EL CUENTACUENTOS 2017 22º CERTAMEN NACIONAL DE NARRACIÓN PARA JÓVENES AUTORES
La Biblioteca del Colegio Arturo Soria Duque de Tamames, 4 28043 MADRID Tlf. 91 415 72 95 e-mail: biblio@colegioarturosoria.org
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Editado por Julia Insausti Colegio Arturo Soria Madrid, 2016 Tlfno. 91 415 72 95 ceas@colegioarturosoria.org DiseĂąo Portada Vicente Gonzalo Imprime: STOCK CERO, S.A. San Romualdo, 26 28037 MADRID Tfno. 91 7545454
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ÍNDICE 1º, 2º, 3º Primaria PEDRO Y EL MONSTRUO DEL LAGO (7) Elisa Prieto Castilla, del colegio Arturo Soria de Madrid NO PUEDE SER (13) Julieta Enrile Corsini, del colegio Arturo Soria de Madrid 4º, 5º, 6º Primaria LOS MIEDOS DE LARA (19) Claudia Nieto san Frutos, del colegio Arturo Soria de Madrid LA AVENTURA DEL ALFABETO (27) Jorge Barriocanal, del Centro Zola de Las Rozas, Madrid Secundaria EL MÁS AFORTUNADO (33) Aina Casal Pelegri, del colegio Roig Tesalia de Barcelona VIDA (43) Alejandra Calle Barroso, del Centro Zola de las Rozas, Madrid Bachillerato ERROR 404 (47) Andrea Mas Toledo, del colegio Arturo Soria de Madrid LOS RETRATOS DE AURORA (53) Natalia Pozo Araque del IES Bernardo de Balbuena, de Valdepeñas, Ciudad Real Mejor cuento del Colegio Arturo Soria CORAZÓN CÍCLOPE (65) Martina Laso Dorado, del colegio Arturo Soria de Madrid Storyteller BECAUSE OF AUDREY (69) Cristóbal Álvarez-Pallete Del colegio Arturo Soria de Madrid ALL STORIES START IN THE SUBWAY (83) Marta Gámez Pavón del colegio Arturo Soria de Madrid 3
JURADO DE LA CONVOCATORIA 2017
José Luís Bilbao Julia Cabrera Vanesa Fernández Raquel Fernández Hana Gallová Carmen García Verónica Gayá Sonia Gutiérrez Julia Insausti Marta Marugán Daniel Nogales Victor Pereíra Ana Rodríguez Mª José Tellez Ángel de la Vega
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PRÓLOGO
Hace 15 años dejé el aula para tomar el relevo de la gestión y desarrollo del proyecto de la Biblioteca del Colegio. Hasta entonces, había leído y contado muchos cuentos a los niños y niñas de mis clases de infantil. De todos los momentos del día, que eran muchos y diversos, el que más nos gustaba a todos, me refiero a los niños y a mí, era el dedicado a los cuentos. Elegía cuidadosamente los que me parecían especiales para ofrecérselos, y ellos siempre corroboraban con su entusiasmo e interés aquella selección. Aunque no leían todavía, el solo conocimiento de la historia que allí se contaba, les llevaba a mirar una y otra vez las páginas, repitiendo las palabras oídas y memorizadas, mientras mostraban una seriedad y una atención que me emocionaba. Aquellos cuentos, nos adentraban en mundos de fantasía, que a la vez que nos divertían y sorprendían, nos ayudaban a entender un montón de emociones y situaciones que a diario experimentábamos. Nunca me ha gustado la literatura ñoña y consumista dirigida a los niños. Es verdad, que parecen un público fácil, pues de entrada se entusiasman con cualquier novedad, pero cuando conocen el contenido, saben tener su propio criterio, siempre y cuando se lo permitamos. Por eso, hay que ofrecerles variedad y calidad de lecturas para que conozcan la gran diversidad de formas y contenidos que nos ofrece el lenguaje literario. Esto les llevará a apreciar y elegir lo que de verdad les gusta. Leer es adentrarse en otros mundos, en otro tiempo, en otro ritmo diferente al que hoy en día se nos impone. Leer debe ser una actividad deseada, que nos alegre y divierta, nos relaje y serene, nos aleje de los problemas al tiempo que nos ofrece respuestas a lo que no comprendemos. En definitiva, leer nos ayudará a encontrarnos con nosotros mismos. 5
Reivindico espacios y tiempos de lectura, donde los niños y niñas puedan leer sin metas, sin prisas, sin imposiciones y sin que se sientan juzgados. Y para los más pequeños, reivindico que las personas que les acompañen en el aprendizaje del proceso lector sean capaces de disfrutar y entusiasmarse con cada lectura, despertando la curiosidad de cada niño, y compartiendo con ellos emociones y esfuerzos. Sin duda, será la única manera de transmitir una pasión y un hábito lector que les acompañará toda la vida. Estos años en la Biblioteca he continuado leyendo cuentos a los niños. He coleccionado libros especiales, que guardo como tesoros esperando a que un niño me pida algo para leer, y entonces se los presto entusiasmada. Durante todos estos años, los libros y los cuentos han sido el hilo conductor que ha mantenido mi entusiasmo y devoción por la enseñanza de los más pequeños. A punto ya de terminar este apasionante periodo de mi vida, tan solo espero y deseo poder seguir compartiendo y leyendo cuentos allí donde me lleve mi nueva andadura.
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1º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE 1º, 2º, 3º PRIMARIA
Olivia Díaz
PEDRO Y EL MONSTRUO DEL LAGO De Elisa Prieto Castilla, 9 años. Colegio Arturo Soria de Madrid 7
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ra un día normal en la vida de Pedro, cuando su hermano le dijo:
- Oye Pedro, ¿has oído hablar de lo del monstruo del lago? Pedro le miró con aire extrañado. - No, no he oído hablar de ello -contestó. - ¡Pues dicen que se está comiendo todos los peces del lago! Esa noche Pedro no durmió, no paraba de pensar en lo del monstruo del lago. Al día siguiente, en el colegio, Pedro se lo dijo a sus compañeros. Decidieron ir al lago. Una vez allí empezaron a buscar entre las algas. En seguida sus amigos se fueron, pero Pedro no se dio por vencido. Al final, vio que algo se movía, y entonces salió un pequeño monstruito no mucho más grande que Pedro. El chico dio un paso al frente. - Vaya, yo te imaginaba más grande... Al ver que el monstruo no se movía, le dijo lo que todos pensaban de él. El monstruito se enfadó: - Yo nunca haría eso, sólo como algas. ¡Soy monstruo vegetariano!, pero es verdad que ahora el lago está raro y los peces se mueren. Incluso a mí me duele la barriga últimamente. - Entonces -dijo Pedro- ¡habrá que hacer algo! El monstruito asintió. - Mañana volveré. Por cierto, ¿cómo te llamas? -preguntó Pedro. - Me suelen llamar Mel: Monstruo Enano del Lago. Pedro sonrió, entonces se despidió: "Hasta mañana", y se marchó. Al día siguiente, cuando se acabaron las clases, Pedro salió corriendo a ver a su amigo Mel. Todas las personas le preguntaban a dónde iba con tanta prisa. Pero a Pedro no le daba tiempo a contestar. Al final llegó y empezaron a pensar. - Si quieres te llevo a la parte de donde viene el veneno -dijo Mel. - Sí, no estaría mal... Y entonces Mel le llevó hacia allí, y por fin llegaron a aquel 9
asqueroso lugar. El agua estaba toda amarillenta. Había peces con dientes azules y con aletas mordisqueadas por las carpas. Olía a pescado podrido y a pus de algas. En ese mismo instante, Pedro se puso a investigar. - El primer paso -le dijo a Mel- es escribir la lista de sospechosos. Así que, ¿me ayudas? Mel empezó a decirle los que pensaba que podrían tener algo que ver: - Puede ser el viejo restaurante del señor "por qué". Ese señor viejo que siempre está preguntando el porqué de todo. Porque me conoce y quiere vengarse de mí ya que por mi culpa ya nadie va a su restaurante. Yo siempre entretengo a los clientes y se les hace tarde. Y también podría ser la gran fábrica de televisiones. Normalmente está contaminando mucho. - Pues yo creo que puede ser el hombre del zoo -dijo Pedroporque las personas ahora sólo van al lago y siempre pone una cara muy rara cuando hablamos de esto. - Pues yo creo que ya hemos terminado por hoy -dijo Melademás, tu madre te estará esperando... Y Pedro se fue. En su casa empezó a tomar notas. No se lo contó a nadie. El siguiente día que fue a verle, le dijo a Mel: - Primero hay que hablar con el hombre de ese restaurante. Entonces fueron a hacerle unas preguntas al señor "por qué". - ¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre? -le preguntó Pedro. - Pues darme una ducha en mi casa. Pedro y Mel se miraron como si hubiese dicho la cosa más rara del mundo. - ¿Puedo ir a ver tu cocina? -le dijo Pedro mientras que le guiñaba un ojo a Mel. - Sí, claro -contestó el señor "por qué", y les enseñó dónde estaba. - Necesito que nos dejes solos. Al señor "por qué" no le pareció muy bien pero no les dijo nada. 10
Pedro y Mel empezaron a hurgar en la cocina y al fin encontraron un recipiente con un dibujo de un pez. Mel lo cogió y lo olisqueó: - Sólo es atún... en lata. Pedro se llevó una gran decepción. - Ohhhh.... bueno, parece que no es el culpable. - Salgamos -dijo Mel. El señor "por qué" se alegró mucho al verles salir. - ¿Veis como no he hecho nada? - No... Sentimos haber sospechado de ti -se disculpó Mel. Pedro se fue a su casa y Mel al lago. Al día siguiente fueron al zoo. Y empezaron a hacerle preguntas a la dueña. - ¿Vais mucho al lago? - Sí, de vez en cuando. - ¿Para qué? - Para darle de comer a los peces. Pedro se quedó pensativo. Sin decir nada se levantó y le hizo una seña a Mel para que le siguiera. Mel hizo caso y se levantó. Cuando estuvieron a solas del todo, empezaron a hablar. - ¿Qué pasa entonces? -preguntó Mel. - Bueno, todavía nos queda la fábrica. Mel se fue al lago y Pedro a su casa, como siempre. Al día siguiente Pedro se levantó de la cama muy nervioso, iba a descubrir quién era el que intoxicaba las aguas del lago, y eso no era algo que podía hacer todos los días. Mel tampoco estaba muy tranquilo y a Pedro no le fue muy fácil tranquilizarle. Cuando consiguió hacerlo le dijo: -Vamos a ver Mel, a la fábrica no podemos ir a preguntar, y estamos casi seguros de que son ellos los culpables. A donde tenemos que ir es al zoo, necesitamos más información. Allí fueron. Al parecer la dueña del zoo no sabía nada de lo que pasaba, y tuvieron que explicárselo desde el principio. Al ver lo que se asustó cuando se lo contaron, terminaron de convencerse 11
de que no estaba metida en el asunto. Le dijeron también lo que pensaban de la fábrica. Y le preguntaron: - ¿Puedes ayudarnos a demostrárselo todo a la policía y que no piensen que estamos locos? - Sí, claro -contestó ella- pero me parece que el pequeño monstruito tendrá que quedarse aquí. Fueron a la policía y le contaron todo. La señora del zoo les llevó las pruebas de la contaminación que estaba matando a los peces del lago. La policía cerró la fábrica y salieron todos en el periódico, incluido Mel. Al día siguiente Pedro les contó a todos su aventura y ya no volvieron a sospechar de Mel.
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2º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE 1º, 2º, 3º PRIMARIA
Noemí Sánchez
NO PUEDE SER Julieta Enrile Corsini, 9 años Colegio Arturo Soria de Madrid
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una niña que se llama Lucía y tiene el pelo azul muy largo cuando cumplió los 12 años le pasó algo misterioso y os lo quiero contar. La historia empieza así: Lucía venía del colegio y cuando entró en su casa de repente vio que la nevera se movía, se acercó un poco y vio... ¡Que tenía cara! Entonces pensó si las neveras podían tener cara y exclamó: -¡No pueden tener cara las neveras! Después se le ocurrió que la casa estaba encantada y fue a avisar a su madre de que la nevera se movía. Su madre que se llama Estrella y estaba pintando un cuadro de delfines le aseguró: -No puede ser, esta casa perteneció a tu abuela, a tu abuelo, a tu bisabuela y a tu bisabuelo, y no han visto nunca la cara de la nevera, entonces no puede ser. Lucía insistió: -¡Pero yo la he visto! Estrella continuó cansada: -No cariño no. Lucía que había visto la nevera con cara continuó diciendo: -Pues mamá si no te lo crees ven a verlo. Estrella fue a la cocina y vio que la nevera tenía cara y exclamó asustada: -¡NO PUEDE SER! Estrella fue corriendo al teléfono y llamó al número 112 y habló con los policías. Al poco tiempo los policías se presentaron en la casa: -Somos los policías y nos llamamos: Pepe, Paco, Popo y Pep. Los policías buscaron por toda la casa y no vieron nada. Después Estrella y Lucía con Pepe, Paco, Popo y Pep fueron a la cocina para ver si estaba la nevera y vieron que no estaba, y todos fliparon porque la nevera se había escondido y no quería salir porque tenía miedo. Llegó la noche y los policías se fueron a dormir a su casa. Por la mañana los policías volvieron y Estrella quiso darles algo de desayunar pero no pudo porque la nevera todavía no estaba. 15
Lucía tampoco pudo desayunar y se fue al colegio con hambre pero después en el recreo sus amigas le dieron algo de desayunar. Estrella se quedó en casa con los policías y todos pensaron: “esta casa es un poco rara” y Estrella dijo: -Esta casa es bastante rara porque perteneció a mi madre, a mi padre, a mi abuelo y a mi abuela, y ellos no han visto nunca la nevera con cara. Resulta que ni la madre ni los policías lo sabían pero la nevera estaba encantada y no la casa. Era un poco raro porque la nevera tenía cara, tenía pies y encima tenía sensaciones y el problemón no era ese, sino que estaba escondida en la buhardilla y no quería salir. Durante la mañana buscaron a la nevera pero no la encontraron. Al mediodía, cuando Lucía llegó del colegio porque comía en casa, Estrella se acordó de que tenían una buhardilla y que la nevera podría estar allí. Todos subieron a la buhardilla con mucho cuidado y sin hacer ruido y vieron a la nevera llorando, nadie sabía por qué y todos le preguntaron: -¿Qué te pasa? La nevera respondió gritando: -¡Dejadme en paz! Los policías exclamaron: -¡Mama mía! ¿Vosotras sabíais que la nevera hablaba? Estrella y Lucía dijeron: -No. Entonces le preguntaron todos: -¿Por favor cuéntanos lo que te ha pasado? ¿Por qué estás llorando? La nevera respondió gritando: -¡Vale, pero después me dejáis en paz! Todos dijeron: -Vale. La nevera les contó esto: -Pues es que siempre me estáis abriendo y cerrando y no me 16
puedo concentrar. Me agobia mucho que me estéis abriendo y cerrando continuamente, es muy molesto porque tengo que hacer el esfuerzo de abrirme y cerrarme y esto me cuesta mucho. Estoy cansada. Además estaba llorando porque me he hecho pis encima y no quería que os rieseis de mí y por eso me he escondido aquí. Estrella y Lucía le dijeron: -Por favor ven a la cocina y de ahora en adelante cuando vayamos a abrirte te avisamos, antes de abrirte te decimos que te vamos a abrir para que lo sepas y así no te agobies. La nevera respondió contenta: -Vale. La nevera al bajar por las escaleras se cayó y todos le preguntaron asustados: -¿Te has hecho daño? La nevera respondió llorando: -Sí. Después la llevaron a la clínica. Cuando llegaron y el médico vio la nevera dijo sorprendido: -¡NO PUEDE SER! Todos le dijeron al médico para tranquilizarle: -No te preocupes es nuestra amiga. El médico respondió: -¡Ah!… vale. ¿Qué le pasa? Estrella le explicó: -Se ha caído por las escaleras. El médico miró la herida de la nevera y aseguró: -¡Ah! no pasa nada solo es un rasguño. La hija, la madre, y la nevera se tranquilizaron y se fueron a casa y cuando llegaron la madre dijo a la nevera: Si te pasa algo dínoslo ¿vale? -La nevera respondió: -Vale. La nevera aprendió la lección, nunca más volvió a hacer 17
travesuras, no se volvió a esconder en la buhardilla ni en otro sitio y se quedó en la cocina y siempre que le pasaba algo se lo decía a la madre o a la hija o a quien estuviera en casa. Dicho y hecho lo hicieron así y colorín colorado este cuento se ha acabado y todavía no hemos merendado.
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1º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE 4º, 5º, 6º DE PRIMARIA
Claudia Nieto
LOS MIEDOS DE LARA Claudia Nieto San Frutos, 9 años Colegio Arturo Soria de Madrid
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“¡L
ara, acábate la cena de una vez! ¡Es muy tarde! ¡Los macarrones se te han quedado helados!”, gritaba la madre de Lara mientras se los recalentaba en el microondas. Todas las noches era lo mismo. Lara era una niña de 9 años, que siempre alargaba las cenas. Comía muy lento y se enfrascaba en un libro de aventuras mientras masticaba a cámara lenta. Cuando por fin terminaba de cenar, cogía su estuche de lápices de colores y su cuaderno, se iba a su habitación y se ponía a dibujar sus personajes favoritos: la princesa Leia, Nikki Maxwell, Minnie Mouse, Jorge de Los Cinco… Nikki guiñó un ojo a Lara y la princesa Leya le tendió su pistola. De pronto Minnie dio un saltito y le dijo a Lara: “¿Pero por qué no te metes en la cama? Ya es muy tarde y tienes que madrugar. Acuérdate de que mañana tienes un examen de Sociales y debes descansar”. Jorge, despeinándose sus rizos, le dijo: “Va a venir tu madre y te va a echar la bronca. ¿Por qué no te duermes ya?”. Lara respondió: “Chiiicos, chicos –dijo tirándose en la cama agobiada-. Es que son muchas horas hasta que me levanto. ¿Por qué hay que dormir tanto? No me gusta, y además, tengo mucho miedo. Ajustándose las botas de tacón que Lara le había pintado, Nikki le preguntó: “¿Pero de qué tienes miedo, si aquí solo estamos nosotros, bueno, y tus padres en el salón?”. Lara respondió: “Pues de la oscuridad. Ahí viven monstruos, brujas, gigantes, ogros, hombres-lobo, seres terroríficos... Pero sobre todo los que más miedo me dan son el hombre-sombra, que mide dos metros y tiene unos ojos rojos que no puedes mirar; otro es un ser bajito, bajito con las manos arrugadas y 21
ásperas y con los ojos verdes, y la tercera es la bruja de la nariz larga, llena de verrugas, que viste siempre de negro y azul oscuro. Oigo ruidos y pienso que son ellos. Y me van a capturar y asustar. Están escondidos en el baño, debajo de la cama, en la habitación de papá y mamá e incluso detrás de mi butaca. Esperan a que yo me duerma y me llevan a su castillo para tenerme prisionera eternamente en una jaula. Por eso no apago la luz y no quiero dormirme”. De pronto todos escucharon un chasquido de dedos. A la princesa Leia se le había ocurrido un plan para acabar con el miedo de Lara. “¡Chicos, chicos, ya lo tengo! Podemos salir esta misma noche al país de los monstruos”. Entonces todos se miraron extrañados, Jorge dijo que no sabía dónde estaba eso. Pero la princesa Leia enseguida explicó que de pequeña su madre le contó dónde estaba el castillo. Había que pasar por el bosque de las sombras, atravesar el camino maligno y cruzar el mar de las aguas rojas. Su madre le dio el plano que ella guardaba en un brazalete. Así que al instante se lo sacó y vieron un papel enrollado. Allí estaba marcado perfectamente cómo llegar al país de los monstruos. Y decidieron marcharse cuanto antes. Lara abrió la puerta de su cuarto sigilosamente para comprobar que sus padres se habían acostado e hizo una señal a los chicos. Significaba que dormían profundamente. Se acercó a su armario y sacó todo lo que le hacía falta: una mochila, una linterna, unos prismáticos, su bolsita de herramientas, unas cuerdas y un saco de dormir. Cogió algo de comida de la nevera y emprendieron el viaje siguiendo a la princesa Leia. Después de andar mucho, llegaron al bosque de las sombras. Todo estaba oscuro.
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Había robles con ojos grandes, bocas abiertas y brazos extendidos. Tenían formas extrañas. Todos sintieron mucho miedo. Entonces Nikki, casi haciendo eco, gritó: “¡¡¡Tranquilos, encended las linternas!!!”. ¡Clic! Y Leia dijo: “¿Veis? Si solo son árboles centenarios, quieren estar tranquilos y que la gente les cuide y les respete como a los abuelos. Pero la gente en la oscuridad se imagina que son seres terroríficos que hacen cosas terroríficas. Y mirad, lo que dan es muy buena sombrita y durante el día no dejan pasar los rayos del sol por eso se llama el bosque de las sombras. La gente le tiene miedo y no entra, lo bordea. Entonces Lara les propuso: “Venga chicos, démosles un abrazo y seguimos”. Continuaron hacia el camino maligno. Pronto descubrieron por qué lo llamaban así. Y es que era un camino estrecho, y a los lados había barrancos sin fin y agujeros profundos y negros. Leia encabezaba el grupo, todos tenían que escuchar atentamente sus instrucciones a cada paso porque si no se caerían en el barranco. Tenían que confiar los unos en los otros. Y solo así lograrían atravesarlo. No era para tanto. Al terminar el camino maligno vieron una barca que les llevaría a través del mar de las aguas rojas. La gente se imaginaba que era de ese color por la sangre de las víctimas de los tiburones. Todos estaban muy asustados. Solo al pasar con la barca despacito hicieron un descubrimiento. Minnie que llevaba la nariz pegada a la proa gritó: “Mirad, hay cientos de peces y corales rojos”. Y Jorge añadió: “¡Claro, es el reflejo de ellos lo que le da el color rojo al agua! Qué miedo más tonto”. Y pasaron tan tranquilos mirando a los peces y corales. Cuando llegaron a la orilla, ataron la barca a una roca y a lo lejos vieron un castillo entre nubarrones negros. Lara señaló con 23
un dedo y gritó asustada: “Es el castillo de los monstruos. Yo me quedo aquí. No puedo entrar. Tengo demasiado miedo”. Jorge la animó: “Venga Lara, que tú puedes, si vamos todos juntos. Entonces para qué hemos hecho este viaje si ahora no quieres entrar. Nada de lo que nos imaginábamos hasta ahora en el camino era cierto. Si hemos llegado hasta aquí, ¿ahora te vas a rendir?”. Lara sonrió y confió en ellos. “Tienes razón. Si hemos llegado hasta aquí y todo eran imaginaciones nuestras, ¿por qué no seguir? Con vosotros no tengo miedo, chicos. ¡Vamos! Siguieron por una senda y llegaron a las puertas del castillo. Había una gatera y Lara, con su bolsita de herramientas, intentó hacer el agujero más grande. Lo consiguió. Pasaron al otro lado sin hacer ruido pero un gato negro gigante las descubrió. Hizo un maullido muy desagradable, “¡¡¡Miaaauuuuu!!!” y de pronto aparecieron muchos pequeños monstruos que les rodearon y les capturaron. Entonces les llevaron al salón del trono. Una habitación gigante y oscura con una silla enorme en el centro y dos más pequeñas a los lados. Los chicos estaban aterrorizados. De repente aparecieron el hombre-sombra sentado en el trono, la bruja a su derecha y el ser bajito de las manos arrugadas a su izquierda. Parecían más asustados que ellos. Habló de pronto Nikki: “¿Por qué nos asustáis tanto, qué os hemos hecho?”. El hombre-sombra se levantó y le respondió: “Los humanos nos dais miedo, sois unos monstruos para nosotros, por eso os asustamos, mientras tengáis miedo, nosotros viviremos, si no nos teméis, desaparecemos uno a uno y no existiremos más. Solo vivimos en vuestra cabeza”. Los chicos se miraron entre ellos, sonrieron, cerraron los ojos muy fuerte y pensaron: “Los monstruos solo están en la imaginación, 24
los monstruos solo están en la imaginación, los monstruos solo están en la imaginación”. Así el hombre-sombra desapareció el primero, después le siguió la bruja y por último el hombre bajito de las manos arrugadas también se esfumó. Y así acabaron con todos los monstruos del castillo que asustaban a los niños del mundo. De repente Lara oyó un ruido enorme. ¡¡Raaaas!! Era la persiana de su habitación que la estaba subiendo su madre. “Buenos días cariño –le dijo mientras le daba un beso-, anoche te quedaste dormida dibujando en la cama. Espero que hayas tenido un sueño agradable y que hayas descansado”.
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2º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE 4º, 5º, 6º PRIMARIA
Adriano Viedma Peláez
LA AVENTURA DEL ALFABETO De Jorge Barriocanal, 10 años Centro educativo Zola de las Rozas, Madird
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rase una vez, un día en el que las consonantes se dieron
Écuenta de que las vocales habían desaparecido. Al rato, Letra
M se dio cuenta de que había una nota. La nota era la siguiente: − Hola, somos las Vocales. Unos secuestradores de letras, nos han raptado y nos han encerrado en un libro llamado el “Bandido supremo”. Ayuda por favor. Las consonantes, se asustaron al leer la nota. Letra C dijo: − Ahora nunca más podremos construir más frases nuevas. Todas las consonantes se dieron cuenta de que lo que Letra C había dicho era verdad. Letra B, que era ahora la líder. Ya que Letra A no estaba, dijo: − No os desaniméis. Iremos a buscar a las vocales al libro del “Bandido supremo”. Se pusieron a pensar cómo salir del alfabeto ya que estaban atrapados. De repente Letra Z dijo: − ¿Por qué no usamos el cohete de Letra C? Así podremos salir. Dicho y hecho, Letra C hizo aparecer un cohete bastante grande y dijo: − Aquí tenéis, acomodaos que el señor capitán va a hacer despegar el cohete. El cohete, salió disparado del abecedario y se dirigió hacia la estantería de libros cuyos títulos empezaran por B. Para encontrar el libro, tan solo tuvieron que mirar la lista y ver qué número era. En este caso, el libro era el número 17, así que se dirigieron hacia él. Ya en el número, pensaron cómo podrían bajar el libro. Letra F dijo: − Yo puedo convertirme en un fortachón para poder moverlo. Y Letra S dijo: − Y yo puedo convertirme en una soga para bajarlo. Todos estuvieron de acuerdo, así que de nuevo se convirtieron y pudieron bajar el libro. Una vez abajo el libro, se metieron en un hueco que había entre el lomo y la portada por el desgaste. Ya 29
dentro del libro, se vieron en el lejano oeste en frente de una vieja cueva. Decidieron entrar para ver qué había dentro. Dentro vieron que millones y millones de riquezas se vendían. Letra R dijo: − Esto parece el mercado negro ¿de dónde habrán sacado todas estas riquezas? Anduvieron unos 200 metros más y llegaron a una extraña escalinata que bajaba para abajo. Letra Q dijo: − Parece como si condujera a unas mazmorras. Bajaron con sigilo las escaleras, y efectivamente, ahí abajo estaban las mazmorras. Las consonantes, decidieron buscar a las vocales, pero ahí abajo en las mazmorras no estaban. Las consonantes, encontraron otras escaleras y subieron. Arriba, se encontraron con las vocales encerradas en unas jaulas. Letra U dijo: − Letra L, conviértete en una llave para abrir las jaulas. Letra L, se convirtió en una llave con la que pudo abrirles y consiguieron salir. Pero de repente se cerraron todas las puertas y salió un monstruo gigante y él dijo: − ¡Yo soy el bandido supremo! Ja, ja, ja. ¡Nadie me vencerá! Las consonantes, se asustaron bastante y se pusieron nerviosas; pero, sin embargo, las vocales pensaban un plan de ataque. Letra A, se convirtió en un avión bombardero; Letra E le distrajo y Letra I en un invencible. Así, consiguieron vencer al bandido supremo ¡pero no a sus secuaces! De repente, empezaron a salir esqueletos con vida de todas partes con catanas. Letra H dijo ya cansada: − ¿Alguien puede hacer algo para salir ya de aquí? Y tú, Letra A, ¿nos podrías dar alas a todos y así es más fácil derribar al enemigo? Letra A les puso alas a todas las letras y fue más fácil derribar al enemigo, volvieron todas juntas a salir del libro. Aunque no sabían las sorpresa que les esperaba… 30
Al llegar al cohete vieron que no funcionaba y se decepcionaron. Pero Letra M dijo: − Yo puedo convertirme en un mecánico y lo puedo reparar. Y así fue, ya arreglada la nave volvieron al alfabeto. En el alfabeto celebraron con una gran fiesta la vuelta al alfabeto y Letra C muy contenta dijo: − Por fin, podremos hacer e inventar palabras nuevas. Todas las letras se rieron y se dieron un gran abrazo
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1º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA
Alberto Fernández
EL MÁS AFORTUNADO Aina Casal Pelegri, 15 años. Colegio Roig Tesalia de Barcelona
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a tarde era gélida, nevaba desde hacía horas, a fuera soplaba un viento espantoso. El señor Guadiana nos había estado acicalando con esmero. Todos nosotros estábamos bien limpios, dispuestos en fila, como niños huérfanos recién peinados a la espera de un progenitor. Lucíamos nuestras mejores capas de terciopelo que no tenían otra misión que de la impresionar a la visita de las ocho. Y digo esto porque la calefacción escaseaba y cuando caía el sol apenas nos alumbrábamos con unos candelabros que conferían a la sala un aspecto bastante siniestro. Y a pesar de todo, lo último que me apetecía era abandonar aquel lugar que había sido hasta entonces mi hogar (por llamarlo de algún modo). La espera se había hecho larga porque aquel conde de rancio abolengo no podía venir a otra hora, y todos estuvimos esperándole, hieráticos e impacientes. Normalmente, las visitas sucedían a plena luz del día. Incluso los había muy madrugadores. Por fin, cuando la campana del reloj marcó las ocho, sonó el timbre de la puerta. La expectación no podía ser mayor. Entró un hombre muy alto, con un sombrero de copa y con una indumentaria romántica, muy elegante, que parecía sacada de un baúl del siglo XIX. —¿Le ha costado encontrarnos? –Le preguntó el dueño—. Lo tengo todo dispuesto, tal como usted requirió. El hombre se adentró sigilosamente, casi parecía levitar. Nos iba mirando a diestra y siniestra, con una mirada muy penetrante, de aquellas que causarían estupor a la mayoría de los mortales. Mi compañero de al lado se enderezó cuanto pudo para advertirme: —Este tipo es de los que no repara en gastos. Me temo que se quedará contigo. El caballero oscuro nos fue examinando uno a uno. Nos miraba expectante, sin intimidad en exceso, cual si temiera que uno de nosotros, en un momento dado, pudiera abrir la boca y tragarlo. 35
En voz baja, respetando el rigor que se requería en asuntos así, el señor Guadiana iba elogiando su mercancía, haciendo notar entre otras cosas su sobriedad, duración y comodidad. —Sobre todo me interesa que sea cómodo y duradero –rompió el silencio por primera vez. Su voz era grave e intensa—. El acolchado del último féretro que me vendieron en la funeraria de la competencia resultó ser de espuma barata y a la semana ya estaba totalmente hundido. —Le garantizo que esto no le pasará con nuestros ataúdes. Los laterales están hechos de madera de encino comprimida. Además, el modelo “emperador” consta de una tapa interior con cristal. —Mejor nada de cristales –sentenció. Entonces percibí sobre mi espina un cosquilleo bien conocido: el señor Guadiana me quitó la capa ceremoniosamente y luego me cepilló con una escobilla de gruesas cerdas que casi me hizo estornudar. Procuré estrecharme contra la pared, mirando de reojo a mi futurible amo. Sentí un estremecimiento extraño. Un oscuro augurio me abatió cuando le escuché decir: —Me quedaré con el de madera de caoba. Me trasladaron a una Berlina negra tirada por cuatro majestuosos caballos que parecía sacada del museo de carruajes. La nieve seguía cayendo con intensidad. Como la carroza no era cerrada del todo, el viento se iba filtrando a través de mis poros, helándome la lignina. El cochero fustigó los flancos sudorosos de los caballos que tiraban del carruaje y nos pusimos en marcha. Cruzamos caminos sigilosos, casi olvidados, y muy escarpados que se iban enroscando hasta la cima de una boscosa colina. En tanto, mi cerebro trabajaba sin descanso: "¿Hacia qué lugar me conducirán? ¿Qué clase de destino me aguarda?" Inocente de mí, que no había salido en la vida del almacén, poco podía imaginar a lo que debía temer en realidad. Me había pasado infinidad de días ansiando descubrir si acabaría 36
fatalmente, cubierto de tierra, rodeado de ratas y gusanos o si sería más afortunado y me esperaría un panteón de familia pudiente. Pero jamás se me pasó por la celulosa de mis fibras que mi aciago destino sería aquel: ¡el castillo de Transilvania de un conde llamado Drácula! ¡La mansión de un vampiro! —¿Cómo, un vivo? Yo quiero dar cobijo a un anfitrión muerto – protesté en vano. —¡Ignorante! Un vampiro está clínicamente muerto, su corazón no late, no respira, no se pudre…—repuso un hombrecillo de no más de metro y medio que iba sentado a mi lado—. Puedes considerarte afortunado. El conde es un hombre taciturno y muy discreto. —Pero su piel está fría, se mueve e incluso habla –repuse. Fue en vano. Me llevaron hasta una estancia subterránea, donde unos enormes dragones esculpidos en mármol vomitaban por sus bocas abiertas una estremecedora luz verdosa y anaranjada. Alrededor de las paredes de aquel repulsivo lugar había más féretros. Supuse que serían del resto de la familia. Entonces atisbé un halo de esperanza: tal vez mi anfitrión fuera una hermosa y delicada vampiresa. Apenas me estaba haciendo ilusiones cuando el hombre de aspecto siniestro se me acercó, prácticamente levitando. Su atuendo me resultó chocante: llevaba una capa larga y negra forrada de color rojo. Las facciones de su rostro eran duras y angulosas, y su mandíbula cuadrada. Tenía el pelo peinado hacia atrás. Por lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior, como las de un elfo. Después de que sus dedos largos y huesudos acariciasen con delicadeza mi forro interior de seda, se elevó del suelo hasta posarse suavemente encima de mi acolchado. Se bebió una copa de un líquido rojo que llevaba en la mano izquierda, la dejó caer al suelo y, no supe cómo, puso música. Una música que yo nunca había oído, algo triste y melancólica. Luego, con ayuda de
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su mano derecha cerró la tapa y pronunció: “se está de muerte aquí dentro”. No sabría precisar cuánto tiempo se quedó dormido, pero cuando yo ya me estaba acostumbrando (o tal vez resignando) a mi nuevo inquilino, un ruido me perturbó sobremanera: el individuo en cuestión roncaba. Los colmillos descarnados que mordían el aire a cada ronquido tenían caries y restos de sangre, que supuse serían de su último banquete. Yo, como quien mece a un nene, empecé a canturrear: “Duerme, niño bonito, que viene el coco…”. Primero empezó roncando igual que una locomotora, pero, a pesar de mis nanas, los ronquidos fueron haciéndose cada vez más intensos, como los rugidos de león. Claro que para ser honestos en la comparación, debería decir que se asemejaban más a los noventa decibelios de una motocicleta de gran cilindrada. Lo peor de todo es que don Drácula dormía hacia arriba con las manos cruzadas y en esa posición, con la lengua situada hacia más atrás, los ronquidos eran aún mayores. Probé a chasquear mis manecillas de acero y de abrir y cerrar la tapa con fuerza en repetidas ocasiones. Pero tan sólo conseguí que cesara de roncar durante unos instantes. —Debería darle vergüenza —dije. Desde que me había mudado era la primera vez que hablaba. Yo solía conversar con mis compañeros ataúdes, aunque nunca fui del todo consciente de escuchar mi voz como en aquella ocasión. Mis palabras resonaron en todo el cubículo. El conde levantó la cabeza, muy sorprendido. En el acto comprendí que me había oído. Me pareció un milagro. De pronto me sentí tan feliz que le perdoné todo el recital de los ronquidos anteriores. Sin embargo, como un idiota, repetí: debería darle vergüenza. —¿Quién está ahí? —dijo el vampiro —Soy yo –respondí— el ataúd que le ha cesado sus ronquidos. El vampiro empalideció (cosa ya muy difícil dada su naturaleza extremadamente pálida) y luego sus mejillas se colorearon, todo 38
de forma casi simultánea. Temí que se pusiera hecho un basilisco. —No hay problema —dije conciliador— está perdonado. Pero en la farmacia venden unas tiras especiales que se ponen en la nariz. Lo sé porque mi dueño anterior las usaba con frecuencia cuando hacia la siesta en el almacén. El vampiro encendió un candelabro y buscó por todos los rincones de la habitación. Creí que se había vuelto loco, pues era evidente que allí sólo estaba él y que de ocultarse otra persona, ésta tenía que ser un liliputiense o aún más pequeño que un liliputiense, un pitufo. Luego comprendí que el vampiro no buscaba a una persona sino un micrófono. Mientras me tranquilizaba sentí una oleada de simpatía por él. Su forma elegante de desplazarse levitando por la habitación me pareció asombrosa. Yo en su lugar hubiera escapado como alma que se la lleva el diablo (eso en el caso de haber tenido unas buenas piernas). —No soy ningún micrófono. Tampoco soy una cámara de televisión. Por favor, procure calmarse, siéntese y charlemos. Soy su ataúd –callé unos instantes—. Sobre todo, no tenga miedo de mí. No voy a hacerle nada. Pero mi querido vampiro, tras vacilar imperceptiblemente, siguió buscando. Le dejé hacer. Mientras él desordenaba la habitación yo permanecí observándole. Debo admitir que nunca antes me había divertido de ese modo. Luego se me ocurrió algo. Le sugerí que se encerrase dentro mío, y que yo le seguiría hablando hasta que pudiera convencerlo de cuál era mi naturaleza: la de un ser no vivo, pero con alma propia. Él se estiró, cerró la tapa y me dijo: — descríbame el sitio en donde estamos ahora. Y yo le expliqué que aquel lugar estaba tan oscuro como un refugio atómico. Y añadí que el alma se encogía en un sitio así pero el conde me interrumpió, dijo que con eso bastaba, que me creía, y abrió de golpe la puerta. 39
Permanecimos en silencio durante un largo rato. Luego él me hizo saber que me cambiaría por otro féretro. Yo quise hacerle comprender que todos mis compañeros eran como yo y que, si ninguno había entablado conversación con él, tal vez había sido por miedo o prudencia. En el fondo temí que sería peor cobijar un muerto en estado permanente de putrefacción que un muerto viviente, roncador y bebedor (de sangre humana). Pero como mis argumentos no parecían convencerle del todo, le amenacé con contar a diestro y siniestro que él era un vampiro: “Sé dónde vives”. Tal vez mi atrevimiento fue demasiado osado. A toro pasado… Reconozco que me la jugué demasiado y que no calculé, en aquel momento, los verdaderos riesgos que corrí de convertirme en leña para la chimenea. Pero las cosas fueron así. Lo cierto es que cuando uno se encuentra en una situación límite no le queda mayor opción que jugársela. —Cámbiame por el de tu pareja. Es tan largo como el tuyo y seguro que igual de confortable. —No es de mi pareja, sino de mi hija. —Aún mejor. Conmigo tendrás un fiel aliado. Te daré cada día el parte si llega demasiado tarde cuando salga de marcha – intenté seducirle—. O si prefieres puedo dejarla sin salir si algún día la castigas, o si no es prudente que abandone la casa por las inclemencias del tiempo. Seré el guardián perfecto. También le puedo recitar salmos, me los sé prácticamente todos de memoria. —¿Y preguntarle la lección? —Sin lugar a dudas. La hija del conde resultó ser una jovencita fresca de mil ochocientos años, muy bella y de un perfume embriagador. Tal vez necesitara un poquito de dieta, pensé cuando sus noventa quilos se encajaron en mi cofre, con grandes senos y su cadera ancha. Aunque con el tiempo he descubierto que lo más bonito de Aurora, además de su gordura, es su absoluta incapacidad para la malevolencia. Le gusta acurrucarse como un gato, y 40
siempre, antes de dormirse me da un beso de buenos días. Así que puedo, sin lugar a dudas, considerarme el féretro más afortunado de todos los camposantos porque he encontrado, al fin, la pareja ideal.
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2º PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA
Julia Insausti
VIDA Alejandra Calle Barroso, 14 años. Centro Educativo Zola de las Rozas, Madrid
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N
unca llego sin una intención. Pero si echo la vista atrás, he perdido la cuenta del tiempo que llevo entre vosotros. Soy la única que estuvo en el origen y seguramente seré la última en abandonar el barco. Si preguntas a los sabios, te dirán que mi enigma se ha perseguido a lo largo del tiempo, sin poderse resolver. Y sin duda hoy me siento en muchas zonas, que mi precio ha caído a lo más profundo de la valoración humana. Me he escuchado en relatos y canciones y hasta me han admitido en las Santas Escrituras. En cualquier caso, es mejor quedar escrita que no borrada del mapa, como si jamás hubiera existido. Ahora en los tiempos que corren y con tanto avance tecnológico, van consiguiendo que mi existencia vaya siendo más antinatural que al principio. Sigo persiguiendo la sonrisa y acompaño a la semilla cada vez que la plantan. De hecho, todos los seres vivos, me cubren de halagos y agradecimientos infinitos cuando llego. Rodeo los camposantos para ver mi final y compruebo que en el fondo no soy más que un hermoso proyecto de dolor. En cambio, es verdad que hasta que llega ese momento, no he encontrado algo parecido que produzca tanta dulzura y satisfacción. Ayer visité un hogar donde me esperaban desde hace tiempo y quise comprobar por qué pasaba algo así. Cuando llegué, observé a dos personas que cogidas de la mano, compartían cierto temor frente a un sobre blanco. Dudaban de si abrirlo o no. Pasados los primeros minutos de tensión, ambos se miraron con la suficiente complicidad para que la decisión, acertada o no, fuera compartida por igual. Cuando lo abrieron, la mujer cubrió su rostro con su manos y él la abrazó como si hubieran conquistado por primera vez, el pico más alto del mundo. 45
Quise quedarme hasta el final para comprobar qué había pasado. Y cuál fue mi sorpresa al comprobar que el sobre contenía posiblemente, el mensaje más importante de sus vidas. Se anunciaba que yo, iba a hacer acto de presencia en sus vidas después de años de duros, largos y costosos intentos. ¡Fue realmente emocionante! Ahora poco más me queda por contar. Lo cierto es que he estado, estoy y estaré con todos cuantos leáis este escrito. No soy experta en despedidas, porque no forma parte de mi esencia, pero he entendido que gracias a mí existe algo opuesto, que marca mi final. Permitidme que me presente, mi nombre es Vida y no he hecho más que empezar.
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1º PREMIO DE LA CATEGORIA DE BACHILLERATO
Ramón Requejo
ERROR 404 Andrea Mas Toledo, 17 años. Colegio Arturo Soria, Madrid 47
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lega tarde, lo siento. Sí, sí, usted. No, no soy un personaje de la novela que fuese que iba a leer. Lo siento mucho, pero todas esas hadas, esos piratas y sus reinos encantados se han ido. Ya no están. Repito, llega tarde. Podría hacerme el favor y cerrar el libro, así mi trabajo habría terminado. Yo sólo estoy aquí porque alguien le tiene que decir que no hay ninguna historia que leer, que puede irse por donde ha venido. No entiendo por qué no funciona. No entiendo por qué me sigue leyendo. Creo que se lo he dicho muy claro: LLEGA TARDE, YA NO HAY NADA QUE LEER, NO ME HAGA PERDER MÁS EL TIEMPO. Es curioso el efecto que producen las mayúsculas en la mente del lector, DE REPENTE LE ESTOY GRITANDO, y de repente vuelvo a hablar normal. Ahora en serio, hasta que no deje de leer estas páginas, yo no voy a poder irme y ninguno de los dos queremos eso. Esto no tiene sentido, no soy lo que esperaba leer, lo siento. Se lo voy a explicar de una forma más profesional: hay algunas ocasiones en que las historias tienen fecha de caducidad o límite de lectura, cuando esas historias alcanzan estos márgenes, desaparecen. El problema es que el soporte físico que las contenía no se pierde con ellas, y tiene que venir alguien como yo para decirles a los amables lectores, como usted, que por favor dejen de perder su preciado tiempo con este libro sin historia. No me mire así, conozco esa cara. Es la misma cara que pone una persona que consigue asiento en el metro cuando mira a otra que está de pie. Le da pena, pero no la suficiente como para levantarse y cederle el sitio. Usted ahora mismo tiene esa expresión. Esos ojos de lástima y decepción porque no soy lo que esperaba. Es normal, no se preocupe, no tiene por qué sentirse así. 49
Sabe, a mí tampoco me gusta mi trabajo. Soy ese médico que tiene que dar la noticia a los familiares de que el paciente ha fallecido. Romper la ilusión de las personas no es gratificante en absoluto. Vale que al cabo de un tiempo me he terminado acostumbrando, pero eso no me convierte en un ser inmoral. No sé en qué me convierte. En realidad, no sé ni siquiera si soy un ser. Pero sea lo que sea, nadie debería ganarse la vida rompiendo ilusiones. Y, sin embargo, hay muy pocos que se la ganan construyéndolas. Son los conocidos como "Artistas"; esos que nacen, hacen del mundo un lugar más bonito, y se van. Yo los llamo *Inceptores*, de "inception" en inglés. Lo asocio a esa realidad de sueños que creó Nolan en 2010; porque los artistas no son más que soñadores apasionados que deciden hacer de su ilusión una realidad. Si yo pudiera ser, sería escritor o pintor, quizá ambos. Quizá poeta, que al fin y al cabo ellos son los que se dedican a pintar los mejores cuadros utilizando solamente las palabras. Palabras y el compromiso del lector, el compromiso de que fingirá creerse todo lo que el poeta finja crear. Es un pacto entre fingidores. Un pacto que bajo ninguna circunstancia debe romperse; si eso ocurriera, se iría la magia. Y qué sería de los poetas entonces... Pero como yo soy sin ser, no tengo que preocuparme de lo que la gente haga o deje de hacer conmigo. Aunque siempre me ha llamado la atención, a estas alturas de la lectura usted ya habrá elegido mi carácter, mi personalidad y puede que hasta mi sexo. Hagamos un trato, no como el de Benedetti, más divertido; usted a partir de ahora elegirá verme del sexo contrario al que pertenezca, o por el que pueda sentirse atraído, y así yo tendré la oportunidad de seducirle y esta conversación será mucho más entretenida. En realidad, no sé porque hago esto. Será la soledad, que me perturba. Puede decidir que yo soy quien quiera usted que yo 50
sea. Puede hasta ponerme un nombre. Me da igual. Pocas cosas me importan ya. He perdido la ilusión, la vida ahora suena como la sonata para piano n.º 14 de Beethoven, popularmente conocida como "Claro de Luna". Una pieza compuesta para un amor imposible. El gran maestro enamorado de la alumna, y cuando cree poder estar con ella, se la arrebatan para casarla con otro. Como Poe o Machado, dos poetas que lloran la temprana pérdida de sus jóvenes amadas. O Van Gogh el pintor eternamente enamorado... Todos los grandes hablan del amor, al fin y al cabo, es de lo que tratan todas las historias. Qué pena que este sea un libro sin historia. Hacía tanto que no compartía mis pensamientos que me resulta extraño. No recordaba la sensación de que alguien me prestara atención. Sienta bien. Un pequeño rayo de luz en la inmensidad de la oscuridad. Siento el calor de tu mirada, ¿puedo tutearle? Esos ojillos que recorren con impaciencia mis palabras, como si tuvieran la necesidad de hacerlo. ¿Sientes la necesidad? No quiero que me malinterpretes, pero nunca nadie me había leído durante tanto tiempo. Nunca nadie me había dado lo único de lo que somos dueños... Porque tú y yo no somos más que tiempo y si no hay tiempo, ¿qué nos queda? Sin embargo, llegas y decides devorarme como Sean Connery cada vez que ve la espalda de una mujer. Porque cuando el misterio es demasiado grande, es imposible desobedecer; y aunque yo te haya ordenado que dejaras de leerme, te estaba pidiendo a gritos que no parases nunca. Que me gusta lo que estás pensando de mí. Que no quiero que esto se termine. Y que, sin embargo, sé que se acaba y yo no puedo sentir otra cosa más que un dolor inmenso que me invade y se lleva toda mi gracia natural. No sé cómo ha ocurrido esto. Siento una angustia terrible, pero lo más terrible no es la angustia, sino que yo había dejado de 51
sentir hace muchos años ya; y, mírame, sufriendo por amor. Hoy los cuervos vuelan bajo. No traen un presagio. Su mensaje no es el fin de su presencia. Su presencia es el fin de su mensaje. He oído su chillido. Vuelan en parejas, ni siquiera los cuervos quieren estar solos. Y yo estoy aquí, amargándome en mi infinita soledad. Porque tú vas a irte. Bueno, en realidad, voy a irme yo. Las páginas se acaban y no hay nada que yo pueda hacer. Nada más que contemplar esos ojos por última vez. Tú prométeme que te acordarás de mí. Que de vez en cuando volverás a leerme. Y que no perderás la ilusión por lo que te apasiona, no cometas el mismo error que cometí yo. Ahora me toca despedirme. Alguien dijo una vez que crecer es aprender a despedirse. Pero cómo voy a despedirme de la única persona que ha sabido hacerme sentir especial. No quiero que te vayas… porque… creo que... me he enamorado… Y creo que me he enamorado como sólo se enamoran los niños y los poetas. Y todo ha sido gracias a ti. Parece que al final esta sí es una historia de amor. Como todas las historias.
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2º PREMIO DE LA CATEGORIA DE BACHILLERATO
Loui Jover
LOS RETRATOS DE AURORA Natalia Pozo Araque, 17 años IES Bernardo de Balbuena. Valdepeñas, Ciudad Real
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H
abía una vez 73 historias dentro de una, 73 años resumidos en unas cuantas hojas de libreta. Era la historia de una familia en forma de retratos. Suena raro, lo sé, pero no es cosa mía, no es que sea yo precisamente un poeta sino que era lo que ponía en esas hojas, literalmente: retrato número 12, retrato número 24 y así hasta el retrato número 73. Eran retratos en palabras. Imágenes en forma de letras. Una historia, una vida la cual no sé muy bien por qué llegó a mis manos... Yo solo era un enfermero más que un día, recogiendo, encontró la vida de una tal Aurora en la mesa del comedor. Debía de ser de esa mujer que venía a visitar con frecuencia al pobre de Don Genaro. Siempre que venía lo hacía acompañada de una libreta a la cual nunca presté demasiada atención hasta ese día. Solo sabía que esa mujer se sentaba al lado del hombre y leía, leía durante horas. Sonreía tristemente y, cuando acababa, se iba. Al ver ese pequeño libro en la mesa supuse que se lo habría dejado olvidado. Luego descubriría que Aurora jamás olvidaba nada y que todo tenía una razón. Solo necesitaba leer sus dibujos para entenderlo y así lo hice. Es verdad, sé que no está bien. Sé que no debería haber abierto esa libreta sin permiso, pero la curiosidad me podía. ¿Qué clase de historia enganchaba tanto como para ir a leerla casi todos los días? No lo sabía. Tenía que descubrirlo, así que me la llevé. Me llevé la libreta, me llevé la vida de Aurora bajo mi chaqueta y la leí, desdibujé cada palabra en mi casa, tranquilamente. No negaré que las primeras palabras con las que se cruzaron mis ojos, me chocaron:
30 de abril de 1944: El primer retrato. ¿Retrato? Pero si no había ninguna ilustración, todo era letra. Leyendo, descubriría que Aurora pintaba por medio de palabras. La libreta estaba llena de cuadros, siempre con la misma escena, siempre con el mismo chico recostado en el árbol, siempre en el 55
mismo parque, siempre en el mismo día, cada año, Aurora, iba allí y dibujaba eso. Puede sonar absurdo dicho así, pero os aseguro que no lo era. Era fascinante porque consiguió que, cada retrato fuese diferente del anterior. ¿Sabéis por qué? Porque Aurora no describía nada, no daba detalles, no nombraba en ningún momento colores, formas o cosa alguna, solo vida. Dibujó su vida, 73 retratos, 73 años exactamente. Aurora escribía aquello que formaba parte de ella, congelaba por un momento la realidad y lo plasmaba a través de lápiz. A veces era un diálogo, otras una reflexión… daba igual lo que fuese. Cada palabra era una imagen, leías un retrato y automáticamente es como si estuvieses viendo un cuadro. Esa mujer era una artista, solo que en vez de en lienzo pintaba en tu cabeza. Siento la osadía; no me extenderé más. Me he tomado la libertad de recopilar los retratos más importantes de la vida de Aurora para mostrároslos y que, así, comprobéis por vosotros mismos como, a veces, y no solo siempre, una palabra vale más que mil imágenes. Retrato nº1: el primero, el más tierno, el más infantil. Los inicios de Aurora.
30 de abril de 1944, jueves. El primer retrato.
Hoy empiezo esta libreta y debo confesar algo: no sé dibujar, o eso dice mi amigo Genaro. Una vez intenté hacerle un retrato, pero no le gustó mucho, así que he decidido seguir intentándolo pero de otra forma. Mamá me dijo que tengo mucha imaginación, ¿no? Y usar una libreta como diario es de ser poco creativo, así que opto por crear una nueva forma de arte, tal vez consiga hacerme famosa y rica. Tal vez pueda escribir un cuento, ¿no? Tal vez pueda venir a este parque y tal vez… hum… vale, no sé seguir; ahora mismo no se 56
me ocurre nada, por eso escribiré sobre mi amigo Genaro porque él mismo lo acaba de decir: “¿Por qué no escribes lo que
ves? Por ejemplo escríbeme a mí.”
Y no parece mala idea, ¿verdad? Así que… ¡Aquí está! Este es mi amigo Genaro. Genaro está sentado debajo de un árbol, en nuestro parque y…. ¡Y es que no para de moverse! Ya le he dicho que intento retratarlo, pero no me hace caso. No se lo toma en serio…pero algún día lo hará. Algún día le diré que no se mueva ni un milímetro, y obedecerá. Retrato nº4
30 de abril de 1947, miércoles, ¿o es martes? Bah, ¡qué más da! He descubierto que llevo ya tres años viniendo aquí en el mismo día para retratar la misma escena. No sé… me parece gracioso, quizás lo convierta en costumbre. Lo mismo vengo cada 30 de abril a escribir algo…Tal vez, no sé. Por ahora lo haré hasta que el idiota de mi amigo Genaro se esté quieto, intento retratarlo pero siempre está cambiando de posición. Reproduciré la conversación. En fin, si algún día alguien que no sea yo lee esto quiero que sea consciente de lo testarudo que podía llegar a ser Genaro. - ¡Tsch! He dicho que no te muevas -dije yo molesta. - Pero… -intentó replicar bufando, tras frotarse los ojos por el picor. - No -le interrumpí-. Necesitaba silencio. - Era un estornu... -volvió a la carga intentando explicarse. - Ni un milímetro –imperé- y mi amigo obedeció, solo para volver a cambiar de pose al minuto siguiente.
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Retrato nº7
30 de abril de 1950. He decidido dejar de poner el día de la semana, porque nunca me acuerdo. Genaro parece empezar a interesarse por mis retratos…nunca le dejo ver lo que escribo. No por ahora. - Aurora, ¿por qué haces esto? -preguntó Genaro confuso-. Al no obtener respuesta me criticó: - Es raro. - No es raro -contesté algo molesta-. Es… - intenté explicarme, pero no podía. - ¿Es…? -me alentó a hablar-. Pero no lo hice, y tras uno segundos volvió a insistir: - ¿Qué es? - Bah, algún día lo comprenderás -respondí sin más, intentado evadir la pregunta. -Y no podrías explicármelo aho… -intentó replicar-. ¿En algún retrato había dibujado a Genaro como testarudo? Si es así, lo vuelvo a hacer, porque es terco como él solo. -Que no te muevas -le volví a repetir. Mi amigo puso los ojos en blanco y sonreí victoriosa. - No me lo puedo creer -bufó sabiendo lo que venía a continuación. - Tsch. Ni un milímetro -finalicé dando por sentado que, desde ese momento, esa frase estaría siempre en mis retratos-. Debía estarlo. Debía estar esa frase y Genaro. Retrato nº14:
30 de abril de 1957, el día más feliz de mi vida. Genaro ya no era mi amigo. - Aurora… -dijo tímido. 58
Estaba tan concentrada en el paisaje que no pude evitar llevarme el dedo índice a los labios en señal de que se callase y se estuviese quieto. Necesitaba concentración. - ¿No te muevas? -preguntó él de nuevo tímido tras un rato- y yo simplemente sonreí asintiendo- ¿Ni un milímetro? -atacó con la segunda frase minutos después. - Cómo te lo sabes -reí negando con la cabeza. - Bueno, ¿me dejas sacar el anillo al menos? -preguntó con emoción. Retrato nº18:
30 de abril de 1961, el día de nuestro último retrato a solas. - 18 años, 18 retratos, amor… y sigo sin encontrarle el sentido a todo esto -suspiró cansado. - Cuando te escribí la primera vez pensaba que eras más listo contesté en tono burlón. -Y yo que eras rara -atacó al instante con una sonrisa. - ¿Sigues creyendo eso ahora? -pregunté sin despegar mi vista del papel. - Sí, sigues siendo rara; solo que, ahora, también eres mi mujer dijo casual y yo mordí mi labio. -Y la futura madre de un hijo tuyo también -suspiré no muy alto, pero él me escuchó. - ¿Estás embaraz…? -preguntó-. Vi de reojo sus ojos saltar de sus órbitas. - No te muevas -sonreí notando una lágrima alegre saliendo de mis ojos. - Ni un milímetro, Aurora. Ni un milímetro -dijo profundamente para quedarse inmóvil.
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Retrato nº27:
30 de abril de 1970. Nuevo retrato. Nuevo reto: conseguir que Max no se mueva, ni un milímetro. - Mamá, esto es raro -se quejó el niño resoplando-. Yo solo puse los ojos en blanco. - ¡Y dale! De tal palo, tal astilla -mascullé concentrada en que el lápiz obedeciese a mis ideas. - Deja a tu madre. Algún día lo entenderemos, Max -susurró Genaro al pequeño. - Exacto -pensé regalándole una sonrisa de complicidad a mi esposo- Sabía lo que tocaba. -Y ahora no te muevas ni un milímetro -dijo Genaro a su hijo quedando los dos inmóviles en el papel para dar paso a los mejores retratos. Retrato nº65:
30 de abril de 2008, aunque las fechas ya no importen. - No sé durante cuánto tiempo más pueda seguir viniendo aquí. No sé cuánto me queda de memoria -susurró con voz polvorienta apoyándose aún más en ese conocido tronco. -Disfrutemos hasta entonces de este precioso parque que tantas noticias buenas nos ha traído -sonreí como siempre, sólo que, esta vez, con un poco más de nostalgia. - ¿Qué pasará cuando vaya a peor? -atacó de nuevo y con cierto temor. -Pues que iré cada año a escribirte a donde quiera que estés -me sinceré notando como una gota azul manchaba mi pincel y mi lienzo. - No será lo mismo -se quejó-. E intentando hacer el menor número de movimientos dejó su cabeza descansar en la madera. 60
- El escenario no debería influir en el artista. Y ahora no te muevas ni un… -dije para dar paso a la mítica frase, la tenía que decir él. Esta vez la que no se movió fui yo, porque esperaba a que continuase. - ¿Qué? –preguntó confuso tras segundos. - Venga, termina la frase -lo alenté moviendo mis manos hacia él. -¿Qué frase? -la duda lo asaltó de nuevo. - Nuestra frase…Esa que dices todos los años porque soy una cansina: “No te muevas ni un…” - ¿Venimos aquí todos los años? –tercer asalto del despiste y terminé por reírme cansada. - No te muevas. Ni un milímetro amor mío, ni un milímetro. Y ya no me queda nada más que destacar. Habrá que esperar a los siguientes retratos… Cumplía este año el retrato 74 y tras dejar la libreta-lienzo en la mesa donde lo encontré nadie vino a recogerlo. No volví a ver a Aurora. Al menos no en ese lugar. Pero era normal, ¿para qué volver, si Genaro ya no estaba? Pasaron dos, tres semanas cuando perdí la esperanza de volver a ver a esa mujer, cuando perdí la esperanza de leer un retrato número 74. Ella misma lo dijo, en sus retratos debía aparecer Genaro y esa frase y si ya no estaba Genaro, ¿qué sentido tenía? No voy a negarlo, me desilusioné un poco y me entristecí mucho. Por un momento me sentía parte de esos retratos y siendo el 30 de abril decidí ir en busca de ese escenario, de ese árbol donde tantas veces se había dibujado a Genaro y a Max. No me quedaría renegando en mi sofá y recordado algo que jamás volvería. Al menos, si renegaba, que fuese tumbado bajo ese mítico árbol. Lo encontré y me apoyé dejando que mi espalda se resbalase por la madera y con esa libreta en las manos, porque, tras tanta espera, decidí quedármela. Llegué a un parque en mitad de la 61
ciudad porque sentí que ese era el escenario, debía de ser el lugar. Me debatí internamente con el impulso, yo era la inseguridad. ¿Y si llamaba a algún familiar? –pensé. Necesitaba saber de esa mujer, ¿habría fallecido de pena? ¿Volvería a pintar...? Miles de preguntas se encadenaban en mi cabeza formando una larga hilera de inquietud y empecé a planear una investigación. “El
lunes sin falta me pondré a investigar, buscaré a ese tal Max, a ese hijo que jamás fue a ver a su padre y le haré consciente de esa situación. Encontraré a Aurora y…”
- Estate quieto, no te muevas -dijo cerca una voz apagada interrumpiendo mis pensamientos. Levanté la cabeza confuso. Una mujer entrada en años se sentó en un banco frente a mí para escanearme detenidamente con sus orbes azules. - ¿Ni un milímetro? -pregunté con la esperanza de escuchar a la autora de esos retratos-. Su sonrisa confirmó mis desesperadas sospechas. - Sabía que mi historia sería famosa o, por lo menos, suficientemente buena como para importarle al menos a alguien -sonrió levantándose para acercase–. Este cuadro quiero que lo escribas tú. Quiero que me escribas ahora que yo no puedo -dijo a menos de medio metro de distancia y con sus ojos cansados clavados en el lienzo-. Alguien tiene que seguir con esto. Tenemos una historia que dibujar, ¿qué me dices? -sonrió conectando sus ojos con los míos. En ese momento mil explosiones se produjeron dentro de mí pero intenté contenerlas, quería algo que dibujar, quería una conversación, una escena a la altura de las de Aurora. - Pero, ¿escribiendo? ¿Cómo se dibuja escribiendo? -pregunté haciéndome el ignorante. - Pues… No sé -dijo suspirando para apoyarse en la madera del viejo roble-. Eso supongo que tendrás que descubrirlo tú. Una
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vieja que conozco bien lleva 73 años intentándolo -sonrió para sentarse a mi lado. Yo reí, reí como loco, reí de ilusión, reí de entusiasmo y de fantasía. ¿Acaso esto era real? Yo no sabía dibujar y mucho menos escribir. Pero, por alguna extraña razón, la simple idea de poder transmitir tanto como lo hacía esa mujer con sus retratos escritos me ilusionaba. - No se mueva -imperé para darle un abrazo corto y correr hacia ese banco donde 73 veces se había sentado la maestra-. Esta vez lo haría el aprendiz. Con el mismo lienzo y pincel, tracé un tembloroso… Retrato 74:
El primer retrato de un simple enfermero. Y antes de proseguir, levanté mi cabeza nuevamente para ver a Aurora posando. Jamás me la hubiese imaginado como modelo. Es como ver a un retrato del mismísimo Velázquez hecho por un párvulo. Yo soy ese niño, ella es Velázquez y esta historia nuestros retratos. - ¿Por qué yo? -pregunté tras unos segundos aun sabiendo la respuesta. - Algún día lo entenderás -respondió como sólo una experta en crear misterio lo haría-. Y mi boca calló para dar paso al lápiz. Realmente no sabía cómo empezar, así que decidí hacer caso a un artista que dijo no una, sino, varias veces: “Lo original es volver a los orígenes.” Y así lo hice.
30 de abril de 2017. El día en el que Aurora comienza una nueva vida.
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MEJOR CUENTO DEL COLEGIO ARTURO SORIA
Silvia Cano
CORAZÓN CÍCLOPE Martina Laso Dorado, 9 años Colegio Arturo Soria
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rase una vez un corazón que sólo tenía un ojo. Estaba enamorado de Diafragma que no estaba enterado de nada.
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Nuestro corazón era muy tímido y no dijo nada a sus amigos. Temía que Laringe, Faringe y Fosas Nasales lo contasen por todas partes. Un día, en Laringe confió y todo a Laringe le contó. A su vez Diafragma, de Corazón muy enamorado estaba. Pulmoncitas sus amigas, todo lo sabían. Pulmoncitas, las muy cotillas hablaron con Laringe y ésta, que era sensata, no les dijo nada. Fue corriendo a ver a su amigo para decirle que era correspondido. Diafragma se contrajo y con Corazón se fundió en un Abrazo. Un sólo ojo, pero alma y fortaleza harán esta pasión muy duradera. Mientras estudio esta lección siento los latidos de mi abstracto corazón.
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1º PREMIO CATEGORÍA STORYTELLER
Sandra Lázaro
BECAUSE OF AUDREY Cristobal Álvarez-Pallete Bordallo, 18 años Colegio Arturo Soria de Madrid
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t was September of 2011, the beginning of my senior year, and I had been accepted at Fairchild College, along with my cousin, Jane. Never before had we both been excited to see summer end and start school. Fairchild College, one of the most prestigious and respected schools in the country, the so-called “prosperity factory”, had opened its gates to us, and we struggled to believe this was true. We would be boarding at Fairchild’s boarding house for the whole year, and this drove my mom crazy. She spent the whole month before I left yelling reminders at me; some which were useful, and others: “Joe! Don’t forget to brush your teeth after every meal and remember to put toothpaste on your toothbrush before you use it!” frankly pathetic. “Yes Mom!” I’d answer “And remember that shampoo goes before hair conditioner!” “Okay Mom” “Also, please don’t forget to chew with your mouth shut and keep your elbows off the table!” “I won’t Mom” “And do not ever, under any circumstance, pick your nose!” “Mom!” “Ellen, Joe is 17” my dad would say “He is big enough to know all those things” and when Mom seemed to be calming down, Dad would then say: “Just remind him not to do drugs or party too much”, and off she’d go again. Jane, unlike me, was not an only child. Being the third eldest of five children, Uncle Tom and Aunt Bette did their best to hide the relief one less child would bring them. “Oh Jane!” they’d say “What are we going to do without you? Every day you’re gone will feel as if a part of our lives is missing!” “Yes Jane, my baby” Aunt Bette would say “What will we do when we have one less room to clean, one less meal to cook and one less person to take and pick up from school?” 71
“Yes” Uncle Tom would carry on “And one less person to wait for to use the bathroom, and one less person to fight with about what channel to watch!” the excitement in their voices would keep growing, parallel to their list, and there always came a point in which Jane would leave the room they were in, leaving her parents immersed in their fantasies, and unaware of her absence. At last, the day came, and Jane and I boarded the plane that would take us from our hometown, Louisville, to Long Island. Like in every flight, Jane spent the whole journey praying to God for us not to crash. I was already used to this traditional ritual of hers, however, halfway through the flight I managed to notice that the old lady sitting beside Jane carefully reached downwards and pulled out the lifejacket from under her seat. She then squeezed it between her arms, and did let go of it until the plane landed. At the airport, Jane and I boarded a cab that would take us to Fairchild. When the cab stopped at the main entrance, it took me a few seconds to realize that the building that stood in front us was not a castle, but actually Fairchild College. Nearly weeping for joy, I turned around to see Jane’s reaction, and to my biggest surprise, found her snoring. Unable to pull myself together, I punched Jane on her shoulder and yelled: “Jane! Wake up! Don’t miss this!” “OUCH!” she screamed back “Jesus Christ Water! That hurts! Ouch! What is wrong with you?!” “How can you fall asleep now?! Are you out of your mind?! We’re at Fairchild! Look! Isn’t it huge?!” “Yes. Yippee. You didn’t have to punch me and wake me up to see a big building I’m going to be seeing every day for a year.” “Sorry…” I said “It doesn’t matter” she yawned “I fell asleep reading this book, it’s amazing!” She handed to me a copy of “Harry Potter and the Prisoner of Azkaban” “Harry Potter?” I asked “How can you read this crap? I hate it”. 72
She punched me back. We then headed to the school’s reception, where we were both given our school equipment and assigned a bedroom at the boarding house, which we then went to. The boarding had three floors; teachers slept on the lower one, girls on the first, and boys on the second. I opened the door to my room; there was a small little corridor, which had a bathroom on the left and a large closet to the right. The corridor then lead to the bedroom which had a bed by the left wall, and a desk on the right one. The floor was covered in a neat blue wall to wall carpet, and there was a large window at the end with a view to the school’s campus. For some reason, I had been given an individual room, but I didn’t mind, I had my own, private little suite. I then went downstairs to check out how Jane was doing and see what her room was like. Unlike me, Jane had a roommate. I knocked on her door, which she flung it open before I said anything. “Hello Water” she said “Hi Jane! How’s your room?” “It’s good, but you can’t come in” “Why not?” I asked “Well, my roommate is in the shower, so for the moment visitors, especially male ones, aren’t welcome” “Your roommate!” I exclaimed “How’s she? Did you like her?” “Yes! But she didn’t really say anything. She seems very shy and polite, and tidy which is the best thing!”Suddenly the sound of the shower stopped. “Oh! She’s out! Bye Water! I’ll see you at dinner!” she exclaimed, and before I could reply, she slammed her door, on my nose. “Young man!” screamed a high-pitched voice behind me. I turned, and nearly fainted when I saw a ghastly and angry looking creature staring straight into my eyes. It took me a few seconds to realize 73
this was in fact, a teacher, and not the Wicked Witch of the West. “What reason excuses your presence on this floor?!” she roared at me. “I’m sorry Miss?” I stuttered back. “Mrs. Rambert! My name is Mrs. Rambert!” she roared again “Why are you on this floor?!” “I was just checking my cousin was okay, she’s…” “Name?” she interrupted. “Jane Bradley” “How dare you play games with me?!” “Excuse me?” “Don’t interrupt me, you impertinent brat! I will ask you one final time, what is your name?!” “Oh, I’m sorry; I thought you meant my cousin’s name. I’m Joseph Bradley” I said, forcing a smile. “Fine” She paused, and took a deep, noisy, breath “Mr. Bradley, if for any reason you feel more identified with the female gender, rather than with the male one, you are very much welcome to wear the female uniform and stay on this floor in a room of your own. However, if that’s not the case, I advise you to leave immediately before you are expelled from this boarding house. Have I made myself clear?” “Yes Witc- I mean, yes Ma’am” “So which shall it be?” she snapped back “I’ll go Ma’am. Sorry Ma’am” “You’d better be. Now go! But before you do, keep in mind I will be keeping an extra close watch on you. I don’t like it when thugs make it into Fairchild” The thought of being stalked by a sinister, blue eyed woman, who seemed to have probably been alive at the time of the Roman Empire, scared me more than the idea of being expelled of Fairchild College. At last dinner came, and all of us headed to the canteen building in front of the boarding house. Jane and I sat together at a table of 3, 74
and saved a seat for her roommate. It was the first time all of us students were together, and what students! They made me doubt on whether we were at a school canteen or at a fashion event. All boys were wearing expensive watches and polished shoes, and those who could, wore skinny jeans. T shirts, hoodies and sneakers however, seemed to be illegal. No girl was wearing any item that was out of fashion, and all had on them some piece of jewelry, and their faces were drowned in makeup. Then through the doors came a creature that seemed like an angel. She was wearing a simple, sleeveless and wide skirted little black dress, with two black ballet style flats. Her skin seemed like porcelain, and her hair was shoulder length, dark and silky, and she wore it was loose. But the best part was that this flawless and heavenly girl was heading to our table. “Ah!” exclaimed Jane “There she is!” “She’s your roommate?” I uttered “That’s right; is there any problem?” She was here, and was even more stunning up close. Unlike the rest of girls, she hadn’t a speck of makeup on her, and the only items of jewelry she was wearing were her two lovely ocean green eyes. “Water!”Jane shouted “What?”I asked “What do you mean “what?” I just told you!”The beauty of Jane’s roommate had put me in a trance, and I had just made a fool of myself. “I said this is Eve, my roommate” Eve, the perfect name for a girl so heavenly looking. “Well don’t just stay there!” Jane shouted “Shake hands with her or something!” I then leaped off my chair and grasped her hand, which I then shook. She nodded slightly, and blushed. “It’s alright Jane, don’t be so hard on him, I’m sure he must be very tired after the whole trip here” the graceful sound that had come 75
out of Eve had saved me from living what could have been the most embarrassing situation of my life, up to that moment. We sat down, and she faced me. “I’m sorry, but I’m afraid I don’t really know your name” she sweetly apologized “Is it really “Water”?” Before I could reply, Jane burst out in laughter. “No!” she chuckled “His full name is Joseph Walter Bradley, but I call him Water because that’s how I pronounced Walter when we were little. I thought it was so hilarious to have a cousin called Water, that since then I haven’t called him anything else! But everybody calls him Joe” “That’s so sweet” answered Eve. Dinner went on, and we talked of many things, which I forgot shortly. I only remember how breathtakingly lovely Eve was; kind, well mannered, sweet, delicate, graceful and stunningly beautiful… I had never felt the same way about a person. Months passed, and Jane and I slowly adapted to life in Fairchild College. I managed to make a few friends of my own and earn good grades. My mom however, was as hysterical as she was the days before I left; or so it seemed when I read her 7 daily emails;
Dear Joe; I hope you have had a good lunch, and that you have behaved well at the table. Remember not to drink too much water like you always do, because teachers don’t usually let students go to the toilet in the middle of their lessons. If that happened, and you don’t make it to the bathroom on time, act cool, and run to your room and change! Please say hi to Jane. Lots of kisses from your Mommy that loves you very very very much Xxxxxxxxxx
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P.S: Dad says hi. Jane however, got the same email from her parents every two weeks:
Dear Jane
We’re sorry for not emailing you in so long, we won’t do it again! We’re having a horrible time without you, and we wish you were here with us! We’re glad you’re doing do well. Keep up the good work sweetheart! Love, Mom and Dad, Bros and Sis I also got to spend more time with Eve. Every second we spent together made me admire her even more. She wasn’t the most attractive, nor was she the classiest, she even lacked the magnetism many other girls had; but she was the most loved and respected individual in Fairchild. But it would be in February when I would truly get to know her. We were put together to make a project for English literature, and my stomach filled up with butterflies. We agreed to meet up the following Saturday at the library to work on the project. A slight knock on my door woke me up the night prior to our “study date”. I got out of bed, and grabbed my flashlight, hoping to find Eve at the door. I opened the door, and screamed in horror when my flashlight revealed a white skinned, ghoulish figure in a black robe. It turned out it was just Mrs. Rampert. “Don’t shout Mr. Bradley!” she hissed at me “It’s midnight!” “That’s why I shouted” I replied, trying to breath. “I beg your pardon?” “I mean; that I don’t doubt it” 77
“Anyway… I have a message for you from Miss Eve Williams. She asked me if you could do a literature project with her in her room tomorrow morning, instead of at the library” “And?” “Don’t interrupt, Bradley. To which I agreed. Since I have a doctor’s appointment tomorrow morning, I had no other choice but to tell you now” “Thank you Miss, I mean, Mrs. Rampert” “You’re most welcome. Good night” I lay awake for a long while, making sure that she had gone away. After breakfast the following morning, I headed down to Jane and Eve’s room and knocked on the door. Eve greeted me with her sweet smile and rosy cheeks and invited me inside. “I’m so glad Mrs. Rampert managed to tell you about the change of plans last night. I was worried she would not be able to wake you up!” “She woke me up alright! That wicked Mrs. “Rat-pest”… There’s nothing more horrifying than to open the door at 12 in the night and find her there” Eve giggled sweetly. “Poor Mrs. Rampert” she said “She’s really quite nice once you get to meet her” “Well I doubt she’s going let me meet her!” I laughed. I sat on Jane’s bed. Her bedside wall seemed like a music poster exhibition and her night desk had a pile of CDs and another pile of comics and Harry Potter novels. Eve’s wall however, was the complete opposite. Her wall was completely empty, and so was her night table, which only had a lamp and two framed photographs. The first photograph showed a toddler Jane playing with who I assumed where her parents, and the second photograph was of an actress. “Isn’t that Ava Lansbury?” I asked “What? No! She’s not!” she said giggling “It’s Audrey Hepburn!” “That’s it! Sorry! I’m no good at remembering actors’ names, 78
especially if they’re from the old movies” “That’s fine!” she said smiling “We can’t be good at everything can we?” “I guess not! Are these your parents?” I asked. The joy that lit her face up suddenly faded, leaving it cold; her smile narrowed and her eyes closed for a long second. She took a deep breath and gently sat down beside me, fixing her eyes on the floor. “Yes” she replied softly “Those were my parents”. For a moment, nothing moved, or made a noise; it was as if time had stopped. This stillness was ended when she lifted her head, and our eyes made contact. I was shocked to see her somehow smiling softly, without a trace of sadness, or redness in her eyes. “It’s fine” she said, trying to calm me “I’ve learned to cope with it. They… they died when I was seven” “I… I’m so-” “Please don’t say that” she interrupted “I hate it”. She then leaned over and grabbed the framed photograph of her parents. She paused, and lovingly starred at it for a few seconds, gently caressing its frame with her thumb. She then whipped a few specks of dust off it, and got closer to me, placing the photograph on my lap. “I was three years old when they took this picture” she pointed out. The image showed a lovely little girl in a tiny red dress, running barefoot through a beautiful green garden and exploding with laughter. She was being chased and hugged by a very elegant woman, and a tall semi-bald man, who had on their faces, the same expression of euphoria as their daughter. “We were playing tag, both of them against me, and they had just caught me when this picture was taken” she recalled, blushing. “Isn’t the garden just beautiful?” she asked me excitedly. I nodded smiling, but emotion prevented me from answering. “It’s just like the ones in Monet’s paintings! It’s my favorite place in the whole world. It’s my grandmother’s. It’s at her house in the country. That’s where I went to live after they left” “How did they die?” I had never felt so foolish and evil in my life. 79
The situation was so overwhelming, that I had lost control of my own thoughts and feelings, which by themselves came through in the form of that painful question. And she had heard it. Once again, her look froze, and she gently glanced downwards. She stood up and opened a drawer in her desk, and got out what appeared to be a leaflet, and sat on the bed beside me again. She showed me the leaflet, which was a map of New York, printed 10 years ago. She opened it, and looking away from it, pointed at a spot on the map. “There” she said firmly. I leaned forward, the Twin Towers. I looked at her, unable to hide my shock. “Do you want to hear a secret?” she whispered “A secret that’s going to help you overcome any sadness in your life?” I nodded. She leaned forward once again and grabbed the framed photograph of Audrey Hepburn. “Sadly enough, I first heard of Audrey at my parents’ funeral. They played her song “Moon River”, and for a moment, it seemed as if the grief I had been drowning in the past few days disappeared. I felt peace. That night, I asked my grandmother, who was to take custody of me, who the singer of that beautiful song was, and she sat me on her lap by the fireplace, and told me who Audrey Hepburn was. She then played on TV one of her most beautiful movies, “My Fair Lady”” “What did she tell you about Audrey Hepburn?” I asked. She took a deep breath, and smiled; “She told me she was a very kind and beautiful actress, who with her enormous heart and talent earned the love of the world, and made the most of her time in this world. Since that night, I have looked up to her and she is one of the main reasons I’m still standing, and smiling. As a little girl, Audrey was abandoned by her father, and then went through the Second World War in Holland, which nearly killed her. After the war, she was denied her lifetime dream of being a ballerina, for being too tall. But heartbroken, 80
fatherless, and traumatized, she persevered and life rewarded her. Her strength and kindness earned her the lead role in “Roman Holiday”, for which she then won an Oscar. She then went on to show the world that kindness, compassion and humility, outshine any diva or movie star” she paused for a while “To me Audrey is an example of not giving up, of having hope, of learning to live with your traumas, and use them, along with your natural talent, to make the world a better place. That is why she, towards the end of her life, became a Goodwill Ambassador for UNICEF. Audrey went to heaven at 63; but I think she showed that you don’t need to live a long and happy life to make a difference and change the world for better”. We carried on talking about Audrey Hepburn and her movies, and then finished the project. Now, looking back, I realize that the lesson Eve taught me that morning of February of 2012 is the most important lesson I’ve ever learnt in my life. She was right, life is rewarding to those who persevere and have good intentions. She also showed me how strength and a kind heart have no limits, for they turned an aspiring ballerina, into an icon who changed the world, and will continue to do so with the influence her legacy left, which will continue to inspire generations, the same way as it inspired Eve. All of this, because of Audrey.
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2º PREMIO CATEGORÍA STORYTELLER
Marina Peiró
ALL STORIES START IN THE SUBWAY Marta Gámez Pavón, 17 años Colegio Arturo Soria de Madrid
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here I was, sitting at the Madison Square Garden in awe, trying to focus my eyes as if they were a camera´s lens. My astonishment was inevitably remarkable because I could not believe what my eyes were seeing, it could not be true. When I finally convinced myself that he was him, a smile from ear to ear illuminated my hitherto surprised face. It all goes back to a rainy, wet Saturday afternoon ten years ago. I was going to visit my humble grandparents as I had been doing most of that year in view of their indisposition caused by their high age. I got into the subway car, sat on the floor, put on the headphones and faded into my thoughts. The trip lasted half an hour so I had more than enough time to relax patiently and think. I started looking around when I reached the conclusion that the subway hid many stories. Stories of the lives of whom had taken that subway. Different stories, different lives, different people; but all sharing their destiny. The destiny of that trip. I took notice of a man who was hooked to his cell phone writing nervously to someone; the continual rapid movement of his thumbs concerned me. Who might he be writing to? Maybe he had had a dispute of opinions with his wife…, or maybe he was just congratulating someone’s birthday. I was speculating. I fixed my gaze on the man's left and saw another man (this one being older than the first one), carrying a bouquet of red roses, looking at them thoughtfully. Where would he be going to? Who would the flowers be for? I continued to stare across the crowded wagon and appreciated a little girl whose age I would bet did not exceed 4 years old, sitting comfortably, her feet dangling from the seat rhythmically moving. She was wearing two small pigtails on top of her head and a face that only expressed youth and good spirit. What would she be thinking about? Nothing other than games or fun things… It is curious how many people take the subway daily, however, even more surprising is the fact that each one of them 85
live a different life. ‘Life’, such a short word and so many different meanings. A different meaning for each one of us. I was deep into my thoughts when I started to get bored of the same music looping over and over again so I decided to take off my headphones. I started to overhear the conversation the two women sitting next to me were having and unconsciously, I got into their conversation as if it were the only thing that was being heard across the wagon. I would have said the women were little older than 24 years old, however, as they continued speaking I felt like if they were my grandfather telling me his stories of when he was young. I was hallucinating. They were talking about a volunteer they had participated in last summer in India. The way they talked about it, how they said how much having spent only 4 weeks there had contributed to their personalities, they had become different people, facing life problems in a completely different way than they did before they left. I had already gone from overhearing to eavesdropping. Finally, the subway arrived at the stop where I had to get off so I left, leaving behind what had been the conversation that would mark a before and an after in my life. Whilst walking towards my grandparents’ house, I couldn’t stop thinking about the conversation I had just heard, twisting it round and round in my head trying not to forget a single detail. How could a simple volunteer possibly have so much impact on those two women? I had no idea but I was certainly going to figure it out… Before knocking on the door of my grandparents’ house, I closed my eyes and took a deep breath: I perfectly knew what was waiting ahead of me when I went beyond the wooden door, which I was now staring to. Anyhow, I thought to myself that I was going to be positive, that the small amount of time I would spend there, I was going to be one hundred percent given to my grandparents no matter how maddening the situation was. Determinately, I knocked on the harsh, timbered door and 86
waited. After a couple of seconds, I knocked again and this time the door opened. “Honey! We were waiting for you; your grandmother was already beginning to worry. Come in, come in.” I thought about being positive again, I looked up, forced a little smile that I granted my grandfather with and entered the house closing the door behind me. It had been a very long afternoon, not to say that it had been one of the worst afternoons of all, despite the fact that I had gone many times and knew exactly how slowly time passed when I was in that house. However, today it had been completely different. The clock hands did not move, and despite my many efforts to keep myself positive, despair had taken possession of me in some moments, making itself noticed through my replies and voice tone. I was not sure why this had happened today, however, I suspected that it was because of my eagerness to get home and investigate on the subject of the volunteer. The desire to nose around the Internet had conquered me so I ended up calling a cab and by doing this, I arrived earlier to my house. I spent the rest of the day and part of that night searching about many volunteers, about people’s experience and about all the different companies that offered the opportunity. After hours and hours of research and reading, I decided that I wanted to participate in a volunteer in Nepal. Finally the day had arrived, 26th of June. I had just finished packing the last things I wanted to take, closed the suitcase, kissed my parents goodbye and left for the airport. There I met all the other voluntaries that were going to spend the next 4 weeks with me. I was full of energy and more than convinced that that was how I wanted to spend my summer. We finally landed at Katmandú where a sort of van was waiting for us to take us to the place where we were going to stay. I obviously knew that everything was going to be very 87
different, however, I didn’t expect what I was seeing. The roads were not roads, they were as if someone had just piled some sand altogether and said that was where the cars had to go through. The van where we were on was more or less passable as to its state, we knew that was because we were going with an organization and we had to be protected at all times. As we moved away from the airport area, the picture started to become more devastating and heart breaking. We passed next to an area where there were children playing, full of happiness; that was life. They knew nothing else, so they could not be hostage to selfishness and to want more and more. Per contra, the scenery was spectacular and jaw dropping, it looked like a photograph. Everything was a dark and brown colour of different ranges except the sky that seemed to have been painted with irregular brushstrokes of a deep dark blue. We arrived at the hostel, the coordinators explained a little how the days were going to work and we were allocated in various rooms. I was exhausted. I got into the small but cosy bed, my eyes closed immediately but just before falling asleep I begged that this wasn´t a dream and that I wouldn’t wake up the next morning in my room at my house… Our day started very early but I was full of ambition and longing to be presented to the children assigned to me. Each voluntary took part in a different project; the one I had chosen was ‘Children’. One other voluntary named Anna who was from Bilbao and I were assigned with six children; five girls and one boy who was the youngest of the six. When I first met the innocents, I instantly fell in love with all of them though the boy caught my attention straightaway as he was so spontaneous and well-mannered. His name was Brahma Straslw Maelik; he told me ‘Brahma’ had significance full of transcendence relative to immensity or absolute. He explained to me how he loved playing with other children and he told me about his father whom he hadn’t ever met. He explained that his mother told 88
him every night before going to sleep; another challenge his father had had to go through for the good of all. I quickly deduced that this was the way the mother used to keep her son’s father’s flame alive. His large, brown eyes conveyed pride and admiration to his father's figure as he described all the many battles in which he had participated. He told me how his father was a hero, who always won against the bad guys who wanted to hurt their family. His face filled with esteem and enthusiasm as he recounted that when he was older he wanted to be just like him. I could feel my heart beat, it was one of the first times I felt alive, full of life. Since that day, Brahma and I did not move apart one from the other, Anna stayed with the five girls. Everyday he described to me the new battle of his father that his mother had illustrated him the night before. I was all ears. I adored listening to him and we could spend hours like this. However, on the fifth day, I suggested him that after telling the story, we could play some game that I would teach him. When the story finished, I told him if he knew what basketball was and he said no. I had been playing this sport since I was very young but now I had stopped because university did not leave much free time. I explained to him that it consisted in throwing a specific ball for this sport into a basket. Now he was the one who was all ears. He was a child who, despite his young age, had a lot of desire to learn new things and I could tell just by the amount of attention he put on each word I said. I asked him if he owned a ball, anything that more or less bounced would be all right. The next day, at eight o'clock in the morning, which was the time when our day together began (and lasted until lunchtime), he had brought a yellow plastic ball that had been a little punctured. I told him we would use the trash container as if it were the basket. I explained that if he wanted to move he could only do it whilst bouncing the ball unless if he was right next to the basket; in that case he was allowed to take two steps but no 89
more. I pointed out that he could not bounce the ball, stop bouncing and again start bouncing again. He loved it and I loved it even more. I had completely forgotten I was taking part in a volunteer; I was extremely enjoying myself. Days passed and we carried on playing and talking, I knew the farewell was going to be very tough. The last day arrived so the time to leave arrived with it… Brahma and I markedly hugged and said goodbye, without even reconsidering the possibility of seeing each other again. However, life is so unpredictable and presents us with these surprises. It’s like a roller coaster, sometimes going up and sometimes going down but always full of all type of feelings. We scream because we are enjoying ourselves more than ever and we sweat because, although it’s hard to admit, we are afraid of what is coming. Because we do not know what comes next. And so this is what awaited me, there I was, sitting in the VIP area of the Madison Square Garden watching a basketball game, Attentive to every detail, since that is how I like to watch the games. They were equal in score with 59 points each team. The tension could be felt. There was a change in one of the teams, a tall dark boy entered, the truth is that when I saw the side of his face, he reminded me of someone but I couldn’t manage to figure out. The referee told the player that he could enter the court so he did and that's when I was able to read on the back of his shirt ‘Brahma S. Maelik’…
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CUADRO DE HONOR DEL CERTAMEN NACIONAL DE NARRACIÓN PARA JÓVENES EL CUENTACUENTOS 1996 PRIMER PREMIO Una cuestión de atrezzo, de Ignacio Vigalondo. Vitoria SEGUNDO PREMIO Egos, de Isaac González. Madrid ACCÉSIT FINALISTAS Mucho gusto en conocerla, de Brenda Otero. Madrid La Muerte de Venus, de Isabel Almería. Madrid Naricísimo Infinito, de Rubén Marcos. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Mi viaje por el Arco Iris, de Ana Álvaro 1997 PRIMER PREMIO CATEGORÍA PRIMARIA La Vieja Araceli, de Vanesa Alfaro. Novelda. Alicante FINALISTA CATEGORÍA PRIMARIA Un misterio en el vaso, de Rubén Bermejo. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORÍA SECUNDARIA Cuando yo era niña, de Paula Martos. Madrid FINALISTA CATEGORÍA SECUNDARIA El sol de los espejos, de Mercedes Cañeque. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORÍA BACHILLERATO La fiebre, de Irene Vallejo. Zaragoza FINALISTA CATEGORÍA BACHILLERATO Tabaco y humo, de Nartalia Macías. Huelva PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA La casa encantada, de Daniel Amelang 1998 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA María, Juan y el burro que sabía leer, de Daniel Cancela. Santa Comba, A Coruña FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA El misterio de la casa de los abuelos, de Lucía Rodrigo. Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Como una sonrisa del cielo, de Cristina Morral. Matadepera, Barcelona FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA El viajante, de Jorge Rus. Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO Gaviota herida, de Cristina Montellano. Talavera de la Reina, Toledo FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO El espejo de la ventana, de David Portaleoni. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA El muro, de Paula Martos. Madrid 1999 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA
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El detective Mostáchez en el misterio de los Reyes Magos, de Daniel Amelang. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Las frutas vivientes, de A. Mesurado, S. Martín, R. Pequenis y L. Moreno. Huelva PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Lo único, de Nacho Bilbao. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA El mundo paralelo de Rubén Ruiz. Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO ¿Existen los Reyes Magos? de Juan Melgar. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO La Princesa de la Mandrágora de Cristina Montellano. Talavera de la Reina, Toledo PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Las aventuras de Cristina y Manolo, de Javier Sarmiento 2000 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA Lágrimas de sol, de Francisco Martínez. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Un verano increíble, de Laura Araque. Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA La alfombra, de Laura Gazpio. Miranda de Ebro, Burgos FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA La belleza de tus ojos, de Lidia Zamora. Tudela, Navarra PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO Cinco miradas, de Paula Martos. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO Venganza de Beatriz Lorenzo. Ourense PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA ¿Adónde?, de Nacho Bilbao 2001 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA ¿Por qué a mí? de Javier Sarmiento. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA La maleta viajera, alumnos del C. P. Condado de Noreña, Asturias Querida ciudad, de Ivor García. Valladolid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Regalo de aniversario, de Manuel Cerdido. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Locura, de David Aribi. Madrid ...Cómo lágrimas en la lluvia, de Nacho Bilbao. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA El crimen perfecto, de Francisco Martínez y David Amelang 2002 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA La flor mágica, de Laura López Campos. Nuevo Baztán, Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Falsa alarma, de José Virgilio Torres Torres. Corral de Almaguer, Toledo PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA
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500 metros, de Gillén Díaz Gerediaga. Bilbao, Vizcaya FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Un buen chocolate, de Belén García Galiana. Ajalvir, Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO El viejo de las palabras perdidas, de Inés Sevilla Llisterri. Valencia FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO Ley de vida, de Andrea Gutiérrez Bermejo. Villanueva de la Cañada, Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Caminando entre la miseria, de Enrique Garrán López 2003 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA El Viaje, de Beatriz García Maya. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA La fuga de las vocales, de Pablo Segovia Castillo. Badalona, Barcelona PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Retazos, de Enrique Garrán Gómez. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Angustia, de Esther Martínez González. Carrión de los Condes, Palencia PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO La rutina caracol, de Elena Rosauro. Madrid FINALISTA DE LA CATEGORÍA DE BACHILLERATO Un sol menos, de Nacho Bilbao Gómez. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Historia de una joya, de Francisco Martínez Vélez 2004 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA Un problema esponjoso, de Cristina Reinoso. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Acabo de verla, de Celia Fernández. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE SECUNDARIA El estuche de terciopelo azul, de Noelia Martínez. Lugo FINALISTA CATEGORÍA SECUNDARIA Cuando muera este hombre, de Carlos Pedro Esteban. Guadalajara PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE BACHILLERATO El sillón de cuero, de Laura Marisela Martínez. Madrid FINALISTA CATEGORÍA BACHILLERATO Silencios y llamadas, de Alberto Ramos. Santiago de Compostela, A Coruña PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PERSONAL DOCENTE Los constructores de diques, de José Manuel de la Huerga. Valladolid FINALISTA PERSONAL DOCENTE Abrigo, de José Luis Bilbao. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Una vida para vivir, de Jacobo Ouviña. Madrid FINALISTA DEL COLEGIO ARTURO SORIA El túnel de los colores, de Alicia García. Madrid 2005 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA
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El cumpleaños de Kling-Jang, de Juan Manuel Aguilar. Sevilla FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Mi vida, de Berta Rubio Pascual. Madrid PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA Despertar la muerte, de Noelia Martínez Rey. Lugo FINALISTA CATEGORÍA SECUNDARIA Luces y sombras, de Carlos Ramos Maeso. Almería PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE BACHILLERATO Pesadilla, de Mª Eugenia Hernando Miñarro. Madrid FINALISTA CATEGORÍA BACHILLERATO La hoja, de Jaime Villacampa Ortega. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Sueños de una noche de verano, de Alba Mínguez López-Acevedo. Madrid 2006 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA El paraca que nunca regresó, de Val Huerta Pintado. Alcalá de Henares. FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Patas arriba, de los alumnos de primaria del CEIP prácticas-anejo. Sevilla. PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA La mirada del halcón, de Máxin Roses Sitges. Barcelona. FINALISTA CATEGORÍA SECUNDARIA Sueños rotos, de Beatriz Velayos Amo. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE BACHILLERATO Encuentros en la segunda planta (sala de conferencias y oficinas), de Sara Molera Bastante. Madrid. FINALISTA CATEGORÍA BACHILLERATO Crónicas de un crimen perfecto, de Alberto Sánchez Chacón. Madrid. PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Despertar, de Carmen García Rodríguez-Marín. Madrid 2007 PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE PRIMARIA El valle de las flores, la Raflexia, de Sara Alonso Blázquez. Madrid FINALISTA CATEGORÍA DE PRIMARIA Viki y los griegos, de María Ramos Gómez. Mata del Cuervo, Segovia. PRIMER PREMIO DE LA CATEGORÍA DE SECUNDARIA La receta, de Laura Berzal Plaza. Algete,Madrid. FINALISTA CATEGORÍA SECUNDARIA Caída en picado, de Beatriz Velayos Amo. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORÍA DE BACHILLERATO El atardecer de la amapola, de Carlos Ramos Maeso. Almería. FINALISTA CATEGORÍA BACHILLERATO (Premio desierto.) PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Quiero ser como papá y mamá, de Alicia García Rodríguez-Marín. Madrid 2008 PRIMER PREMIO CATEGORIA DE PRIMARIA
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Maruxaina, de Nacho Maña Mesas. Ponferrada León FINALISTA CATEGORIA DE PRIMARÍA ¿Cómo puedo coger el tiempo?, de María García de la Torre. Madrid PRIMER PREMIO CATEGORIA DE SECUNDARIA La pesadilla de Amal, de Olivia Figueira Núñez. Padrón, A Coruña FINALISTA CATEGORIA DE SECUNDARIA Misterio en la catedral, de Alberte Villamarín Rodríguez. Padrón, A Coruña PRIMER PREMIO CATEGORIA DE BACHILLERATO Mil rosas, de Sara García Paz. Madrid FINALISTA CATEGORIA DE BACHILLERATO Hojas secas, de Sara Pérez Fariñas. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA El fin del mundo, de Raquel Fernández. Madrid 2009 PRIMER PREMIO DE 1º,2º,3º DE PRIMARIA El pato mensajero, de Jorge Sánchez Martín. Madrid FINALISTA DE 1º, 2º, 3º DE PRIMARIA Las puertas mágicas, de Patricia Montero. Madrid PRIMER PREMIO DE 4º,5º, 6º DE PRIMARIA Un deseo y medio, de María Arriola Gómez. Madrid FINALISTA DE 4º, 5º, 6º DE PRIMARIA Vicenzo Galilei, de Gonzalo Martínez Pérez. Madrid PRIMER PREMIO DE SECUNDARIA ¿Quién es usted?, de Santiago D´Ors Silva. Madrid FINALISTA DE SECUNDARIA Cuentos de princesas, de Alicia García Rodríguez-Marín. Madrid PRIMER PREMIO DE BACHILLERATO El narrador de los cuentos olvidados, de Raquel Silva León. Écija, Sevilla FINALISTA DE BACHILLERATO Próxima parada, de Carmen García Rodríguez-Marín. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA De color amarillo, de Lucía Gutiérrez Vázquez. Madrid 2010 1º PREMIO DE 1º, 2º, 3º PRIMARIA Julia y las gotas de agua, de Julia Martínez de Velasco. Madrid 2º PREMIO DE 1º, 2º, 3º PRIMARIA El deseo de Chaomín, de Virginia Jiménez García. Madrid 1º PREMIO DE 4º, 5º, 6º PRIMARIA Ratón pequeño pero valiente, de Julio San Román Cazorla. Madrid 2º PREMIO DE 4º, 5º, 6º PRIMARIA Regalo de cumpleaños, de Fernando Panizo Molero. Madrid 1º PREMIO SECUNDARIA Viaje al interior de una bombilla, de Bárbara Manzano Bello. Madrid 2º PREMIO SECUNDARIA ¿Inevitable?, de Lucía Conde Moreno. Vizcaya 1º PREMIO BACHILLERATO Pequeños trozos de mundo, de Lucía Gutiérrez Vázquez. Madrid
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PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA En busca del sueño, de Clara Rodríguez Azagra. Madrid 2011 1º PREMIO 1º, 2º, 3º PRIMARIA El viaje de maría, de María Monje Calvo. Madrid 2º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA A Rodrigo no le gusta la comida, de Santi Mira Almendro. Madrid 1º PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA Cinco historias antes de morir, de Irene García Carrera. Madrid 2º PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA El amigo invisible de Jaime Olivé Palacios. Las Rozas, Madrid 1º PREMIO SECUNDARIA Conjugar la vida de Paula Cuesta Urquía. Madrid 2º PREMIO SECUNDARIA 1939, de Daniel Fernández Iglesias. Madrid 1º PREMIO BACHILLERATO Estalactita, Santiago D´Ors Silva. Madrid 2º PREMIO BACHILLERATO En un edificio de sombra azul, de Marta González González. Ourense PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA La naranja asesina, de Rodrigo Parente Carrasco El odioso suspenso, de Joan Llorca Albareda 2012 1º PREMIO 1º, 2º, 3º PRIMARIA La pelota roja, de Tomás Villar Lozano. Madrid 2º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA Dentro del cajón, de Jorge Lázaro Mesa. Madrid 1º PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA El maravilloso cuento de Juana, de Jorge García Arroyo y Patricia Delgado del Castillo. Madrid 2º PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA Mi caballo anda y yo relincho, de Paula Anaya Hernández. Madrid 1º PREMIO SECUNDARIA Historia de una vida, de Lucía Morato Cordero. Madrid 2º PREMIO SECUNDARIA Te he echado de menos, de Raquel Cruz García. Las Rozas, Madrid 1º PREMIO BACHILLERATO Dos meses, de Marta González González. Ourense 2º PREMIO BACHILLERATO Intocable, de Lorena Morato Cordero. Madrid PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Bienvenidos, de Claudia Álvarez Varela. Madrid 2013 1º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA El sol ha desaparecido, de Carla Delgado Vique. Sevilla 2º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA La niña que vivía en un calabozo, de Alicia Dissanayake Jorge. Madrid
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1º PREMIO 4º,5º,6º, de PRIMARIA El tenedor aprensivo, de Mª Luján Fonseca de la Serna. Las Rozas, Madrid 2º PREMIO 4º,5º,6º de PRIMARIA El año del abuelo, de Clara Rivadulla Duró. Lleida 1º PREMIO SECUNDARIA Manías y obsesiones, de Christian Espadas Ruiz. Ciudad Real 2º PREMIO SECUNDARIA Como lágrimas en la lluvia, de Irene Reyes Noguerol. Sevilla 1º PREMIO BACHILLERATO Resucitar como el ave fénix, de Daniel Espadas Ruiz. Ciudad Real 2º PREMIO BACHILLERATO Cartas desde Okinawa, de Gonzalo Linares Matas. Murcia PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Chemin de fer, de Ricardo de Vega. Madrid 2014 1º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA Juanito el despistado, de Carla Delgado Vique. Sevilla 2º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA El arco iris que no podía brillar, de Alberto González Lanau. Huesca 1º PREMIO 4º,5º,6º, de PRIMARIA El eje de la vida, de Marta Ramírez Jiménez. Alcalá la Real, Jaén 2º PREMIO 4º,5º,6º de PRIMARIA El objeto que cambió mi vida, de Covadonga Fonseca de la Serna. Las Rozas, Madrid 1º PREMIO SECUNDARIA Cuando vuelvan las mariposas, de Alejandro González Anievas. Ponferrada, León 2º PREMIO SECUNDARIA Trece cuentos a razón de menos cinco, de Julia Flórez García. Madrid 1º PREMIO BACHILLERATO Ílome, de Raquel Mena Marcos. Madrid 2º PREMIO BACHILLERATO El último viaje, de Irene Reyes Noguerol. Sevilla PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA La fiesta nocturna, de Amelia Sánchez Vega. Madrid 2015 1º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA El cuento del sol y la luna, de Carla Delgado vique. Sevilla 2º PREMIO 1º,2º,3º PRIMARIA Ser feliz con menos, de Carlo Gallego García. Las rozas, Madrid 1º PREMIO 4º,5º,6º, de PRIMARIA Operación cupido, de Alegría Ibáñez Regil. Madrid 2º PREMIO 4º,5º,6º de PRIMARIA El pequeño mundo de los gigantes, de Lucía de Dios Pantoja. Torres de la Alameda, Madrid 1º PREMIO SECUNDARIA Les Quatre Chats Rouges, de Alejandro Mejías Reinoso. Barcelona 2º PREMIO SECUNDARIA Última carta, de Lourdes Micaela Costa Pintos. Murcia
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1º PREMIO BACHILLERATO El día que abandone mi pañuelo, de Eduardo de la Iglesia Pérez. Navahermosa, Toledo 2º PREMIO BACHILLERATO Nunca, de Carmen Sánchez Cabezas. Badajoz PREMIO COLEGIO ARTURO SORIA Érase una vez la naturaleza, de Vega González García. Madrid THE FIRST PRIZE STORYTELLER To you, Green eyes, de Cecilia Lilianne Desmarescaux Santos de Madrid THE SECOND PRIZE STORYTELLER Please, do not forget, de Álvaro Mandía Carrascosa. Madrid 2016 PRIMER PREMIO 1º, 2º, 3º PRIMARIA Un día erizo fantástico, Matilda Sanz Valverde-Grimaldi. Madrid SEGUNDO PREMIO 1º, 2º, 3º PRIMARIA El camaleón de Madagascar,Jorge Moreno Brik, Madrid PRIMER PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA El misterioso caso de la dama blanca, Carla Delgado Vique. Sevilla SEGUNDO PREMIO 4º, 5º, 6º PRIMARIA Los juegos del firmamento, Inés Fernandez-Caro Acero. Torrelodones, Madrid PRIMER PREMIO SECUNDARIA Hacia los grandes sueños, Joana María Cladera Pocoví, Palma de Mallorca SEGUNDO PREMIO SECUNDARIA Suriya, Miriam Torres Fernández, El Escorial, Madrid PRIMER PREMIO BACHILLERATO Eran buenos tiempos, Raquel Ruiz Incertis, Valdepeñas, Ciudad Real SEGUNDO PREMIO BACHILLERATO Violet y los monstruos, Pedro López López, Alahurín de la Torre, Málaga MEJOR CUENTO DEL COLEGIO ARTURO SORIA Un cuadro en la maleta, Elisa Prieto Castilla, Madrid THE FIRST PRIZE STORYTELLER Four ingredients, Cristóbal Álvarez-Pallete Bordallo, Madrid THE SECOND PRIZE STORYTELLER Round-hay´s demonstration, Arancha Royo Amat, Madrid
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