Ellas y Ellos, 10 de Febrero de 2013

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¿CULTIVAMOS LA MISERICORDIA?

Mencionaremos las comunidades o fraternidades, que por la común- unión, llegan a la percepción universal del amor y también a un conocimiento más real de la misericordia. Lugares donde la persona pueda confiar, encuentre el respaldo y sea tratado no como uno más, sino como un protagonista. Eso es el recurso del amor, la gran solución de Jesús, el secreto del reino. Hay algo que siempre cura. Y es la misericordia. No nos cansaríamos nunca de acentuarlo. Cristo curaba por misericordia, la misma que sigue actuando. Lo vieron los fariseos y decían a sus discípulos: “¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?”. El oyó y les dijo: “No necesitan de médico los sanos, sino los que están mal. Vayan y aprendan que significa: misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores. Mateo, 9 -11-13. Cristianos sin misericordia nunca comprenderán a Jesús y no tendrán nada que transmitir. Tener misericordia es sentir en el corazón la miseria, la herida ajena. Sufrir con el que sufre, llorar con el que llora. “Alégrense con los que se alegran, lloren con los que lloran. Tengan un mismo sentir los unos para con los otros….nos dice Pablo en Romanos 12, 15-16. Quizás sea una pobre anciana sola a quien nadie escuche; un hombre a quien su mujer ha abandonado; una muchacha despreciada y abusada por su novio; un hombre joven que está postrado enfermo, y se siente inservible; alguien que tiene el tiempo de vida y de salud contada; una madre que peregrina por los hospitales con su criatura en brazos, sin cura posible; simplemente alguien que busca luz en su vida, que está sumido en la desilusión y el hastío. Alguien que sufre de insomnio; otro que es alcohólico; esa joven que vive amargada, solitaria, con fobias y miedos. Ese hombre sin trabajo a pesar de su honestidad y sus méritos. Una persona que tiene éxitos económicos, pero arrastra una vida vacía; jóvenes hastiados de una vida, vendaval sin rumbo, sin esperanzas, sólo porque no conocen algo mejor. Humillaciones, traición,

menosprecio, fraude, soledad, injusticias, pecado, descrecimiento… Hay lágrimas en los ojos. Muchos de las veces se han secado, pero quedan en el corazón resacas de sentimientos y odios macerados.

VIDA EN FAMILIA

SUPLEMENTO DOMINICAL I AÑO 7 I Nº 312

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Vitalidad

El dolor de la garganta

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En forma

Remedios para la indigestión

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Padres e hijos

Evitar la violencia en los niños

MISERICORDIA ENCARNADA Podemos parecer sentimentales, pero lo que falta son sentimientos rápidos por el padecimiento ajeno, lágrimas y emoción por ellos. Entregarse a los demás es tener misericordia. Pero muchos de las veces regateamos esa misericordia para no involucrar nuestro corazón en sentimientos ajenos, para no comprometer nuestro pensamiento con preocupaciones que no nos pertenecen, para no dar nuestro ser a todo ello. Misericordia que si la negamos, no entra en nuestra alma, y cuya ausencia nos llena con esa enfermedad que se llama egoísmo, que Jesucristo tantas veces fustigó en los fariseos que lo irritaban cada vez que hacían del sábado un obstáculo a la compasión. Sin entrega no hay servicio. Sin servicio no hay apostolado.

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Una fuente de mal, tan difundida en nuestros tiempos, es la soledad como abandono y aislamiento. Algunos galenos llegan a decir que es una situación que duplican las posibilidades de enfermedad. El sentirse marginado y no tener a quien ir, engendra un peligro para la salud. Recordemos a la rubia de Hollywood, Marilyn Monroe, que se suicidó después de recurrir infructuosamente a alguien por teléfono; no tenía a nadie que la escuchara.

oy la televisión, nos aísla, al igual que nuestra civilización globalizada y la desintegración de la familia. Esto hace que los grupos humanos se cobijen en Asociaciones, Iglesias, Grupos de Oración…, en donde la gente no sólo encuentra compañía, sino alguien a quien contar sus penas y alegrías, y sobre todo ése sueño tan grande del encuentro con Jesús, que vino para que nunca estuviéramos solos.

ellos

Segundo Calle A.

ellas

EL MERCURIO I FEBRERO 2013 I DOMINGO 10

Uno de los actos de mayor misericordia es escuchar al otro, que diga todo lo que quiere decir, que hable, que cuente sus cosas, sean importantes o nimeas; en otras palabras, que su corazón experimente la alegría y la satisfacción de sentirse “alguien” para otro. Si estamos en la comunidad de una Iglesia constituida por personas sin mayores problemas, ni pobres, ni enfermos, ni necesitados, ni angustiados, ni doloridos por conflictos familiares, ni atormentados; la Iglesia pierde su ímpetu misionero, su natural expansión decae, el espíritu se ahoga… El sentido de “pertenencia” que puedan dar grupos bien constituidos, con un estilo propio. Aquel que sienta que “pertenece” ya estará a salvo del silencio profundo del aislamiento. Cultivemos la misericordia y veremos maravillas en curaciones, así como veremos muchos prodigios, porque seremos los continuadores de Jesús, que es la misericordia de Dios hecha persona en nosotros, la Misericordia encarnada. Si se cultiva la Misericordia, la Paz y el Amor de Dios, estas descansan en las playas apacibles y bondadosas de los corazones de quienes saben hacer las cosas con absoluta entrega y amor al prójimo.

San Valentín... la inocencia del amor y la amistad!


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