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REVISTA Â´ EL CLUB CUANTICO No 18, MARZO 2017

Editores: Marco Corgini Videla - Ingrid Torres Castillo

http://elclubcuantico.blogspot.com

´Indice 1. EDITORIAL ´ 2. LOS CODIGOS DE LA TORAH Y EL ADIVINO DEL EMPERADOR 3. EL ESTOICISMO 4. EL ESTOICISMO EN LA ROMA IMPERIAL ´ 5. LA FE Y SU RACIONALIZACION 6. DE GREGORIO VII A ERASMO

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EDITORIAL

A veces las pseudociencias se visten de ropajes cient´ıficos con objeto de dar sustento a sus proposiciones. En este sentido, el primer art´ıculo está dedicado a un hecho que produjo gran conmoción en el mundo hebraico. Se trata de los denominados Códigos de la Torah. Por otro lado, a diferencia de los u ´ltimos n´ umeros, en esta ocasión abordaremos temas de carácter histórico relacionados con el desarrollo de ciertas posturas filosóficas que jugaron un papel importante tanto en la época helénica como en los primeros siglos del imperio romano, fusionándose a veces, de forma singular, con las concepciones cristianas, en un afán por dar sustento racional a la fe. También daremos un breve paseo a través del tiempo tendido entre el papado de Gregorio III y la emergencia del Humanismo, mencionando, brevemente los principales hitos que lo distinguen.

Marco Corgini Videla

´ NUMERO 18, MARZO 2017

´ LOS CODIGOS DE LA TORAH Y EL ADIVINO DEL EMPERADOR

El adivino, mago o vidente que sol´ıa ser parte de la corte de emperadores y reyes de la antig¨ uedad, sujeto avocado a predecir el futuro o destino de un pueblo o su regente, antes de una guerra, un conflicto pol´ıtico o una catástrofe económica, más que visualizar el ma˜ nana en signos misteriosos o se˜ nales del cosmos, sol´ıa verse obligado a interpretar la voluntad del regente o su séquito y esperar que el resultado de cualquier empresa por él respaldada fuese exitosa. El fracaso pod´ıa significar también su condena a muerte. Una de las caracter´ısticas de una pseudociencia es constituirse a la vez en el adivino y emperador, esto es, coloca por delante sus hipótesis, como si fueran verdades, y tenazmente lucha por acumular supuestas evidencias en favor de éstas. In 1994, una prestigiosa revista cient´ıfica, el Statistical Science, publicó un articulo de tres autores israel´ıes, Doron Witztum, Eliyahu Rips, and Yoav Rosenberg (WRR) en donde supuesta evidencia estad´ıstica parec´ıa indicar la existencia de información encriptada en el ´ texto de la Torah jud´ıa [1]. Esta, seg´ un sus autores, daba cuenta de hechos futuros, tales como la muerte de Rabies. El lector seguramente presentirá el alboroto que esto produjo, especialmente entre aquéllos interesados en develar el misterio de la vida y el cosmos eludiendo por supuesto el trabajo arduo, metódico y tenaz que supone tal empresa humana. En su art´ıculo de 1998, A Skeptical Look at the Torah Codes [2] el conocido f´ısico matemático Barry Simon se˜ naló

My conclusion is that there is much to be skeptical about in looking at the codes. Not only are some of the claims

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that have surrounded them unfounded, the various examples are far from convincing if analyzed carefully. Doubts that I may have had about publishing my conclusions are overridden, I feel, by a gemara in Shabbos, which says, ‘The seal of HaKadosh Baruch Hu is Truth‘. Lo que sigue es un debate que durar´ıa a˜ nos. Refutaciones y contrarefutaciones (elaboradas estas u ´ltimas principalmente por D. Witztum) son la caracter´ıstica del periodo. La prueba de que de otros textos literarios resultaba posible extraer supuestos mensajes, incluidas profec´ıas de eventos de la historia mundial, tal como en el caso de la Torah (Moby Dick de Herman Melville y la Guerra y La Paz de Leon Tolstoy, publicadas en 1851 y 1861, reepectivamente-ver [3] ) terminaron por desacreditar toda conclusión que condujera a suponer intervención divina o intención profética, de cualquier especie, en dicho texto hebreo. Finalmente, en el art´ıculo de la revista Chance (1999) A story of “Cooked Lists” and “Permutation Races.”The Torah Codes: Puzzle and Solution [4], sus autores concluyen repecto de los mencionados códigos, a partir de las investigaciones previas y las propias, lo siguiente: This analysis completes the critique of the seemingly astounding statistical results that were published by WRR. A list was presented there which performed most surprisingly and impressively in Genesis. That list performed quite poorly in War and Peace, and in several other control texts (though we now know that it also performs poorly in Exodus, Numbers, Leviticus, and Deuteronomy). Another list, however, consistent and correct to roughly the same

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degree as the original list, did achieve in War and Peace a measure of success as impressive as that of Witztum and Rips’s list. So it is not the Book of Genesis that is remarkable; it is Havlin’s lists, which seem made-toorder for Genesis. What then remains of the “scientific” experiment and the statistical significance testing? We are back to square 1. We started by showing that single words in ELS form can be found not only in Genesis but also in any other sufficiently long text. Now we see that even a list of rabbis and their dates can be found in remarkable proximity not only in Genesis but also in any other sufficiently long text. To be sure, “the proximity of ELS’s with related meanings in the Book of Genesis is not due to chance” (p. 434). It must therefore be due to design. The design, however, may well be human, not divine. [The Chance article is loosely based on a Herbrew article (Bar-Hillel, BarNatan, and McKay 1997), insofar as both tell essentially the same story, but this article is expanded and more statistically sophisticated.

Sin embargo, una pléyade de buscadores de enigmas secretos emergió de las cenizas de la discutida propuesta. Como ésta, las nuevas afirmaciones han resultado eficientes a sus creadores para engrosar no sólo sus billeteras sino también las de aquellas compa˜ n´ıas editoriales y periódicos dispuestos a lucrar con el escaso conocimiento en materia cient´ıfica del p´ ublico general, dispuesto lamentablemente, la mayor´ıa de las veces, a escuchar sólo aquello que están dispuestos a aceptar.

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Bibliograf´ıa [1] D. Witztum, E. Rips, and Y. Rosenberg Equidistant Letter Sequences in the Book of Genesis. Statistical Science, 429–438, 1994. [2]B. Simon. A Skeptical Look at the Torah Codes. Jewish Action 1998. [3] Bar-Hillel, M., Bar-Natan, D., and McKay, B. D. (1997). There Are Codes in War and Peace Too. Galileo, Vol. 25, 52–57, 1997 (in Hebrew). [4] Maya Bar-Hillel, Dror Bar-Natan, and Brendan McKay. A story of “Cooked Lists” and “Permutation Races.”The Torah Codes: Puzzle and Solution. Chance, 13-19, 1999.

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EL ESTOICISMO

A partir del siglo IV, producto de profundos conflictos pol´ıticos, Grecia será testigo del surgimiento de monarqu´ıas hereditarias, lo que incidirá en una paulatina “despolitización” de la sociedad. Más a´ un, la antigua polis griega, la ciudad-Estado, constituida por ciudadanos pol´ıticos, situados en un escenario dise˜ nado a escala humana, se verá disminuida frente a la expansión de las fronteras griegas, luego de las conquistas de Alejandro de Macedonia, inserta ahora en un ´ mundo global, complejo y cosmopolita. Este será el terreno propicio para la emergencia y desarrollo de una nueva filosof´ıa, el estoicismo. Su fundador, Zenón de Citio (334 A.C-262 A.C), postula la existencia de dos principios, lo pasivo y lo activo, representados, respectivamente, por la materia y la razón (fuego o pneuma), a la que denominan dios. Para los estoicos, el alma es cuerpo y también dios es un ser corpóreo. Luego, el mundo resulta de la unión de dios –el principio ´ activo universal– con la materia. Este no es motor inmóvil ni causa eficiente. Por lo tanto, dios y mundo son la misma cosa. Es decir, dios es la sustancia del mundo. Este principio activo, la “razón seminal” identificada con el fuego (“fuego art´ıfice”), al estilo de Heráclito, vincula a todas las cosas del mundo por medio de una ley inexorable, el hado. Es esta ley divina, que todo lo encadena, la que denominamos “naturaleza”. Es parte esencial del estoicismo el concepto de “eterno retorno”, consistente en una repetición c´ıclica del mundo. Cada ciclo culmina con una “conflagración”, que conduce al fuego primitivo y a la emergencia de otro ciclo idéntico. As´ı, su f´ısica es determinista. En este contexto, la ética estoica se corresponderá con el precepto “vivir de acuerdo a la ley natural”. Esto implica la superación de las pasiones (pathos) y la aceptación del destino por medio de la apat´ıa

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(apátheia): “Has de ser como una roca en la que se estrellan todas la olas. Ella está firme y el oleaje se amansa en su derredor” (Marco Aurelio). Entre los representantes más destacados de las distintas vertientes de esta corriente filosófica, encontramos a los siguientes: siglos III y IV A.C., Zenón de Citio (su ya mencionado fundador), Aristón de Qu´ıos, Cleantes de Asos, Cr´ısipo de Solos, Zenón de Tarso (sucesor de Cr´ısipo) y Diógenes de Seleucia; siglos; II-I A.C.,Antipatro de Tarso, Boeto de Sidón, Panecio de Rodas, Posidonio de Apamea; siglos I y III D.C, Lucio Aneo Séneca, Epicteto, Hierocles, Cleómedes, y Marco Aurelio. Volveremos sobre algunos de estos filósofos más adelante. A diferencia del epicure´ısmo, el estoicismo generará en su seno variadas interpretaciones. Por ejemplo, si para Zenón de Citio, como para su disc´ıpulo Cr´ısipo, el fuego actualmente existente en el cosmos –el mismo que conducirá a la conflagración de fin de ciclo– emerge del agua que cubrió el cosmos después de la anterior conflagración; para Cleantes, éste es un remanente del fuego de la conflagración previa, que subsiste con esa misma agua. En este punto, es necesario se˜ nalar que, al contrario de lo que sucederá con las concepciones cracteristicas del epicure´ısmo, condenadas –junto con dicha filosof´ıa– a una paulatina desaparición, las nociones de propósito y fin predeterminado en la naturaleza, propias de las diversas corrientes platónicas, aristotélicas y estoicas, serán fundamentales en la visión teológica tanto del Oriente como del Occidente cristiano hasta el siglo XVIII D.C. Bibliograf´ıa [1] M. Corgini. Ciencia y realismo. Más allá del insoportable mito del observador. Editorial Universitaria. Universidad de La Serena, 2015.

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EL ESTOICISMO EN LA ROMA IMPERIAL

El estoicismo griego se asimiló al modo de vida de Roma durante la época Imperial. Sus principales representantes fueron Lucio Aneo Séneca (4 A.C-64 D.C.) –filósofo, pol´ıtico, orador y escritor–, Epicteto (50 D.C-130 D.C.) y el emperador Marco Aurelio (121-180 D.C.). A partir de Séneca, esta filosof´ıa, que tiene muchas vertientes, comienza a transformarse en una filosof´ıa de “consolación ante la imperfección del mundo” [1]. Sus representantes, resultan sorprendentes. De esta forma, Séneca profetiza: “llegará un d´ıa en que el tiempo y la diligencia humana resolverán problemas que ahora son oscuros. Dividimos desigualmente los pocos a˜ nos de nuestras vidas en estudio y vicio, y por ello será necesaria la labor de m´ ultiples generaciones para explicar fenómenos tales como los siderales. Los hombres de nuestra posteridad se sorprenderán de que nosotros ignoremos las causas de las cosas que para ellos serán patentes. En el porvenir los hombres sabrán muchas cosas que nos son desconocidas. Las edades futuras tienen reservados muchos descubrimientos, cuando ya nadie se acuerde de que nosotros hemos existido. Nos creemos que estamos iniciados en los secretos de la naturaleza mas en realidad estamos sólo en el umbral del templo” [1]. Uno de los elementos fundamentales de esta concepción es el de la libertad humana. A diferencia del epicure´ısmo, para el cual ésta se asociaba al denominado clinamen (o parénclesis) de los a´tomos, el estoicismo buscaba compatibilizar el logos cósmico con los movimientos libres y contingentes del hombre, sin dejar de adoptar una posición determinista. El estoicismo romano, a través de los ya mencionados Epicteto, Séneca y Marco Aurelio, hará suya la posición que, respecto de este asunto,

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´ asumió Crisipo. Esta se ve reflejada en la siguiente aseveración del primero: De las cosas, algunas están en nuestro poder, y otras no. En nuestro poder están la opinión, la tendencia hacia algo, el deseo, la aversión y, en una palabra, cualquier cosa que dependa de nuestros actos propios: pero no están en nuestro poder el cuerpo, la propiedad, la reputación, el poder y, en una palabra, cualquier cosa que no dependa de nuestros propios actos. Y las cosas que están en nuestro poder son por naturaleza libres, no sujetas a impedimentos o trabas. Pero las cosas que no están en nuestro poder son débiles, esclavas y sujetas al Poder de otros” (citado en [3]) As´ı, la libertad (humana) radicar´ıa en nuestro interior, mientras el exterior ser´ıa ajeno a ella. El racionalismo estoico se enfrentará con el epicure´ısmo, durante el per´ıodo comprendido entre fines del siglo I A.C y la primera mitad del siglo II A.C.,más que todo) por cuestiones gnoseológicas. Por ejemplo, el estoicismo no aceptaba la tesis epic´ urea seg´ un la cual la realidad del movimiento implicaba la existencia del vac´ıo, por tratarse no de una evidencia sensorial, sino de una inferencia mental. En lo esencial, la controversia, de carácter lógico, versó sobre la capacidad probatoria de las inferencias condicionales. En otras palabras, si los estoicos defend´ıan, en materia gnoseológica, la inferencia deductiva, a partir de principios a priori, los epic´ ureos postulaban la inferencia inductiva basada en la experiencia. Esta postura fue desarrollada y defendida por lógicos epic´ ureos como: Zenón de Sidón –quién llamaba a Sócrates

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´ el “Bufón de Atica”–, Demetrio de Laconia, Bromius y Filodemo de Gadara. Filodemo, en su obra “Sobre los métodos de Inferencia”, abordó los problemas antes planteados. Por otra parte, basado en las ideas de Epicuro, Tito Lucrecio Caro, escéptico y materialista, escribirá, durante la primera mitad del siglo I A.C., su “De Rerum Natura”, obra publicada por Cicerón (106-43 A.C.). Lucrecio exalta a su maestro: C ¸ uando la vida humana ostensiblemente envilecida yac´ıa en tierra oprimida bajo el peso de la religión, la que desde las regiones del cielo mostraba su cabeza amenazando a los mortales con horrible mirada, un griego fue el primer hombre que se levantó contra ella y elevó sus ojos en desaf´ıo. Ni la fama de los dioses ni el rayo ni los estruendos amenazantes del cielo lo intimidaron... Por tanto la religión a su vez fue aplastada bajo sus pies; su victoria nos exalta al cielo”[3]. Por otra parte, este ecléctico Marco Tulio Cicerón, en su obra “Sobre la naturaleza de los Dioses”, nos muestra el diálogo entre el epic´ ureo Cayo Valeyo, el estoico Lucilo Balvo y Cayo Aurelio Cota –el anfitrión–. En este texto, y en el estilo com´ un a la época, los contertulios discuten desde sus diferentes posiciones filosóficas el asunto. Casi al final del diálogo, Cota hace ver, en el contexto de lo ya discutido y los argumentos presentados por Balvo, que lo planteado lleva a concluir que, o bien la providencia desconoce sus propias capacidades o se despreocupa por los asuntos humanos, pudiendo llegar a ser, incluso, incapaz de discernir acerca de qué es lo mejor [4].

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Bibliograf´ıa [1] S. Giner. Historia del Pensamiento Social. Editorial Ariel, Espa˜ na, 1982. [2] M. Correa. Libertad Humana y Presciencia Divina en Boecio. Teolog´ıa y Vida. Vol. XLIII, 2002 en Epictetus, Enchiridion, tr. G. Long, New York, 1955: Prometheus Books. [3] C. Marx. Diferencia de la Filosof´ıa de la Naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Editorial Ayuso, Madrid, 1971. [4] Marco Tulio Cicerón.Sobre la Naturaleza de los Dioses. Alba Libros, S.L., 1998. [5] M. Corgini. Ciencia y realismo. Más allá del insoportable mito del observador. Editorial Universidad de La Serena, 2015.

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´ LA FE Y SU RACIONALIZACION

El universalismo helen´ıstico se instaló con la ayuda y soporte de las filosof´ıas estoica, epic´ urea y peripatética, y la introducción del cristianismo. El cristianismo era, esencialmente, una persona –Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre– y tra´ıa un mensaje de salvación, radicalmente teocéntrico, que supon´ıa una profunda subversión en la concepción de la vida y de la escala de valores del mundo pagano y comportaba además un peculiar estilo de vida: en esto radicaba su originalidad y su fuerza. Pero el cristianismo no era propiamente creador de una cultura [1] Si bien el cristianismo es una religión revelada, sus seguidores, en especial los denominados padres de la Iglesia, debieron realizar esfuerzos denodados por responder racionalmente, a las ácidas cr´ıticas de los opositores a los dogmas de esta fe, en particular desde la tribuna de la filosof´ıa. Para esto recurrieron a la tradición filosófica griega, principalmente a través de Porfirio (205 D.C.-270 D.C) y su disc´ıpulo Plotino (232 D.C-304 D.C.). En el siglo II D.C., algunos de los padres de la Iglesia, llamados apologetas –Clemente de Alejandr´ıa, Flavio Justino y Tertuliano–, asumirán la tarea de defensa, cada uno a su muy particular estilo. No serán los u ńicos, pero se encuentran entre los más destacados. Respecto del mártir Justino, el patriarca Focio de Constantinopla (siglo IX D.C) escribe en su obra “Biblioteca” lo siguiente: Le´ıda de Justino Mártir una Apolog´ıa por los cristianos, un libro Contra los paganos y otro Contra los jud´ıos, as´ı como también otro tratado Contra el primero y segundo libro de

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la F´ısica, o sea, contra la forma, contra la materia y contra la privación, libros de argumentaciones ajustadas, vigorosas y aprovechables. Igualmente y del mismo modo, otros Contra el quinto cuerpo y Contra el movimiento eterno que Aristóteles hizo manifiesto mediante la potencia de sus razonamientos, y también sus Soluciones sumarias a las dificultades que se oponen a la religión. El autor ha alcanzado el ápice en cuanto al conocimiento de nuestra filosof´ıa y de la ajena, desborda de erudición y de riqueza de datos históricos; pero en lo que se refiere a los afeites retóricos carece del afán de adornar la belleza que es connatural a su filosof´ıa [...]. Ha compuesto cuatro tratados contra los paganos. El primero lo ha dedicado a Antonino, llamado el Piadoso, a sus hijos y al senado, y el segundo a sus sucesores. En el tercero ha discutido sobre la naturaleza de los démones. su cuarta obra, asimismo compuesta contra los gentiles, tiene por t´ıtulo Refutación. El tratado Sobre la monarqu´ıa divina, el denominado Sobre el Salterio y el Contra Marción le pertenecen y son indispensables, igual que el u ´til Tratado contra todas las herej´ıas [3] As´ı, en el siglo II D.C., durante el proceso de sincretismo judeoalejandrino, Justino, convertido al cristianismo, será el primero en realizar un intento por introducir elementos de filosof´ıa griega, a través de la platónica –que considerará más adecuada– para dar fundamento al cuerpo dogmático de esta fe. Calificará de “herejes” a los adeptos a la corriente “gnóstica”, que disputaba la hegemon´ıa al cristianismo, condenando de paso sus doctrinas [5]. A diferencia de Justino, Tertuliano se opondrá a la racionalización de la religión cristiana, colocando

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el acento sólo en la fe y luchando contra la intención de introducir la filosof´ıa griega en su seno. Por u ´ltimo, fundada la llamada Escuela de Alejandr´ıa, destinada a catequizar y difundir el credo, Tito Flavio Clemente (de Alejandr´ıa), quien llega a ser su director, tratará de armonizar razón y fe, en el escenario de la paulatina fusión de dos culturas, la griega y la romana. Su sucesor, Or´ıgenes, desarrollará un sistema filosófico religioso basado en el neoplatonismo. Sin embargo, se le declarará hereje en el siglo VI D.C., precisamente por propugnar el predominio de la razón sobre la fe. Se ordenó, además, destruir sus obras. En este orden, ya desaparecida la riqueza de la filosof´ıa de la era democrática ateniense, ausentes las libertades pol´ıticas, sólo sobreviven en Grecia diferentes corrientes platónicas, aristotélicas y socráticas. El filósofo griego Plotino será el creador del u ´ltimo de los sistemas metaf´ısicos de la filosof´ıa antigua, el neoplatonismo, una filosof´ıa pante´ısta, de carácter m´ıstico e idealista: Se alcanza, en suma, un estado en el que Dios vive en el hombre [. . . ] La exigencia de vivir un estado de alteración sensorial decanta la experiencia m´ıstica de un simple proyecto de vida basado en el recogimiento. Plotino, el más singular pensador del misticismo antiguo, introduce el concepto de viaje m´ıstico, que implica dos etapas: el acceso los l´ımites del mundo sensible y el éxtasis, que conduce al mundo inteligible” [2] Ejercerá influencia, principalmente, en los padres de la Iglesia cristiana hasta el siglo IV D.C. Su obra fue recopilada por su disc´ıpulo Porfirio en la colección de libros denominada Enéadas. En el a˜ no 529 D.C., el emperador Justiniano, por medio de un edicto e intentando preservar la unidad del imperio de Bizancio, ordenó el cierre de

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las escuelas filosóficas en Atenas, entre ella, la Academia Platónica (“Aqu´ı no entra nadie que no sepa geometr´ıa”). As´ı, eliminadas las fuentes de conocimiento directo del pensamiento griego. De esta manera, el pensamiento helénico se restringió a las interpretaciones realizadas por los algunos de los primeros apologistas y padres de la Iglesia cristiana. Sin embargo, cabe destacar que, por razones tan pol´ıticas como las anteriores, la Escuela de Alejandr´ıa sobrevivió temporalmente a la ejecución de este edicto. A fines del siglo VI D.C., ya dividido el Imperio Romano, la filosof´ıa queda por completo al servicio de la justificación racional del dogma. Como actividad, su ejercicio se verá fundamentalmente reducido a la actividad realizada en escuelas monacales y catedralicias. El tipo de procedimientos a través de los cuales la filosof´ıa se desarrollaba –y que consideraban discusión entre maestro y alumno– pasó a llamarse escolástica, denominación que se transmitió a la misma actividad filosófica, desarrollada en este contexto. Si el siglo XIII representa su apogeo, con Santo Tomás de Aquino, el siglo XIV será el de su decadencia. Este u ´ltimo abordará el problema de la existencia de Dios y rendirá prueba de esto por medio de las llamadas “cinco v´ıas”. También considerará el problema de la creación. Para este filósofo y teólogo, Dios crea el mundo de la nada (creatio ex nihilo):

Cuando decimos que por la creación alguna cosa ha sido hecha de la nada, esta preposición “de”no designa ninguna causa material, sino que se˜ nala solamente un orden, como cuando se dice: de la ma˜ nana nace el mediod´ıa, lo cual significa que tras la ma˜ nana llega el mediod´ıa. Es necesario, sin embargo, suponer que esta preposición “de”puede

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envolver en su significación la negación que expresa la palabra “nada”, o, por el contrario, estar incluida en ella. En el primer caso, el orden sigue afirmado (pero sólo desde el punto de vista del lenguaje y de sus deficiencias), y se se˜ nala el orden de sucesión (puramente imaginario) entre aquello que es y el no-ser anterior. Si, por el contrario, la negación incluye la preposición, entonces el orden es negado y el significado es el siguiente: tal cosa está hecha de nada, es decir, no está hecha de ninguna cosa; como si dijéramos que ese hombre habla de nada, para expresar que no hay tema en su discurso. Estos dos sentidos se identifican cuando decimos que por la creación una cosa cualquiera está hecha de la nada. En el primer sentido, esta preposición “de” se˜ nala un orden de sucesión; en el segundo se trata de una relación con una causa material, y esta relación es negada.”(Santo Tomás de Aquino. Summa Teológica, l, 45, 1)

´ Este es un signo de la absoluta sumisión del mundo medieval a la doctrina cristiana y su concepción religiosa del mundo. Bibliograf´ıa [1] M. Merino Rodr´ıguez. Razón y Fe en Clemente de Alejandr´ıa. Teolog´ıa y Vida, Vol. LII (2011), 51-92. [2] El Neoplatonismo: S´ıntesis del Espiritualismo Antiguo. Barcelona: Anthropos; 1989, en Carlos Alberto Miranda Bastidas. Rev. colomb. de psiquiatr´ıa, v 33, n 2, Bogotá abr./jun. 2014.

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[3] F. Garc´ıa Bazán. MJustino de Roma, el Primer Filósofo Católico. Teolog´ıa y Vida, Vol. LII (2011), 11-34 —11. [4] F. Garc´ıa Bazán. En los Comienzos de la Filosof´ıa Cristiana: La Actitud de los Escritores Eclesiásticos y de los Gnósticos Ante la Filosof´ıa. Teolog´ıa y Vida. Vol. XLIII (2002), pp. 251-256 —18. [5] M. Corgini. Ciencia y realismo. Más allá del insoportable mito del observador. Editorial Universidad de La Serena, 2015.

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DE GREGORIO VII A ERASMO

En el siglo XI, en todos los pa´ıses de la cristiandad latina se hace evidente una creciente pugna entre el papa y los monarcas, tanto por el asunto de las investiduras, relativa a quién deb´ıa designar a los obispos, como por la molestia de reyes y pr´ıncipes respecto de la fuerte enajenación de la propiedad territorial a favor de la Iglesia Católica. Por otro lado, es en esta época en que el papa Gregorio VII establece el celibato clerical –antes del siglo IX los clérigos pod´ıan casarse–, apartando a los sacerdotes del mundo laico, reforzando su v´ınculo con Roma pero aumentando el descrédito de éstos debido a su comportamiento poco acorde con la doctrina cristiana. Esta pugna entre monarcas y papas tuvo su cl´ımax en el siglo XIII con el emperador del sacro Imperio Romano-Germánico, Federico II, llamado “stupor mundis” (pasmo del mundo), quien mantendr´ıa reiterados enfrentamientos bélicos y pol´ıticos con el papado hasta su derrota final, falleciendo de disenter´ıa en 1250. H. G. Wells en su “Breve Historia del Mundo” menciona que Federico, habiendo convivido con musulmanes, jud´ıos y cristianos, llegó a considerar a las religiones como imposturas, denunciando además frente a otros monarcas, a los cuales conminó a unirse contra las usurpaciones papales, las desmedidas ambiciones pontificias respecto de Europa y el enriquecimiento excesivo de la Iglesia. Si bien la persecución y condena de las herej´ıas es una norma en el Medievo desde sus inicios, la primera se˜ nal de ésta, como organización, suele situarse en el contexto de la bula papal “Ad abolendam” establecida por Lucio III en el a˜ no 1184, instruyendo a los obispos a detectar a los herejes en sus diócesis y a castigarlos o absolverlos seg´ un correspondiera. Esto quedará reafirmado posteriormente en las

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normas establecidas en el IV Concilio de Letrán en 1215, convocado durante el papado de Inocencio III. Algunas de estas reglas dan pauta de las pol´ıticas que la Iglesia Católica adoptará frente a las herej´ıas: Toda herej´ıa debe ser perseguida concertadamente por las autoridades civiles y eclesiásticas. Los procesos deberán ser iniciados de oficio; Los obispos deberán disponer la realización de inquisición en cada parroquia de su diócesis; Las propiedades de los herejes deberán ser confiscadas; Los recalcitrantes deberán ser relajados al brazo secular para ser sancionados” [1] Dichas medidas representan un mecanismo de defensa frente al surgimiento de corrientes de opinión contrarias a la doctrina de la Iglesia, como las defendidas por los cátaros o basadas en ideas tra´ıdas desde tierra santa principalmente por caballeros cruzados. El Concilio de Toulouse en 1229 constituirá un tribunal destinado a controlar los excesos producidos contra los herejes a través de la aplicación de las normas anteriormente se˜ naladas. Finalmente, ante el fracaso de la Inquisición Episcopal, el denominado Tribunal de la Inquisición Pontificia es creado por medio de la bula “Excommunicamus” en Roma en 1231 durante el papado de Gregorio IX, con el objetivo de perseguir y juzgar herejes. Formalmente, la Inquisición Romana, denominada Congregación del Santo Oficio, será instituida en 1542 durante el papado de Pablo III como respuesta al surgimiento del protestantismo. Aunque inicialmente restringida a Italia su esfera de acción se extender´ıa a toda la Iglesia Católica. Sus funciones fueron las de perseguir y condenar doctrinas y creencias lesivas para la fe católica.

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Pero, a pesar de prohibiciones y persecuciones, ya durante el siglo XIII numerosas voces, incluso en el seno de la Iglesia, pon´ıan en duda directa o indirectamente los fundamentos de la escolástica y, por lo tanto, a la metaf´ısica que pretend´ıa develar al ser y, de paso, a Dios a ´ través del raciocinio. Este es el caso de Guillermo de Ockham. La importancia de este fraile franciscano radica principalmente en que postuló la imposibilidad de compatibilizar razón y fe, en contra de los intentos del previamente mencionado Tomás de Aquino (12251274), escolástico que en su Summa Teológica efect´ ua un esfuerzo formidable por realizar una s´ıntesis entre el cristianismo y la filosof´ıa aristotélica. A diferencia de Aquino, Ockham postula que el saber racional se subordina a la lógica, mientras que la fe pertenece a la esfera de las verdades reveladas, siendo ambos conceptos no convergentes. De esta forma, se abre una gama de posibilidades al estudio de fenómenos que pueden ser abordados racionalmente. Un elemento importante para la ciencia que está por emerger. Del mismo modo, y en lo pol´ıtico, propone la separación de la Iglesia y el Estado. Otro momento importante está representado por el teólogo inglés John Wyclif (1328-1384), quien sustentó que la autoridad b´ıblica debe primar sobre la autoridad escolástica y más a´ un sobre la papal. Criticó con mucha fuerza al poder eclesiástico de la época, predicando la necesidad de una actitud acorde a lo estipulado en el evangelio en el caso de los ministros de la Iglesia. Objetó la eucarist´ıa, negando en ese sentido, la transubstanciación de la sangre y el cuerpo de Cristo. Declaró que en una sociedad perfecta se hacen innecesarios los sacerdotes, por cuanto Dios no necesita de intermediaciones para su relación con el ser humano. Incentivó y participó de la traducción

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al inglés de la Biblia en abierto desaf´ıo a Roma. Wiclif ejercerá una influencia indudable en reformadores del siglo XV. Más adelante, en el siglo XIV, como movimiento opuesto a la escolástica surge el “Humanismo”. Sus adherentes pondrán énfasis en el hombre y la naturaleza. En este contexto se produce un giro desde la teolog´ıa hacia el estudio de la literatura clásica (letras humanas). Esta corriente de pensamiento coloca ahora el énfasis en problemas seculares, evitando una pugna directa con el dogma prevaleciente y sorteando la posibilidad de entrar en conflicto con él. Este movimiento se extender´ıa desde Italia a toda Europa, destacando como uno de sus más importantes representantes a Erasmo De Rótterdam (1466-1536). Las ideas de Erasmo y principalmente su traducción al lat´ın de la Biblia, ejercerán una fuerte influencia en Mart´ın Lutero y en el surgimiento posterior del movimiento protestante. En general su obra fue accesible a un p´ ublico renacentista numeroso, sobre todo por su sencillez y gracias a la utilización de la ya inventada imprenta. Bibliograf´ıa [1] I. Zabaleta. Cristianismo. El Dogma de Occidente. Edimat Libros, Espa˜ na, 2006. [2] M. Corgini. Paseo Cu´ antico. Por los senderos de Sha i Zinda. Ed. Universidad de La Serena, 2013. [3] M. Corgini. Ciencia y realismo. Más allá del insoportable mito del observador. Editorial Universitaria. Universidad de La Serena, 2015.

´ NUMERO 18, MARZO 2017

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Figura 1. Ouρoβoρoς