Veinte Pájaros
Eugenia Brito
Veinte Pájaros Eugenia Brito 2021
Diagramación y Encuadernación
Elizabeth Cárdenas Ilustraciones Julio Núñez Prólogo Bárbara Fernández
Contacto: lajoyitaeditora@gmail.com www.lajoyitacartonera.blogspot.com
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Prólogo Chile a vuelo de pájaro “Tal vez el vuelo sea la condición del habla”, poetiza Eugenia Brito en Veinte pájaros. ¿Cuál es la implicancia del vuelo? Y, más importante, ¿de qué forma el habla se vuelve vuelo o se influencia por este? El vuelo como vuelo, en la escritura, puede representar una nomadía. El significado escurridizo que caracteriza a nuestra poesía chilena. Esto Brito lo sabe muy bien, tanto a nivel de poeta y creadora, como en cuanto a crítica. Las aves de Brito vuelan y vuelan, no sabemos hacia dónde. El Chile de hoy, rociado en pesticidas las ha hecho mutantes. Las aves sobrevuelan el país y dan testimonio de sus desigualdades, desastres ambientales y del manto de la memoria dictatorial, a veces, perenne en nuestro imaginario nacional. 20 pájaros, llegado a nuestras manos el 2020, el año de la gran pandemia. La metáfora de los pájaros caídos y registrados en fotografía o vídeo, que posteriormente se convierte en documental galardonado, es una crítica profunda de algo que alguna vez discutiera Susan Sontag con relación a la fotografía de guerra. Dejar registros y no intervenir. La poesía de Brito registra esta actividad con un dejo de culpa: “A todos ellos les salió sangre en los ojos y manos”. ¿Dejamos registro indeleble del dolor para que este no se repita, o intentamos apaciguar un dolor en el aquí y ahora, so pena de no convertirnos en meros espectadores y escribanos del horror? El pájaro caído es la derrota completa. El pájaro blanco alzado al vuelo es la esperanza hecha imagen. La alondra que asciende al firmamento en los meses de primavera es la señal de vida y regeneración por excelencia. El pájaro negro, el cuervo, es el pájaro carroñero, es la muerte. Brito nos trae los veinte pájaros blancos, que descienden, que atestiguan, que incesantemente emprenden el vuelo porque ese es su propósito y ningún otro. “Los veinte pájaros vuelan con miedo, / sobre las tumbas de sus predecesores”, es el ciclo de la vida. Lo único que sabemos es la certeza de la muerte. Somos nosotros los mismos pájaros, pero esos que “alguien”, dentro del poema, mete en una jaula. También somos las aves envenenadas por la gran minería. Quien habla se refiere directamente a Barrick Gold y a Pascua-Lama. ¿Por qué, entonces, no recordar también el tremendo—y aún problemático—desastre ambiental en El Mauro? Y no es solamente el ambiente en las montañas, la explotación excesiva y sin cuidado de las rocas de los Andes lo que preocupa a la voz poética de Eugenia Brito. El tormento de sus pájaros, el tormento de Chile se multiplica. Desde la tierra irreversiblemente envenenada, los pájaros viven
atormentados en una ciudad inhóspita, donde no hay siquiera árboles donde establecer sus nidos. ¿No es lo mismo que pasa con los habitantes de un Chile neoliberal? De los chilenos envenenados en las “Zonas de Sacrificio”, de las ciudades ruidosas y hostiles, sin áreas verdes, sin espacios para una sociedad sana, donde la vivienda digna se hace imposible. La fórmula pájaro=alguien de Chile se hace evidente con la hablante percibiéndose a sí misma como pájaro, como una hija de las montañas. “Me nombro antes del final / Hija de Andes”, que se presenta humildemente antes del cierre del poema. Ella, la hija de la montaña explotada, la montaña indígena, prístina, debe emprender el vuelo. Chile, a vuelo de pájaro, se ve como una tierra distante, desconocida y tan obviamente en conflicto consigo misma. El poemario Veinte pájaros es un ejercicio de ecocrítica y memoria. Se ven también guiños a las poesías de otras grandes poetas de Chile, entre los cuestionamientos en que veo a Alejandra Del Río, alhajas que traen a colación los excesos de Marina Arrate, escaparates y luces que aparecen en la obra de Nadia Prado, la sutileza en lo simple de Elvira Hernández, por nombrar algunas. La brillantez de Brito es eso y más. Tal como en narrativa visualizamos tratados literarios y una radiografía del Chile de la dictadura y post-dictadura, como en el caso de Nocturno de Chile de Roberto Bolaño, presenciamos en la obra de Eugenia Brito una poetización de todo lo que somos y un grito, tal vez menos evidente, para alzarnos contra la explotación egoísta de nuestros recursos naturales. Estamos frente a una poesía-activismo. Brito nos muestra, desde el vuelo de sus aves en el cielo, un apego muy íntimo y humano por la tierra. La cuadrilla de pájaros es una bandada errante, como se siente nuestro Chile. El poema es urgente y necesario. La fuerza de los versos se sostiene en la lectura, no solo en la poesía misma. Nuestra actualización al leer y compenetrarnos con la propuesta de Brito nos llama no solo a apreciar un uso del lenguaje creativo y original—como lo debe ser toda poesía—sino también a reflexionar y tomar cartas en el “asunto” que es Chile y todo lo que implica Chile. Veinte pájaros es el Chile de 2020, es un sobrevuelo que evidencia tanto y que nos pide tanto más. No es solo reconocer cómo se ha envenenado a la patria, en términos medioambientales, políticos y sociales. Se debe forjar un nuevo Chile, pues esos pájaros sin árbol para anidar son nuestra propia realidad, y nosotros mismos, en cuanto a pájaros que podemos anidar una vez que ayudamos a la naturaleza a regenerarse, a través de la recuperación de la memoria y prácticas de nuestros pueblos indígenas, y por nuestra ciudadanía ya cambiada por acontecimientos actuales— desde octubre del 2019. Podemos regenerar el bosque de Chile, el bosque de nuestra democracia, que vuelvan a correr libres y limpios ríos que sacien nuestra sed de justicia y de paz y el derecho humano de vivir en una tierra libre de contaminación. “Tal vez el vuelo sea la condición del habla”, sí, porque en el vuelo, lo que hemos visto e imaginado desde las líneas de Brito comprendemos que el habla tiene poder, tiene agencia y debemos aprender a usarla.
Este prólogo no le hace justicia a la importancia de un poemario de esta altura, y la urgencia de leerlo hasta impregnarnos de la necesidad de parar lo que estamos haciendo, mirar, volar, reflexionar a fin de condicionar nuestra habla para paliar los grandes desastres que caracterizan nuestra realidad. Esta es una poesía reflexiva y activa. Tras leer Veinte pájaros queremos pensar y actuar en pos de un Chile mejor. Gracias, Eugenia Brito, mil veces gracias.
Bárbara Fernández Melleda Hong Kong, Febrero de 2021
Veinte pájaros vuelan sin cesar atormentados en el cielo Veinte pájaros blancos sobresalen entre las altas nubes Graznan y agitan sus alas en sonidos agudos y compactos Cuando la máquina cae sobre su lomo y su arista corta los tendones y las garras Una mirada abre una recta por ellos, Un foco imperial y genocida divide la carne y el hambre cae sobre los glóbulos blancos. El hambre brusco del caos y la siembra el latido y la sombra del latido un ardor buscan El cuerpo y su siembra la roca en que se juntan labio y hombre Veinte cuerpos forman un avión Planifican abiertas sus grandes alas letras de aire escrutan el metal zumban y el sonido de las horas baja y sube sube y baja sobre los hielos los mapas las ciudades
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Veinte cuerpos ermitaños alterados por las mutaciones por el grito amargo de los refugiados y los migrantes en la balsa de la medusa ululan Acompañando su paso y su gemido rectangular el cuerpo de un ave grande. Carnicera Se planta ante las otras desafiante Es un ave rapaz astuta y traicionera Mira a su alrededor Y lentamente deja caer sus plumas Y grazna Melancólico canto de sirenas Practican el horror La seducción del mal y Sus embrujos Despiertan al convulso animal que duerme Bajo la carne
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Hierro que marca el cuerpo y lo hace forja Instrumento, arado, vestuario, útil Abecedario, arma y labrador sutil que marca La tierra en el arado. Con ese hierro se forjó el milenio, Con sus instrumentos se multiplicó la semilla Con esa arma se ahuyentó al extraño Bajo esa ley se organizaron las naciones
La ecuación del arte atrajo la guerra Cuando preparaban la caza el nido tembló, cayeron los polluelos Oh, como tembló el nido Gotas de agua, gotas de amatista Ágatas y topacios, de piedras preciosas cubrieron esa zona Así cayeron los polluelos deshechos En una tierra árida y roja Así cayeron, y su simiente No alumbró pájaro alguno Pero llegaron los fotógrafos, Los videístas Y registraron sus contorsiones desarrollaron sus documentales Ganaron premio por ello Por el enfoque de la cámara Por la rigurosidad de los planos Por la delicadeza de las tomas A todos ellos les salió sangre en los ojos y manos Vistieron trajes a rayas
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Es el mundo, el mundo, el mundo La pasión por la ruina Hasta que los dejaron en el agua Para los peces- dijeron
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Ronda el desierto por el Norte el ave carnicera que desentierra los restos y que escribe lápidas y cifras y altares funerarios No es el ángel custodio ni un guarda como lo pensara Heidegger en El origen de la obra de arte ni el mejor depositario de la memoria a la que activan con vuelos cibernéticos pero vuela y sus plumas. caen en la geografía latinoamericana en el macizo andino en el océano Pacifico en la Antártica y en Isla de Pascua. Allí se deshace a la sombra de un gran moai Frente a las estrellas del norte que provocan visiones y gemidos nocturnos ordenan su legión sobre las bajas dunas. Y la corteza ancestral de los árboles es un barrial de pampa y luces pura sorpresa cósmica. andurrial y milagro
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No todo es obra de un día. Para los que nacen en la tierra. andina No todo está contenido en los milagros No vendrá el perdón de las aves ni el perdón de la hoja que cae Ni el de los niños asesinados en la dura maternidad de esta zona de fallos
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En la tierra que comienza a encostrarse No vienen los hijos de Mama Oclo. Ni tampoco los de María No se conocen las procedencias Tal vez el vuelo sea la condición del habla tras la migración de los huertos marinos
Los que habitan aquí hacen su nido en varios barcos Pero nadie se queda Soy un astro monumental y lloro lágrimas en los faldeos de pascua lama o en las orillas del Titicaca en los altos lagos del Perú Junín, Loreto, Parinacocha. Mis huevos fueron. devastadores. como surcos o grandes soles en la ribera sur del continente
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Los veinte pájaros vuelan con miedo sobre las tumbas de sus predecesores, planifican batiendo sus anchas alas su vida en torno a la agricultura y la semilla Es allí donde cae el náufrago, el cautivo hijo de los perros y de la sombra sin fin de las ortigas Su cuello lanudo y fatuo se vuelve hacia la nada Y es tierra y hambre; es sed así en la rueda de las formas así en la secreta sede de las formas
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Nieve y luz de sol, gaviotas de aguas dulces, peces transparentes, la medusa y sus ojos vacíos el veneno brillando en el oxígeno y la sal el horno en el cuerpo, el horno en la comisura de los labios. De ahí bebe el naufrago sin alas Nace ante el gusano de piel verde Nace entre la oruga y el liquen nace de piel amarilla y seda blanca Nace como el hilo de seda y oro Vuela Y llega a los volcanes y a los lagos Tras encender el fuego Y crepitar ante el sol El náufrago vuelve a ser devuelto a las arenas. De su boca salen el trabajo y las horas
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Así el esfuerzo del metal: La llama que arde abre su paso Desde el tiempo. crepitan las horas del furor Su grito enciende una vibración en las constelaciones y divide el espacio en estaciones, tramos y nubes de variada existencia. Sus alas son aspas de molinos que gorjean y gruñen son aspas que mueven sus brazos y giran con locura y temor, con sonido y con ira con ruidos geométricos, con pausas entre cantos y ruidos y tambores. Son una irradiación molecular. Un agujero negro Que despacio se vuelca entre el aire y la nada,
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balanceando la atmósfera entre soles distantes y más distantes aún y desencarnadas estrellas. Y los veinte pájaros miran asombrados ese estallido molecular Esa vasta zona de embriones. hay silencio en sus cantos y su habla acuna la fiebre de los sentidos, y con ella el hambre de los bosques que huyen del canto desplomando la frágil textura de su carne. Sus plumas se apegan en la primera helada bajo los nuevos soles está el planeta frío y el niño que acunaran sus vastas alas blancas se duerme en el amanecer de los estampidos.
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Hay huellas por doquier en esta zanja Alguien llegó y midió el paisaje Alguien se acostó en la noche fría Alguien grabó sus pasos en la tierra E inició un cementerio bajo un árbol sin hojas
Alguien sacó los polluelos del nido Alguien los puso en un corral Alguien los registraba todos los días Alguien los privó de movimiento
Es ése el cementerio que buscan los pájaros Sus cruces portan en el plumaje Notas grises como la radiación de la luz tras los gases
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Estelares destellos y gases ominosos cianuro y mercurio desde pascua lama
Aves envenenadas por la Barrick Gold En las cumbres se posan Sus células bajan por las aguas Dejando luces de plata y oscuros agujeros en la superficie Y cráteres sin aire.
Pero cuando la tierra se disuelve en agua
Un pájaro cae bañado en oro Y su cuerpo dibuja ondas allí donde el cianuro Se apoderó del pecho y de las alas Dorado Iceberg Si el dulce licor trae la gota Que derrama en el cuerpo vida pura El veneno se enquista en los pulmones y hace de la sangre Agujeros de piedra, así las aves
Rodeando la vasta cordillera con su número astral
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descienden a las cumbres y en los atajos instalan sombras frías cavidades matéricas donde se instala el suburbio mineral y sudamericana
Ese planeta vago, es el ojo errabundo que cuidará los lagos y los ríos. Ellos harán de la montaña el lugar fértil.
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Redes tejen las algas y bajo ellas la máscara de sal de la lagarta y la ruda sangre de la pantera se enrollan Aguas abajo taladrando la tierra y quemando raíces el reptil saqueó nidos, la pantera buscó la carne entre las raíces ¿dónde estaban los polluelos entonces? ¿bajo qué acuerdo terrestre? ¿qué desaire a la luz de los confines?
allí donde las madreselvas florecen el aire se constituye en las estepas como foco ciego y contaminado
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Por eso los pájaros vuelan hacia atrás y caen lacerados abatidas las alas como disparos albos en el cielo su luz resplandeciente congelando los días Hacia abajo la noche y enredados entre púas el hombre y el tordo la torcaza y el hombre la luz que viene de la sombra e ilumina el llanto de las cicatrices
Adiós aves ruiseñoras Adiós canto feroz del águila guerrera
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Los dos son un fantasma en la herida del vuelo En su cerco la noche emplazada de espinas los pájaros caen uno tras otro el cuello herido su sangre sale por mi oído izquierdo. el tímpano se rompe cuando termina el vuelo
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En el pecho del hombre, que también cae el pico ensangrentado de un tordo. No fue su rifle no el voraz de la sangre No fueron las armas del cazador sino el abrazo del tatuador de cuerpos que buscaba en esos pájaros una sepultura Las plumas blancas escriben por doquier en la tierra seca la ficción del tiempo. A su lado, el hombre y su metal de acero.
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Su cuerpo es en la arena oscura Sal en la orilla del mar y jade Su cuerpo es en la orilla oscura Lápiz de acero y brillante gota De luz En su derrame terco, en su asfixia pulen Los granos de la tierra el habla Y escriben, basta Hagamos sonar las uvas y las algas Hagamos brillar la espuma entre los cuerpos de ellos hacemos el collar que no habrá un Pacífico sin la cadena de sus hablas De sus gritos que como aluviones Vienen desde la tierra abandonada de los hombres Y caen sobre la playa, sobre las aguas Como avión fantasma entre siluetas frías.
Espejos de la nada y de tiempos idos Medusas pálidas cuyos ojos desnudos y sus filamentos buscan venganza en las tardes húmedas
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y azules, rojas, verdemarinas gemas hablan con el sollozo de los navegantes hablan desde la marea alta y el naufragio de los barcos ¿dónde estará el ona?¿ dónde el chamán implora? dónde el hombre que bregó en los hielos su témpano de nieve recostado en la brisa se mueve como ala que busca viento y aterriza en la nada.
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Un avión baja zumbando y entierra el pico en la arena yerta. Huye de las constelaciones de la sangre de los grupos más grandes de los hermanos mayores de la desesperanza De la tierra huye de las familias huye del hambre
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En el acoso agreden como la hiena hambrienta saltan sobre los ojos y su sorpresa rompen Ah, pájaros salvajes
No descansan en los árboles Ni en el nido de las ratas viajeras Ni en el de las abejas comedoras No descansan Giran Giran Hasta caer exhaustos en el polvo Después son números, números imaginarios
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Esa es mi tierra envenenada. Esa la atmósfera de la noche que crece. Ese el latido por donde se mece el susurro del habla, Ése, el entrecortado medallón de los cautivos que abren sus párpados y Preguntan si hay, si habrá llegado la hora de la calma. No hay tal, contestan los pájaros heridos, Atormentados en el valle. Abro también mi casa en este valle Enrollada como una serpiente Y así encamada, divido este planeta En el vellocino de oro y el de plata. Veinte pájaros saltan entre luces de neón Golpeando el cuerpo En los escaparates de la ciudad. Duerme serpiente y no alucines Duerme teñida en el coral que inunda De fuego su matriz de agua dulce En una muda de tus pieles, las algas claman Detrás de las antilíneas y de los cristales.
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VII Los nidos que faltan Era una familia, un grupo grande de aves que volaban simétricamente por el cielo Unos de ellos dejó caer sus plumas manchadas y lo desnucaron inmediatamente No gustaron sus plumas acicaladas con colores grises y pardos, con tonos verdes, sus ocres palpitantes recordando la tierra y sus bruscos ovarios temerosos Ahora vuelven los pájaros y su misterio corona de presagios el orden de su vuelo De vez en cuando, uno de ellos se acerca para mirar el ojo Y quién dirá algo por los nidos que faltan perdidos entre árboles ciegos que olvidaron por completo el sonido de su leyenda Y ahora, en el vacío, descansan mudos esperando la tala, la acción final y su derrota en el hacha.
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Los 20 pájaros pastan al sol Qué día…. Qué milagro Suben hacia la cordillera y desde ella vuelven desde la cima a comenzar a tejer las horas y el olivo
37 | Eugenia Brito
A tejer de granate el día Qué melancólico Susurra
Andes viene bajando Dicen Y yo
38 | Veinte Pájaros
Enterada Me dispongo a bajar desde la última colina Hacia el final Me nombro antes del final Hija de Andes Un poco de aire volando en esta tierra.
El designio fue caer no lo cumpliste Te hablaron desde lejos Ven ave canora Dilo
39 | Eugenia Brito
No pudo hacerlo Pero gritó
El color es blanco por desvío del ojo Que tramó el discolor, la afonía del habla y dejó
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En la letra, la pluma y el esmalte. Para habitar el viento El tañido del viento que borra huellas al azar Así en el silencio se queda como un geómetra El aire Para alcanzarlo Huellas finitas bucean en la fuga del tiempo y en su tramado Arde un latido . Tarde tras tarde cumple con la función de recordar En una sinfonía aérea que el viento al azar borra o deshace Así yace el silencio de lo que se vio Y quedó como destello Una insinuación del aire El hueso crece. lo pule el mágico roedor de los comienzos Y escribió escribió veinte designios grises. Veinte aves de cabeza pequeña y fuerte veinte caracteres para ampliar las notas del amanecer y el folio de los días
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El blanco cuerpo de esos humores vítreos de esas gasas que vuelan y desnudan la luz atravesando el paso monótono del tiempo ruidoso, fatal y mensajero. Es el teatro espectral del nido andino volando por la cordillera y por los mares blancos.
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V E I N T E
P Á J A R O S
Eugenia Brito Este ejemplar está confeccionado a mano por La Joyita Editorial, mientras seguimos en cuarentena y estado de emergencia. En la portada hemos reutilizado cartón Febrero 2021
N°
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