en distintas zonas, quedando cada subproceso, tambi´en sin localizaci´on concreta, asociado a alguna red neuronal [2]. El sistema t´alamo-cortical del cerebro unifica “los componentes fraccionados tanto de la realidad externa como de la interna en una estructura u ´nica [llamada “s´ı mismo” o “subjetividad”]. Se trata de un mecanismo sencillo y extremadamente u ´til [. . . ] La coherencia temporal no s´olo engendra el “s´ı mismo”, como una estructura funcional, sino que crea un espacio a la centralizaci´on, en la cual las funciones predictivas del cerebro, tan cr´ıticas para la supervivencia, pueden operar de manera coordinada” [3]. Por otro lado, el lenguaje juega un papel primordial en este proceso evolutivo que culmina en lo que hoy llamamos ser humano, sin embargo


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“[. . . ] no es la propiedad del cerebro humano, sino m´as bien de la sociedad humana y de la cultura. Si todos los individuos perdieran de manera permanente el habla y se convirtieran en analfabetos, sus ni˜ nos y las generaciones siguientes ser´ıan incapaces de hablar, a pesar del hecho de tener un cerebro normal; la especie humana perder´ıa el lenguaje. Esta caracter´ıstica es la m´as distintiva de todas las caracter´ısticas humanas” [2]. 4.2.

El ser simb´ olico. El hombre es un ser gregario y simb´olico por excelencia.

Su lenguaje, su gestualidad, su cultura, su ciencia, su t´ecnica son significantes dentro del mundo de las transacciones humanas en donde adquieren sentido y forma a trav´es del s´ımbolo (el lenguaje, las ideas, etc.). El ser humano ha recreado no s´olo el medio que lo circunda, modific´andolo f´ısicamente, sino que tambi´en ha generado un mundo propio cargado de sentido profundamente ritualista. Actuando como “animal pol´ıtico o social” tal como lo definiera Arist´oteles. En el transcurso de su breve existencia, ha creado cosmogon´ıas, religiones e interpretaciones de la realidad, compelido, entre otras muchas razones, por curiosidad, por temor al azar que se le devela inmanejable, por proteger intereses individuales y de grupo, por su necesidad de dominar el medio y a sus semejantes, etc. Animismo, polite´ısmo, monote´ısmo, pante´ısmo, agnosticismo, ate´ısmo, entre otros, en sus diversas manifestaciones, surgen sobre el escenario de la existencia del hombre para completar, junto a otros elementos, el puzle de su esencia temporal, individual y social. ´ Estas y otras creaciones de la actividad humana, ya sean catalogadas como subjetivas u objetivas, ideales o materiales, aparecen de manera no trivial a trav´es de un proceso dial´ectico de desarrollo, materializado a trav´es del enfrentamiento entre lo “dado” o “impuesto” y aquello que exige emerger por derecho propio a la luz de nuevos descubrimientos, intereses de grupos u otras causas.


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El acercamiento paulatino de nuestra civilizaci´on a un conocimiento de la naturaleza de las cosas, cimentado en raz´on y experimentaci´on, elevar´a en forma significativa la calidad de sus logros en el manejo del medio que lo circunda y de su propia construcci´on en cuanto especie. Tal como sugiere Hegel,

“[. . . ] La filosof´ıa es id´entica al esp´ıritu de la ´epoca en que ´esta aparece; la filosof´ıa no est´a por encima de su tiempo, ella es solamente la conciencia de lo sustancial de su tiempo, o el saber pensante de lo que se encuentra en el tiempo. De la misma manera, ning´ un individuo puede estar por encima de su tiempo; el individuo es hijo de su ´epoca [. . . ] el individuo se manifiesta solamente en una forma determinada: Nadie puede salir de lo sustancial de su ´epoca, como nadie puede salir de su propia piel. Por consiguiente, en una consideraci´on esencial de la filosof´ıa no puede saltar su propio tiempo” [4] debemos se˜ nalar la dependencia indisoluble entre todos los productos de la actividad humana (moral, valores, derecho, etc.) y la circunstancia en que se materializan. Todo conocimiento adquirido ser´a enajenado, puesto a favor, a servicio de intereses hegem´onicos. Cada uno de los individuos, agentes catalizadores del desarrollo de cualquier actividad humana, se posiciona adem´as en un referente ideol´ogico espec´ıfico, con una visi´on previa del mundo, es decir, cargado de historia y en la historia. As´ı,

“[. . . ] los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a partir de elementos libremente elegidos, en circunstancias elegidas por ellos, mas en circunstancias que ellos encuentran inmediatamente ante ellos, dadas y heredadas del pasado” [5]


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Finalmente, “ninguna sociedad se propone tareas para cuya soluci´on no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no est´en, al menos, en v´ıas de aparici´on y de desarrollo]” [6]. Referencias [1] L. F. Zapata. Evoluci´on, cerebro y cognici´on. Psicolog´ıa desde el Caribe, Universidad del Norte, No. 24, 106-119, 2009. [2] F. Maest´ u et al. Cognici´on y redes neurales: una nueva perspectiva desde la neuroimagen funcional. Rev. Neurol. 37 (10): 962-966, 2003. [3] R. Llin´as. El Cerebro y el mito del yo. Ed. Norma, Colombia, 2002. [4] F. Hegel. Filosof´ıa de la Historia. Ediciones Zeus, Barcelona, Espa˜ na, 1971 [5] C. Marx. 18 Brumario, en Obras Escogidas C. Marx, F. Engels. Editorial Progreso, Mosc´ u (sin a˜ no de edici´on). [6] A. Gramsci. Marx y Lenin. Editorial Nascimento. Chile 1972. [7] M. Corgini. “El hombre y su circunstancia” en Paseo Cu´antico. Por los Senderos de Sha-i-Zinda. Ed. Universitaria. Universidad de La Serena, 2012.


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5.

EL CULTO A MITRA Y LA EMERGENCIA DEL CRISTIANISMO-COINCIDENCIAS SUGERENTES

5.1.

Mitra. El mitra´ısmo es una religi´on originada a partir del mazde´ısmo o zo-

roastrismo, credo de origen persa, dualista y de revelaci´on. Mitra, su dios, era conocido como el dios de la luz y de la verdad, identificado con el sol, mediador entre el mundo superior, luminoso (Ahura Mazda) y el inferior, el de la actividad f´ unebre (Ahriman) [1]. Mitra es enviado por Ahura Mazda para sacrificar al denominado “toro primordial”. Esta inmolaci´on, despu´es de haberlo cargado sobre los hombros (“transitus”), conducir´a a la redenci´on de los hombres. El s´ımbolo m´as importante de este culto es una cruz en un c´ırculo que define al sol, donde las cuatro puntas de ´esta representan el a˜ no solar. Dicha religi´on consideraba la inmortalidad del alma, el juicio y la resurrecci´on de los muertos, conceptos que hoy d´ıa nos siguen siendo familiares. Por influencia caldea, se impregna de elementos astrol´ogicos y as´ı se mantiene hasta los griegos en que Ahura Mazda se transforma en Zeus y Ahriman en Hades. Respecto a la naturaleza dualista del mitra´ısmo, debemos remitirnos a sus or´ıgenes en el mazde´ısmo [2], cuyo creador es Zoroastro (o Zaratustra). De esta u ´ltima religi´on sabemos que: “[Zoroastro] tuvo una visi´on imprevista: percibi´o un campo de batalla donde se enfrentaban dos ej´ercitos, en los que reconoci´o las fuerzas del bien y del mal; los justos vest´ıan de blanco y bland´ıan las “armas de la luz” y sus adversarios combat´ıan con el armamento de la “duda” y de la “mentira”. Los justos lograron la victoria y Zoroastro comprendi´o intuitivamente que este mundo es efectivamente el campo de batalla del bien y del mal [...] La victoria total de las fuerzas del bien implicar´ıa, al producirse [...] la aparici´on de una nueva edad de oro [...] durante la cual el universo entero se convertir´a en una especie de luz divina [...]”.


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Cerca del solsticio de invierno –25 de diciembre– era festejado el nacimiento del dios, el cual simbolizaba la emergencia de la luz y la renovaci´on de la naturaleza. El 24 de marzo, fecha del equinoccio de primavera se celebraba su ascensi´on a los cielos (coincide con el d´ıa de San Juan). 5.2.

Sincretismos. A fines del siglo III D.C., el sincretismo entre el culto mitraico

y otros de tipo solar, condujo, en el Imperio Romano, a la denominada religi´on del Sol Invictus, declarada credo oficial en 274 por Aureliano. Sin embargo, casi medio siglo despu´es comienza el ascenso vertiginoso del cristianismo. En 325 D.C., Constantino, quien fuera m´aximo pont´ıfice del culto del estado romano, convoca el Concilio de Nicea y legitima este credo, originalmente perseguido, motivado aparentemente m´as por razones de orden pol´ıtico y militar que por motivos de car´acter religioso. Finalmente, Teodosio, a trav´es del edicto de Telas´onica (380 D.C.), terminar´a por transformarlo en religi´on oficial, sellando adem´as, con el fin de su vida, la divisi´on definitiva del Imperio Romano en occidente (Roma) y oriente (Bizancio). El culto a los antiguos dioses ser´a finalmente prohibido (391 D.C.). El sincretismo y la proscripci´on religiosa contribuir´an a la consolidaci´on total de esta fe. A partir de este momento se estructura una comuni´on indivisible entre Iglesia y Estado. Un conjunto de causas eficientes hacen razonable el advenimiento de la religi´on cristiana como oficial. ´ Esta ofrec´ıa una escatolog´ıa adecuada a los intereses pol´ıticos del imperio, principalmente en el sentido de mantener la unidad de ´este y el respeto y sumisi´on a la autoridad civil: “[. . . ] los poderes que existen son establecidos por Dios” (Rom. XII.1), “recu´erdenles que son s´ ubditos de la soberan´ıa y de los poderes para obedecer a los magistrados y para estar preparados para toda obra digna” (Titus III.1). En este sentido, el estado se dedicar´ıa al mantenimiento de la paz y orden establecidos a trav´es de la legislaci´on, mientras que la Iglesia se har´ıa cargo de la


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salvaci´on de las almas, declarando asimismo el origen divino del poder real. Esto dar´a lugar al denominado c´esaro-papismo y a un enfrentamiento velado o directo por la hegemon´ıa entre el poder secular de los monarcas de un lado y religioso por el otro. En este escenario, San Agust´ın (354-430) en su obra “La Ciudad de Dios” reconoce la autoridad del emperador y el origen divino de la misma, sin embargo, niega al monarca potestad sobre asuntos de la fe, delimitando as´ı la diferencia entre el poder secular y el eclesi´astico. Por otro lado, el cristianismo, a diferencia de otras, es una religi´on popular. Max Weber [3] se˜ nala:

“En contraste con la religi´on asc´etica redentora de la India y su falta de eficacia sobre las masas, se hallan el juda´ısmo y el cristianismo, que desde el principio fueron religiones de plebeyos, y siguieron si´endolo, a trav´es de los tiempos, por propia voluntad.[. . . .]. La lucha de la Iglesia antigua contra los gn´osticos no fue otra cosa sino la lucha contra la aristocracia de los intelectuales, tal como la conocen todas las religiones asi´aticas, para impedir que se apoderasen de la direcci´on de la Iglesia”.

El poder debi´o reconocer el grado de organizaci´on de la Iglesia y el gran ascendiente que hab´ıa llegado a tener sobre el pueblo bajo y algunos estamentos de s´ı mismo. Sin lugar a dudas, se produce una fusi´on entre aspectos relevantes de la religi´on emergente y los antiguos cultos. A pesar de la larga controversia hist´orica respecto de dicha s´ıntesis, resulta tremendamente sugerente la coincidencia entre diferentes elementos de los cultos mitraico y cristiano. M´as a´ un algunos rasgos concordantes con la filosof´ıa estoica est´an presentes en los escritos de San Pablo.


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Referencias [1] M. Corgini. “De la Roma Antigua al Medievo” en Paseo Cu´antico. Por los Senderos de Sha-i-Zinda. Ed. Universitaria. Universidad de La Serena, 2012. [2]. J. Varenne. Zoroastro. Edaf, Madrid, 1976. [3]. M. Weber. “El Desarrollo de la Ideolog´ıa Capitalista” en: La ´etica protestante y el esp´ıritu del capitalismo. Edici´on SARPE, 1984.


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Figura 1. Ouρoβoρoς

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