Otros diálogos de El Colegio de México: París bajo los reflectores

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PARĂ?S, BAJO LOS REFLECTORES Ocultos bajo las luces de la publicidad necesaria para pagar su mantenimiento, perviven los monumentos y el espĂ­ritu parisinos

POR


LUIS ABOITES AGUILAR Historiador* DIRECTORA GENERAL SILVIA ELENA GIORGULI SAUCEDO

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CDMX: EL TESORO DE LA NACIÓN

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n 1976, Luis Unikel, Gustavo Garza y Crescencio Ruiz Chiapetto subrayaban la facilidad con que se recaudaban los impuestos directos en las ciudades (como el Impuesto Sobre la Renta [ISR], o income tax), en comparación con lo que ocurría en el medio rural. Conforme la urbanización ganó terreno, también la ganó el ISR. En el plano mundial, el income tax fue decisivo para financiar las guerras iniciadas en 1914 y 1939, así como para dar sustento al Estado de bienestar. En términos geográficos, la recaudación del ISR siguió las peculiaridades de cada país. Por esta razón, su estudio ayuda a entender las historias nacionales. En países como Estados Unidos, el ISR hizo suya la dispersión de la población y de la economía; en México, en cambio, sirvió para apuntalar el centro político. Y lo hizo en una escala inusitada. Como ocurría en otros países, la adopción y el avance de la recaudación del ISR en México impuso cambios en el sitio que ocupaba el Estado con respecto a la economía y la sociedad. El Estado se hizo más rico y su manejo más centralizado. Desde su nacimiento, en 1925, la Secretaría de Hacienda cobró la mayor parte del nuevo impuesto en la capital de la República. Mientras la recaudación fue modesta, el panorama no cambió mucho. Pero conforme creció, sobre todo durante los años de la Segunda Guerra Mundial, el lugar de la Ciudad de México ganó importancia recaudatoria. Esto fue así de la mano de la industrialización de Azcapotzalco y del crecimiento del sector servicios, y también del presidencialismo y del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En 1957, el ISR, pese a sus deficiencias, se convirtió en la principal fuente de ingresos tributarios federales, desplazando al comercio exterior, bastión de la hacienda pública durante el siglo XIX y buena parte del XX. Para entonces, la recaudación de la capital —la localidad urbana más poblada y rica del país, que además vivía años de auge económico— era fundamental. En efecto, su aportación a los ingresos totales de la hacienda federal pasó de 8 a 10 por ciento antes de 1910, a casi un tercio a fines del siglo XX y principios del XXI. Para hacer posible tal aportación, en 1961 el Distrito Federal contribuía con casi dos terceras partes de la recaudación nacional del ISR, porcentaje que había disminuido a 60 pc en 2005. Y aquí cabe preguntarse algo casi obvio: si una sola localidad exhibía tal potencia con respecto a la hacienda nacional (como una ciudad-Estado), ¿cuánto aportaban las demás a esa misma hacienda? La respuesta es que muy poco, salvo Monterrey y Guadalajara. No parece descabellado pensar entonces en una especie de insignificancia tributaria como rasgo preponderante de buena parte del país. Debe decirse, empero, que hay serias dificultades para estimar la aportación capitalina. La más importante es la relativa al domicilio fiscal. ¿Dónde pagaban impuestos los grandes contribuyentes? A finales del siglo XVIII, varios mineros los pagaban en la caja de México, aunque sus minas se hallaran en otros lugares. Tal práctica hacía aumentar administrativamente el peso de la recaudación capitalina. En 1933, la Secretaría de Hacienda ordenó que los causantes mayores del ISR (más de 100 mil pesos al año) pagaran en las oficinas centrales, ubicadas en la capital. ¿Cuánto de las estimaciones utilizadas aquí encubren en realidad prácticas hacendarias que dificultan la tarea de conectar correctamente geografía y recaudación? Sin dejar de lado esta dificultad, que por ahora no puede resolverse, es importante decir que la ciudad capital vino a menos después de 1970. Perdió importancia demográfica y económica. Por un lado, como muestra Jaime Sobrino, para 1980 era ya la principal fuente de emigrantes; la migración 2E

EL ISR ¿MAS POLITICO QUE ECONOMICO?

"En países como Estados Unidos, el ISR hizo suya la dispersión de la población y de la economía; en México, en cambio, sirvió para apuntalar el centro político. Y lo hizo en una escala inusitada".

rural-urbana era sustituida por el patrón urbano-urbano; por el otro, la participación económica de la Ciudad de México (del Distrito Federal en las fuentes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Inegi) se redujo en mayor grado todavía: si en 1970 aportaba 28 pc del PIB nacional, en la década de 2000 había disminuido a 17 pc. La desindustrialización y el auge de la economía informal, que también estudia Sobrino, cobró onerosa factura. A pesar de la profundidad de esos cambios, el lugar tributario de la capital no sufrió mayor alteración. Y tal continuidad sorprende. Si en el periodo 1925-1960 el aumento de la recaudación del ISR parecía un claro reflejo de la expansión demográfica y económica de la capital nacional, después de 1970, cuando la ciudad vino a menos en ambos rubros, el ISR proveniente de esta localidad mantuvo sus elevados montos, como tendencia propia, singular. Si se compara su aportación a la recaudación total del impuesto en 1960 (en pleno auge) con la de 2005 (en pleno declive), se verá que no hay diferencias significativas. Esta tendencia hace recordar los señalamientos de varios autores acerca de que la cosa tributaria tiene que ver más con la política que con la economía. ¿Tienen razón? La trayectoria tributaria de la Ciudad de México lleva a pensar que sí la tienen. La hipótesis es que el Estado mexicano, por su debilidad política, sólo pudo cobrar impuestos a fondo en la ciudad capital y que, gracias al ISR, logró convertirla en el tesoro de la nación. Pero hay algo más. La HERALDODEMEXICO.COM.MX


LECTURAS DE EL COLMEX

ILUSTRACIÓN: NORBERTO CARRASCO

HISTORIA MÍNIMA DE LA EUGENESIA EN AMÉRICA LATINA ANDRÉS HORACIO REGGIANI 2019, 1A. EDICIÓN , 286 PÁGS. COLECCIÓN HISTORIA MÍNIMA

CDMX: EL TESORO

60 POR CIENTO DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA (ISR) SE GENERABA EN CDMX EN 2005.

17 POR CIENTO : APORTE DE LA CIUDAD CAPITAL AL PIB NACIONAL EN 2005.

28 PC: APORTE DE CDMX AL PIB NACIONAL (1960); 66 PC, RECAUDACIÓN DEL ISR.

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hacienda local de la Ciudad de México es, entre el conjunto de las entidades federativas, la que más recauda ingresos propios, aún en nuestros días. ¿Tiene que ver ese rasgo hacendario local con la elevada contribución de la ciudad a la hacienda federal? Si la respuesta es afirmativa, como parece ser el caso, la hipótesis anterior puede completarse: el Estado mexicano sólo pudo cobrar impuestos a fondo en la Ciudad de México gracias a su singular historia política, marcada por la represión municipal. Recuérdese que en 1903 el gobierno de Porfirio Díaz acabó con la función tributaria de los municipios del Distrito Federal, y que en 1928 los posrevolucionarios fueron mucho más allá y los suprimieron. Tal hipótesis obliga a formular preguntas complicadas: ¿acaso la más elevada recaudación de impuestos federales y locales tiene que ver con la inexistencia municipal en el antiguo Distrito Federal, en la Ciudad de México? ¿Algo así como que los municipios son un obstáculo insalvable para una mejor recaudación tributaria en México? Asómese el amable lector a la Constitución de la Ciudad de México y compruebe dónde quedó la función tributaria local. Lo anterior es importante porque la recaudación de impuestos en México es bochornosamente baja en comparación con el escenario mundial. Este rasgo no se explica por una vaga naturaleza mexicana, profunda o superficial. Lejos de eso, es un fenómeno histórico del siglo XX. No se olvide que en la década de 1800 la carga fiscal que soportaba la Nueva España era mayor a la de España y Francia, aunque menor a la de Inglaterra. Por ende, la nueva condición de la Ciudad de México, la de ser el tesoro de la nación, es fundamental para entender la baja carga fiscal contemporánea. El que este provinciano, furibundo antichilango en su muy lejana juventud, escriba ahora una loa a la Ciudad de México tiene mucho que ver con la geografía tributaria del siglo XX. De varias maneras, esa historia muestra la generosidad chilanga con el país entero, y con personas como el autor. Generosidad reconocida y, por supuesto, agradecida.

A fines del siglo XIX, el inglés Francis Galton acuñó el término eugenesia (del griego "buen nacer") para designar el campo de conocimiento interesado en el estudio de las leyes de la herencia humana y de los métodos para mejorar la descendencia. Este libro analiza los fundamentos "científicos" y las políticas públicas que, desde México hasta Argentina, se pusieron en marcha con la pretensión de engendrar al "Hombre Nuevo" americano.

IMPUESTOS Y PRODUCTIVIDAD

"...la nueva condición de la Ciudad de México, la de ser el tesoro de la nación, es fundamental para entender la baja carga fiscal contemporánea". LUIS ABOITES AGUILAR profesorinvestigador

MOVILIDAD SOCIAL Y SOCIEDADES INDÍGENAS DE NUEVA ESPAÑA: LAS ELITES, SIGLOS XVI-XVIII (ENSAYO) SOLANGE ALBERRO 2019 1A. EDICIÓN 194 PÁGS Esta obra intenta mostrar algunos recursos y realidades que atestiguan que los mundos indígenas fueron estimulados por poderosos movimientos sociales, conforme los valores y esquemas sociopolíticos evolucionaron en su seno. Sus sociedades no fueron igualitarias, protectoras ni estáticas y, como todas las demás, tuvieron en su seno a las personalidades que encabezaron y acompañaron sus procesos evolutivos.

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UN REGRESO A PARÍS, LA "CIUDAD LUZ", RESULTA ENSOMBRECIDO POR UNA NUEVA PIEL SIGNIFICADA POR LOS REFLECTORES DE LA NUEVA REALIDAD

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LAS NUEVAS LUCES DE LA CIUDAD LUZ TEXTO Y FOTOS: ALEJANDRO PORCEL @por_si_acaso_

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egresar a París es como el retorno a un recuerdo siempre placentero, íntimo, pero ¿qué pasa cuando ese rememorado sitio viste un ropaje distinto, inesperado? Las demandas de la vida moderna obligan a hacer concesiones y cambiar algunas concepciones, pero la superposición de imágenes entre las efímeras aunque deslumbrantes luces publicitarias y los monumentos que distinguen a París puede hacer difícil aceptar el intercambio, uno entre lo ideal y lo real...

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SORPRESA PUBLICITARIA

"...cuando vi a estos agentes visuales de la publicidad sobre los monumentos históricos de París, me tomaron por sorpresa; especialmente, por lo que interpreté como la revelación de un orden oculto de las cosas".

¿UN MAL NECESARIO?

"Lo que observé no fue la desaparición del lugar, preservado por su territorialidad retórica, sino su resignificación por el ocultamiento momentáneo de formas viejas y la exhibición de una estética nueva". CIUDAD LUZ Iluminada mas allá de su tradición.

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LOS ESPECTACULARES oco después de mi llegada a París en enero de 2018, choqué de frente con una serie de luces que, a pesar de mi pronto arribo a Paname, identifiqué como invitadas nuevas a la colección de luminarias. Las delató su protagonismo egoísta, su oportunismo y, sobre todo, su tono blanco y estéril que desentonaba con ese amarillo que convierte las veladas parisinas en días más íntimos, alumbrados para el goce de los habitantes de La Ciudad Luz. En mi ciudad, la de México, estos reflectores aparecen por doquier como una plaga imparable. Me refiero a los anuncios “espectaculares” que se iluminan en la noche para el deslumbre de todos. Pero la obstinada repetición de estos artefactos sobre los tejados, los muros y por encima de todas las calles en la Ciudad de México los ha desprovisto de significado; muchas veces se vuelven invisibles e inmemorables. Sin embargo, cuando vi estos agentes visuales de la publicidad sobre los monumentos históricos de París, me tomaron por sorpresa; especialmente, por lo que interpreté como la revelación de un orden oculto de las cosas. Estos enormes letreros se volvieron para mí un claro símbolo de un tiempo y un poder diferente al que es visible en la fachada de los edificios antiguos. En 2007, Dominique de Villepin (primer ministro entre 2005 y 2007) decretó la derogación de la prohibición que desde 1979 negaba la exposición de anuncios publicitarios sobre inmuebles patrimoniales. Desde entonces, y con más intensidad a partir de 2011, pocos de los monumentos históricos de la capital francesa se han salvado de vestir nuevas ropas. Con la excusa de ayudar al financiamiento de la remodelación de los monumentos arquitectónicos más emblemáticos de la capital francesa, las grandes compañías tienen la posibilidad de cubrir las fachadas en rehabilitación con letreros inmensos e iluminados vulgarmente, robando y reclamando para ellos los faros de la ciudad. Durante mi estancia en París sufrieron esta suerte el Louvre, el Institut de France, la Église de la Madeleine, la Gare Saint Lazare, La Bastille, la Place Vandôme, el Theatre du Châtelet, el Hôtel de la Marine, entre otros. La controversia no se ha hecho esperar, sobre todo por parte de grupos antipub, pero muchos aprueban los anuncios como una forma de financiar las remodelaciones, “un mal necesario”. Este perjuicio ineludible resulta en la expulsión de los lugares y ritmos antiguos a un segundo plano, pero las palabras y el lenguaje siguen evocando el lugar histórico: “Para ver todo el Louvre necesitas una semana entera”, “la Bastille es la cuna de la Revolución Francesa”. Lo que observé no fue la desaparición del lugar, preservado por su territorialidad retórica, sino su resignificación por medio de un ocultamiento momentáneo de las formas viejas y la exhibición de una estética nueva. Los grandes panneaux sobre los que posaban autos Volkswagen y teléfonos inteligentes estaban diseñados para aparecer en estado de mímesis con antiguas fachadas, que se reproducen sobre la tela de los anuncios. Un tiempo pasado compaginado con nuevas mercancías y la pretensión de un continuo histórico: la moda. La afronta es muy reveladora. Esta apropiación espectacular de los monumentos en un centro histórico obsesionado con el pasado y la memoria permite asomarse detrás del telón. Se visualiza la centralidad y el portento de los poderes económico y financiero que, aunque fueron expulsados de París y concentrados en La Défense, son latentes en las ca-

PARÍS USA LA PUBLICIDAD PARA CUIDAR DE SU PASADO

" Se visualiza la centralidad y el portento de los poderes económico y financiero que, aunque fueron expulsados de París y concentrados en La Défense, son latentes en las calles centrales de la ciudad ".

lles centrales de la ciudad. Su presencia, oculta detrás de los antiguos tejados construidos por Haussmann, las chimeneas de cerámica, las piedras gigantescas de los teatros, las iglesias, el Louvre y las columnas neoclásicas de La Madeleine se revela con todo su esplendor con el pretexto de asistir la conservación de los monumentos históricos, ahora cubiertos por el velo brillante del consumo. Los espectaculares constituyen una nueva forma de ver la ciudad y de vivir sus espacios; pero no se convierten en otros lugares, sino que adquieren una dimensión alternativa, con referencias, categorías y signos… “Nos vemos en el Institut de France; ¿ves el letrero de Ford?… Justo ahí”. Son palimpsestos que apilan significados, que exaltan algunos y que desvanecen otros. Los muros son testigo y memoria. La remodelación es una intervención contra el tiempo pasado, una operación estética. Las grandes compañías financian la cirugía plástica de los monumentos en París; patrocinan la desaparición de la historia vivida, cotidiana, y la recuperación de la idea “original”: pulcra y esterilizada. Detrás de estas remodelaciones está la tensión fundamental entre el capitalismo y el desarrollo de las ciudades: la oposición entre la necesidad de los ciclos de capital de una temporalidad ágil y la rigidez del espacio construido. La renovación de París de la mano del barón Haussmann fue una vía de superación de este impasse espacial —demolió cuadras enteras—, pero dejó viejos y creó nuevos obstáculos: ¿qué hacer frente a los monumentos nacionales, los edificios protegidos por su valor histórico? Hoy, la remodelación es la herramienta para hacer imperar el paso del tiempo futuro sobre el espacio, para superar la prohibición de la demolición. Un “nuevo pasado” sin fracturas, manchas, grietas. El recuerdo del mundo sólido, rígido, de las grandes piedras y columnas, las fachadas grandilocuentes, los palacios, las magníficas estaciones de ferrocarril, los obeliscos y las estatuas se desvanece frente a 6E

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Esta cosmología contemporánea que Marc Augé denomina “sobremodernidad” es un tablado en el que el sujeto desaparece detrás del objeto, y el consumo se consolida “como una función social de prestigio y de distribución jerárquica”. Esta observación de Jean Baudrillard es esencial para visualizar la dimensión simbólica oculta, que está más allá de la función económica de todo intercambio y consumo, y que Guy Debord llamó el “espectáculo de la mercancía” en referencia a todas sus cualidades metafísicas. Si bien los bulevares de Haussmann representan la fuerza del Estado moderno de Napoleón III, los espectaculares anuncian un espacio-tiempo cascarón: vaciado de sentido y perchado en el escaparate del espectáculo. Imagínense dentro de un laberinto sin salida: sus muros son pantallas que sintonizan toda la publicidad del mundo. Ésta es la ciudad de los espectaculares. Los actos anónimos de la sobremodernidad en París son diversos. Muy cerca de Opéra murió una persona apuñalada por una agresión terrorista. La mayoría de los peatones, muchos turistas, cruzan el Pont des Arts sin percatarse de los grandes anuncios que miran La Seine, y toman la estación Saint Lazare sin notar la publicidad de AirFrance que les invita a dejar los trenes, “los vuelos son más baratos”. Muchos usan su tarjeta de crédito para comprar el nuevo iPhone en la tienda de Apple que está a un lado de Opéra. Casi todos acompañamos los espectaculares en su soledad de pasaje, en su carácter efímero y provisional. Hoy hay un nuevo paralelismo entre el cuerpo y los edificios, por el valor que a ambos les confiere el revestimiento de sus fachadas. En París los edificios también llevan ropas, marcas sobre la piel. Por un lado, el Louvre, que luce el iPhone X, es uno de los invitados más distinguidos del paisaje urbano: al centro, erguido, inmenso y lleno de reliquias. Por otro, “La Gare”, club de música en los límites periféricos de París, presume en su fachada principal un mural, una cara que se asoma desde su escondite y que te invita a pasar. La revelación está en ver detrás de los nuevos espectaculares la mirada furtiva, los ojos atractivos; el magnetismo del deseo, la música del consumo: una estética fría, pero gravemente hipnotizadora, una carretera al no-lugar.

un mundo donde se nace en la clínica y donde se muere en el hospital, donde se multiplican, en modalidades lujosas e inhumanas, los puntos de tránsito y las ocupaciones provisionales […] donde se desarrolla una apretada red de medios de transporte que son también espacios habitados, donde el habitué de los supermercados, de los distribuidores automáticos y de las tarjetas de crédito renueva con los gestos del comercio “de oficio mudo”, un mundo así prometido a la individualidad solitaria, a lo provisional y efímero, al pasaje… HERALDODEMEXICO.COM.MX

EN LA MIRA DE MI CÁMARA Decidí capturar este romance crítico que entablé con los espectaculares a través de la fotografía. Por supuesto, debía ser un ejercicio nocturno, íntimo, silencioso, en el que los anuncios gozaran de la monumentalidad física y simbólica que reclamaban frente a una ciudad oscurecida por las nuevas luces. En las imágenes que tomé hay tiempos diferentes que se entretejen en bulevares, plazas y puentes. Son espacios que refieren a un otro lugar; heterotopías, tanto de los imperialismos del pasado cuanto del neoliberalismo como proyecto intelectual, la sociedad de consumo y el sueño de un futuro delineado por la fe en el progreso y la tecnología. No me pareció coincidencia que durante mi estancia en París hubiera una tensión fuerte entre las reformas neoliberales del presidente Emmanuel Macron y la tradición social de los sistemas de trabajo y educación. Enmarcados por la conmemoración del quincuagésimo aniversario del mayo francés de 1968, los primeros meses del año destacaron por las protestas estudiantiles y las huelgas en el sistema de transporte, tocadas por el ímpetu de reivindicar la historia francesa, y la intransigencia de Macron, acariciada por el propósito de romper con el pasado. El desmantelamiento del Estado de bienestar en favor de la desregulación y la privatización, a costa de garantías sociales de larga data, y el aumento de la desigualdad son la amenaza que acecha a la sociedad francesa, junto con el empoderamiento de un movimiento conservador, reaccionario, encabezado por la figura de Marine Le Pen. Los espectaculares materializan el cambio de la economía política en décadas recientes y el ocultamiento de sus consecuencias detrás de las luces blancas y la nitidez de los letreros. Pero las movilizaciones sociales que ahora responden a este orden de las cosas delinean oportunidad de cambio: “1e mai 2018: faudra pas bégayer !”. Quizá por una solidaridad inconsciente con estos tiempos difíciles, inicié mi encomienda fotográfica de invierno. Apenas caía la noche, salía con mi Raleigh 1983 en busca de espectaculares. El frío que calaba y congelaba las manos, en especial al andar en bicicleta, volvía las misiones en exploraciones cortas y sufridas. Algunas veces acababa con la satisfacción de una imagen que denunciaba la presencia de los anuncios; otras, volvía a casa con las manos vacías. Regresaba a mi departamento a salvar las manos en agua caliente, pero no había paliativo casero que llenara el vacío de aquellas noches parisinas que no pude ver, oscuras y caídas en el olvido a causa de la ausencia de nuevas luces, 7E

LA NUEVA ESTÉTICA

"...hay un nuevo paralelismo entre el cuerpo y los edificios, por el valor que a ambos les confiere el revestimiento de sus fachadas. En Paris los edificios también llevan ropas, marcas sobre la piel".

ALEJANDRO PORCEL Escritor y urbanista

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de ese espectacular único que aún no formaba parte de mi colección de fotografías. Irónicamente, mi esfuerzo por denunciar el espíritu contemporáneo cayó en el fetiche del cuerpo y la materia: mi relación afectiva con la ciudad comenzó a guiarse por estos anuncios. Tal vez me obstiné en enfrentar sin guantes las noches frías porque era una forma de sentir, más allá de la satisfacción del consumo y la resolución de los deseos corporales. Quizá la irracionalidad de mis manos secas, rojas y cuarteadas sea la imagen más poderosa de mi empresa: el trabajo detrás del proceso de producción de mis fotografías; la imagen invisible, inexistente tras la ilusión visual del nuevo espectáculo que me empeñé en reconstruir. Mis imágenes corren el mismo riesgo que las fotografías, bellísimas, de Sebastián Salgado de las minas de oro en Brasil: están en peligro de que su exquisitez estética funcione finalmente como un velo sobre la realidad que denuncian. En tal caso, ¿para qué crear más distorsiones? El lente por sí mismo altera perspectivas, relaciones de distancia, colores, luces; el sensor de mi cámara roba un momento de luz a una realidad irrecuperable y lo guarda en la memoria digital como una ilusión óptica. Podría intentar escapar de esta trampa de la representación siguiendo a Susan Meiselas en su trabajo de archivo sobre Kurdistán, pero el dilema persiste incluso a través de su arqueología de la imagen: ¿qué imágenes?, ¿en qué narrativa? La ironía es doble cuando me percato de que, en mi denuncia a la modernidad y su reproducción mecánica, mi arma es una cámara digital Nikon, un equipo tecnológico de punta que bien podría anunciarse sobre La Madeleine y que sirve a los turistas para consumir la mercancía parisina por excelencia: su luz. ¿Dónde está la frontera entre controlar el instrumento y ser manipulado por él? Benjamin afirma que la fotografía y su reproducción mecánica es una hechura para “sacar el objeto de su halo, destruir su aura, es propio de una percepción cuyo sentido de lo idéntico en el mundo se desarrolla hasta negar lo único, serializándolo”. En esta línea, se dice que a la fotografía le falta “aquí y ahora” la existencia única de un ser que ha pasado por la historia: su autenticidad. Esta ausencia sustrae de la cosa su dimensión histórica, se vuelve atemporal, aespacial. El vaciamiento de contenido y la fractura con la tradición que hizo la fotografía en la historia del arte y su apreciación vibrará en simpatía con lo que los espectaculares hacen a los edificios históricos y al espacio urbano. Entonces, ¿por qué fotografiar estas luces y no pintarlas, bailarlas, cantarlas? ¿por qué jugar su juego? Sin duda hay un deseo de acercamiento, de tenerlas en las manos, como cartas postales. Pero el trabajo está incompleto: este relato —también reproducible mecánicamente— es un esfuerzo por devolver a imágenes y espectaculares su dimensión histórica. Los grandes anuncios son una vuelta al arte tradicional que producía imágenes para el culto. Pero como ahora la prioridad es su visibilidad, su publicidad, éstos conforman una iglesia destripada, en lugar de la intimidad del rezo frente a los frescos, el espectáculo de las nuevas luces para las masas. Me gusta pensar que mi complicidad con la monumentalidad de los espectaculares rindió frutos; con una suerte similar a la descrita por Susan Sontag para las fotografías en blanco y negro de Ghitta Carell, cuya “complicidad inocente con los deseos de los generales italianos y aristócratas de aparecer estáticos, tiesos, glamurosos expone una verdad dura y atinada sobre ellos”. El realismo deriva en un surrealismo que devela el ánimo de lo oculto, como lo hacen las fotografías parisinas de Atget. Tal vez París es la que reclama esta estética; quizá por eso mis fotografías son frías, distantes y, al mismo tiempo, románticas, emocionales. Busqué imágenes vacías de gente porque quería recrear la soledad que sentía frente a estas luces. La intimidad del encuentro es esencial; la realidad oculta se descifra en el sentimiento y no en la intelectualidad. Quizá esta discusión conceptual sea sólo una excusa para justificar la ausencia de un gran trabajo técnico de mi parte, pero me conformo con haber captado evidencia histórica, aunque sea de la deshumanización. Me imagino en el espejo después de mirar los espectaculares, una mueca deformada, grotesca, un grito del Dr. Caligari, un retrato de Chaim Soutine: perder la forma para encontrar la emoción. ¿Qué quiero de mis fotografías?, ¿qué fin para esta labor de coleccionista?, ¿cómo trasmitir las vicisitudes de la crítica, las incongruencias propias en una imagen? Es acaso el adorno de un muro un final justo, porque debo reconocer que en las imágenes buscaba belleza; pero también quise atrapar ese espíritu escurridizo. Una galería o una sala de exposición, esos espacios de grandilocuencia donde miramos con fetichismo los objetos, ¿no forman parte del espíritu que quiero denunciar? 01 DE DICIEMBRE DE 2019

Hay esfuerzos exitosos que hicieron de lo común algo extraordinario, como las tardes parisinas de Willy Ronis que democratizan las experiencias y devuelven a París su tiempo humano, o las fotografías errantes de Raymond Depardon —en blanco y negro y verticales— que deconstruyen el letargo cotidiano. También hay persecuciones de lo extraordinario, como el disparo de Enrique Metinides que atrapa accidentes y catástrofes. Yo quise unir el desastre en el orden, el derrumbe en el espectáculo estéril, y, con estas palabras, lo humano en el artefacto. Como si la ciudad fuera un templo, las pinturas y los frescos brotan en gran formato, una capilla a la que no hace falta entrar para rendir pleitesía. Basta con caminar las calles, cobijarse en su luz, conducir a su lado; ignorar o ser indiferente confirma los nuevos espectáculos como parte de una realidad política, económica y social consumada. Así como el flaneur participó y se aprovechó de las masas para vagar en el anonimato, y así como el coleccionista se sirvió de las nuevas mercancías para guardar el mundo en su repisa, el hombre contemporáneo ignora las nuevas luces hasta que son motor de fondo y confabulan casi invisibles: son ciudad, estructura y cultura. A los que queremos mirar nos queda la transgresión: arrojar un iPhone nuevo a las aguas contaminadas de La Seine. Alguna vez, a la orilla de ese río que cruza la ciudad, reflexioné sobre la ejemplar dominación sobre la naturaleza que la historia había conseguido en París. La Seine es un recuerdo del flujo de horas y épocas contorsionadas a su paso por la ciudad. Nunca es el mismo río, pero siempre se lleva un vistazo de las nuevas luces que aparecen y desaparecen en La Ciudad Luz. 8E

PRECISIÓN

En el número anterior se omitió, por error, el crédito de José Luis Rivas como traductor del poema "Barco Ebrio", de Rimbaud.

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