2019 May.
El Creacionista
Solitudine Nicola Capponi
Relato : Música mis alas
Agatha Cervantes
No. 7
Narrativa:
TIEMPO DE SER Bernabé De Vinsenci
FANTASÍA "Todas las obras del hombre tienen su origen en la fantasía creadora. ¿Qué derecho tenemos entonces a la amortización de la imaginación? " C. Jung.
Fantasía, manifestación de la pasión imaginativa. Sea evidenciada por la falsedad o la verdad, al creador le da carta abierta para emprender la labor creativa. Se debe dejarla ser en la medida precisa, sin ponerle encantos que puedan contrariar al escritor, quizá en momento dado pueda confundir a su espíritu, pero siempre tendrá la materia prima – siendo esta una cualidad menospreciada y que pocos se atreven a probar – que siempre está al servicio del escritor para liberarlo del yugo del bloqueo; por la misma aplicación al terreno empírico, lo que se origina en las semejanzas e igualdades de la fantasía, puede generar en el autor la diversidad de los posibles y hasta de las imposibles constantes de la atmósfera narrativa. Photo by Leonardo Yip
Alma Carbajal G.
SOLITUDINE Nicola Capponi Soledad bastarda hija de un solitario nacida de lágrimas y asalto, de un juego de llamaradas fatuas de amor a pesar de saber de tu origen, no intentas cambiar, a la más mínima caricia de alegría, porque en tus ojos negros llevas la penumbra...
2
...que azarosamente me cubrĂa cada noche, entre tragos y tabaco, pupilas, que como sudario muestran parte de esta clausura de alma, que no retornarĂĄ, hasta que los tiempos de mi amor cambien en la marea del desatino. .. . Photo by Ian Espinosa
TIEMPO DE SER Bernabé De Vinsenci
3
Un insomnio que desdobla al orificio poblado de vellos y retiene al sujeto en sobredosis de espacios penumbrosos. De esta símil manera se situaba Croshet, mojado por hormigas que iban y venían sobre su cuerpo lechoso. Si las camas sirven de uso para equilibrar los cuerpos, a este hombre le sucedía todo lo contrario. La noche se apagó con el matiz opaco, savia de freno para la inocuidad humana, y el aire optaba cuerpos a quienes refrescar y enfriar las gotas de humedad. Croshet manifestó en ciertos días que devendría en demencia si algún divino no reaparecía, estaba cansado de sus nombramientos. Y a partir de esa infectada espera, los cabellos crecieron y la barba se derramo hasta el pecho. Varias moscas se hospedaban por encima de su falta de aseo. Aún, a él eso no le era severo, todo lo anormal presentado ante sus ojos, surgía como nueva cosa de la cotidianidad. Hasta las malas miradas de la sociedad- Es raro, ¿No? últimamente no me agrada nadie – encarecidamente Croshet, le contaba a su hermana.
Tan confundido el maniático, no estaba. Recientemente todos hemos aprendido a querernos menos, intrusión acechada por el individualismo – Me miras raro Nidia ¿Qué te pasa? Te molesta que sea otro, y no el paciente de siempre –. Su hermana atónita no respondió, frotó su muslo y dijo: Me voy. Ninguna despedida lo hostigaba, él era cuerpo, sin dudas, pero una consciencia en mortandad- Uno se acostumbra a la niebla, es así, no hay forma de esquivarla, de veras amigo, debes ir a un psiquiatra. No estás bien con cierto asombro le recomendó su amigo Justhan. Un amigo, de esos que aparecen en el bar y mueren ahí.
Photo by Brent Gorwin
– No existe vuelta atrás – decía Croshet para su adentros – Estamos acá, y es lo que se debe afrontar. Sí volvemos terminamos por suicidarnos –. Para caminar no era bueno y peor cuando hablaba. Croshet, era uno de esos individuos que la sociedad no reconoce. Las enormes cejas y los pequeños pelos que sobresalían de su nariz, espantaban a más de una mujer – Hola, hermosa ¿Cómo estás? – dijo con una voz ronca. La mujer lo reconoció inmediatamente, lo miró detallándole el rostro y le dijo: Es la primera vez que un hombre me dice hermosa. Muchos no aceptan nuestra sexualidad. Croshet, bajo la mirada y rumbo para su casa, una botella de vino le hablaría de lo duro que es vivir.
Photo by Thanos Pal
4 Música mis alas Agatha Cervantes
La ventana seguía cerrada, el ambiente de repente se inundó con una mezcla de ruda, chocolate y agua, una infusión poco convencional, aquellos remedios que mi madre usaba y se usaron por generaciones en la familia; esa extraña infusión se utilizó para aumentar mi fe y matar mis sentidos, simplemente no sirvió. Por mi cuerpo pesaba según el médico una fiebre reumática, con su hálito esta invadió mi rostro soplando debilidad sobre todos mis pensamientos, mientras se sumergían en una oscuridad que proliferaba en la habitación, en la cual solo estaban la cama, un pequeño buró y sobre él una radio, la única que me acompañaba con la música que se transmitía en los años 60.
Photo by Timo Vijn
Mi mente licuaba los gritos de mi madre junto con mi padecimiento, quería morir, pero en ese momento solo quede suspendida entre las cobijas y las continuas fiebres que iban y venían al ritmo de un columpio. El dolor abdominal crujió mis huesos como las ramas de un árbol sobre una hoguera, la náusea parecía oscilar sobre el reflejo de mis ojos apagados y, con los minutos mi cielo se nubló. Encendí la radio y la emisora soltó una canción al azar: "I Want to Hold Your Hand". Un revuelo de luz invadió mi brusco interior existencialista, la sensación de sentirme morir, quedo en palabras, la música alegro mi corazón e hizo que despertara el sin ton ni son del alma, tomo mi mano y la tonada me llevo por senderos en los que nadie podría alcanzarme, donde podía ser yo y en ese preciso instante salí por la ventana.
Microfiction drops
ANDREW A.C.
Soy Andrés, tengo 23 años y toqué fondo cuando una tarde de domingo a las seis con cinco minutos morí. No fue algo trágico, sólo me recosté en mi cama, corrí las cortinas y encendí el reproductor de música, que tocaba compases falsos con el ir y venir del reloj que se hallaba en la pared, justo arriba de la cabecera de mi cama. Inició la sonata con el tranquilo acorde del piano, ahí, entre la oscuridad, las teclas sonaron armoniosamente con mi corazón a punto de nieve y el tic tac.
Photo by Luke Southern
Microfiction drops
ANDREW A.C.
Estaba yo deshilachándome por dentro, la tristeza iba infectando todo, como la lumbre va recorriendo por estigmas un pedazo de carbón hasta dejarlo sin calor, hecho cenizas. El pulso ceso, la ventana se abrió de golpe por la tempestad que cantaba afuera y ella llego, saco con su huesuda mano los restos de alma que quedaban en el cascaron. La tonada siguió su marcha y yo emprendí otra a un ritmo desconocido.
Microfiction drops
ANDREW A.C.
En este camino, ella va usando su guadaña como remo; le hablo, no contesta, voltea y me mira con ese vacío insondable, ese rostro de barranco que transmite inexistencia. Al estar en la barcaza comencé a llorar, tapándome la cara con las manos repletas de vergüenza, recordé lo que había sido mi vida, música y solo música. De pronto ella tomo mi mano con gesto de consolación, sentí una calidez conocida que me hizo abrir un poco los dedos de la mano, tal como un niño teme ver una escena de terror, pero por curiosidad termina mirando. Era la mano de mi madre, la que me sostuvo hasta este momento en que narró lo último y lo primero que vi en mi vida.
Photo by Steinar Engeland
El Creacionista 2019 Alma Carbajal ©