EL CREACIONISTA ENERO 2023 POESÍA NARRATIVA COLUMNA FILOSOFÍA CULTURA Artes, Cultura y Literatura ISSN: 2683-2283 OPEN YOUR HEART
EL CREACIONISTA, año 4 No 51, Enero 2023, es una publicación electrónica mensual, editada por Alma A. C. Carbajal Guzmán, calle 42 Poniente. Tel (222) 9455332, Puebla, Puebla, México, https://issuu.com/elcreacionistarevista/docs/el cr eacionista, elcreacionista @hotmail.com. Editor responsable: Alma A C Carbajal Guzmán Reserva de Derechos: En trámite. ISSN: 26832283 Autor Responsable de la última actualización de este Número, EL CREACIONISTA, Alma A. C. Carbajal Guzmán. Fecha de última modificación, 3 Diciembre 2020 El contenido y las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación, citando invariablemente la fuente sin alteración del contenido y dando los créditos autorales El propósito de esta publicación es contribuir a la divulgación efectiva de las nuevas incursiones de la literatura y escritores contemporáneos de México y de otros países de habla hispana. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos o imágenes de la publicación sin previa autorización del autor y editora Alma A. C. Carbajal Guzmán.
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Portada: "Resurrección,"Oleo Sobre tela (© Israel Zzepda). 2014.
Si buscas compartir de forma literaria o artística puedes mandarnos un correo y estaremos gustosos de sumar tu trabajo a nuestra versión digital, así como en nuestro sitio web Ante todo queremos que artistas e inquietos literarios, busquen crear, imaginar y que se dejen llevar por todo aquello que las letras pueden ofrecer.
El Creacionista extiende esta invitación a todas las artes. Si buscan otro espacio para darse a conocer y compartir información no dejen de escribirnos a: elcreacionista @hotmail.com No aparentes, tienes mucho por escribir.
Coordinador Editorial Responsable:
Alma A C Carbajal Guzmán
Nota del Editor
LES DESEO A TODOS LOS ESCRITORES Y ARTISTAS QUE TENGAN UN EXCELENTE AÑO 2023 Y QUE SE MANTENGAN FIRMES A PESAR DE LAS DIFICULTADES, PORQUE PRECISAMENTE LAS LETRAS, Y EL ARTE SON EL SUSTENTO DEL ALMA, LO QUE NOS PERMITE SEGUIR Y QUE A TRAVÉS DE LAS EXPRESIONES DE NUESTRO ESPÍRITU PODEMOS TRANSMITIR FUERZA A AQUELLOS QUE NOS RODEAN
CONTENIDO 12 13
EN EL CAMPO DE BATALLA
Ronnie Camacho Barrón
20
Alberto Férrera MADRUGADA EN EL EXÁNIME HOCICO DEL LOBO
.
23
Judith Natalia Orozco Ortiz ARTE Y POEMA
Zaira Moreno
Héctor Olivera BOTELLÓN
José Adair Prado Zacarías EL CIGARRO QUE SE APAGA .
FIN 25
26
32
.
Alejandro Chang Hdez. AMOR ETERNO
36 Ernesto Ramón Álvarez PROBADO AMIGO
Ricardo Zayas 2020 .
33
. 37
Dilan Chino Sandoval
PUERTAS ABIERTAS
Ruiz Vázquez UNA CONVERSACIÓN QUE SE OSCURECE
Julio César Maria Villagra BATALLAS
.
40
Rodolfo
55
46
.
Ayélen LA OPORTUNIDAD
Yuli Cruz lezcano
POESÍA: EN EL RINCÓN, VESTIDA DE FANTASMA, REUNIÓN DE LOS VIVOS, SUEÑO DE PAZ.
Elizabeth de La Cruz
PAZ
.
58
62
68
AÑO DE
.
Andrea González Medina
DOCE ES DESEO
Liliana Flores
70
HAY MUCHO TIEMPO PARA TODO
72
Héctor Oliviera
NOVELA: EL EQUÍVOCO César Romero
SONG TO THE SIREN
Lorena Avelar
PUNTO ESCARLATA: EL PRIMER DÍA DEL AÑO .
78
79
80
DEL EDITOR
Este 2023 esperamos que inicies con propósitos firmes, aquellos que no hayan sido escuchados o vistos por el ojo humano; que sean metas concretas hacia el interior, para que en el exterior se puedan expresar de una forma pura y autentica. Ya que como escritores la mayor responsabilidad que tenemos es con la escritura, ya que primeramente es un proceso que se desarrolla desde las profundidades, en la acérrima soledad, o en los momentos calmos cuando la musa toca nuestra frente a modo de fiebre, una fiebre que no para hasta poner las ideas sobre la página.
Les deseo a todos los escritores y artistas que tengan un excelente año 2023 y que se mantengan firmes a pesar de las dificultades, porque precisamente las letras, y el arte son el sustento del alma, lo que nos permite seguir y que a través de las expresiones de nuestro espíritu podemos transmitir fuerza a aquellos que nos rodean.
Feliz año 2023, un abrazo enorme a todas y a todos.
ALMA A. C. CARBAJAL G
CAMPO DE BATALLA
ESCRITO POR: RONNIE CAMACHO BARRÓN
Hay humo por todas partes, el olor a muerte y carne quemada proliferan en el lugar e inundan los pulmones de los desesperados soldados que tratan de esquivar la metralla que no deja de venir de un lado a otro.
Entre este caos mi niño se mueve, su corazón late a mil por hora, sujeta su arma sobre su pecho y su único deseo es volver a casa, ver a sus padres una vez más.
Como su Ángel de la guarda hago lo que puedo por evitar que salga herido, pero me es imposible a su alrededor la muerte ronda ansiosa por cobrar su alma, no importa cuántos niños se ha llevado ya, ella sigue hambrienta y mi niño es su plato principal.
Estoy desesperado, ¿Cómo es esto posible?, hace menos de un mes estábamos en la apacible granja familiar, rodeados por verdes campos, cazando conejos y donde lo único de lo que debía cuidarle era de no recibir una patada de Betty, la mula de la familia.
Fue una sorpresa para ambos cuando la guerra llamó a la puerta, el imperio necesitaba soldados y mi niño debía responder, en tan solo treinta días dejó el arado por el fusil y adiestrado bajo un burdo entrenamiento se le envió como carne de cañón al campo de combate.
EL
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¡Cuidado con la torreta! grita su capitán antes de ser acribillado por una lluvia de balas
Como siempre hago, inadvertidamente le alejo del peligro haciendo que tropiece para que no sea alcanzado por la ráfaga.
¡Maldición! exclama mi niño antes de temblorosamente apuntar con su arma al soldado alemán que manejaba la torreta.
Con solo presionar un gatillo le vuela los sesos y le mata al instante, esto es lo que más me duele, ver a los ángeles guardianes del enemigo llorar a sus niños muertos, ellos también los acompañaron desde su primer aliento de vida hasta el último exhalo de esta, no los entiendo, ¿Por qué si Dios los creo con tanto amor a su imagen y semejanza ellos se odian tanto entre sí?
Con pesar observo como el ángel del caído le da paso a la muerte para llevarse su alma, lentamente, está se inclina sobre el cuerpo del muchacho, introduce su esquelética mano en su pecho y saca una pequeña esfera blanca que luego se devora de un bocado.
Cuando termina su labor, se da la vuelta hacia nosotros y señala a mi niño, me advierte que pronto vendrá por él.
Aunque el miedo me invade haré lo que pueda por mantenerla alejada, halo de él y le empujo cuando es necesario, le advierto hacia donde correr y apuntar, y le susurro que, si sigue así, volverá a ver a Mamá y Papá.
Como todo un guerrero se abre paso entre el enemigo, mis acciones parecen haber tenido éxito, la muerte se ha quedado atrás y en silencio nos observa a la distancia, ¡lo logré, salvé a mi niño!
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Ya solo faltan quince metros para abandonar el campo y le suplicó que corra, le prometo que pasado ese punto estará salvo, que volveremos a casa.
Estamos a solo dos metros de lograrlo cuando lo escuchó, un sonido similar a un golpe metálico que es precedido por una poderosa explosión, en mi desesperación por alejarlo de la muerte no vi bien el camino y lo guie hacía una mina escondida entre la hierba.
Mi niño vuela por los aires antes de azotar sobre el suelo, la explosión le ha volado las piernas y ha destruido por completo su torso.
Apenas si puedo creerlo, mi pequeño Herschel está por morir y todo fue mi culpa.
Mamá, Papá sus ojos comienza a humedecerse, no sé qué hacer.
¡Padre por favor no dejes que muera! suplico a los cielos, pero no recibo respuesta.
Comprendo su silencio, desde un principio a nosotros los ángeles se nos dejó en claro que la muerte es algo natural de los humanos y que muy a nuestro pesar debemos aceptarla
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Jactándose de su victoria con lento andar la muerte se aproxima hasta donde nosotros
Lo cuidaste muy bien se mofa.
Por favor no te lo lleves me interpongo en su camino Conoces las reglas
Al menos déjame despedirme.
Eso está prohibido me hace a un lado de un empujón.
La muerte está lista para arrancarle el alma, pero antes de que siquiera pueda introducir su huesuda mano en el pecho de mi niño, decido intervenir y la detengo tomándola del antebrazo.
¡¿Qué haces?! fúrica lucha por liberarse de mi agarre.
Yo lo hare, yo tomare su alma.
Solo yo puedo hacer eso .
Lo sé, por eso tomaré tu lugar.
¿Por qué? pregunta más curiosa que confundida.
Porque igual que tu sin Adán, sin mi niño yo no soy nada.
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La muerte entiende bien mi predicamento, como ángel de la guarda del primer hombre, comprende lo que es perder a un ser tan querido.
Por milenios he andado en soledad por este mundo recolectando las almas de sus hijos, estoy cansado de ello, acepto dice tras unos minutos de silencio, para luego sacarse el alma por sí misma y entregármela.
El alma de la muerte es totalmente distinta a la de los humanos, la suya es fría al tacto y tiene la forma de una pequeña galaxia en movimiento
Buena suerte alcanza a decirme antes de caer al suelo convertida en un cumulo de porosos huesos que en cuestión de segundos se evaporan en el aire.
Tengo miedo por lo que hare, pero todo sea por darle la paz a mi niño por mí mismo.
Cuando devoro el alma de la muerte comienzo a experimentar todas sus vivencias, sus años en compañía de Adán, el cómo se convirtió en el ángel de la muerte cuando trató de revertir su fallecimiento, los milenios que vio imperios caer y erguirse, y los millones de almas de buenos y malos que tuvo que recoger.
A aquella visión le sigue una dolorosa metamorfosis, en la cual, mi cabello se cae, mi piel se seca hasta en convertirse en huesos, mis ojos desaparecen y mis blancas alas se tornan negras como la más impía de las noches.
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La transformación está hecha, ya no soy un ángel de la guarda, ahora soy el nuevo ángel de la muerte y es el momento de recoger mi primera alma.
Cuando estoy por hacerlo ellos aparecen, por alguna especie de milagro los médicos han logrado sortear el campo de combate y han llegado hasta mi niño, como puede lo recuestan sobre una camilla y se lo llevan lejos de mí.
¡Está prácticamente muerto, déjenlo! les gritó aunque sé muy bien que no pueden escucharme.
Ignoro los quejidos de los cientos de soldados muertos a mí alrededor, se que ellos también me necesitan, pero primero está mi niño, debo darle la paz a él primero.
Los médicos llevan a mi Herschel hasta el hospital improvisado donde tratan a todos los heridos, al verlo, el resto de los doctores dejan de lado a los menos lesionados y corren a socorrerlo.
Tras horas de constante trabajo, han detenido su hemorragia, reintroducido sus intestinos y grapado su estómago, ante todo pronóstico han logrado lo imposible, lo estabilizaron.
¡Esto es imposible, él debe morir, yo debo tomar su alma! protesto desesperado y dispuesto a terminar lo que comencé.
¡Ya basta! como un trueno la voz de mi padre resuena desde los cielos Él ya se ha salvado .
¡No padre, él está muerto, los médicos se equivocan-
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¡No!, el que se equivocó fuiste tú, diste todo por nada, debiste esperar un poco más
Por favor padre, tienes que entenderlo, él me necesita, yo debo cuidarlo.
Ya no hijo, tu deber es recoger las almas de los muertos, ahora cumple con tu trabajo, los soldados te necesitan .
Al menos deja que me despida de él. Hazlo .
Como la oscura sombra que ahora soy me acerco a mi niño, me inclino a su lado y le susurro al oído lo siguiente.
Mi querido Herschel sé que no puedes escucharme, pero siempre estuve ahí, durante cada navidad, en tu primer beso y en el último abrazo que te dieron tus padres antes de venir a este infierno, aunque ya no podre cuidarte, siempre te amaré y te prometo que cuando llegue el momento, nos volveremos a ver Tras despedirme, remuevo el cabello de su frente y me marcho, ahora hay más niños que me necesitan.
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ESCRITO POR: ALBERTO FÉRRERA
Mí día comienza con rastros blindados de plomo Escuetos, tras la brisa del claro luna que se extingue.
Soy mar de réplicas
Mis vicios delatan cuencas broncíneas a pleno sol. Bajo una nube tumultuosa, arriban esquilas de mis venas cándidas que se desangran agónicas con los presos, los pobres, primerizos, partiendo a las factorías sin pronombre para sus extractos desbocados, directo del seno de la Virgen María.
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EN EL EXÁNIME HOCICO DEL LOBO
¿Qué es una membrana del ser entre aquellos sin nombre, sin piezas que sahúmen sus huesos?
Soy vórtice de misantropía Sarna derramado en la piel Escamosa, y se fuga por la laringe destrozada de la existencia humana.
Hasta la luz prolífica es más brillante en la noche, donde se castran proezas atareadas por sectas licántropas que se reúnen a aullar a la luna.
Levitaba en la marea
Llegué a la tierra titánica, vasta en hileras de majestuosos fenómenos, como cuando las zarpas de los riscos oníricos, efervescentes son sobre la piedra muerta.
Criaturas purificándose en el zenit, con su piel erguida de navajas oblicuas y ojos avispados que se realzan en la muselina:
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Allá, en la marea, habita la fiera formidable me señalan con garras pedregosas.
Atrás del bosque diurno, adonde el ave de ágil vuelo voy, tal cual me seduce el beso entumecido con galanterías y un conjunto de plumas que surcan los senderos. Su apellido es Dubois; fénix de reyes que no hay quien presuma.
El carromato me dirige a la blanca espuma, en el vaivén de la arena y los cadáveres cirrosos que se encuentran a la orilla
Tierra cópula de castidad Teatro de sombras transeúntes donde nadie habita donde callan los que zarpan; desde mis ojos avisto fosas de llanto y azufre que avisan la venida del Leviatán. Y, cuando chocan nuestros cuerpos como el flujo de las olas, en sus ojos me veo a mí mismo y él se ve en los míos, porque hemos sido criados del mismo bosque naciente, donde nadie y habla y nadie siente cuando el abismo ve dentro de ellos.
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ARTE Y POEMA
ESCRITO POR: JUDITH NATALIA OROZCO ORTIZ.
Rincones de una existencia vacia el eco de la memoria se expande por el mundo palabras intermitentes gritan. Solo descanso en medio de mi existencia que hace ruido en el silencio. Caminando en medio de los paisajes de carboncillo.... voces solitarias, pasos equívocos, letras enredadas en la displicencia de una parte del mundo. Tu amor me salva de las ruinas de lo que tampoco es parte de mi o solo una vaga sombra.
Un papel viejo lanzado por Dios, soy una silueta básica de algo por hacer. Las tintas caen sobre mi, parezco arrancada de un cuaderno rayado. Las luces nuevas vendrán en medio de los nuevos colores que se trazan. Los nuevos amaneceres contigo son mi aliento.
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JUDITH NATALIA
OROZCO ORTIZ:
Artista plástica y licenciada en artes.
Actualmente esta desarrollando temas de investigación en pedagogía en artes, animaciones e ilustración artística
Es artesana y pintora. Estudie en la Uniminuto y en la Artes Guerrero.
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ESCRITO POR: ZAIRA MORENO
Podría quedarme quieta hasta que el dolor se vaya, hacerme pequeña en un rincón y hundirme en las flores naranjas.
También podría mirarme, fluir con el sufrimiento y despedirme de ese pasado que no hace más que atarme.
Podría elegir entre permanecer y soltar, podría entregarme y flore (ser).
Zaira Moreno (1997) Guadalajara, Jalisco. Comunicóloga y partidaria de los frabullosos días. Algunos de mis escritos aparecen en Áspera Fanzine, Especulativas, Periódico Poético, Revista Engarce y Revista Estrépito.
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EL CIGARRO QUE SE APAGA
ESCRITO POR: JOSÉ ADAIR PRADO ZACARÍAS.
Da tres caladas a su cigarrillo, el humo se tuerce hacia el techo, los hilos grises bailan. Sentado en una banca de madera, comprada por su esposa el día que decidieron juntar sus ahorros para una nueva sala, Jorge Luis espera. La mesa teñida de blanco tiene marcas de alimentos que se han ido adhiriendo a ella. Al pasar sus manos siente como se detienen por esas pequeñas manchas que le frenan los dedos, comienza a rascar la madera llevando en sus uñas, poco a poco, la suciedad. Se toca la frente y revuelve sus cabellos, las dos manos rodeándole la cabeza le causan satisfacción, con una aparente tranquilidad se talla los ojos, posa su palma izquierda en su barbilla, se queda pensando en la nada…
—Hola, mucho gusto, soy Alicia.
A Jorge Luis le gustaban sus manos delgadas con dedos largos como alfileres, uñas como garras, su piel morena amarillenta brillaba para sus ojos. Jorge Luis le tomó la mano, se levantó del asiento del bar para besar su cachete. Ella huele a Jazmín. Él sonreía, sin poder aparentar un segundo, con sus ojos la inspeccionaba.
Un gusto, Soy Jorge Luis.
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Y se quedaron mirando, a él se le iban la mirada a su vestido negro, tacones blancos, piernas que se ajustaban a ellos, pechos que se volvían exclamativos entre el escote…
.
Ella entró arreglándose el pelo recién mojado, estira sus largos cabellos con el peine, cabello lacio, su perfume de flores, aroma a piel recién perfumada y acondicionador.
¿Ya estás listo?
—Ya. —Responde Jorge Luis mientras expulsa el humo.
Él se vistió con unos zapatos cafés que se compró cuando fue con ella a León, el pantalón negro y saco de ese mismo color también se los regaló ella hace un par de años y una camisa de palmera que consiguió él hace unos meses.
¿Enserio te vas a poner eso? tuerce los ojos, lo mira de arriba hacia abajo, respira profundo, exhala.
—¿A qué te refieres? —Jorge Luis voltea a ver su cigarrillo— yo me veo bien
Por favor, señala su camisa ¿no me digas que no te has dado cuenta?
No, es que ¡Por qué nunca puedes decirme algo directamente!, no soy adivino. ¡Te lo he dicho millones de veces!
Ash, mira, haz lo que quieras. ¿Te gusta hacer el ridículo? hazlo avanza a la cocina
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E L
Sin plantar un ojo a Jorge Luis ella toma un vaso de la alacena. Se sirve agua, siente muchas ganas de llorar, las contiene. Cuando el agua del vaso pasa por su garganta el nudo se deshace Jorge Luis la mira, luego voltea a la cajetilla de cigarrillos que está sobre la mesa…
Ese día él y Alicia estuvieron bailando toda la noche, cuando los pies les dolieron de tanto baile se sentaron a beber cerveza y platicaron un largo rato. El bar ya a esa hora se sentía insoportable, la cabeza dolía, él sentía la ebriedad agazaparse en su cerebro, Alicia se iba volviendo lo único existente en el lugar, nada más pasa, sólo su rostro, sus labios moviéndose para ejecutar las palabras, haciendo miles de formas, entre su boca él sentía aflorar pequeños besos, los ojos de Alicia miraban entorno a él, las miradas jugando. Luego la escuchaba de nuevo, su familia, de dónde vino, a qué se dedica, y ella preguntó por él.
Soy Contador sonreía. La tomaba de la cintura.
¡Ah! Señor de números.
Los números que hago en mi cuenta sacó su cartera llena de billetes, la agitó y luego la guardó…
Se acaba el vaso de agua, lo deja caer sobre el lavabo, el sonido hace voltear a Jorge Luis, entenderse en su realidad.
¿Estas segura de que quieres hacer esto? Pregunta, inmediatamente arrepentido de formular ese cuestionamiento que se le viene atorando en la garganta.
Lo voltea a ver sorprendida.
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¿Después de lo que hiciste? Güey, no mames.
Jorge Luis la mira con furia.
¡No me hables así! Grita.
Es que ve lo que dices Apúrate con ese cigarro que se nos va a hacer tarde Jorge Luis se siente como un preso esperando a terminar su último deseo antes del patíbulo, el cigarro llega a penas a la mitad, mira el tabaco resignado, golpea con el dedo pulgar el cigarrillo que deja caer su ceniza sobre la mesa blanca.
¡Claro, como tú no limpias! Ya sabes dónde está el cenicero.
Jorge Luis exhala un quejido de desesperación y resuelve:
Déjame en paz.
Corre, a las 10 debemos vernos con los abogados.
—Sí. ¿Qué hora es?
Son 9:20.
Jorge Luis vuelve a su cigarro, ya no dice nada…
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Las sábanas de la cama eran más livianas que las que hay en la casa de Jorge Luis y eso fue lo primero que notó al despertarse. Al voltear, vio la cabellera corta de Alicia, se levantó y miró alrededor, buscó sus calzoncillos, pantalones. calcetines, zapatos, playera y se los puso. Fue al baño, al salir tomó un cigarrillo de la cajetilla que estaba en la mesa de noche Jorge Luis prendió el cigarro, se quedó sentado en la orilla de la cama mirando el cuarto mientras el tabaco iba consumiéndose. Ella se despertó y tocó la espalda de Jorge Luis. Él volteó, vio las manos de Alicia: sus dedos índice y medio abrían y cerraban en exigencia del cigarrillo, se lo pasó, ella se levantó, con su cabello rizado, con sus labios rojos y esa belleza que le condenó.
¿Ya te lo acabaste?
No, aún no, Jorge Luis ni la miró, siguió fumando paciente ¿no puedes esperarte?
Apúrate, Jorge Luis.
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El cigarrillo todavía apunta un cuarto de su contenido. Él la mira, aprieta el tabaco sobre la mesa, el cigarro se contrae, el hilillo de humo que se acumulaba en la habitación se extingue.
Siete años, Jorge Luis, fueron siete años
Yo realmente te amo, Alejandra.
Y Alejandra soltó por fin la lagrima que llevaba ocultando, de inmediato la limpia con la parte lateral de su muñeca, respira hacia dentro y se escuchan sus flemas regresar, avanza con rapidez a la puerta, la abre.
Voy a sacar el carro, te espero afuera.
Azota la puerta, el cuarto blanco donde fumaba Jorge Luis se queda vacío Él se levanta, se talla los ojos, guarda la cajetilla y sale de la habitación.
José Adair Prado Zacarías (24 años, Nezahualcóyotl, México).
Estudia en la UACM, la carrera de Creación Literaria, va en sexto semestre. Ha colaborado con las revistas Katabasis, Primera Página, Resiliencia y en el libro digital “Relatos de Cuarentena 2” publicado por Editorial Tres Nubes y la UANL.
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ESCRITO POR: HÉCTOR OLIVERA
Lo que más irritaba a los viejos de los jóvenes con los que compartían el parque era que cuando se marchaban los chavales lo dejaban todo perdido de sueños
Héctor Daniel Olivera Campos (Nacido el 25 de octubre de 1965 en Barcelona, España). Escritor, apasionado de la literatura y de la historia, cultiva la narrativa de forma regular desde hace más de una década. Autor de la novela “El equívoco (El Evangelio según Judas de Nazaret)”.
Ganador del primer premio en los siguientes certámenes literarios: I Concurso de Microrrelatos ELACT Cartagena (2013); Cibercertamen literario Hypatia de Alejandría de literatura breve en su quinta y novena edición (2013) y (2017); III Certamen de Microrrelatos de historia “Francisco Gijón” (2015); XI Premio Saigón de Literatura (2017); XV Premio de Relato Corto “El coloquio de los perros” (2017); I Certamen de relato corto “Té Cuento” (2018); IV Certamen de cuentos de Ultramar (2018); XIV Concurso de Relatos de Viaje Moleskin (2019); III Concurso de Relato Hiperbreve “Qué no nos jodan la vida” (2020); I Concurso de cuentos “Hoja por hoja” (2020) (ganador ex aequo) IX concurso de microrrelatos Ribera Sacra-Parada de Sil (2021) I Concurso “Akelarre” (2021) También ha obtenido el segundo puesto en el XVI Premio Orola de Vivencias (2022) Finalista en numerosos certámenes Ha publicado relatos en diversas antologías y en revistas literarias de España, Latinoamérica y Estados Unidos.
Blog del autor “Objetos perdidos”: Correo http://hectoroliveracampos.blogspot.com
E L C R E A C I O N I S T A | P Á G I N A 3 2 BOTELLÓN
AMOR ETERNO ESCRITO POR:
ALEJANDRO CHANG HERNÁNDEZ.
“¿Qué es el amor verdadero? ¿Cuándo llega a nuestras vidas? ¿Cómo sabemos que estamos enamorados?” Todas esas preguntas rondaban mi cabeza día tras día, desvelándome cada noche.
Mi vida transcurría entre sueños idílicos y realidades contrastantes. Personas que no lo merecían ocupaban mi tiempo y pensamientos. Tantas emociones, metas e ilusiones que no encontraban salida. Faltaba la inspiración necesaria para enfrentar los riesgos y retar al destino.
Aquella mañana era como otras, la misma rutina diaria. Sin embargo, todo estaba por cambiar…
Nunca olvidaré el instante en que entró el director de la escuela a anunciar la incorporación de cinco estudiantes para completar la capacidad de nuestro grupo, que había sido elegido para realizar las pruebas del CERSE. A los pocos momentos, come<nzaron a entrar los nuevos compañeros, eran cuatro chicas y un chico.
…Se hizo la magia infinita del amor… Te paraste en el umbral de la puerta y mis ojos se posaron en ti. Un cúmulo de sentimientos, sensaciones, emociones, pasiones y todas las demás formas de experimentar que puedan llenar a un ser humano, me inundaron en un segundo. Te vi y supe que lo había encontrado Sí, así mismo, fue un flechazo indescriptible, aun no lo comprendía, pero en ese momento comencé a descubrir que eras el amor de mi vida.
E L C R E A C I O N I S T A | P Á G I N A 3 3
Sonreíste y el sol brilló infinitamente, el cielo se volvió más azul que nunca, el mundo se llenó de colores que arroparon mi corazón.
Sin embargo, la juventud a veces es tan tonta, tan cobarde; preferí encerrarme en obsesiones sin sentido, temiendo a una realidad nueva y desafiante. ¡Cuánto tiempo perdido sin sentido! ¡Cuántos meses de mirarnos a escondidas sin decir una palabra! ¡Cuántas peleas sin razón ni motivo! Fuiste mi mejor amiga y confidente, y sin embargo, la mayor verdad nunca la supiste, que te amaba y te amo con locura. Fui testigo silencioso de todos tus secretos, cuando muchos de ellos quemaban mis entrañas.
Nunca fue un día tan triste y desolador como aquel 18 de julio, fecha de nuestra graduación del preuniversitario. Todos estaban tan felices y dichosos, y yo solo pensaba en que posiblemente no te volvería a ver nunca más. Aquella foto de nuestro pequeño grupo inseparable me trae al mirarla una nostalgia inexplicable.
Abrazarte fue increíblemente difícil, tú no te diste cuenta, pero mis manos, mis piernas, mis ojos temblaban como si tuviera frío. Nos dijimos adiós y fue como si me hubieran arrancado una parte de mí.
Pasó el tiempo, los años volaron, personas llegaron y se fueron. El camino de los sueños siguió andando, aunque me faltaba algo para sentirme pleno. Ese algo eras tú, incluso hubo momentos en que lo olvidé y traté de engañarme buscando en otros cuerpos y lugares. Mi sed nunca se saciaba, a pesar de intentar con todas mis fuerzas descubrir el secreto para reír de nuevo.
El destino caprichoso me guardaba sorpresas inesperadas Una noche al abrir mi Facebook, creí ver tu nombre en un mensaje. Tuve que pellizcarme y leerlo varias veces. ¡Once años! ¡Cuánto tiempo! Ahí estaba de nuevo el amor, reclamando su lugar en mi pecho.
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¡Nunca alegría mayor recorrió un cuerpo! La felicidad devolvió el fuego a mis venas y todo tuvo sentido de nuevo. Tu voz en aquella llamada fue una melodía inconfundible. Supe que mi vida había recobrado su camino verdadero.
¿Tú sentías lo mismo? ¿En serio? Nunca hubo dolor más intenso, saber que pudo haber cambiado todo con solo un gesto, una palabra diferente A la par, me llenó un inmenso sentimiento, aclarar tantas dudas y preguntas que necesitaban respuesta.
Amores como el nuestro son eternos, se elevan de la tierra hacia el cielo. Se olvidan de la carne y del cuerpo, juntando nuestros corazones en un beso. ¿Imposible? No lo creo, porque ya no tengo miedo, te amaré en la distancia y el tiempo.
Alejandro Chang Hernández. Nací el 13 de febrero de 1990 en Ciego de Ávila, Cuba Soy ingeniero industrial Desde pequeño me incliné por la literatura, siendo mis géneros preferidos la poesía y el cuento corto Hace poco publiqué con la Editorial Letra de Kambio, mi primer libro de poesía en ebook, titulado Palabras de un poeta aficionado. Además he publicado en las revistas Letras y Voces, Afrodita, Cósmica Fanzine y en el Blog La Pluma Azul. Mi página de Facebook se titula Palabras de un poeta aficionado. Igualmente escribo en Wattpad, con cuenta AlejandroChang7, mi Instagram es @alechangh y pueden encontrarme en Facebook como Alejandro Chang Hernández.
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RICARDO ZAYAS.
Lentamente la espiral me devora libertad es buscar el acantilado esclavitud es no ser capaz de jalar el gatillo ignorancia es no querer cortar el sello pero con absoluta seguridad soy tan vorágine como el que más libertad es quemar tus ojos al sol esclavitud es fluir el rio sin sentirlo ignorancia es sorber el alcohol de otros me ha dominado mi mente nunca fue mía libertad es gritar que somos basura esclavitud es cerrar la mente con los ojos abiertos ignorancia es pisar las huellas de los muertos no soy más yo y tú, qué lees? libertad es la hora de la adorable muerte esclavitud es rezar todas las noches por la felicidad ignorancia es creer que estas líneas valen algo felicidad es ahogar la canción en el momento adecuado felicidad es poder alcanzar el fin del tiempo
E L C R E A C I O N I S T A | P Á G I N A 3 6 2020
PROBADO AMIGO ESCRITO POR: ERNESTO RAMÓN ÁLVAREZ.
Para volar de noche teníamos un tiempo máximo de tres horas. Otra guardia terminaba bien. Los pilotos nos esperaban en la unidad con un gran recibimiento. Lo festejábamos como si hubiéramos pasado sin vernos diez años. Porque sabíamos cuando salíamos, pero no si regresábamos.
Éramos cuatro en el albergue. Aquella botella se destapó casi a las tres de la tarde. El Coronel González llegó con la pregunta que de algún modo rechazábamos siempre
- ¿A quién le toca el turno?-Nos miramos algo sobresaltados y sin pensar señalé con el dedo a “El Flaco” su nombre real, Julio Alberto Suárez de la provincia de Villa Clara.
Preparamos entonces un cuarto para que pudiera descansar. Durmió como hasta la seis de la tarde, hora del recorrido. Nadie se ofreció para dirigí ese vuelo, no sé en el momento que terminé finalmente asumiéndolo yo. Después de la revisión de los controles y hacerle algunas pruebas al motor, subí a la torre de control improvisada y él a su avión un MiG 17 En muy pocos segundos voló sobre nuestras cabezas, después lo vi alejarse y oré en silencio hasta perderlo de vista.
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Desde su salida pasaron cuarenta minutos. El reloj anunció siete y quince pasado meridiano. Escuchamos desde radio al Coronel intentando comunicarse con El Flaco. Pero, no recibió alguna respuesta. Para todos aquel momento se convirtió en desesperación, por lo que buscamos temas que nos borraran el pensamiento, de que sucedía algo muy grave…
Más nos preocupamos, porque con mucha rapidez la noche se avecinaba. Movilizados en el puesto de mando, ni un segundo dejamos de comunicarnos. Analicé la situación y pedí entonces autorización para explorar. Tanta fue mi insistencia que me la concedieron, con la condición de tener un cuidado extremo. Alcé el vuelo de mi aeronave. Dirigiéndome hasta las coordenadas donde se suponía estaría la otra nave. Cuando…descubrí la respuesta. Encendí la radio y hable:
-¡Avión MiG 17 ha sido derribado, copiado…!-Entonces recordé la niña que le había nacido hacia un mes en Cuba No pude evitarlo, un quejido muy alto se me fue…- ¡¡¡Coooñooo…!!! ¡Malditos sudafricanos!
Vi entonces, sobre aquel precipicio montañoso los restos de su nave
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Ernesto Ramón Álvarez Crespo (Pinar del Río, 1992) Cuba.
Escritor novelista, informático de profesión. Siempre le ha gustado escribir y expresarse a través de la escritura, ya sea cuentos o novela, ha participado en talleres y cursos literarios impartidos en el municipio donde reside y a nivel provincial, de igual forma recientemente ganó un concurso a instancias municipales, provinciales y con vistas de participar en el nacional en la categoría de testimonio
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PUERTAS ABIERTAS
ESCRITO POR: DILAN CHINO SANDOVAL.
Mi madre me mandó a morir al mundo, al medio día me llamaba para desayunar, preparaba una sopa instantánea. Miraba hacia arriba para encontrar su rostro, la miraba a la cara y no la encontraba, no me veía, su mirada está en otra parte, pasa el tiempo y no lo entiendo ¿por qué no me veía? ¿qué buscaba? La escena fue dolorosa, ese mismo día llegué al colegio con una esperanza menos, la cara y el corazón desgajados. Me mandaron a morir un día que no conozco, iba a morir sin una sonrisa, sin una caricia. Todo era muy lento, el transporte avanzaba con desidia, sabía que llevaba a un grupo de sentenciados, era un niño con las entrañas de fuera, era un niño que no entendía que lo mandaron a morir. La eternidad y el infinito le fueron arrebatados de tajo, de niño no tenía cartas para sortear el abismo, lo más hermoso de esa tarde era mirar cómo el tiempo se hacía, se desvanecía, se terminaba. oríamos de a poco, el regreso fue en paz, el corazón se rompió muy temprano y los restos no sirven para volver a vivir.
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LA F EN EL ABECEDARIO DILAN CHINO SANDOVAL.
Le prometió estar aquí, le creó la idea de inmortalidad, al inicio volaba sobre la ciudad en ruinas, planeaba sobre nubes libres de buitres, los kilómetros los devoraba, un cuerpo de acero irrompible le llevo a continentes inexplorados por su sangre, no se elevó a un altar, las cosas eran palabras, y los actos eran vida, no había mentiras, no había incumplimientos, se movía con sangre hirviente y con carne viva. La caída llegó tarde, la caída recorrió más de una generación, se caminaban lado a lado, la vida era la misma, las palabras pesaban más, el cuerpo pesaba más, los ruidos de las risas cobraban aire con neblina, se le despidió una vista, se le despidieron dos piernas, la fabricación de su mundo había terminado, fuego se alzó detrás de él, furia se levantó detrás de él, las mañanas frías dejaron de ser frías, son su rugido, luego el aire huyo por algunos días. En la madrugada regresa a realizar visitas y avisa sobre las promesas que sí existen.
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No niegues tu talento, no niegues tu inspiración...
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Amanece temprano (Quetzalcóatl) DILAN CHINO SANDOVAL
Vive cerca de un estrecho callejón coloreado de almas penando, las personas que no han abandonado sus hogares suelen no mirar a la cara a sus vecinos, se siente un derrumbe cada tarde, cada día es su ultimo día y el dolor no se apacigua, todos los días sus muertos les gritan cuando sale el sol, muchos se rinden y se marchan, muchos otros se rinden y no vuelven a levantar la mirada. Letras y cruces repiten el abecedario infinito e ínfimo de los que circulamos desde hace varios siglos, algunos sienten como el corazón se repite en las nuevas gentes que llegan a este paradero. Revuelto el estómago les inspira a malas decisiones, varias gentes se mezclan en malas ideas y en vidas perdidas, mañana algunos prometieron arrojarse, entre nosotros las promesas ya no se cumplen, las palabras han sido arrebatadas y las velas han ocupado ese lugar, aquí se reza y se llora, aquí no se vive, aquí se sufre y pena. “Glorioso descanso para todos y todas” “buenas tardes”, ese es ahora el circulo eterno de existencia para esta gente, son, serán y somos ese vacío “cualquiera” que exigirá una lágrima en un cuarto dentro de la tierra seca y silenciosa.
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La aldea arde DILAN CHINO SANDOVAL.
Esa idea ronda su aire, lo envenena, canastas de panecillos rancios sobre sus escalones le invitan a admirar los cielos claros, come y bebé, disfruta y goza, no más preguntas, no más eternas búsquedas, estos cielos le detienen, los colores verdes de los árboles le devuelven a la realidad. Los calores de las personas le devuelven el corazón. Uno o dos litros de sangre sobran en las venas, un cuarto o medio corazón sobra en su sala de estar, apunta bien, empieza nuevas historias.
Una habilidad le resucita los domingos, los anuncios son prometedores, la moneda fue tirada hace rato, la decisión fue tomada hace rato, el intersticio del ahora se quiebra en sus manos, los resquicios se derraman y sangran frente a su hogar.
No miradas soeces, no miradas cobardes, elige ponerse vendas en los ojos para detener la hemorragia, poca sangre entre poca vida, y menos gente viva.
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Dilan Chino Sandoval 27 años. Nacido en CDMX. Oriundo de Xochimilco
Cuenta con estudios de Psicoanálisis y también me he dedicado a la atención de pacientes.Ha colaborado en el fanzine “Interno”, en las revistas, Anacronías, Axolotl Magazine, Black Fish, Cósmica Fanzine, El Bigote de Nietzsche, El Cisne, El Creacionista, Estudiantil de investigaciones en Geografía, Herederos del Kaos, La Sílaba, Literaria Visceral, Óclesis, Perro Negro de la Calle, Poetas de la Plata, Salmón, Sociopatía Colectiva, en la editorial Florarmorfosis, en el festival POEMAN, en el festival internacional de poesía Xochimilco, en el II Encuentro de Poesía Xochimilco
Ha publicado un libro llamado “Intersticios en el desayuno” Disponible en Amazon
La motivación se ha mantenido desde que un amigo, un niño de 11 años, me preguntaba qué ¿para qué sirve la lectura? ¿para qué leer? y antes de que pudiera dar una respuesta se adelantó y me dijo que para “nada”. No dejo de pensar que tenía razón, la poesía o el arte son de las pocas cosas que no sirven para nada y que con esa nada permitan que la existencia permanezca, dotan de vida, prometen esperanza, abren brechas en horizontes calcinados por una realidad gris. Es así que en un mundo como el que vivimos ahora lo que no sirve como mercancía utilitarista sirve para hacer una vida más vivible, para comenzar a soñar con otros mundos.
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UNA CONVERSACIÓN QUE SE OSCURECE
ESCRITO POR: RODOLFO RUIZ VÁZQUEZ.
Sólo en la familia podemos aseverar, con la autoridad que otorga la experiencia, que eso del terror a la página en blanco es una babosada. Antes bien, su blancura brillante es fuente de inspiracion, como en la Edad Media ha de haber inspirado a los santos el blanco fulgor del éxtasis. Y así como los santos agradecían en alabanzas el privilegio de haber visto la luz divina, el torrente de agradecimiento brota ahora de la pluma fuente sobre el lácteo brillo del papel.
Este fulgor, debo aclararlo, no me era desconocido, pero mi relación con él se limitaba al árido contexto del salón de clases, donde todo pierde lustre. En el salón de clases siempre me he sentido como un extraño, y todo ahí me parece prestado a lo mucho Ahora que es de noche, hay luz y no tengo tareas pendientes, la página en blanco me ilumina y refresca el alma. No sospechaba que, a pesar de veinte años conviviendo en armonía con la oscuridad, en el fondo deseara ver el papel en todo su esplendor en mi cuarto, en mi tiempo libre, a la luz de un foco de halógeno.
¿Agradecido por qué? Por el brillo blanco. Prueba de ello es que podría estar usando la máquina de escribir o la computadora. Si bien mamá nos regaló, a mi hermana y a mí, sendas computadoras que nosotros no hemos estrenado, la sensualidad casi plateada del papel me seduce a acariciarlo con la pluma fuente. Teclear sería un ultraje. Pero ante todo, estoy agradecido con el “nuevo despertar” que se vislumbra a futuro Y es que la pureza de la página en blanco me pone optimista, se me figura un presagio halagüeño de la purificación que le deseamos a la abuela, luego de esa sima oscura a la que fue a caer.
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Estamos optimistas, excepto papá. Si se levantase un segundo de la cama y viniese a mi cuarto, aceptaría, aunque renuente, las cualidades estéticas del blancor inmaculado del papel tal y como brilla en un salón de clases, pero mejor. Hace apenas una semana, sólo habría admitido el papel como un espejo que refleja las llamas de una puesta de sol, las aguas metálicas del ocaso o los rubores rosas del amanecer Como un espejo, en pocas palabras, de lo que el sol, la luna o el alumbrado público tuvieran que ofrecer a esa hora del día, aunque sólo fuera un puñado de astillas azul opaco como las que entraban por la ventana del comedor del departamento de papá en ese ocaso azul que marcaría nuestro destino.
Fue a mediados de los setenta. Papá tenía veintidós años y estudiaba el penúltimo semestre de Finanzas; todavía faltaba un lustro para que conociera a mamá y se comenzara a discutir el nombre de mi hermana y el mío, que nacimos cuates. Lino, su amigo de la infancia, estudiaba cine en Londres y estaba de vacaciones en México. Al día siguiente volvería a la capital inglesa para terminar sus estudios en el Royal College of Art
Llevaban platicando desde las dos o tres de la tarde, bebiendo vino, fumando y escuchando música. Hablaban de libros, de películas, de los grupos de rock del momento, de pintores que a ambos les gustaban, pero sobre todo de lo que cada uno había hecho durante el paréntesis en que el destino los había separado por primera vez en mucho tiempo. Ya habían tratado de estas cosas en la prolija correspondencia que intercambiaban a través del charco, y, con todo, parecería que uno tras otro los aviones que habían transportado las cartas se hubiesen caído y hasta ahora no supieran cómo se llamaba la compañera más bonita, cuál era el maestro más barco. La conversación fluía sin que ninguno supiera que ésta sería la última vez en que habían de cruzar palabra. A la postre, papá compararía la avidez con que ambos parloteaban con el apetito con que uno de sus compañeros de carrera había cenado la víspera de su muerte, como si en ambos casos una intuición inconsciente sobre la inminencia del final hubiera llevado a los actores a aprovechar al máximo el poco tiempo que les quedaba.
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La charla vagabundeaba amena al tiempo que el sol rodaba lentamente al horizonte. En cinco o seis horas la luz fue cambiando sobre las paredes, los muebles, los objetos en el comedor y los personajes inmersos en el diálogo, indiferentes al trajín de imperceptibles tramoyistas ocupados en la tarea de modificar la iluminación. Fue tal el ensimismamiento de los amigos que tuvo que llegar el primer silencio incómodo para que papá se diera cuenta de que el comedor estaba sumergido en sombras azul metálico Su amigo bien hubiera podido ser otra persona, tan irreconocible era su rostro dentro de la semipenumbra.
Aprovechando la interrupción, papá se puso de pie y cruzó el comedor hacia la pared frontera a la ventana. Su dedo ya tocaba el interruptor cuando oyó la voz de Lino a sus espaldas:
No la prendas.
La petición fue expresada en un tono imperativo. Papá miró sobre su hombro y trató de comprobar si el gesto se correspondía con el tono; la semipenumbra azul, sin embargo, desdibujaba la fisonomía de Lino. Papá soltó una risa nerviosa:
¿Que no prenda qué?
Lino, molificando el tono, le pidió que por favor no prendiera la luz. Papá se encogió de hombros y regresó a su silla. Apenas se hubo sentado, sacó un cigarro y un encendedor, y a punto de prenderlo, Lino le pidió que por el momento no fumase. Papá devolvió cajetilla y encendedor al bolsillo y le preguntó qué se había tomado. Lino se explicó. En el decurso de la charla, Lino había mencionado Barry Lyndon, que acababa de salir, y el hecho asombroso de que la película hubiese sido grabada con luz natural. Siempre había creído que se trataba simplemente de uno más de los caprichos de Kubrick, pero en Londres comprendió el sentido de esa estética cuando, en cierta clase que tenía lugar al atardecer, el profesor apagó las luces, les pidió que guardaran silencio y les dijo que vieran el salón bajo la luz rojiza de la tarde moribunda.
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Pertenecían, les dijo el profesor, a una época en que, a partir de cierta hora del día, la luz eléctrica formaba parte indispensable de la cotidianidad. Las necesidades prácticas de las personas las habían acostumbrado a ver los interiores bajo esta luz, con ciertas variantes dependiendo del voltaje y el tipo de foco, pero que a grandes rasgos podía definirse, según el profesor, como fríamente eficaz y sin alma. El diseño interior se esmeraba en crear atmósferas a partir de focos de distintos colores y voltajes, balbuceos fotónicos en comparación con la iluminación proporcionada por el natural decurso de las horas Las variantes luminosas que ofrecían la posición estacional del sol, la nubosidad del cielo e incluso la contaminación eran inimitables. Debían ejercitarse en ver las cosas a la luz del entorno, sin la prestidigitación de la tecnología. El profesor les pedía que, veinte o treinta minutos al día, sobre todo al clarear la aurora y en los minutos inmediatos a la puesta de sol, se tomaran un descanso, apagaran la luz y observaran el terreno familiar de sus habitaciones convertido en una “cromografía” inexplorada y sorprendente. En ese mundo delimitado por cuatro o más paredes y, en muchos casos, por una o más ventanas, podrían descubrir, sobre un libro, sobre la cómoda, sobre el escritorio y en las dunas de las colchas destendidas, toda la rica paleta del Creador.
Tanto en el salón de clases del Royal College of Art como a la sazón en el departamento de papá, al término de este discurso la noche ya había vaciado su tinta al interior del comedor, y sólo brillaban, sobre algunos objetos de cristal tallado o de porcelana, destellos cobrizos donde rielaba el alumbrado público. Papá discernió, asimilados sus ojos a la oscuridad, a Lino mirando su reloj pulsera y poniéndose de pie antes de anunciar que su vuelo salía temprano. Se abrazaron, papá lo acompañó a la puerta y, habiéndose despedido, caminó a la ventana. Tres minutos más tarde, vio una sombra tomando un taxi en la esquina.
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Papá se extrañó de que, tras su regreso a Inglaterra, Lino abandonara la comunicación epistolar. Al cabo de unos meses elucidó esta ruptura diciéndose que al prometedor cineasta lo ocupaba, acaso, la creación de una obra maestra. Dejó de escribirle y trocó la ansiosa espera de las cartas por la expectativa de la obra maestra, que de fijo el gran director dedicaría a papá. El nombre de Lino, sin embargo, seguía sin aparecer en los periódicos o en la televisión. Debía de estar recorriendo África y el Lejano Oriente en busca de la luz perfecta. No obstante, la falta de noticias, papá tenía fe y esperaba, en cualquier momento, la película del siglo.
Entretanto, honró su ausencia con la ausencia de luz. Al año de la conversación, luego de sesudas reflexiones, papá resolvió que de ahí en adelante prescindiría de la luz eléctrica en la esfera doméstica. Lo que, para el profesor, y probablemente también para el estudiante, no era más que un ejercicio estético, para papá se convirtió en una máxima filosófica, en un propósito de vida, no porque de pronto hubiera destripado de Finanzas para dedicarse al cine o a la fotografía (se tituló con honores), sino porque, así lo sospecho, en una vida limitada a la iluminación natural veía una especie de homenaje al amigo de la infancia. Llevó a cabo su propósito con las dificultades que todo mundo puede imaginar: rodillazos contra los muebles, dolorosas lecturas a la luz de una farola aledaña, en las cuales se desojaba a lo bruto, licuados con sal y caldos con azúcar, chisguetes de orina que salpicaban el asiento del escusado. Puesto que la brasa de un cigarro hubiera violado la sacrosanta oscuridad, la abstinencia de nicotina agravaba las penurias y su humor de perros. Todo en aras de su amigo.
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No existen visionarios en solitario. Lo que define al visionario, más que la visión, es la necesidad de compartirla. O de imponerla, como sucedió con papá. La cajera que papá conocería en el banco donde ambos trabajaban y de cuyas entrañas naceríamos mi hermana y yo debía de amarlo mucho para soportar estos caprichos. Años antes de que mi hermana y yo entráramos al mundo con diferencia de minutos, la casa en la que los recién casados tomaron residencia tenía interruptores y emplazamientos en el techo, como cualquier hogar de clase media, con la salvedad de que no había focos para justificarlos. No satisfecho con regodearse en la apreciación de las atmósferas lumínicas provenientes de la paleta del Creador, quiso instruirnos en su postura filosófica primero a mamá, luego a mi hermana y a mí y, finalmente, a la abuela, que vino a vivir con nosotros cuando se cerró el asilo en que vivía desde la muerte del abuelo, ocurrida dos años antes: una solución temporal en lo que hallaba uno decente. Como hijo único, papá se aventó el paquete, pero difirió la búsqueda del asilo, no sé si por olvido o por lástima, y la abuela se asimiló a la familia en calidad de arrimada inocua y olvidadera, cuya presencia apenas se notaba. Ignoro si papá llegó a sentir culpa por involucrarnos en todo esto, pero que Lino, que soñaba con ganar la Palma de Oro, nunca hubiera usado flash en sus fotos ni luz artificial en los cortometrajes que realizó durante sus estudios quizá constituyera una motivación para que papá correspondiese a la obstinación del amigo con la disciplina coordinada de toda una familia encabezada por él.
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Mi hermana y yo, aquerenciados desde que nacimos a una normalidad fuera de la norma, no nos quejábamos, antes bien nos enorgullecía nuestra anormalidad. Desde el sonido del despertador hasta el atardecer, nuestras vidas no eran tan diferentes a las de muchos. Pero pasada esa hora denominada “mágica” por los cineastas, todo se volvía negro. La casa se convertía en una caverna; ni una vela era admitida. Ni siquiera el farol más próximo, el último del callejón al fondo del cual se ubica nuestra casa, alteraba el oscurantismo: papá se las arreglaba para descomponerlo sin que la Delegación ni los vecinos lo maliciasen.
A diferencia de papá, de mamá y de la abuela, que habían aprendido ya maduros el arte de vivir en las tinieblas, mi hermana y yo, amamantados y criados en las tinieblas, desarrollamos una facultad nictálope. No chocábamos uno contra otro ni con los muebles. Nuestros ojos, como los de los Morlocks, se acomodaban a la oscuridad lo mismo que nuestro ánimo, proclive al humor negro. Compartíamos una habitación ubicada en el tercer y último piso. Tenía una amplia ventana con vista al jardín lateral Los Cevallos, joven matrimonio sin hijos, frecuentemente organizaban fiestas en su roof garden, frontero a nuestra ventana. Subían el volumen a todo, un equipo de luces de colores centrifugaba gotas de ponche de frutas, y mi hermana y yo nos burlábamos de las luces chabacanas y de las coreografías y graznidos ebrios que acompañaban la música de Timbiriche. Otras noches solíamos pararnos junto a la ventana del comedor, ubicado en el primer piso, y ver, tras la ventana de otro comedor, a los Orihuela reunidos bajo un jugoso foco de cien watts y entretenidos con un juego de mesa. Se parecían, con sus sonrisas perfectas, a la familia gringa que salía en la caja de Hasbro, y eso nos hacía reír Orgullosos de nuestro don, compadecíamos a los Orihuela, que no habrían sido capaces de percibir una rata en un aljibe. Papá intentaba atraer nuestra atención al baño lunar sobre la superficie del piano, y nosotros redoblábamos las carcajadas.
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A propósito de la luna, a lo largo de la primaria tuve que recitar un montón de poemas sobre este asunto. Las misses atribuían mis suspiros a una precoz sensibilidad poética, cuando la verdadera causa de que se me fuera el aliento era el fastidio. La luna me iba y me venía. En fase llena, se me figuraba un remedo vulgar de los focos de halógeno que comenzaban a salir al mercado. Al igual que a nuestros compañeritos, desde la infancia a mi hermana y a mí nos impusieron actividades vespertinas tan diversas como la pintura, el taekwondo, el piano y el origami. No destacamos en estas disciplinas, pero nuestras boletas no desmerecieron jamás del promedio, pues, habiendo cumplido con la ambición paternal, tanto nosotros como los compañeritos podíamos dejar las tareas para la noche, independientemente de si ellos gozaban de la luz que a nosotros nos faltaba y que no nos hacía falta, así como no necesitábamos la luz de la luna como sucedáneo de un foco de halógeno. El plenilunio, en nuestro caso, no facilitaba lo que hubiéramos podido hacer en un aljibe.
Reconozco que las actividades extracurriculares, delimitando el tiempo de estudio a la noche, potenciaron nuestra excepcional visión nocturna... pero sólo en cierta medida. Los libros de texto de la SEP no invitaban precisamente a perder el sueño con sus indigestas crónicas de la Batalla de Puebla y sus acartonadas descripciones de la flora y fauna de Yucatán; los leíamos por obligación y bostezando y habríamos caído rendidos de no haber contado con la copiosa biblioteca de papá. Había de todo, desde aburridos mamotretos de economía hasta los grandes clásicos, pasando por libros de literatura infantil y novelas sicalípticas que no entendimos hasta cierta edad. Habiendo despachado los libros de la SEP en lecturas diagonales, Carlo Collodi, Antoine de SaintExupéry, H. G. Wells y las tiras de Quino nos despabilaban y nos mantenían en vela y divertidos hasta altas horas de la madrugada, al contrario de los compañeritos, que a no ser por los watts no habrían hallado los Balcanes en el mapamundi, ni se diga leído El principito o Pinocho.
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Corrían rumores en la colonia. Algunos vecinos decían que papá era tacaño, lo cual no desentonaba, en opinión de los maledicentes, con su oficio de banquero. Nos motejaban de cenaoscuras. No teníamos luz porque papá no la quería, no porque le diese codo. Papá era puntualísimo en sus pagos a la CFE, y de que pagaba, pagaba, aunque fuera una bicoca, pues, si carecíamos de focos, teníamos electrodomésticos como cualquier otra familia de clase media, de entre los cuales, empero, papá había retirado los focos al refrigerador y al microondas No había estufa (comíamos productos congelados), ni tele, ni videojuegos, pero sí muchos libros con los que mi hermana y yo nos desvelábamos sin desojarnos.
Otros apuntaban a que pasábamos hambres y a un corte en el suministro eléctrico por pagos atrasados; esta hipótesis era menos verosímil en vista del coche de alto coturno de papá, pero algunos afirmaban que el coche de alto coturno era precisamente lo que adveraba la hipótesis, ya que no todos los banqueros eran ricos, y quizá murmuraban papá había sacrificado una comodidad imprescindible como la luz eléctrica con tal de aparentar boato. Los ancianos decían que estábamos muertos y que a los fantasmas les gustaba la oscuridad. Los compañeritos, influenciados por las series de ciencia ficción, hablaban sobre una familia de robots cuyos cerebros, constituidos por cables y chips, generaban cortocircuitos que hacían reventar los focos.
CONTINUARÁ...
Rodolfo Ruiz Vázquez (Ciudad de México, 1987). Narrador y ensayista. Su trabajo ha aparecido en las revistas Punto de Partida, Punto en Línea, Narrativas, Nocturnario, Marabunta, Almiar, Primera Página, Kopek, Bitácora de Vuelos, Codalario, Altura Desprendida, Casapaís, Eslavia y Ritmo
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BATALLAS
ESCRITO POR: JULIO CÉSAR MARIA VILLAGRA.
En año nuevo renovaré mis ganas de luchar y de obtener más victorias. Mi vida será como un árbol abarrotado de frutas. Duplicaré la cantidad de murallas que he derribado e impondré nuevo récord en mostrar paciencia ante los embates de la vida.
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Me presentaré al campo de batalla con un rostro más fiero y con unos brazos más adaptados a la lucha cuerpo a cuerpo. No dejaré escapar las oportunidades sino que las recogeré una a una en mis manos como aquel que va por la playa recogiendo caracoles y cangrejos.
El próximo año seré feliz de pelear mil batallas.
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Julio César Marín Villagra. Nació en el departamento de Rivas, Nicaragua en 1982. Es licenciado en Lengua y literatura hispánica. Actualmente trabaja como profesor de lengua y literatura en el colegio Emilio Juárez del municipio de Nandaime, departamento de Granada, Nicaragua. Publica poesía en su blog https://literatojulio.blogspot.com Sus poemas han sido incluidos en las revistas internacionales Versos de Olivo, Revista Isotopia, Revista Reveuse, y Cósmica Fanzine.
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ESCRITO POR: AYELÉN
Doy vuelta la página de la libreta tras terminar de ocupar el espacio correspondiente y predestinado, la nada se plasma ahí frente a mí y me parece abrumadora, me marea y llega a causar que lo que he consumido pase por mi esófago, luego se devuelve, trago, bebo agua, dejo la botella a un lado y un suspiro escapa de mis labios. No estoy sintiendo, me he quedado en blanco y tengo que volver a leer lo que llevaba en la página anterior, en cuanto lo hago, cuando comienzo a leer no puedo evitar pensar en lo horrible que es cada conjugación ahí mostrada, quiero borrarlo de inmediato, pero he usado un bolígrafo y mi corrector se acabaría solo con llegar al primer párrafo, me queda poco y no quisiera gastarlo con eso, pienso que tendré otras cosas más importantes que borrar en otro momento.
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LA OPORTUNIDAD
Bostezo, conecto mis audífonos a mi celular, coloco “Despiértame” de “Julius Popper” y cierro los ojos por un par de segundos llevando mi cabeza hacia atrás, dando con el respaldo de la silla. Me deshago por un segundo y acabo resbalando por la silla hasta flectar las rodillas antes de tocar el suelo, vuelvo a mi posición anterior en lo que abro los ojos, luego le levanto y camino hasta la cama que se encuentra ahí mismo, me dejo caer en ella emitiendo con esto un fuerte ruido, pero nadie llega a verme dado que me encuentro sola en casa, nunca aprovecho esta soledad, siempre me quedo escribiendo o hablo con alguna amistad por el celular, no hay variante; no voy a prepararme algo de comer, no fumo, no bebo, tampoco salgo, todo me da tanta flojera que es imposible no ignorarla así que simplemente me quedé ahí quieta sin hacer nada, sin mover un solo músculo. Vuelvo a cerrar los ojos, cuando lo hago de un momento a otro las voces me atormentan, las oigo sin excepción, me están gritando de todo, me hacen ver las inseguridades que tanto traté esconder, que tanto trato de esconder constantemente, aún así me acechan esperando al momento perfecto en que he bajado la guardia…
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Abro los ojos rápidamente, me quito los audífonos y bruscamente me levanto de la silla, ya no es la tranquilidad lo que reina en mí, siento cómo cambia mi estado de ánimo al instante, mis manos tiemblan, mi corazón se aprieta, no late, no lo siento. Mi respiración se agita, mi cuerpo se siente frío, oigo un sonido irritante; soy yo que estoy rechinando los dientes, algo duele y me doy cuenta de que estoy enterrando mis uñas en mi propia piel, estoy llorando en silencio sin saber muy bien por qué, nunca sé la razón, generalmente ocurren este tipo de ataques. Quiero huír y ante este querer salgo de la habitación tomando un bolso a la rápida, abandono luego la casa, me voy hacia donde mis pies me lleven, no quiero saber a dónde será, realmente preferiría simplemente desaparecer. Estoy llorando y bajo la mirada, llego hasta el Parque Costanera que da una bella mirada hacia el río Bío-Bío, recién ahí es que mi respiración acelerada por el llanto y la rapidez de mis pasos se calma, mi mirada se queda en las aguas mientras camino, me imagino cómo se sentirá caer ahí y dejarme consumir por su grandeza. Niego con la cabeza deshaciéndome de esos pensamientos. A lo lejos la veo a ella así que volteo esperando que no me haya visto.
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Quiero cruzar la calle, pero vienen autos, no obstante mi lado suicida dice que cruce. No lo hago, espero y ya cruzo, ella está por allá, detrás, no me sigue así que vuelvo caminando a casa mi paseo fue patético, tanto así que quiero gritar en este preciso momento, me quiero consumir junto con un cigarro, pero nuevamente no lo hago. Suspiro, mis ojos se llenan de lágrimas nuevamente, pero lo ignoro, mientras entro y respiro pienso en que debería comenzar desde cero conmigo mismo, hoy es treinta y uno de diciembre, quizá y solo quizá deba darme una nueva oportunidad, tomo mi celular y llamo a una amiga, aprovecho este momento de decisión.
Sobre la autora:
Joven de veinte años, nacida en octubre de dos mil dos, estudiante de pedagogía en filosofía en la Universidad de Concepción, amante de la lectura y escritura, las plantas y el baile, escritora de varios cuentos en redes como inkspired, megustaescribir, Chilescribe, entre otras, además de algunas revistas.
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EN EL RINCÓN
ESCRITO POR: YULI CRUZ LEZCANO.
En el rincón donde muere el polvo y una migaja de mí, boté el disfraz y lo que se escondía atrás ya no tiene miedo.
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Vestida de fantasma
Hurgo en el fondo de mi misma silencios que me den respuestas, sombras que conserven las huellas de mis pasos. Mi imagen se desdibuja en el espejo entre reflejos se escurren mis ojos, no tengo vida para llenar el tiempo donde se acumulan los despojos del cuerpo que grita sin voz en el camino que me lleva al lugar donde las sílabas de mi fantasma se esconden en mi cuerpo y su mi miedo que deja el alma que separa todas las partes del cuerpo donde me diluyo, lentamente, como un espectro que salta el puente entre la vida y la muerte.
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Reunión de los vivos
Un día, en esta hora exacta de mi sangre, me encuentro como un extraño adentro, me veo venir como si se acercara otro, camino sobre mi sombra que alcanza mi blancura veloz, mi muerte sin voz, mis huesos tejidos por una célula pequeña, me encuentro en la tumba que sueña Junto con esta grávida mosca que pinta la propagación de la vida y la tinta de los huesos sensitivos que ven venir los muertos a la reunión inquieta de los vivos.
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Sueño de paz Descubro
por un hilo sonambúlico de profecía que el hombre está por morir por manos del hombre y yo quiero decapitar el tiempo para que el tiempo salga con otra cabeza, para que la inocencia y su pureza no sean contaminadas.
En vez descubro que por verdades inventadas el hombre mata al hombre, quién se dice víctima pide armas y así la víctima se vuelve agresor. Con ciegos ojos la muerte y su blancor tiene el olor de bombas. La mentira es un conjunto de ondas, la primera en morir es la verdad. No se sabe quién tiene razón y se transforma la realidad: agresor- víctima, víctima-agresor, agresor-agresor, víctimas, víctimas de una guerra que no termina. En la negra tierra que no germina crece el escrito ¡Viva la guerra!
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Solo los locos hablan de paz y yo parte de los locos hablo de la hora dulce del cielo que cambia color en los primeros días de primavera, hablo del pájaro que regresa y del polen que viaja en sus alas, hablo de la sonrisa de los niños que juegan a la guerra sin miedo, hablo de la paz que sonríe en los ojos de las madres cuando comen con sus hijos hablando de proyectos futuros en casas seguras, hablo de la caricia que cura, de la paz que espera en la ventana iluminada de reflejos de rocíos. Hablo sola y en los delirios míos miro las calles donde caminan las familias unidas, hablando de alegrías, festejan la vida.
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Yuleisy Cruz Lezcano, residente en Italia, nació en Cuba Consiguió la laurea en biología y licenciatura en enfermería y obstetricia en Italia.
Página web http://www.yuleisycruz.com. Social https://m.facebook.com/yuleisy.cruzlezcano
Ha publicado 16 libros de poesías y uno de narrativa. Último libro publicado de relatos breves y poesía: "L'infanzia dell'erba", Diciembre 2021.
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AÑO DE PAZ
ESCRITO POR: ELIZABETH DE LA CRUZ.
Que alegría me puede traer el siguiente año, si siempre es lo mismo, esperas tanto y no obtienes nada, a veces menos que nada Porque todo te lo arrebatan, aunque la verdad ni tu propia vida te pertenece, por ende, nada te pueden quitar. Mas bien te cierran los préstamos, te cobran la deuda, te acaban de a poco o a veces de mucho.
Ya que al final de eso va la vida, de esperanzas y pérdidas, de sufrimiento e ilusión. Y así nos la pasamos, acumulando tristezas como si de coleccionables de trataran. Por ahora mis alegrías parecen tan escasas con cada día que pasa, la balanza se inclina hacia mi depresión, ¿y quién soy yo para ir en contra de mi destino?
Justamente eso es lo que me depara el siguiente año, más oscuridad que luz, pues siempre ha sido igual, ¿por qué ahora sería diferente? Si al final no depende de mí, ya está escrita la historia, ya está anunciado el final. Quizás sólo me queda esperar que este año por fin suceda y descanse en paz.
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Elizabeth De La Cruz Moctezuma. Tamaulipeca residente en Nuevo León, México Ingeniero químico y colaboradora en Pide Permiso Podcast. Publicada en las antologías poéticas “Artivismo: El arte como espacio de resistencia” (Editorial Raíces) y “Campanas del brezo Vol. II” (Ediciones Ave Azul). También en las revistas digitales Faraute (Vol. 6), Extrañas Develadas (No. 1 y No. 2), Letras y Voces (Cuarta Edición), Malaquitas (Cuerpa), Marjorie Revue (No. 4), Irradiación (No. 7), Iguales (No. 2). Además de páginas como Revista Axioma, Poesía de Morras, Alas de Mariposa, Cósmica Fanzine, La Coyol, Elipsis y Straversa.
FB: Red Sun
IG: eliza.soh
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ES DESEO
ESCRITO POR: ANDREA GONZÁLEZ MEDINA.
Es raro que el año nuevo se acerque y no vayamos a estar juntos.
A veces, todavía escucho esa canción y la melancolía se apropia de mí.
Porque de nada valieron los 365 días del año, no estarás a mí lado.
Se supone que el año nuevo siempre marca nuevos comienzos, nuevos propósitos, nuevos deseos.
Sin embargo, si me preguntan cuáles son mis doce deseos, respondería doce veces tú.
Uno: Deseo que tus ojos marrones vuelvan a mirarme como la primera vez
Dos: Deseo que tu boca vuelva a pronunciar mi nombre con esa voz tierna y delicada
Tres: Deseo que tu nariz vuelva a percibir el olor del perfume que tanto te gustaba.
Cuatro: Deseo que tu boca vuelva a anhelar mis besos.
Cinco: Deseo que tu cuerpo vuelva a aproximarse al mío con esa ansiedad que te caracteriza.
E L C R E A C I O N I S T A | P Á G I N A 7 0 DOCE
Seis: Deseo que tus manos vuelvan a acariciarme.
Siete: Deseo que tu cuerpo vuelva a estar sobre el mío.
s t os e ect ó cos ue te y eot aba. a pa t do po e c as a e ac o a e internacional como en Alemania, Uruguay, Costa Rica, Colombia, España y recientemente en el XXXIII Congreso Latinoamericano ALAS. Su publicación más reciente es el capítulo de libro (2022) “Trabajo y crisis reproductiva: ¿Es posible pensar en la reproducción de la vida en el contexto de pandemia desde el feminismo?” en la obra titulada Género, Rabia, Ritmo, Ruido, Risa y Respons-Habilidad publicado por el CIEG-UNAM.
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HAY MUCHO TIEMPO PARA TODO
ESCRITO POR: LILIANA FLORES.
Dicen que la tía Lulú se murió de un corazón roto. Yo no sé. A veces la veía sentada en la cocina. Pasaba largas horas mirando a la pared, en sus manos siempre tenía una gran taza de café que tomaba sin una pizca de azúcar. Es algo que tampoco entiendo, ¿cómo la tía Lulú, que endulzaba su té con miel, le agarró tanto amor a lo que antes botaba por el desagüe? Tal vez fue porque sus sobres de té se echaron a perder con la humedad de la alacena y quería evitarse más contratiempos, como salir al supermercado o incluso salir al jardín por un poco de manzanilla de la mata que tanto cuidaba. Quizá, a la tía Lulú le hacía daño el sol. Le agarró un odio tremendo a salir a la calle. Llevó el escritorio a su habitación, ahí daba clases de francés cada sábado e “Introducción a la Literatura Latinoamérica” de lunes a viernes. El internet le hizo las cosas las fáciles. Sin embargo, cuando la tía Lulú también le agarró cierta repulsión a la comida, mamá dijo que lo mejor era mudarnos con ella, para vigilarla Fue entonces cuando la tía se recluyó casi por completo en ese cuartucho. Hablaba de vez en cuando con nosotras, con monosílabos. Las oraciones y frases hechas las destinaba únicamente al ordenador.
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No obstante, un día de tantos, cuando no tenía más clases por dar, se puso su suéter verde desteñido y salió toda la tarde. Mamá estuvo muy preocupada. A nada de llamar a la policía. No fue necesario. La tía cruzó la puerta antes de las once de la noche con los ojos aguados; miró a mamá, se sentó en esa silla suya de la cocina y lloró con los codos sobre la mesa y las manos en el rostro. Lloraba tanto, que cuando mamá le preguntaba qué ocurría, a la tía sólo se le oían unos gimoteos horribles que nada decían.
Mamá se acercó a ella, la rodeó con los brazos. Yo le serví un vaso de agua, había leído en una revista que llorar mucho deshidrata y ella ya parecía demasiado seca.
Mamá no durmió esa noche y la tía Lulú no se bebió el agua.
A la mañana siguiente, ambas salieron desde temprano. Volvieron pasadas las seis, pero mamá me advirtió. Aclaró que no había nada de qué preocuparse si demoraban un poco.
Una vez en casa, la tía Lulú tomó suero de arroz; luego subió a su habitación y echó el seguro. Mamá se contactó con el abuelo y con el tío Martín. No me dejó escuchar palabra. Se alejaba con el teléfono. Caminaba y caminaba. Durante toda la llamada le dio unas mil vueltas a la sala.
Le pregunté el porqué de tanto misterio, pero se puso a llorar y se hizo chiquita sobre uno de los sillones. Tampoco se bebió el vaso de agua que le ofrecí y se fue a dormir cuando se le terminaron las lágrimas.
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El tío Martín llegó muy temprano, seguía oscuro y se sentía mucho frío en toda la casa, especialmente en la primera planta. El abuelo Gregorio llegó después. Se sentaron alrededor de la mesa y, antes de que pudieran decir algo, mamá me obligó a subir a mi habitación.
A medio corredor oí a la tía Lulú hablar por teléfono. No escuché mucho, sólo cómo tenía la voz en un hilo, como constipada Entonces corrí a mi habitación por uno de esos remedios para descongestionar y llamé a su puerta. Tenía un montón de papeles fuera del cesto de la basura y varios de ellos estaban llenos de sangre seca; me asusté demasiado, pero ella dijo que estaba bien, que era un rasguño o una gripe o un golpecillo descuidado, que no se acordaba.
A la hora del almuerzo sólo quedábamos nosotras tres. La tía accedió a un mordisco de la tortilla de pollo que mamá preparó, pero no pasó mucho para que devolviera todo sobre el piso del baño
Desde entonces hizo a un lado el desayuno y parte de la comida. Mamá la obligaba a beber una de esas cosas nutricionales para adultos dos veces al día. A veces yo le subía una taza de chocolate caliente y una rebanada de pan, sin embargo, la tía también le perdió el gusto a eso.
Cierto miércoles, una tal Angelina no dejaba de insistir en el teléfono. Hasta que mamá lo cogió y, en un susurro, la tía Lulú le dijo: “dile que deje de insistir, que me he ido”. Así lo hizo, pero esa misma tarde llegó una mujer de ojos bonitos y cabello claro a la altura del hombro y pidió hablar con Lulú. Mamá la despidió enseguida.
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Se fue, pero volvió cuando menos la esperábamos. La tarde de su aparición, la tía había salido a caminar. Mamá accedió a regañadientes. Yo la vigilaba a través de la ventana. Caminaba muy despacio colina arriba; cuando estuvo lo suficientemente lejos, la misma mujer del otro día, la interceptó. Tal vez tuvo una corazonada, de que esa tal Angelina iba a ir a buscarla y mejor salió para no encontrársela Sus planes fracasaron
La mujer hablaba frente a ella sin parar, movía exageradamente los brazos. La tía Lulú estaba quieta, pero sus manos apretaban en puño su suéter azul. De un momento a otro aquella mujer se dejó caer sobre el pecho de la tía y esta enroscó sus brazos alrededor de su cuerpo. Ambas se escurrieron hasta el suelo, donde lloraron por varios minutos. Las manos de la tía iban al rostro de la mujer y la tal Angelina estaba aferrada a su suéter. Lloraba y lloraba sobre el enorme parche rojo que la tía tenía en el centro del pecho. Sus rostros quedaron muy cerca.
¡Niña chismosa! mamá exclamó de pronto y cerró la cortina.
No supe qué pasó después.La tía Lulú volvió por la noche. Se preparó un bocadillo y una taza de té. Subió a su habitación; estuvo ahí, dormida, hasta entrada la tarde. Mamá me pidió subirle la merienda. La encontré sentada al escritorio escribiendo unas cartas.
¿A quién? le pregunté.
A todos a los que amé musitó Me senté un momento sobre su cama. Ella seguía tecleando sin parar. Luego preguntó: —¿Le tienes miedo a las despedidas, niña?
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Lo pensé por un momento. Respondí:
Le temo más a no cumplir mis sueños, ¿tú no?
¿Qué clase de sueños puede tener una mujer como yo? suspiró. Caminó a la cama y se sentó a mi lado. Cuando tenía veinticinco años quería vivir con el amor de mi vida en una casa pequeña con un perro o un gato.
¿Y ahora? la tía miró fijamente al techo.
—No sé. Me hubiera gustado que las cosas fueran más fáciles.
Hay mucho tiempo para todo, tía Lulú dije y la tomé de la mano. Estaba muy fría. Ella sonrió.
Sí. Hay mucho tiempo para todo no lloró, mas hizo decenas de esos gestos que anteceden al llanto. Yo caminé de vuelta a mi habitación, soñé con el invierno.
Cuando el sol salió, la casa ya estaba llena de gente. Familiares y amigos de la tía, todos vestidos de negro y reunidos en la sala y el comedor. Nadie hablaba. Pronto supe que mamá había encontrado a la tía Lulú muerta sobre su cama.
Fue un ataque cardiaco dijo. Todo estaba tan silencioso, que se escuchaba hasta el sonido del refrigerador desde el jardín.
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Nadie le avisó a Angelina, pero se hizo presente en el cementerio. Llevaba un ramo de girasoles hechos de papel. Me acerqué a ella y le pregunté:
¿Usted le teme a las despedidas, Angelina? No dijo nada, una lágrima rodó por su mejilla y manchó uno de los pétalos. Luego deslicé la carta destinada a ella en el bolsillo de su abrigo. Ella asintió y me dio media sonrisa
La vi abrir el sobre a lo lejos. Lloró mucho. Desde ese momento le temo a los corazones rotos; y, especialmente, le tengo pavor a no decir lo que siento o a decirlo cuando ya es demasiado tarde.
Liliana Flores (Atlixco, Puebla)
Egresada del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, ha sido publicada en antologías como Diversidad(es) (2021) y Minificciones en invierno (2022); así como en revistas digitales tales como Marabunta, Perro Negro de la Calle y Fatum. El andar de las letras.
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NOVELA: EL EQUÍVOCO
HÉCTOR
OLIVERA
"El equívoco (El Evangelio según Judas de Nazaret)" es una novela corta de Héctor Daniel Olivera Campos, obra que rescata al personaje de Judas, hermano gemelo Jesús, documentado en textos apócrifos, quien narra al lector la historia de su familia y de las circunstancias que rodearon la muerte del Mesías. Tras el trágico acontecimiento de la crucifixión, Judas, movido por un impulso, tomará una decisión que tendrá consecuencias imprevisibles y cambiará el mundo para siempre
El autor, Héctor Daniel Olivera Campos, es un escritor apasionado de la literatura y de la historia, que cultiva la narrativa de forma regular desde hace más de una década. Ha obtenido el primer premio en trece certámenes literarios y ha sido finalista en otros muchos. A su vez ha publicado relatos en diversas antologías y en revistas literarias de España, Latinoamérica, Israel, Estados Unidos y Eslovenia
El equívoco: El Evangelio según Judas de Nazaret está disponible en más de cuarenta mil librerías de todo el mundo asociadas a Ingram Content Group (en España, la distribución a librerías es realizada por Podibooks), así como en Amazon, CasadelLibro com, Agapea, FNAC, Barnes & Noble, Walmart y en las de plataformas digitales más relevantes.
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SONG TO THE SIREN
ESCRITO POR: CÉSAR ROMERO
El día primero del año solo con mi prometida la muerte soñaba que venías a la memoria, yacia en un lecho de oscuridades y el sol se acercaba desde la puesta
Alguien tocaba el canto de la sirena y pensaba si era posible que la tristeza pudiese alzarse ante nosotros, con su majestuoso Velo, Mientras el barco se hunde Mientras nos gana el sueño y descendemos
Ya despierto con la extrañeza Del dia que comienza y de la gente que canta para celebrar el inicio, Me asomo a esperar los primeros rayos de la ternura.
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PUNTO ESCARLATA: EL PRIMER DÍA DEL AÑO ESCRITO POR: LORENA AVELAR
El día se despierta tardío y despejado, en la ciudad hace un fresco que despabila el letargo Nada ha cambiado, vuelve a amanecer con colores anaranjados, las miríadas de luces se desvanecen en un parpadear frenético, arrítmico y apabullado. Amanece, y el temporal reclama las primeras luces del alba de este melancólico día. Abro mis ojos, me ciega una espesa y pastosa bruma que ocupa mi alma. Hoy caminaré a ciegas en la soledad de mi existencia. Ni bares, ni cafeterías abiertas. Calles vacías, establecimientos cerrados y pocos viandantes. Así ha amanecido el primer día del año, como una ciudad fantasma. Sin apenas gente y sin tráfico. El bullicio festivo de hace apenas unas horas se ha transformado en calma absoluta.
El primer día, la primera aurora de un año que comienza. Es la hora exacta, de nuevas esperanzas, de grandes propósitos, de ilusiones y gritos que guarda mi garganta. Alargo mis brazos, palpo en mi alrededor, tratando de alcanzar los límites del camino, la senda tortuosa que conduce al goce. Pero, perdí mi entusiasmo. Mi ánimo aventurero vaga solitario entre la multitud de seres ignotos que duermen tras de las paredes altas. Tanto silencio, hasta los puestos de prensa diaria callan sus comentarios; pero no por eso, en otro lado del mundo a parado la guerra y la matanza. Y ahora que amanece, que ya han muerto los sueños y brotaron las pesadillas, ahora que la noche se destierra para dar paso a las primeras luces del alba, de palabras no pronunciadas, de medias verdades, de precios altos, de crisis, de traiciones y engaños. Ya mi voz enmudeció, las mordazas que oprimen mi palabra libre y desnuda y, un tupido velo envuelve mis ojos, ocultando mis repasos.
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La urbe recibe este día bruñido, gris, celeste, se extiende en las calles, en las colinas, en las oficinas cerradas, en los comercios, en las azoteas borrachas de sueño. Así es el primer día del año, aunque sea igual como todos los días rutinarios, lo vamos a vivir de otra manera, lo vamos a degustar, a florecer, a esperar Lo encenderemos como candelabro, lo beberemos como si fuera un topacio. Pero también lo sufriremos, lloraremos y padeceremos con todos sus espacios.
Día del año nuevo, día eléctrico, fresco, todas las hojas salen verdes del tronco de tu tiempo. El vaho del presente, salido de un pasado burocrático y estricto, mira con descaro a un futuro curioso entre el comunismo político y un rabioso capitalismo económico. Nada tan impresionante, quizás, como esta ciudad milenaria que se defiende ante el empuje del tiempo. Corónanos con agua, con jazmines abiertos, con todos los aromas desplegados, sí, aunque sólo seas un día, un pobre día humano, tu aureola palpita sobre tantos cansados corazones, y eres, día nuevo, nube venidera, ensueño nunca visto, lapso permanente que transcurre y deja un Punto Escarlata sobre el pavimento.
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La mejor ubicación de tu lectura es la imaginación.
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