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El Narrenturm o Torre de los locos
Hospitales psiquiátricos del siglo XVII y XVIII . El N arrenturm o Torr d los locos
Laura Moratal Ibáñez, Federico Pérgola
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RESUMEN
Durante los siglos XVII y XVIII debido a cuestiones políticosociales de la época, el número de personas que no tenían un lugar donde vivir digno y un trabajo que les permitiera obtener su sustento diario llegó a ser muy numeroso. Con este fin se empezaron a tomar determinaciones para sacarlos de las calles, más para ocultarles que para darle una solución a la situación en que habían caído. Se fueron creando a este fin grandes establecimientos a fin de albergar a los grupos considerados marginales por la sociedad burguesa, donde se mezclaron a su vez verdaderos enfermos mentales con otros personajes caídos en desgracia: prostitutas, pobres, desempleados, enfermos incurables, rebeldes, etc. Este grupo tenía en común ser considerado una carga social para la población. La arquitectura creada para instalarlos allí estuvo diseñada privilegiando el encierro y la imposibilidad de escapar de estos edificios. Aunque con el tiempo se fundaron instituciones dedicadas específicamente para la internación de enfermos mentales, al principio siguieron tabeen un modelo interesado más en evitar que escaparan y ocasionaran molestias o preocupaciones a la sociedad, que para tratar de mejorar su situación. Como ejemplo de un hospital psiquiátrico fundado bajos estas premisas, donde la elección de su diseño arquitectónico muestra claramente la dimensión de encierro que se proponía para esta clase de pacientes durante esos siglos, se encuentra el Narrenturm palabra en alemán que significa la Torre de los locos.
Palabras claves: Hospitales psiquiátricos - Historia de la locura - Narrenturm - La Torre de los locos - Panóptico
El Gran encierro
Cada época difiere de las otras en sus valores y objetivos, por ello la forma de encarar los temas relacionados con la salud y la enfermedad fueron objeto de distintos enfoques que llevaron en algunos casos, a acciones más benévolas y piadosas para con los enfermos y en otras, a conductas riesgosas o inclusive crueles.
La fundación de los primeros hospitales para locos estuvo motivada por los valores cristianos de la caridad y de la misericordia. Así fue el caso del primer establecimiento consagrado exclusivamente a los locos e inocentes 1 , fundado en 1409 en la ciudad de Valencia. 2 La iniciativa fue obra del Padre Juan Gilberto Jofré 3 , de la Orden de la Merced, quien expuso desde su púlpito de la iglesia, la triste situación de es
1. Alfonso Fernández Vázquez. “Cambio en la noción de la locura. El Hospital de los Inocentes de Valencia”. Cultura de los Cuidados. España, año XIX, nº 41, 2015. Disponible en: http://culturacuidados.ua.es/enfermeria/article/view/572 2. Juan José López-Ibor. La fundación en Valencia del primer hospital psiquiátrico del mundo”. Actas Españolas de Psiquiatría. vol 31, nº 1, 2008, p. 1-9. 3. Juan Devesa Blanco. “El padre Jofré, fray Juan Chilavert”, Obra mercedaria, Vol. 12, nº 224, 1998, p. 48-104.
tas pobres personas. Como resultado de este sermón, uno de los asistentes, Lorenzo Salom, reunió a diez mercaderes amigos suyos y ofrecieron su ayuda para solucionar esta problemática. Apoyado por los ciudadanos de Valencia, se consiguió un privilegio del rey y la autorización del Papa para la construcción de un hospital con su capilla y cementerio al que se llamó Nostra Dona Santa María deis lnnocents y los vecinos de la ciudad formaron una cofradía para ayudar a sufragar los gastos. 4
Llegó así a establecerse el primer hospital psiquiátrico del mundo occidental, seguido pocos años después, en 1425, por otro similar en Zaragoza 5 fundado por Alonso V de Aragón, y posteriormente le continuó el de Sevilla y el de Valladolid. La atención dada en estos centros españoles llegó a ser de muy buena calidad, tanto desde el punto de vista humanitario como médico, al menos superior a la que alcanzarían los centros laicos similares fundados en los siglos XVII y XVIII.
Se consiguió el generoso apoyo de las personas pudientes de la sociedad para crear y mantener estas instituciones, por un sentimiento de generosidad y también debido a que la Iglesia postulaba que la ayuda de los pobres y desvalidos era una forma que les permitiría remediar las consecuencias de sus acciones equivocadas y salvar su alma en la eternidad.
Estas fueron las mismas bases que se aplicaron las órdenes religiosas durante toda la Edad Media para solventar la asistencia hospitalaria hacia los enfermos e indigentes en general. En general, puede decirse que la población medieval había sido bastante tolerante con los enfermos mentales, se les permitía vagar libremente por los campos y ciudades, alimentados y albergados por la caridad espontánea y ocasional de la gente, salvo por supuesto los casos más violentos. Esta tradición de los locos ambulantes continuó hasta bien entrado el Renacimiento, pero llegado el siglo de la Ilustración, las razones de orden social prevalecieron sobre las religiosas y terapéuticas, ya que preservar la tranquilidad pública se impuso por encima del aspecto humanitario o médico. 6
Se intentó ocultar del paisaje público la locura junto con otras situaciones negativas desde el punto de vista social y silenciar así el tema de la vida miserable
4. Carmen Viqueira. “Los hospitales para locos e ‘inocentes’ en Hispanoamérica y sus antecedentes españoles“. Revista de Medicina y Ciencias Afines, Vol. 12, nº 270, 1965, 1-33. 5. Gabriel Sanjurjo Castelao, Saray De Paz Ranz. “Acerca de Pinel, el Hospital de Zaragoza y la Terapia Ocupacional”. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. España, vol. 33, nº 117, 2013, p. 81-94. 6. Cristina Sacristán. “La locura se topa con el manicomio. Una historia por contar”. Cuicuilco.México,vol 16,nº 45,2009, p.163-188. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-16592009000100008&lng=es&tlng=es.
que llevaba una importante parte de la población. Para este fin en el siglo XVII se comenzaron a crear grandes internados. En ellos se recluyeron tanto a locos, como a pobres, desocupados, mujeres de vida disipada, rebeldes o desestabilizadores social, etc. Más que instituciones de salud, fueron instancias creadas a fin de poner orden en las ciudades, un orden que satisficiera los intereses burgueses.
Con este fin se crearon en toda Europa grandes establecimientos donde se mezclaron a su vez los verdaderos enfermos mentales con estos otros personajes caídos en desgracia. Este grupo tenía en común el ser considerado una carga social. La arquitectura de estos espacios estuvo pensada privilegiando el encierro y la imposibilidad de escapar del mismo. Al principio la entrada de la medicina en el estos lugares actuó también como un elemento regulador, se fue moldeando como un mecanismo disciplinario. La medicina y la vigilancia se asociaron a tal grado que llegó a ser difícil disociar las pretensiones de cada una. 7
Foucault identifica una fecha como la representativa del inicio de esta etapa, el 27 de abril de 1656 que es cuando Luis XIV promulga un edicto que establece una nueva categoría de instituciones, los Hospitales Generales de París. En él se determina que diversos establecimientos serían agrupados bajo una única administración. Todos quedarían afectados al servicio de los pobres de la ciudad y como rezaba el artículo XI del decreto “de todos los sexos, lugares y edades, de cualquier calidad y nacimiento, y en cualquier estado en que se encuentren, válidos o inválidos, enfermos o convalecientes, curables o incurables”. Ya sea que ellos mismos se presentaran o a solicitud de la familia, enviados allí por la autoridad real o judicial porque vagaban por las calles haciendo locuras, como causar destrozos, atentar contra sus semejantes, provocar escándalos o transgredir el orden moral, etc. En este edicto se establece una nueva categoría de institución con el propósito de albergar a todos ellos. El Hôpital Général pour le Renfermement des Pauvres de Paris (Hospital general para el internamiento de los pobres y vagabundos de París) tenía tres áreas: la Pitié, para los niños; Bicêtre, para los hombres; y la Salpêtrière para las mujeres. Este último edificio fue ampliado a los pocos años con un edificio que servía como lugar de reclusión a las mujeres denunciadas por sus maridos o padres y también se le añadió una zona carcelaria para las prostitutas.
Comenta Michel Foucault, historiador de las ideas, psicólogo y filósofo francés del siglo XX, otro
7. Oralia Rocío Hernández Loeza, Zaira Eugenia de Jesús Sarquis Alarcón. “El encierro institucionalizado”. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. Universidad Nacional Autónoma de México, vol. 12, nº 1, marzo de 2009. Disponible en: http://www.iztacala.unam.mx/ carreras/psicologia/psiclin/vol12num1/Art4Vol12No1.pdf.
Fig. 1. “Terapia de rotación lateral continua”: el paciente era sentado en una silla suspendida del techo, que giraba hasta 100 rotaciones/ minuto, con el fin de inducirle el vómito, que se suponía tenía un efecto curativo.
punto muy interesante que muestra la imposibilidad de modificar las condiciones de vida en estos establecimientos. Se confiaba la suerte de los mismos a directores nombrados de por vida, que ejercían sus poderes no solamente en las construcciones del hospital, sino en toda la ciudad de París, sobre aquellos individuos que caían bajo su jurisdicción, o sea tenían en sus manos todos los poderes administrativos y legales sobre estas personas. “Soberanía casi absoluta, jurisdicción sin apelación, derecho de ejecución contra el cual nada puede hacerse valer; el Hospital General es un extraño poder que el rey establece entre la policía y la justicia, en los límites de la ley: es el tercer orden de la represión”. 8 Son estos directores además, los encargados de nombrar al médico, que debía visitar cada una de las casas del hospital dos veces por semana, con lo cual queda claro que no se trataba de una institución médica, ni donde un profesional de la salud tuviera algún poder resolutivo.
Hospitales psiquiátricos
Deben ser las instituciones hospitalarias que más expresiones artísticas han generado, desde excelentes obras pictóricas y literarias, hasta un gran número de películas. Observar estas representaciones nos permite evidenciar los sentimientos y el trato recibido en estos nosocomios despertaban en la comunidad.
Generalmente el cine ha utilizado estos ambientes como escenarios de mal trato. Inclusive reflejando el horror de la persona sana que era internada en un manicomio en contra de su voluntad, a la que se le añadía una idea muy extendida y con una gran parte de verdad, que una vez dentro del mismo era imposible salir. Además se presentaban especialmente casos que personas que eran ingresadas a estas instituciones sin estar mentalmente enfermos o donde se agravaba
8. Michel Foucault. Historia de la locura en la época clásica I. México, Fondo de Cultura Económica. 1967.
su estado debido al trato recibido. Lo que subyacía en este marco narrativo era la creencia que algunos de los psiquiatras que allí trabajaban, eran profesionales incapaces de distinguir entre la locura y la cordura, e incluso que era capaces de buscan la enfermedad donde no la había. 9 Todo poder excesivo despierta desconfianza y sin duda los psiquiatras de aquella época lo tenían.
Hay que reconocer que en un tiempo se realizaron errores diagnósticos e internaciones forzosas en muchos de ellos que a veces padecían esos trastornos por causas orgánicas, a los que se les debía ofrecer otra forma de tratamiento. Pero también ocurrieron confusiones en los establecimientos para enfermedades contagiosas y leprosarios. Y tampoco en estos lugares los enfermos tenían un buen pasar, ni eran libres de salir del mismo cuando quisieran. Fueron épocas en que la medicina no tenía mucho que ofrecer ni a uno ni a otros y su única respuesta ante el temor de la sociedad en estos casos, fue separarlos de ella y recluirlos.
La locura además era considerada un escándalo social, una falta de límites en el comportamiento que ocasionaba rechazo. Se consideraba al loco casi en forma similar a un animal intratable. El criterio de animalidad definió la mirada de la locura en el siglo XVIII, se la consideraba como ubicada en el grado más bajo de la naturaleza humana. 10 Esto justificaba la utilización en los pacientes de procedimientos similares la una doma que intentaba refrenar su naturaleza rebelde y así poder dominarlos. Las prácticas agresivas como latigazos, encadenamientos, ayunos, maltratos de toda índole se justificaban por esa idea de animalidad de la locura, donde la humnidad pareciera haber dejado de existir. En pacientes que más graves se utilizaba
9. Beatriz Vera Poseck. “Manicomios de cine: la representación de las instituciones mentales y sus procedimientos en la gran pantalla”. Revista Medicina y Cine. Salamanca, vol 3, 2007, p.57-67. 10. José Luis González de Rivera. “Evolución histórica de la Psiquiatría”. Psiquis. España, vol 19, nº5;1998, 183-200.
además de la violencia física, cepos y cadenas como contención, insólitas intervenciones basadas en extrañas hipótesis (Fig. 1).
Estas pobres personas además de la pérdida de la libertad y de sus derechos, se le sumaban la falta de respeto. Este hecho se ve claramente por la presencia de visitantes que iban a verlos de la misma manera que actualmente se asiste a un zoológico o al espectáculo de un circo. Así uno de los entretenimientos sociales del siglo XVIII e inclusive parte del XIX era ir a ver a locos a los asilos. Esta forma de voyeurismo se convirtió en una especie de turismo en hospicios atestados como el Narrenturm de Viena, la Bicêtre de París o el hospital y asilo de Granada. Bethlem en Londres fue el caso más conocido de ésta aproximación pública a la locura. Por un par de peniques los curiosos tenían el privilegio de contemplar a los enajenados a través de los barrotes de sus celdas. Fueron siglos donde la deshumanización en el trato del enfermo mental fue muy grave pero que por suerte fue modificado gracias al desarrollo de la psiquiatría moderna.
El Narrenturm (la Torre de los Locos)
Como ejemplo de un hospital psiquiátrico donde la elección de su arquitectura muestra claramente la dimensión de encierro que se proponía para esta clase de pacientes durante el siglo XVII y XVIII, se encuentra el Narrenturm o la Torre de los locos (Fig.2).
Fig. 2. El Hospital General de Viena y el “Narrenturm”. Grabado coloreado de Josef Schaffer, 1787
Esta hospital fue creado y solventado con su propio dinero por José II, quien fuera elegido Rey de Romanos en 1764, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1765 y tras la muerte de su madre en 1780, Rey deHungríay deBohemia. Era el hermano de la célebre María Antonieta y fue educado de forma austera y con especial preocupación por lo religioso. Inteligente y cultivado, se declaraba enemigo de la “superstición” e inició un gran número de reformas durante su gobierno.
En 1781 este monarca aprobó un decreto en el que se ordenaba al arquitecto de la Corte, Isidor Carnevale, que diseñara un edificio para albergar a los dementes
de la ciudad. Así se construyó la Torre de los Locos o Narrenturm. Estaba ubicado en una esquina del antiguo Hospital General de Viena, el hospital donde Ignaz Semmelweis desarrolló su teoría sobre la fiebre puerperal, Karl Landsteiner descubrió los grupos sanguíneos y donde Freud trabajó en el departamento de neuropatología.
Consistía en una torre de ladrillos de forma cilíndrica con un techo octogonal. Tenía cinco pisos con 28 habitaciones en cada uno. Tenía además una construcción central. Su estructura se asemejaba a la propuesta en un panóptico, que era un tipo de arquitectura ideada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII. El objetivo del panóptico era permitir que un guardián, guarnecido en una torre central, pudiera observar fácilmente a la personas que estaban recluidas en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estas puedan saber si son observadas (Fig. 3).
Fig. 3. Foto que muestra la estructura panóptica del Narrenturm, con la torre ocupando el centro de la misma.
El efecto más importante de esta disposición arquitectónica es inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizara el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se estuviera ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no podía saber cuándo se le vigilaba y cuándo no. Foucault, en su libro Vigilar y Castigar escribe todo un capítulo bajo el título de Panoptismo, por considerarlo el modelo típico de una sociedad disciplinaria, que busca inducir en el detenido o internado un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Opina que el objetivo era hacer que la vigilancia fuera permanente en sus efectos, incluso si era discontinua en su acción, una máquina de disociar la pareja ver/ser visto: en el anillo periférico, se es totalmente visto, sin ver jamás; en la torre central, se ve todo, sin ser jamás visto” 11 . Así se quedaba garantizada la asimetría, el desequilibrio, la diferencia entre ambos.
11. Michel Foucault. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 180-210.
El Narrenturm fue construido siete años antes de que las ideas de Bethan fueran publicadas y a pesar de tener los elementos que lo constituyen, ya que en la parte central se encontraban las habitaciones de los profesionales, en realidad no funcionaba como tal en las ideas de Bethan de cómo debía orientarse la luz a través de las ventanas para hacer posible la visión desde un puesto central en forma permanente (Fig. 4).
Fig 4. Se pueden observar cómo era el enfrentamiento de las ventanas del círculo eterno y la torre central.
Pero la disposición de las escaleras que se ubicaban centralmente y las ventanas permitían tener el control de los movimientos de pacientes y visitantes.
Por otro lado existen reportes que el emperador visitaba la torre al menos una vez a la semana para ver su gran obra y cuando llegaba inmediatamente subía a la torrecilla que coronaba la estructura central ya que disponía de una habitación octogonalen la parte superior del edificio desde la que seguía los tratamientos. José II hizo de este hospital psiquiátrico su proyecto personal solventado con su propia fortuna y se comenta que en el diseño del edificio se detectan elementos que se creen pueden tener que ver con su supuesta condición de masón o de rosacruz. Así, se dijo que la torre tenía cinco plantas, que representarían los cinco elementos (tierra, agua, fuego, aire y éter. Cada planta tenía 28 celdas, un número que puede referirse al ciclo lunar ya que existía una creencia popular bastante arraigada en cuanto a que las personas con problemas mentales acentuaban su comportamiento errático de acuerdo a las fases de la luna, por eso que a los locos con exacerbaciones por intervalos, se les llamaba lunáticos.
Los pacientes se distribuían en base a categorías clínicas: melancólicos, histéricos, rabiosos, militares locos y alcohólicos. Cada una de las celdas tenía doce metros cuadrados o sea era bastante espaciosa y en ellas se alojaban entre una y dos personas. El tratamiento que recibían se basaba en la teoría clásica de la existencia de cuatro humores en nuestro organismo (bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre). La salud dependía, básicamente, del equilibrio de estas cuatro sustancias. Para lograrlo los pacientes eran sometidos a baños, dieta, purgas y sangrías.
El Narrenturm disponía de cuatro tipos diferentes de habitaciones. Unas de lujo, en las que se permitía a los enfermos tener un sirviente a su disposición. Costaban un florín por día, un desorbitado precio con el que una familia de cuatro miembros podía comprar el pan que consumía durante un mes. Por la mitad de precio podía adquiriese las habitaciones de las dos siguientes categorías: las que se financiaban de forma privada y las que recibían ayuda de obras de caridad. Por último estaba la cuarta categoría, que era totalmente gratuita y destinada a personas que carecían de recursos económicos
Esta fortaleza, de gruesas paredes exteriores, ventanas estrechas equipadas con pesadas puertas enrejadas y celdas equipadas con anillos y cadenas de hierro en el suelo para fijar e inmovilizar a los locos delirantes era una expresión visible de la segregación, el estigma y la penalización de las formas de comportamiento socialmente desviadas. En 1790 falleció su fundador José II. En 1796 se les permitió a los enfermos salir a caminar todos los días una hora de duración bajo supervisión, para este propósito, se construyó un jardín amurallado alrededor de la torre en 1796. Detrás de estas paredes estaban protegidos de miradas indiscretas, y también confinados para que no se escaparan.
Recién en 1817 o sea más de 30 años después que los primeros pacientes fueron mudados a ese edificio, fue nombrado el primer médico jefe. Hasta entonces, los internos fueron tratados por varios jóvenes médicos del Hospital General dependiendo de su buena voluntad para recibir un buen trato. Se les aplicaba métodos cuestionables, tales como dietas, sangrías ocasionales, laxantes, duchas frías, enemas de agua de hielo, etc. Para estos tratamientos, el agua tenía que ser traída de los pozos en el Hospital General, por lo general por los pacientes más tranquilos y por lo tanto no confinados que vivían en los pisos inferiores de la torre.
En el siglo XIX esta estructura ya estaba totalmente obsoleta por las innovaciones en el tratamiento de los enfermos mentales y además con los años el edificio se fue deteriorando. Emil Kraeplin el reconocido psiquiatra alemán refiere en su libro Cien años de psiquiatría lo que Mahir había publicado en 1846 en su texto Acerca de los hospitales insanos y donde decía al referirse al Narrenturm: “Las celdas y corredores están tan oscuros, las celdas aseguradas por portones de hierro macizo y cerraduras que más parecen un calabozo del cual sería imposible escapar. Cuando un médico visita la torre se encuentra con una extrema suciedad, un hedor espantoso y es recibido con los aullidos y gritos desgarradores de locos encadenados cruelmente con pesadas cadenas y anillos de hierro, por las piernas, por los brazos e inclusive por
Fig. 5. Cartel el museo de patología donde se muestra el plano del edificio y una imagen de la colección
el cuello…Los rostros y la actitud de todos estos locos llevan el sello espantoso del abandono, del dolor y la desesperación”. 12
A partir de 1820 el psiquiátrico comenzó a usarse también para alojar a enfermos incurables y en 1852 esa era ya su única función, ya que los enfermos mentales se fueron trasladando a un nuevo edificio, aunque algunos permanecieron alojados en el esta institución hasta 1869. Desde 1870 la torre fue utilizada solamente como almacenamiento, para los talleres y como apartamentos para el personal del hospital, a partir de 1920 también como oficinas para las enfermeras y los médicos seculares.
El museo
En la actualidad, la torre alberga el Museo Federal de Anatomía Patológica, fundado por el Emperador Francisco II en 1796 como el “Museo del Instituto Anatómico Patológico”.Tras el traslado de esta colección en 1974 la torre se convirtió en un museo federal y desde 2012 las colecciones pertenecen al Museo de Historia Natural de Viena. Es considerado el museo anatomopatológico más antiguo del mundo (Fig. 5).
Sus más de 50.000 objetos pueden agruparse en dos grandes grupos, cadáveres o partes de cadáveres conservados en alcohol y réplicas de cera de partes enfermas de los cuerpos. En el pasado, cuando no existía la fotografía, estos modelos de cera eran imprescindibles para ayudar a la formación de los médicos. Los moldes representan toda clase de enfermedades y dolencias, pero aun así se las considera verdaderas obras de arte. La colección consta de decenas de miles de muestras, algunas de 200 años de antigüedad, de órganos, piel, tejidos, y dibujos de los efectos de distintas enfermedades, que aún hoy siguen siendo objeto de estudios.
Estos preparados conservados en formol sirven para analizar cómo y hasta qué punto se desarrollaban antes ciertas patologías. Procesos que ya no se pueden
12. Emil Kraepelin. One Hundred Years of Psychiatry. Nueva York, Philosophical Library, 1963. p. 12-13.
estudiar porque son diagnosticados a tiempo o casos, como malformaciones genéticas, que son tan extrañas que apenas hay ejemplos disponibles.
Conclusión
La humanización del tratamiento psiquiátrico iniciada en los hospitales españoles en el siglo XV, fue ignorada en el resto de Europa quizás a causa de un relativo aislamiento tras el Siglo de Oro. Durante los siglos siguientes trascurrió lo que Michel Foucault denominó la época del Gran Encierro del cual quedaron antecedentes históricos que muestran lo dura que fue para estas pobres personas soportar algunas intervenciones terapéuticas inútiles y crueles y una la falta de libertad a veces casi absoluta.
En el siglo XIX esta actitud se fue modificando. Pinel determinó que la figura del médico debía ocupar un lugar crucial y tener la decisión sobre la forma de tratar a estos enfermos. Suprimió lassangríasy los tratamientos, que no servían más que para debilitar a los enfermos y otros peligros como la sofocación en pilones de agua con el paciente atado a una silla basculante, o la “cura de hambre”, etc., e instauró lo que fue conocido como el “tratamiento moral”. Si bien el método no dio los resultados esperados estableció un giro importante en el concepto de enfermedad mental, que hasta ese momento había sido considerado como algo rígido, inmodificable e incurable. La trasformación de estos conceptos derivó en una mirada que habría de conducir a la mejora de las condiciones vitales de los internados y al estudio y desarrollo de la psiquiatría moderna.
Nota: este artículo está basado en el proyecto “Historia y desarrollo de las Instituciones Hospitalarias” perteneciente al Ubacyt 2014-2017. Directora: Laura Moratal Ibáñez e Investigador formado Federico Pérgola.