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Médicos argentinos voluntarios en la Guerra del Chaco
Francisco J Rubio 1
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Resumen
La Guerra del Chaco, inútil desde todo punto de vista, se desarrolló en un ambiente tan inhóspito que recuerda, en una asimetría, fundamentalmente geográfica, a la Guerra de Vietnam (posterior en tres décadas). En el conflicto de nuestro sub-continente, se valorizó la solidaridad, como una facultad, que pusieron a prueba quienes estuvieron presentes en tal tormento.
Summary
The Chaco War, useless from every point of view, was developed in an inhospitable environment that recalls in an asymmetry, mainly geographical, to the Vietnam War (three decades later). In the conflict in our sub-continent, solidarity was valued as a faculty that tested who were present in such torment.
Pri eras alabras
La Guerra del Chaco (1932-5), que enfrentó a Bolivia y Paraguay, movilizó a gran parte de los gobiernos de Latinoamérica, junto a presidentes y diplomáticos de las principales naciones de la época. Aun así, muchos aspectos de esta contienda son minimizados al momento de construir una identidad histórica cultural compartida en la región.
Este artículo esta orientado a fortalecer y ampliar esa memoria entrelazada y tiene como objetivos: 1.- Reconstruir y repensar las precarias condiciones médico-sanitarias imperantes en los campos de batalla, en los cuales se desenvolvieron los facultativos de la salud. 2.- Resaltar la participación de un grupo de médicos argentinos (Roberto Landivar, Carlos de Sanctis, Esteban Laureano Maradona, José Arce), que actuaron como voluntarios en la Sanidad Militar, en uno u otro grupo, sin poder establecer las motivaciones personales, mientras desconocían la neutralidad que había declarado la República Argentina. 3.- Buscar, en el relato testimonial que brinda la literatura, un acercamiento a los sucesos, desde la microhistoria que narra los acontecimientos bélicos con relación a la sanidad militar.
Introducción
Entendemos que las políticas de integración desarrolladas por los Estados del Mercosur requieren investigaciones históricas que amplíen la identidad latinoamericana, compartida por los países miembros. Asimismo, dentro de este marco político, desentramar el protagonismo de los diferentes actores sociopolíticos, para la construcción de una historia regional, que permita superar el enfoque interpretativo de los antiguos nacionalismos xenófobos, aislacionistas, que caracteriza una parte destacada de la bibliografía en general. E indagar en el análisis de los acontecimientos, relativamente próximos en el tiempo, que contribuya a conformar una mirada, mucho más amplia, sobre la base documental de los distintos archivos nacionales.
Este dialogo entre culturas hermanadas, por un origen iberoamericano, recupera a través de los historiadores y sus investigaciones, un renovado compromiso académico en pos de alcanzar mayores acuerdos de integración económica y cultural.
Estalla la guerra en el “infierno verde”
El enfrentamiento armado entre Bolivia y Paraguay fue el resultado de una vieja disputa de límites, nacida en el siglo XIX, a la que se sumó un nuevo componente: la posible existencia de petróleo en la zona litigada. Las causas de la guerra, posiblemente, hay que buscarlas en el complejo conflicto político interior de Bolivia y en las tensiones provocadas por la crisis económica mundial, luego de la estrepitosa caída de la Bolsa de Comercio de Nueva York, en 1929 2 .
Estas variables restan consistencia a los argumentos popularmente aceptados, casi de inmediato, que solo aluden al enfrentamiento de dos empresas petroleras, la Standar Oil Co of New Jersey (donde también participaban concesionarios bolivianos) y la Royal Dutch Shell, con base en Paraguay.
Frente a la turbulencia económica y política que se estaba viviendo, el gobierno de La Paz declamaba “pisar fuerte en el Chaco”; mientras en el de Asunción se lo consideraba un territorio indivisible heredado de la colonia. Para Bolivia también era la posibilidad política de generar un nacionalismo en torno a la defensa de la Patria y desviar los constantes conflictos sociales que amenazaban conducir la Republica a la anarquía (revueltas indígenas, protestas universitarias, reclamos mineros y campesinos), en un clima de convulsión social que se venía sucediendo de manera frecuente. Junto a esto, estaba, además, la búsqueda de una salida al
2 Para ampliar sobre el origen y causas que dispararon la guerra, puestas
mar, si alcanzaban el río Paraguay, para romper el encierro mediterráneo a que la sometió Chile luego de la Guerra del Pacifico (1879-1883).
Hacia la década de 1920, el Paraguay había integrado la zona en disputa a su economía nacional, fomentando la inmigración menonita, con el desarrollo de colonias previamente indicadas 3 . Además, en la región, funcionaban cuatro importantes fábricas de taninos con puertos propios y un ferrocarril con aproximadamente 400 kilómetros de vías, que estaban interconectados a los ramales menores; este servicio contaba con una decena de locomotoras en uso y un centenar de vagones. La red de caminos era extensa y vinculaba los establecimientos productivos agrícolo-ganaderos. Este movimiento comercial, donde se destacaban las inversiones argentinas, se completaba, a través del río con Asunción.
El conflicto, declarado oficialmente el 10 de mayo de 1933, luego de varios años de escaramuzas militares, dio lugar a la primera guerra moderna de Latinoamérica, por la tecnología armamentística utilizada. Paradójicamente, eran dos de las naciones más pobres del sub-continente.
El teatro de operaciones estuvo en el Chaco-boreal, también denominado “infierno verde”, con su geografía desértica y difícil, altas temperaturas y abundante población de extraños animales que provocaban en las tropas múltiples enfermedades, detalladas por un soldado boliviano de la siguiente forma:
“Una arbolería rala, deslavada, como enferma, sumergida en la naturaleza hostil; guarnecidas por esta maleza, que multiplica en variedad sin término las púas agresivas de sus espinos, acechaban las alimañas: víboras venenosas de lenguas rojas y negras, serpientes cascabel, tarántulas, escorpiones, lagartos … Cede esta masa, un trecho, y es para dar oportunidad a las fajas amarillosas de los pajonales, resecos en el invierno, y fangosos y traicioneros en el tórrido verano; o a los arenales extensos y ásperos como la sed, que es la única planta trágica que en ellos prospera …”. No es el fusil, sino la herramienta, es lo primero que se empuña para entrar en esta guerra. El enemigo esta ahí, en esa masa que se le opone; y empieza el combate, sin heroísmos y sin ruido, sin lumbraradas; un combate de peones. No son ejércitos los que aquí pican la maleza, talan los árboles, desguarnecen el terreno, abren picadas, trazan rutas, le perforan su compacta condición al matorral; no son soldados. Agachados sobre la tierra; mordiendo voraces, pero también humildes la verdura que atacan; sin armas ni atuendo guerrero, semejan mas bien parias, modestas hormigas de un trabajo infecundo y sin provecho. Y así, dificultosamente, se abren ellos mismos el camino que ha de conducirlos a la muerte” 4 .
3 En lo referente a la colonización de esos años, ver: Klassen, Peter P. Kaputi
El cólera y la malaria llegaron a producir bajas tan significativas como las armas. La falta de agua era tan importante como el soldado al momento de diseñar estrategias y movimientos de tropas. La sed era un enemigo imbatible que sometía al combatiente a la peor degradación de la condición humana. En las postrimerías de la guerra, durante la retirada boliviana del sector Picuiba, un soldado nos describe la desesperada vivencia:
“la ruta se fue cubriendo de un rosario de hombres a quienes el agotamiento acababa por rendir y que buscaban como último alivio la mezquina sombra de la raquítica arboleda. El drama fue creciendo conforme la canícula se tornaba más despiadada. Aquellos que conservaban algo de energía avanzaban lentos, arrastrando los pies, con la fisonomía contraída por el rictus de dolor, la garganta abrasada de sequedad y polvo, los labios agrietados y las pupilas dilatadas, oteando el fondo del camino por donde debía aparecer el anunciado milagro del agua. A los muchos muertos de insolación y de sed, fueron agregándose los suicidas que no pudieron resistir el horrible tormento de la sed, ponían fin a su angustia apoyando el cañón del fusil al pecho, la boca o la sien y apretando el disparador en medio del desfile silencioso de sus camaradas. Otros arañaban desesperadamente la arena, buscando una supuesta humedad o algún tubérculo jugoso y morían en ese esfuerzo, quedando semienterrados de cabeza y con los pies al aire” 5 .
Para las tropas bolivianas, oriundas en su mayoría del altiplano, era imposible la adaptación al hábitat del Chaco. Esta terrible realidad, era mejor tolerada por las unidades paraguayas, como señala uno de los jefes del estado mayor durante la contienda:
“El paraguayo, hijo de la selva transitaba sin complejos entre la maraña de caraguatas y ´guaimipireces´ con pleno dominio de su iniciativa y orientación, y sabia medir las exigencias físicas de una jornada a través del bosque. Por instinto descubría cualquier síntoma extraño. Conocía el lenguaje de la selva con la que vive dialogando desde la cuna, y pocas veces pudieron sorprenderle o descubrirle en su manera sigilosa y escurridiza” 6 .
Los campos de batalla de: Pitiantuta, Boquerón, Saavedra, Nanawa, Gondra, Zenteno-Gondra (Campo Vía), Strongest, Carmen, Villa Montes, Irendagüe, Picuiba, Carandayty, Ingavi, Herrera, Toledo, Arce (Francia), Alihuatá, Pampa Grande, Pozo Favorito, Corrales, Campo Aceval, Pirizal, La China, Campo Jurado, Ballivián, Celina, Ybybobo, Ñaycoraynza, Cañada Tarija, Capirenda, 27 de Noviembre, fueron los escenarios donde se enfrentaron miles de hom
5 Querejazu Calvo, Roberto. Historia de la guerra del Chaco. La Paz,
bres precariamente vestidos y alimentados, la mayoría con escasa instrucción militar. Sin embargo, más de una vez, demostraron su valor defendiendo posiciones a punta de bayoneta y machetes. Los héroes fueron inmolados por el “crimen de la guerra”: unos 60.000 bolivianos y 30.000 paraguayos, sería el saldo de muertos.
Frente a estas precariedades se evidencia un amplio despliegue de armamento moderno como: aviones, lanzallamas, carros blindados, artillería pesada, morteros, adquirido en el mercado mundial. En cuanto a la instrucción militar, los oficiales bolivianos llevaban algún tiempo bajo la influencia germana. Por su parte los paraguayos habían tenido instructores franceses y argentinos.
Los sucesos del Chaco-boreal movilizaron a una parte de la sociedad y los Estados Latinoamericanos; sin embargo muchos aspectos aún hoy permanecen desconocidos o escasamente divulgados.
Poco sabemos de manera concentrada sobre los médicos argentinos que partieron como voluntarios, para incorporarse a alguno de los bandos en litigio. Existen escasas referencias y solo hay menciones en trabajos más generales y en documentos aislados sin mayor desarrollo del tema. La pequeña muestra de profesionales que analizaremos a continuación, nos ofrece, más allá de sus funciones médicohumanitarias, las “crónicas” de los episodios bélicos. Ellos nos dejaron sus testimonios y vivencias, que hoy podemos interpretar y reconstruir.
Los édicos y la edicina boliviana
Revisando artículos publicados en Archivos Bolivianos de Historia de la Medicina, hallamos algunos dedicados a esta guerra 7 . Advertimos, de manera general, que no existía una salud militar: las unidades contaban básicamente con un cirujano y uno o dos enfermeros.
La escasa planificación es puesta de manifiesto en los diferentes análisis históricos; el ejército carecía de estudios sanitarios de las zonas que atravesarían los ejércitos para llegar
al frente de batalla y las enfermedades tropicales, propias de la zona, generaron un importante número de bajas.
En el teatro de operaciones se carecía de hospitales; las pequeñas improvisaciones sanitario-médicas distaban a cientos de kilómetros de las pocas y precarias carreteras. Complementando el transporte terrestre (camiones y ferrocarriles), se utilizó por primeras vez en América Latina aviones sanitarios para el traslado de los heridos.
Cuando la guerra era inminente, compraron a la Argentina algunos materiales quirúrgicos y dos hospitales de campaña. Estos aprovisionamientos, en su mayoría, serían capturados por las tropas paraguayas en los diferentes cercos a las unidades militares o en las retiradas imprevistas de los fortines. En los depósitos faltaban o eran mínimos los recursos para la práctica de primeros auxilios (paquetes de algodón, vendas de gasa, yodo, agua oxigenada) y se carecía de plasma y sangre.
El número de facultativos en todas las áreas de la salud era insuficiente, de ahí la importancia que adquieren los voluntarios extranjeros. Unos cuantos permanecen en el anonimato, sin embargo podemos rescatar los nombres de dos médicos de EEUU: Frank S Beck y James V Price.
Un caso particular dentro de este grupo de voluntarios es el doctor Roberto Landivar, al que podemos considerar boliviano-argentino por su destacada trayectoria en el área de la salud pública de la Argentina. Oriundo de Bolivia, cursó los estudios secundarios y universitarios en la ciudad de Buenos Aires, particularidad que resaltamos para mostrar la importancia de la educación argentina en la región. En 1913, se graduó en la Facultad de Ciencias Médicas (UBA) 8 ; años más tarde se especializó en Paris como urólogo. Se destacó en los hospitales de Rosario y Santa Fe y, en las dos ciudades, tuvo funciones de cónsul. En la transmisión del mando del Presidente Marcelo T de Alvear al Presidente Hipólito Yrigoyen (1928), lo encontramos como consejero de la Embajada, de su país, en Buenos Aires. De regreso a su patria, en 1932, fue Rector de la Universidad de Chuquisaca y, luego, director del Hospital Militar de Ba
llivián y cirujano en las arenas del Chaco. Acusado por la prensa de hacer experimentos quirúrgicos con los soldados heridos, dirigió el siguiente telegrama al Presidente de la República y al ministro de la Guerra:
“El diario La República de 19 de enero pasado, en un articulo “La guerra no es un campo experimental de cirugía”, me calumnia vilmente, pongo en su conocimiento que sobre cantidad de heridos que llevamos atendidos solo se ha practicado una amputación de brazo por gangrena gaseosa con curación paciente. Cuerpo cirujanos Ballivián practica cirugía conservadora y se interviene en casos necesarios. Protesto existan periódicos en nuestro país que en momentos actuales se ocupen de calumnias. Mis estadísticas llevadas una vez cumplida mi labor será el mejor testimonio de lo afirmado. (Firmado: Landivar. Director Hospital Ballivián). (La Razón, martes 14 de febrero de 1933, p 7, columna 5, con el título “Una protesta del director del Hospital de Ballivián)” 9 .
A pocos meses de terminada la contienda bélica, mientras se desempeñaba como jefe de servicio de genito-urinarias del Hospital Italiano de Sante Fe, publicó dos artículos en La Semana Médica. El objetivo era de dar a conocer algunas experiencias quirúrgicas y observaciones personales, ya que se había desempeñado tres años en el Chaco-boreal, al frente de los hospitales de vanguardia.
Su primera presentación la tituló: “Tratamiento quirúrgico de las nefritis agudas toxicas consecutivas a la avitaminosis”, posiblemente a modo de descargo de aquellas acusaciones a las que había sido objeto en La Paz, podemos leer al comienzo del mismo:
“Es indudable que en toda guerra la Sanidad Militar juega un papel preponderante bajo el doble aspecto humanitario y científico, dando ocasión principalmente a los cirujanos generales y especializados de larga experiencia a innovar creando nuevos métodos operatorios o improvisando otros, que le crean y obligan las circunstancias emergentes, de las necesidades nacidas en el mismo campo de operaciones bélicas, sea por la falta de recursos y medios apropiados, como en varias oportunidades ha ocurrido en la Guerra del Chaco, o bien sea por el deseo vehemente que tenemos los médicos de salvar el mayor número de vidas, aún jugándonos el todo por el todo, pero procediendo siempre con espíritu científico y conciencia, no convirtiendo al enfermo o herido de guerra en sujeto de experimentación, procurando siempre practicar la cirugía conservadora con visión al porvenir, temperamento que siempre supimos adoptar …” 10 .
9 Citado por: Céspedes Gutiérrez, Gerardo, “Apuntes sobre la historia de la
El tema que expone puede englobarse en las nefritis tóxicas avitaminosas que tuvo su origen, según nos detalla, a los seis meses de iniciada la guerra en el segundo cuerpo de ejército, situado en una amplia zona de fortines. Describe como estallaron, de forma alarmante, en el mencionado cuerpo militar, algunas enfermedades tropicales, como el paludismo, enterocolitis hemorrágicas, más la tuberculosis y las avitaminosis (causada por la mala y deficiente alimentación basada en carnes conservadas y saladas, muchas veces descompuestas; más los vegetales, el trigo, el maíz, los porotos el arroz que sufrían, siguiendo la lectura, alteraciones por las inclemencias del clima). A continuación presenta algunos tratamientos quirúrgicos con resultados más que satisfactorios, con énfasis en la dificultad de llevar posibles estadísticas en los improvisados “hospitales”, donde eran frecuentes las evacuaciones precipitadas.
El segundo artículo 11 está dedicado a los traumatismos de vejiga (por el impacto de las armas modernas) y su tratamiento, señalando como novedad los destrozos que se producían en los órganos circundantes (intestino, vesícula, hígado, páncreas, baso), en comparación a las conocidas hasta ese momento. Describe, con tres historias clínicas de soldados heridos y operados en el frente de combate, los procedimientos y las técnicas quirúrgicas aplicadas. En el post-operatorio de una, comenta, que terminada la operación se produce la ofensiva y avance paraguayo, con el inminente peligro de que sean destruidas las carpas del hospital o caer prisioneros. Frente a tales circunstancias el alto mando ordenó, por razones de estrategia, la evacuación a Cañada Strongest, distante a 110 kilómetros, por caminos realmente dantescos; detalla, asimismo, que los escasos camiones, eran muy requeridos en ambos bandos, para cubrir las grandes distancias del Chaco-boreal. Las directivas, siguiendo su escrito, priorizaban el transporte de municiones y, en menor medida, los heridos. Señala que se disponía de la movilidad estrictamente necesaria para trasladar el equipo quirúrgico y dejar, por orden superior, abandonados en los bosques a todos los intervenidos quirúrgicamente, al cuidado de algunos enfermeros y al azar de la naturaleza (ya que las drogas y el material de curaciones estaba agotado). Después de seis días, cuando todo hacia parecer un desenlace fatal de aquel operado, arriba en un camión 12 , con un buen estado de salud general; el apósito de la herida no había sido tocado, estaba cubierto de tierra y lleno de larvas de moscas, la sonda vesical funcionaba, el enfermero que lo acompañó los siete días solo le había suministrado mate cocido y agua barrosa de la cañada. Luego siguieron con la terapéutica habitual de recuperación. Como comentario de esta historia clínica, enfatiza el factor suerte, unido a la resistencia del soldado, resaltando la conveniencia de practicar, en esta clase de heri
11 La Semana Médica. Bs As, año XLIII, nº 30, julio 23 de 1936, p 260-3.
12 Ver el filme: Hijo de hombre-Choferes del Chaco-La sed, dirigida por
Lucas Demare, con guión de Augusto Roa Bastos, de 1961. Actuaron, entre otros, Francisco Rabal, Olga Zubarry, Carlos Estrada. Allí aparece la caravana de aguateros, con algunos aciertos técnicos, como los relacionados a los bombardeos.
das abdominales, intervenciones amplias, completas y, a la par, combatir el shock propio del acto operatorio.
La sanidad ilitar araguaya
Al año de finalizada la contienda, el laboratorio CIBA incorpora a su revista dedicada a la historia de la medicina y a la promoción de sus medicamentos (conocidas como Actas CIBA) un dossier titulado: El Servicio Sanitario durante la guerra Paraguay-Bolivia. La cubierta, ilustrada con dos fotografías, nos muestra la evacuación de enfermos en un cañonero y la casa de los médicos en el frente chaqueño. La autoria corresponde al doctor Cándido A Vasconsellos, teniente coronel de Sanidad de Reserva y director de Sanidad de Campaña, quien escribe:
“La Sanidad Militar, como los otros servicios del Ejercito, movilizó todos los sanitarios de la República, sin limites de edad. Los sanitarios partimos al teatro de operaciones, lleno de patriótico entusiasmo y desprovistos de material sanitario. La guerra nos sorprendió con un Reglamento Provisorio de Sanidad en campaña, copiado de un reglamento francés. Este Reglamento Provisorio resulto absolutamente inaplicable en el terreno de los hechos, pues el territorio de Francia no era el Chaco y los medios de que disponía Francia no podían ser comparados con la
pobreza franciscana del Paraguay” 13 .
El dato que aporta es revelador; en todo el Paraguay no había más que 200 médicos, entre jóvenes y viejos; la situación era una catástrofe ya que dejaba desprotegida la salud de la población civil, mientras resultaba insuficiente en los frentes de batalla:
“En la gran ofensiva paraguaya durante la batalla Zenteno-Gondra (Campo Vía) desde el 24 de noviembre al 11 de diciembre de 1933, el Paraguay solo empleó ocho cirujanos para 24 regimientos, y no obstante ello, la mortalidad entre los 3.000 heridos resultantes, fue bastante reducida. Los paraguayos contaron para la evacuación con un avión sanitario Nanawa T-9, su largo le permitía llevar heridos en improvisadas camillas de tramas de cuero. Los heridos o enfermos graves eran trasladados por avión para su más rápida atención. Se hicieron alrededor de 500 evacuaciones por vía aérea. Otros eran evacuados por tierra y agua. También contaron con el buque-hospital, el Cuyabá, que permitió el tratamiento de heridos y enfermos en el mismo viaje a Asunción” 14 .
13 Actas CIBA. Bs As, nº: 9-10, septiembre-octubre 1936.
Las nuevas modificaciones al reglamento dotaban, a la Dirección de Sanidad en Campaña, de facultades para trasladar el personal médico superior, a los técnicos y a los enseres sanitarios de una unidad a otra; completaba con otras disposiciones, según las necesidades del servicio y haciéndolo depositario de los elementos tomados al enemigo para una distribución, según la gravedad de la situación
A los médicos-jefes de Cuerpo de Ejército se les dotaba de mayor autoridad y autonomía para su desempeño, pudiendo obrar por su cuenta, según las exigencias y necesidades del momento. Esta elasticidad era indispensable por la escasez de personal y material apropiado. De esta manera podían beneficiarse muchas unidades combativas, mientras los médicos maximizaban los cuidados de la salud y la higiene del soldado. Durante los combates la función era proceder a la buena hemostasis de las heridas, para ser enviados de inmediato a los hospitales frontales, y, luego, si la situación lo requería, a los hospitales de evacuación.
Los hospitales frontales no eran espacios de tratamiento, solo podían ser retenidos aquellos heridos que exigían inmovilización por heridas de cráneo, de tórax, de abdomen, fracturas expuestas de miembros, quedando a criterio del cirujano determinar el momento adecuado para la evacuación. Las escenas vividas en estas unidades asistenciales las brinda el escritor Roa Bastos:
“La enfermera depositó en el suelo los dos baldes de agua hervida y apartó el trozo de arpillera que hacía de cortina en la abertura de la “sala” de operaciones. Escudriñó por la ventana, el cirujano continuaba operando. Vio el brillo de los instrumentos que le iban alcanzando, los semblantes sudorosos, desencajados por la fatiga. Bajo los guantes enrojecidos palpitaba un vientre abierto en canal, como una res carneada viva. A un costado colgaba el relleno de intestinos y entrañas. Los pocos cirujanos operaban sin descanso. Día y noche, desde el comienzo de la ofensiva. El sitio de Boquerón estaba volcando una invasión de heridos sobre el hospital de sangre de la base, desde los atiborrados puestos sanitarios frontales. Eso también era campo de batalla. No iba a terminar nunca. Los camilleros venían entrando un nuevo paquete enlodado de tierra y sangre” 15 .
Estos hospitales se organizaban según las necesidades y extensión de las líneas de combate, situados lo mas próximo a la zona de batalla, evitando el fuego de artillería y los bombardeos aéreos. En teoría, disponían de instrumental quirúrgico, material de curaciones y drogas suficientes, además de carpas, tanques para agua, elementos de zapa, camiones. La realidad era otra. Estaban compuestos por dos secciones: a) cirugía: con la función de recibir todos los heridos y contusos para ser sometidos a las prácticas quirúrgicas y, caso de desbordamiento de los ingresados, los heridos leves podían ser enviados a los hospitales de evacuación. La b) medicina: estaba destinada a todos los enfermos agudos y crónicos, que requerían pocos días de tratamiento para su curación.
A esta primera asistencia, seguían los Hospitales de Etapa, que eran puestos de tránsito de los evacuados y se establecían en puntos intermedios entre el frente de batalla y los Hospitales de Evacuación. El objetivo era proporcionar el tratamiento de urgencia, brindar un lugar de reposo para recuperarse de las fatigas físicas ocasionadas por el viaje, para reincorporarse en breve tiempo.
Los Hospitales de Evacuación se ubicaban fuera del alcance de las maniobras del enemigo para evitar una posible salida precipitada. Allí se recibía a los heridos y enfermos de los hospitales frontales y formaciones vecinas, donde se operaba a los que no habían podido ser atendidos en el hospital frontal y los que requerían segunda intervención, para luego ser enviados a la retaguardia.
Las condiciones ambientales se caracterizaban por la escasez del agua, en un clima desértico, polvoriento, con enjambres de moscas y mosquitos. Abundaban las gangrenas, la muerte, el olor fétido; la posibilidad de una esterilización del instrumental, era una quimera.
Los édicos voluntarios
Del contingente de médicos argentinos que fueron a prestar servicios en la sanidad militar paraguaya, encontramos a Raúl Nicolini, a Luciano Gauna, a Francisco Impaglialetti, a Enrique Marín; ellos son algunos de los tantos nombres rescatados del anonimato. De sus actividades y desempeño no tenemos información y detalles, a diferencia de otros que han dejado importantes testimonios.
* Carlos de Sanctis, era un destacado médico rosarino que decide marchar como voluntario al Paraguay. A bordo de la nave Washington, parte desde el puerto de Rosario (Santa Fe), con destino a Asunción, para luego dirigirse a puerto Casado en el Chaco-boreal, donde toma, entre muchas, fotografías a la iglesia, al cura misionero de la Obra de Don Bosco, “orientada hacia la civilización” de los indios sanapanas (dando lugar a una mirada antropológica).
Además del desempeño médico, es importante destacar la vocación fotográfica (utilizando una pequeña cámara Ykon Zeiss) y periodística (ya que era corresponsal del diario La Capital, de Rosario). En muchas instantáneas anota los datos: de ahí que, por ejemplo, se puede rescatar el nombre del médico salvadoreño Escalante Rubio, salvadoreño o de los practicantes-alumnos argentinos: como el rosarino Sosa y Rivas Jordán, o las enfermeras de la Cruz Roja Paraguaya (entre ellas, la argentina Juana María Rosendi).
Finalizada la guerra, con su colección de fotografías compuso un álbum al que denominó: “Mi campaña en el Chaco, álbum de fotografías explicadas (1932-1933)” que se encuentra depositado por su familia, en el Museo Histórico Provincial de Rosario Dr Julio Marc. En un fragmento de su introducción leemos:
cer obra de paz, llevando a las conciencias el horror de la guerra, esa GRAN PORQUERIA que aniquila a los seres humanos destruyendo vidas y sentimientos. El lector seguirá con su imaginación, a través de los XII capítulos de este relato gráfico, la evolución que sigue un voluntario desde que sale de su terruño, se incorpora al Ejercito paraguayo, su marcha hacia el frente pasando por los diversos fortines de la zona de guerra, distintos aspectos de la vida y del rudo batallaren el corazón de la selva y el retorno a su Patria” 16 .
Avanzando los capítulos nos describe las prescripciones médicas que se aplicaban sobre los heridos: los grandes debridamientos, las esquirlectomias, las incisiones amplias, las amputaciones, las desarticulaciones, las extracciones de cascos de granadas y de proyectiles, la extirpación de tejidos mortificados.
Su denuncia pacifista está, de alguna manera, muy detallada en los comentarios del capitulo VIII “En el frente, la Sanidad Militar, durante la batalla” y recupera de su diario de guerra la tormentosa espera, de dos días, de los camiones que estaban empantanados y debían traer insumos sanitarios para volver con los heridos, luego de un cañoneo nocturno de los bolivianos
Al capitulo XII lo titula; “Desde el infierno del Chaco
hasta la perla del Atlántico”, nos muestra su regreso a la Argentina y consta solo de dos fotografías casi idénticas de la playa, el mar y sus bañistas, resaltando en sus epígrafes la necesidad psíquica de ingerir bebidas frescas y observar un panorama con agua por todas partes.
Al analizar el legado del multifacético de De Sanctis y su álbum podemos compartir la opinión interdisciplinaria de una estudiosa de la obra mencionada:
“La fotografía transmite, hace saber, da a conocer un sentido, visibiliza un suceso y se consolida como una evidencia del entorno en transformación. Emerge como demostración de una verdad personal e íntima pero al mismo tiempo pública, propia de un temperamento positivista, realista y ateo que el médico se atribuía a si mismo y que justificaba con singulares advertencias como la siguiente: una lente de aumento permitirá apreciar algunos detalles realmente interesantes de estas que yo he tomado personalmente” 17 .
Sin dudas la fotografía supera al “acto fotográfico” y permanece en el tiempo, ¿mirar que?, ellas aparecen como trazas latentes del pasado, como una pista que sobrevive en
* Esteban Laureano Maradona llega en 1932 al Paraguay, tomando distancia de la conflictiva situación política que se vivía en la Argentina, luego del golpe militar del 6 de septiembre de 1930 19 .
Con fecha 25 de agosto de 1933, fue incorporado a la Marina de Guerra del Paraguay como médico interno del Hospital Naval, con el grado de teniente de Primera de Sanidad, luego fue nombrado director y, en representación de este nosocomio, integró la comisión encargada de reglamentar el funcionamiento de la Sanidad Naval Militar del Paraguay. Su actuación en este conflicto esta envuelto en un halo romántico signado por la tragedia, en aquellos días donde el horror de la guerra estaba presente en todo instante.
Terminada la contienda, declinó los cargos y honores y donó su sueldo de teniente Primero de Marina para los niños carenciados de la Escuela República Argentina (Asunción). Regreso de inmediato a la Argentina.
* José Arce fue convocado por el gobierno paraguayo para organizar la Sanidad Militar; era una reconocida figura pública, que se había desempeñado en diversos ámbitos: cirujano, profesor, decano de la Facultad de Medicina y Rector de la Universidad de Buenos Aires, político, legislador.
En 1937, recibe una de las máximas condecoraciones militares del Paraguay, por su desempeño en la guerra: La Cruz del Defensor.
Durante este período es importante destacar el papel que desempeñó la Casa Argentina en Asunción, que proveyó de equipos y uniformes a muchos de los voluntarios y oficiales argentinos que formaron el regimiento de Caballería 7, General San Martín; también aportó donaciones sanitarias con destino a la Cruz Roja Paraguaya.
El fin de la guerra
Con la asistencia del presidente de la Argentina, general Agustín P Justo, y el canciller, Carlos Saavedra Lamas (futuro premio Nobel de la Paz, por su actuación mediadora en este conflicto), los representantes de Chile, Brasil, EEUU, Perú y Uruguay y los ministros de Relaciones Exteriores de los países beligerantes, se firmó, el 12 de junio de 1935, el Protocolo de Paz, para el cese definido de las hostilidades. Hacia 1938 se estableció una comisión que delimitaría la frontera entre Paraguay y Bolivia.
En tiempos del conflicto, intervinieron cientos de personas voluntarias para desempeñarse en todas las áreas (ingenieros, aviadores, combatientes de diferentes nacionalidades) y fue muy significativa en el campo de la sanidad, donde hubo médicos, odontólogos, farmacéuticos, enfermeras, auxiliares, estudiantes avanzados, monjas-sanitarias,
18 Rubio, Francisco J; “Fotografías de un soldado paraguayo en la Guerra
mujeres-socorristas, de distintos sectores sociales. En 1948, la recién constituida Comisión Económica para America Latina (Cepal), publicó un estudio, de acuerdo a su orientación, aportando nuevos elementos a la idea de unidad geo-económica regional 20 . Solo había pasado algo más de una década desde aquel infausto suceso y la región presentaba carencias fuertes que los tiempos posteriores intentan remediar.
En 2009, los titulares del Ejecutivo del Paraguay (Fernando Lugo) y de Bolivia (Evo Morales), reunidos en Buenos Aires, firmaron un acuerdo, en presencia de la presidente de la Argentina (Cristina Fernández de Kirchner), quien les entregó la “Memoria Final” de la demarcación del límite internacional entre ambos países, a 74 años del cierre de las hostilidades.
20 Para ampliar información ver: Lambías, Margarita. Educación para la
integración, como se enseña historia en nuestra América. Bs As, Fundación CICCUS, 2013. Recomendamos, además, la siguiente bibliografía: AAVV. Doce cuentos de la Guerra del Chaco. Santiago (Chile), LOM Ediciones, 2000. Calvo, Guadi. La guerra de la sed. Bs As, Cooperativa Punto de Encuentro, 2009. Costa Du Rels, Adolfo. La laguna H-3. La Paz, Cochabamba (Bolivia), Ediciones los Amigos del Libro, 1980. Galeano, Eduardo. Memorias del fuego 3: el siglo del viento. Bs As, Catálogos, 2007. Saavedra, Néstor. El General del Chaco. Salta (RA.), Ediciones Arizaro, 1961. Velilla de Arréllaga, Julia, “La ayuda argentina al Paraguay en la Guerra del Chaco”; en: (Todo es Historia. Bs As, año XVII, nº 206, junio de 1984, p 80-7.