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AMAR NUEVA-MENTE Expresiones del amor en tiempos de pandemia
Por Marcos Meloni
Comienzo a escribir este artículo apenas comenzada la mañana, y más allá de las olas del mar que hace tiempo no escucho tan cerca, el silencio es ensordecedor. No me encuentro solo, pero afuera la calle está vacía, se deja ver quizás como nunca antes. A juzgar por la falta de sorpresa, es posible que me esté acostumbrando a esta versión matinal de los miércoles, tan repetitiva como parecida a los domingos de mi infancia, donde el eco del repicar de la pelota a veces despertaba a los vecinos más dormilones de la cuadra. Sí, el barrio es otro. ¿Acaso seguirá siendo el mismo?
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El 20 de marzo, en Argentina se declaró oficialmente el «aislamiento preventivo obligatorio». Han pasado algo más de dos semanas desde entonces. El avance del Covid – 19, declarado pandemia a nivel mundial por la OMS, no se ve, pero se siente. Un virus que tiene la particularidad de cobrar fuerza a partir del contacto humano ha acelerado su marcha y se ha expandido hasta en los confines más olvidados del planeta. Nuestro país, no ha sido la excepción. Entre los fallecidos y «Sólo el amor alumbra lo que perdura, sólo el amor convierte en milagro el barro»
Solo el amor. Silvio Rodriguez
contagiados están los aislados. Éstos forman parte de la gran mayoría, una masa expectante que se entrega a los vaivenes de la angustia y la esperanza, de la ansiedad y el reposo, la incertidumbre y la rutina.
La rápida expansión del virus nos ha obligado a interrumpir obligatoriamente muchos aspectos de nuestra vida cotidiana orientados a sostener la cohesión del tejido social a través de dispositivos tales como la escuela o el trabajo, pero también, a pausar ese universo de expresiones subjetivas que reproducimos frecuentemente sin reparar en su función subjetivante. Los besos, los abrazos, el apretón de manos, las reuniones entre amigos, las caricias reparadoras, el mate compartido. Estas expresiones, se han tornado actos restringidos, por no decir prohibidos. Un mensaje circula como consigna y por momentos deviene imperativo: #quedateencasa. De este modo, a partir de allí, se busca atenuar la propagación de un virus que se devela mortal para parte de la población y, como contrapartida, se vela por el funcionamiento adecuado de
un frágil y vulnerable sistema de salud que busca dar respuesta a la inmensidad de lo desconocido desde la trinchera de lo posible. La consigna es reducir el contacto social. Aminorar el contacto es proporcional a la muerte, en este caso, del virus. Entonces, ya todos nos vemos interpelados. #quedateencasa implica no sólo ajustarse al único (en apariencia) instrumento preventivo del que nos podemos servir para cuidar-nos, sino también y paradójicamente, nos confronta con la dimensión de una renuncia para la cual, quizás, no todos están preparados. ¿Qué relación puede establecerse entre esta instancia vinculada a la castración y la articulación del amor en sus formas de expresión asociadas a la contingencia de este contra-tiempo? Agreguemos que este Contra- tiempo se presenta como una contingencia que agujerea la monolítica pregnancia del discurso de la ciencia, ¿acaso la nueva cara de Dios en la tierra? No hay respuesta inmediata a la hiancia que se abre en el campo del Otro, un tope lógico de aquello que de lo simbólico, se enuncia como imposible (1) (J. Lacan. 1969). A cuenta de la verdad, quizás la confesión más justa sea que nos faltan palabras.
¿Es éste un contexto propicio para que se relance la función de la creencia, allí como último eslabón ante la inminente fragilidad del yo? No es en vano aquel dicho popular que invoca el acto de la fe como lo último que se pierde. Pero, siendo prudentes, al parecer no todo está perdido. #quedateencasa articula una interesante paradoja. Si se renuncia a ciertas formas inherentes a parte del «habitus cultural» compartido, nos cuidamos los unos a los otros. Al mismo tiempo,
ese don de la renuncia, de efectivizarse, nos dejaría frente a un espacio vacío donde habremos de inventarnos nuevas expresiones que anuden lo disgregado. Ahora bien, ¿este advenimiento será sin guiones estandarizados, como todo acto creativo, o tomará la medida de un gesto, de una mueca al servicio del cumplimiento de un mandato?
Lacan en su clase del 18 de Diciembre de 1973 advierte en relación al amor divino:
henos aquí en el centro de lo que es este amor del que en su momento hablé bajo el nombre de amor divino. Basta para ello que este Simbólico, tomado como amor, amor divino, —eso le cuadra— posea la forma del mandamiento que pone como pináculo “el ser y el amor’ (…) Esta perversión del Otro como tal, instaura en la historia sádica de la culpa original, y en todo lo que de ella se sigue, el haber adoptado, por cierto, este mito precristiano (…) He aquí de dónde se imperativa la dimensión del: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
La expresión de un amor al pie de la demanda, donde la garantía del ser se funda en el cumplimiento del mandamiento, opera como un dispositivo que regula las formas y las expresiones del amor, el deseo y su relación con la culpa. Como su variable, habría que ahondar en las vicisitudes que dicho universo expresivo ha cobrado en el advenimiento de la sociedad posmoderna, sumergida en el discurso científico y tecnológico, que se organiza bajo lo que Felix Guattari denominó Capitalismo Mundial Integrado (CMI) (2),
corriéndole el velo a la aldea global. ¿Cómo se establece entonces allí la cartografía del deseo y el amor en la micropolitica del sujeto actual? ¿Qué lugar ha quedado para expresiones del amor por fuera del empuje a gozar de inmediato, ¨cuando quiero¨, ¨como quiero¨, ¨donde quiero¨? Los tiempos se transforman y poco lugar hay para la pausa incómoda que antecede al acto creativo, más bien, la compulsión al objeto reina por sobre la dimensión de la espera. Lacan propuso el “discurso capitalista” como una versión del “discurso del amo”, con la particular distinción de que quien ordena parece no tener un rostro visible, representable. El reino del individuo arrojado al aquí y ahora, en la promesa de consumarse en un mundo que se le ha vuelto distópico, podría ser nuestra versión actualizada del hombre posmoderno.
En la clase IX del seminario VIII dictado entre 1960 – 1961 (donde particularmente se adentra en la temática del amor, interesado por las particularidades del amor de transferencia, a través del análisis de El Banquete de Platón), Lacan establece una distinción en relación a la emergencia del amor:
El no sabía. Aquí adquiere sentido el mito del nacimiento del Amor que ha introducido Diotima. El amor es concebido durante el sueño de Poros, el hijo de Metis, la Invención, el que todo lo sabe y todo lo puede, el recurso por excelencia. Es mientras duerme – en el momento en el que ya no sabe nada – cuando se produce el encuentro en el que el Amor es engendrado. (p.155) Este señalamiento pone de relieve que la dimensión del amor lejos parece estar del campo del saber. No hay amor más que en la dimensión de la falta, y en ese punto, la castración parece ser la instancia que habilita las expresiones propias de la invención amorosa. La lógica del amor supondría un encuentro con la diferencia que no garantiza el encuentro con lo esperado o lo sabido, sino el advenimiento de un encuentro novedoso y transformador, a decir de Badiou:
Sostengo que el amor es, en efecto, lo que yo llamo en mi jerga de filosofo “un procedimiento de verdad”, es decir, una experiencia en la que se construye cierto tipo de verdad. Esta verdad es sencillamente la verdad del Dos. La verdad de la diferencia como tal. Pienso que el amor es esa experiencia. (p.43)
La paradoja de nuestros días, supondría establecer qué nivel de inscripción habrán de tener los acontecimientos. ¿Será que en el acto de cuidar-nos, advendrán expresiones del amor más allá del cumplimiento de un mandato, de la respuesta a una demanda, que nos incluya colectivamente en una gestalt de los buenos gestos? Por fuera de toda dialéctica de los intercambios capitalistas, un acto a secas podría pronunciarse sirviéndose de la consigna común, dando lugar a la experiencia del deseo y del amor como invención singularizada que vele y repare, como podamos, la debilidad estructural que supone toda verdad en el campo del saber.
De modo que, bienvenidas las expresiones solidarias, mancomunadas al sostén de los desprotegidos, los desposeídos y aún, de los aislados del otro, de los que se detuvieron o de los que no pudieron seguir más. Bienvenidos los gestos suscitados en medio de épocas «virulentas», donde “el de al lado” se nos aparece como efecto de su ausencia. Sólo nos resta estar advertidos, sobre el destino de estas manifestaciones cuando el aire se limpie. Queda como desafío inminente quizás, elevar lo manifiesto a expresiones del amor como invenciones de lazos que nos inventen aún y así amar nueva-mente. Quizás sería este, una vez más, el único lugar habitable en la soledad de un encierro que concierne al hombre pre-pandémico. O tal vez, nada de esto ocurra ni hoy, ni mañana, ni pasado el pasado, pero sostener esta apuesta, ¿no es ya un acto revolucionario? Si solo el amor permite al goce condescender al deseo (3), hay algo de su lógica que permanecerá mas allá de lo que intentemos discernir desde la ínfima instancia de nuestro presente continuo.
Fuentes (1). Jaques Lacan en el Seminario XVII (Paidos 2019) va vincular lo real al significante, entendiendo, la castración como la operación real introducida por la incidencia misma del significante, sea el que sea, en la relación del sexo. (p.136)
(2). En el libro “Micropolitica, cartografías del deseo” (Tinta limón, 2013). Suely Rolnik da cuenta del alcance de esta acepción inventada por Guattari enmarcando sus implicancias en las micropoliticas del deseo.
(3). Jaques Lacan. El Seminario X. Clase XIII. (1962-1963). Paidos. 2011.