14 minute read
Comentario de libros
La tuberculosis en la historia de la medicina
Alfonso R. Fiorino y Adolfo S. Yunis, Buenos Aires, Dunken, 2008
Advertisement
Hay ciertas enfermedades que, con su sola mención, sacuden o contorsionan; una es la tuberculosis y, en parte, se debe a que el imaginario colectivo la asocia a pacientes sufridos, lánguidos, abatidos, resignados. De ahí que su referencia esté muy presente en la literatura, el teatro, la ópera, la pintura, los guiones de radioteatros y teleteatros. Tal vez, en los tiempos presente lo más próximo por su impacto sea el sida, pero aquélla sigue siendo “más romántica” (y, sólo para sustentar esta afirmación remitimos, a modo comparativo, a dos famosos filmes: La dama de las camelias, de 1936 y Philadelphia, 1993). Recientemente ha aparecido un volumen que por su tamaño ya causa asombro, responsabilidad de dos médicos tisiólogos en quienes valoramos el esfuerzo de compendiar información y adentrarse en un terreno histórico que no es de su dominio. Aún así la honestidad manda y nos vemos obligados a destacar sus aspectos negativos y, por otro, los positivos. Vamos con los primeros: el capítulo I (La Prehistoria), plasma detalles en exceso, innecesarios; donde las referencias concretas a la enfermedad de análisis insumen unos pocos párrafos. Con bibliografía intercalada entre múltiples datos o subtítulos, alguna menor, precaria, sintética o superada. Capítulo II (La Antigüedad), acá se puede reiterar lo dicho antes e interpola, un tanto caprichosamente, a la América Precolombina donde, con sorpresa, leemos esta afirmación: “El poblamiento de América del Sur ha tenido cuatro vías de acceso, una terrestre por el Istmo de Panamá (12.000 años a.C.) y tres marítimas, por el Pacífico, el Atlántico y el Antártico” (cfr. p. 125). Además, menciona las enfermedades transportadas por los europeos a América y elude tratar el asunto al reverso. Capítulo III (La Edad Media), presenta algunos anacronismos o bien, reclama del lector una buena formación histórica para comprender que se retrocede/avanza en los tiempos. Damos un ejemplo que, por otra parte, nos moviliza a reflexionar si esta afirmación es posible de aceptar: “El período griego es la fase de brillo de la medicina antigua. La tisis está completamente individualizada y definida como una enfermedad grave causada por una úlcera del pulmón y se manifiesta con tos, fiebre y adelgazamiento. El tratamiento ya tiene una base científica, la higiene y la
medicación” (cfr.: p. 201). Capítulo IV (Humanismo y Renacimiento), repite las generalidades anteriores y aún más, resultaría conveniente repensar algunos contenidos. Ponemos un ejemplo (en p. 247): 3. Los anatomistas pos-vesalianos y, a continuación, Nicolás Copérnico, insignificante pues el Copérnico-médico no reclama un espacio en la historia de la medicina. Cuando llega la tisis renacentista, acá, como en múltiples otras ocasiones, serían apropiadas algunas entradas de pie de página para no interrumpir el relato con datos que distraen del sentido general del apartado. Capítulo V (Siglo XVII. El Barroco), en medio de abrumadores datos, casi nada se dice de la dolencia que nos concentra. Capítulo VI (Siglo XVIII …), al aludir a la tuberculosis, hay una omisión casi imperdonable: la falta de relación entre su notable crecimiento y expansión con los cambios en los hábitos y costumbres de la población urbana europea, por la irrupción del primer momento de la revolución industrial y sus colaterales negativos, como puede ser el hacinamiento humano en habitaciones precarias. Además, con afirmaciones históricas no posibles
de aceptar y a tal fin remitimos a la p. 351, sólo tomada a modo de ejemplo, La Revolución (francesa) logró: abolir la esclavitud en las colonias. Capítulo VII (Siglo XIX…), crónica con nula elaboración, más inserción permanente de detalles de escasa significación. Seleccionamos: El 25 de Mayo de 1810 la República Argentina rompe vínculos con España. El 9 de Julio de 1816 la República Argentina declaró la independencia en el Congreso de Tucumán; sólo desmerecen el trabajo central, en lugar de enriquecerlo. Capitulo VIII (El siglo XX…), reitera los detalles menores. Sólo elegimos uno al azar: “P.e. Yuri Gagarin -1961 y finalmente aterrizar en la luna/Armstrong, Aldrin y Collins- 1969-Apolo XI Se continuó…” (p. 438). Absurdo: ¿aterrizar en la luna? y de redacción confusa. Quien lee este tipo de libros, evita distraerse con minucias prescindibles. Otro anacronismo es referenciar a Juan Mendel en este segmento (p. 446). También leemos: “Antes de comenzar a describir la evolución de la enfermedad tuberculosa se debe aclarar que éste no es un libro de texto ni un tratado de tisiología, sino la evolución que ha seguido la tuberculosis a través de la historia de la medicina con sus fechas y los nombres de aquellos hombres que la estudiaron y la fueron desentrañando” (p. 457); se equivocan los autores, ya que no hacen una evolución de la tuberculosis, sino un intento de puntualizar a todos aquellos que de alguna manera o indirecta estuvieron próximos a su estudio y a desentrañar su origen y posible cura. Hay trazas no tratadas (y superabundancia de otras apostillas): como los niveles socio-económicos de la población que la padece, las políticas de Estado, las razones culturales y sociales, el imaginario occidental frente a esta enfermedad, el pasaje del concepto de no contagio a contagio y una multiplicidad de otros aspectos que deberían haber ocupado el espacio que se dio a crónicas menores. Tampoco hay referencia al caso argentino o a situaciones de la América postcolonial (a excepción de la p. 529). El resumen resulta superficial Recomendamos, en los aspectos formales: evitar el uso múltiple de negrillas, subrayados, las afirmaciones contundentes, el uso indiscrecional de mayúsculas/minúsculas, etc. No se hay espacio para la Liga Internacional de Lucha contra la Tuberculosis, las conferencias o congresos, la labor de la OPS y la OMS en este sentido, pues si bien los autores tiene libertad para elegir uno y no otro tema no pueden reiterar información suficientemente conocida o casi anecdótica y olvidar otra de gran valor. Aspectos positivos: el libro es un gran compendio que aborda un tema histórico/médico, concretamente la tuberculosis, en un largo y ancho espacio y en una dilatada temporalidad. Con buenas imágenes y un apéndice (o síntesis cronológica) aceptable y útil. Aún así, nos permitimos recomendar a los autores trabajar con mayor rigor el método histórico o pedir asesoramiento al respecto (si bien aclaran en la Presentación: “no somos historiadores”), desprenderse del anecdotismo o datismo, buscar explicaciones generales, reflexiones profundas, análisis comparativos y de interpretación y, para que resulte de estímulo a un lector argentino, no olvidar qué se ha hecho en este sentido en nuestro país. Inclinarse más hacia interpretaciones económicas, sociales, antropológicas, culturales. Hay cuestiones imposibles de omitir: las terapias en los sanatorios de montaña, los tratamientos con “baños de sol”, las hidroterapias, etc. También hay una bibliografía clásica (Coni, Gache, Bunge, Lozano, además de Vaccarezza, etc.) y otra más reciente, como la de Armus, que puede servir para encumbrar tanto esfuerzo.
Norma Isabel Sánchez
Mis diversas existencias, Apuntes para una autobiografía
Gregorio Klimovsky, Buenos Aires, a-Z, 2008.
Aunque no muy adicto a las autobiografías, como confiesa Klimovsky en el prólogo de su mismo libro, este repaso de más de 50 años de la ciencia en la Argentina, con jugosas anécdotas sobre la política universitaria –con la respetuosa amistad después de las peleas en el Consejo Universitario con mi amigo Osvaldo Fustinoni– y la semblanza de figuras como Vicente Fatone, José Babini (mi maestro de historia de la ciencia), Risieri Frondizi, Manuel Sadosky (a quien, junto a su mujer Cora Ratto, dedica la obra), Rolando García, Jorge Alberto Sabato, entre muchos otros. No deja de glosar su pasado marxista, ni “la noche de los bastones largos” ni su lucha por los derechos humanos en la CONADEP. Hitler y el antisemitismo es un tema que no omite. Una buena parte de la historia universitaria argentina, como he dicho, sobre todo los avatares de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la que fue decano quedan plasmadas en estas páginas. Si queremos asegurar que se escribe la historia argentina en este texto, podemos mencionar el capítulo “La Argentina y el mundo que viví”, donde no trata muy bien a José Evaristo Uriburu quien, a mi juicio, inició los problemas que tuvo nuestro país. Para quienes hemos vivido los problemas universitarios
desde la época de los rectorados de Olivera y Frondizi, la lectura de la autobiografía de Klimovsky nos trae recuerdos gratos y otros que, por la intolerancia y el dogmatismo, otros que lo no son. Como humilde reflexión le diría a Gregorio Klimovsky que no debería haber titubeado ni un solo minuto en escribir esta obra que queda como testimonio de un observador participante y agregaría, un observador de lujo. (Nota del Director: cuando este número se hallaba en preparación Gregorio Klimovsky, quien fuera en largo tiempo miembro del Comité de Honor de Médicos y Medicinas en la historia, falleció. Desde estas páginas queremos destacar nuestras condolencias por tan lamentable pérdida).
Federico Pérgola
La revolución de las madres. El desafío de nutrir a nuestros hijos
Laura Gutman, Buenos Aires, Del Nuevo Extremo, 2008
A poco de avanzar en la lectura de la obra, la autora nos dice: “nos nutrimos de pan y de amor”, concepto que atraviesa de manera permanente el sentido de los 11 apartados. Otro ítem que la define es su interés por hacer trizas el pre-concepto del valor “fundamental” de la leche de vaca para la alimentación humana (y compara esta afirmación occidental con la realidad, tan diferente, de las culturas asiáticas y africanas). Es bueno el contenido de la 2ª división: (Las improntas básicas nutritivas), que aborda a modo de sondeo, si bien por momentos reclama mayor hondura reflexiva. En la 3ª (El hambre emocional), presenta afirmaciones para meditar: “Hay familias en las que el afecto circula sólo a través de la enfermedad” (cfr. p. 86). Conoce bien los intersticios familiares y llega finalmente al hambre emocional en la infancia y la importancia de la nutrición sentimental en la adultez. (p. 107). En la 5ª (Sobre la leche de vaca) destaca aspectos negativos de su ingesta y afirma: (hay) “una cultura fuertemente instalada de que la leche de vaca es un excelente alimento para los niños. Sin embargo, es posible que esta creencia sea totalmente falsa” (p. 146) y completa con su aseveración de que es un paradigma de la cultura occidental, una cuestión –continua– de marketing, de publicidad, de comercialización y de imposición y la asociamos a los beneficios del calcio. La división 8ª (Bulimia y anorexia), la lleva a asegurar que el problema no es la comida sino el vínculo. La 9ª (El sobrepeso…) la autoriza a establecer un paralelismo entre llenarse de comida y la falta de presencia materna y, entre otros párrafos intere
santes, leemos. “Las fiestas de cumpleaños de los niños tal como culturalmente se festejan hoy, son el indicador fehaciente del lugar que le otorgamos a la comida de plástico” (p. 254), dado que allí los pequeños se llenan de lo peor de la oferta gastronómica. Agrega sus consideraciones sobre el sedentarismo, la obesidad, la comida en la escuela. La división 11ª (La revolución de las madres), cierra este ensayo, bien escrito, donde la autora parece hablar desde su experiencia y mira al mundo desde su yo/nosotras. Un yo
sensible que dice cosas que muchas mujeres hemos meditado y que ella lo expresa con buena pluma y un saber sobre lo que escribe, que le da autoridad. En resumen: no dice mucho más que lo que toda mujer -de un cierto
Norma Isabel Sánchez
Autobombo
Hersch Coco Gerschenfeld, Buenos Aires, Zorzal, 2009.
Esta es una de las autobiografías de los cerebros perdidos para el país por el golpe de Onganía de 1966. Marcelino Cereijido dice del autor, como aparece en su “Prólogo” del libro: “Estoy seguro que hasta el argentino que jamás ha oído mencionar su nombre una vez se pondrá orgulloso al enterarse que un paisano suyo ha sido uno de los científicos más brillantes del siglo XX”. Nacido en Rusia, desde los seis meses de edad Gerschenfeld fue argentino, visitó París y, desde la fecha citada al inicio y hasta su muerte ocurrida el 3 de julio de 2004, permaneció en Francia. Es un libro extraño. Aparenta ser divertido por su anecdotario jocoso pero, en el fondo, muestra con crudeza las mayores miserias humanas: petulancia, discriminación, avaricia, traición, engaño, etc., y lo hace sin eufemismos. Si se quiere refrendar esta especie sugiero que se lean las páginas de la Morgue del Hospital Fiorito. Puedo señalar cuatro partes perfectamente delimitadas: la primera de ellas, la de la integración de una familia judía en la sociedad argentina y la descripción detallada de rituales que me interiorizaron en muchos aspectos de sus costumbres; una segunda parte, donde Gerschenfeld se afilia al PC, actúa en la FUBA , es detenido y torturado durante el gobierno de Farrell y su posterior desencanto de cómo Rusia y Cuba ponen en práctica el marxismo; la tercera, un trozo de la historia de nuestra medicina, los estudios en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, el amor por las vitaminas de Pedro Barlaro y las reuniones musicales con los ampulosos discursos de Atilio J. Costa, la década del ejercicio médico en el Hospital Fiorito de Avellaneda y, la cuarta, un viaje a París con un año de permanencia, el regreso, la pelea
Viva mejor su vejez
Alberto E. Laurence, Buenos Aires, Dunken, 2008.
con Polak y la pasantía con Eduardo De Robertis, quien le consigue nuevamente trabajo en París. Gerschenfeld regresó nuevamente a la Argentina con su familia –Cuca, su mujer médica, y sus hijos Ana y Abel– pero las circunstancias que describo al inicio lo obligaron a retornar a París. Aquí termina su jugosa autobiografía. No continúa con el relato posterior pero prosiguió con sus investigaciones en neurobiología y fundó el Laboratorio de Neurobiología de la École Normale Supérieure.
Federico Pérgola
El Dr. Alberto E. Laurence, miembro Emérito de la Academia Nacional de Medicina, ha publicado esta obra pequeña pero significativa sobre ciertos aspectos del envejecimiento del hombre. En ella resume, porque el mismo aclara que no participó en las investigaciones, observaciones tales como que la reducción de las calorías en la alimentación prolonga la existencia tanto del hombre como de los animales sobre los que se experimentó. Aclara también que es el estado de nuestras arterias las que, en el fondo, mandan sobre nuestra calidad de vida a edades avanzadas. En uno de sus capítulos se mencionan las comunidades
con mayor número de longevos, y nombra tres: los japoneses de Okinawa, los Adventistas del Séptimo Día de California y los habitantes de Cerdeña (hace años publiqué en Geriatría Práctica un trabajo referido al síndrome de Cerdeña). Además de las conclusiones finales, Laurence se ocupa del matrimonio en la vejez. Fueron muchos los libros publicados por Alberto E. Laurence pero, omitiendo los estrictamente médicos, siempre recordaré Grandes figuras de la cirugía argentina.
Federico Pérgola
Antropología médica, Teorías sobre la cultura, el poder y la enfermedad
Ángel Martínez Hernáez, Barcelona, Anthropos, 2008.
No hubiera necesitado Martínez Hernáez de que es doctor en Antropología de la Universidad de Barcelona, además de su importante currículum, porque este libro sería un perfecto indicador del excelente científico que es y que no solamente domina la materia que dicta sino también la filosofía y las ciencias sociales. En poco más de 200 apretadas páginas desarrolló un sin fín de ideas que, a mi entender, culminan en la Addenda que titula “Etnografía y promoción de la salud”, donde propone un modelo dialógico de intervención. Aboga por un enfoque etnográfico, utilizado en Brasil y Bolivia para mejorar la atención primaria con la participación activa de la comunidad. Apunta contra el modelo monológico, con información sobre la prevención de graves enfermedades no adaptada a las costumbres de las diversas etnias. También lo hace contra la unidireccionalidad de la información, que rara mente llega a los marginales. “Toda relación de saber es una relación de poder”. Inclu so reflexiona en forma inquietante: “En todos los casos, la orientación verticalista emerge como un invariable que mantiene su vigencia en el periodo colonial y que incluso se ha visto potenciada en nuestra época postcolonial por la progresiva delegación o <confianza> que las poblaciones han establecido con sus sistemas expertos”. Yo agregaría, hasta con la prédica de los medios de comunicación. Y el autor agrega un ejemplo que podría hasta denominarlo semántico en las favelas de Brasil que indicaría también el fracaso del modelo monológico. De ahí que proponga el modelo dialógico, bidireccional, en cierto modo algo parecido a la relación simétrica entre profesionales y los
grupos sociales, es decir con participación activa. Los capítulos, que no menciono deliberadamente para no extenderme más, se ocupan de la ciencia y las creencias, genes y enfermedades, símbolos y teorías culturales de las afeccio nes, salud y capitalismo, etc. Reflexiones que, en virtud e la explosión demográfica, las dificultades de la tecnomedicina para generalizarse y llegar a los más pobres, como la exten sión de las endemias a que nos somete el cambio climático, deben ser tenidas en cuenta. Texto recomendable.