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Cultural
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COLOMBIA:
La identidad
del dolor
Los desastres de la guerra y sus males psicol贸gicos en la poblaci贸n. P谩ginas de 8 a 10
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PSICOLOGÍA
La educación exige emociones El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas Por Borja Vilaseca ¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa
La voz de los adolescentes “Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela”. Gabriel García Márquez
de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”. Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el Siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.
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PSICOLOGÍA Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior. Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido. Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales: el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda), la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”. La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como
lo que verdaderamente les apasiona. En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo. La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del Siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA. La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan: Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo. Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar
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el propósito de vida que se persiga. Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino. Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno. Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación. Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido. Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero. En vez de seguir condicionando y limitando la mente de l as nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma
¿Para qué sirve? “Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente”. Lao Tsé
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natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y éstos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación.
Claves para saber más LIBRO ¡Esta casa no es un hotel! Irene Orce (Grijalbo) Este libro es un manual de educación emocional para padres de adolescentes. Está escrito desde la perspectiva de los jóvenes, y su intención es proporcionar claves y herramientas para que los adultos aprendan a crear puentes más constructivos con sus hijos. DOCUMENTAL La educación prohibida Un documental que propone cuestionar las lógicas de la escolarización moderna y la forma de entender la educación, visibilizando experiencias educativas diferentes, que plantean la necesidad de un nuevo paradigma educativo.
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FOTOGRAFÍA
“El editor prefería otra foto en la
que se tapaba la cara con las manos” Steve McCurry, el fotógrafo de ‘La niña afgana’, mítica portada de ‘National Geographic’, detalla la historia en torno a la instantánea Por Laura Rivas Martínez “Le hice entre 7 y 10 fotos, porque se sentó sólo durante un minuto. La elegí por sus ojos tan llamativos. Era alumna en un colegio de un campo de refugiados afganos en Pakistán. Ya había fotografiado a algunos de sus compañeros, así que no hubo que convencerla mucho. La profesora les explicó lo que yo estaba haciendo allí. La niña era un poco tímida; sólo tenía 12 años. Creo que no entendía mucho de periodismo. Yo sólo era un hombre extraño que hablaba una lengua rara. Eran las once de una mañana en noviembre; hacía frío. Yo llevaba un jersey. Cinco años antes, en un viaje distinto, había ido solo, de freelance, y tuve que salir de Pakistán con los negativos cosidos dentro de la chaqueta. Cuando volví en 1984 e hice esta foto fue con National Geographic. Envié el negativo por correo a la revista
Steve
McCurry
‘La niña afgana’, portada de ‘National Geographic’ en junio de 1985.
Nació en Filadelfia (EU) en 1951. Cuando la URSS invadió Afganistán en 1979, comenzó a fotografiarelladohumanodel conflicto. En 1985, la imagen bautizada ‘La niña afgana’, tomada un año antes, fue portada de la revista ‘National Geographic’ y lo lanzó al estrellato. Ha retratado las caras de la injusticia en todo el mundo.
y hoy lo tengo guardado en mi estudio. El editor de fotografía en principio prefirió otra imagen en la que ella salía tapándose la cara con las manos. Pero la que publicaron finalmente es mucho más fuerte. No me imaginé que llegaría a la portada de la revista. Solo intenté hacer un retrato interesante. Para hacer fotos necesitas paciencia. He estado en Afganistán unas 30 veces. La primera, cuando la guerra acababa de comenzar y EU apoyaba a los muyahidin, antes de que empezaran a combatirlos. Los afganos siempre han sido muy amables conmigo. Muchos de mis amigos de allí murieron o han terminado refugiados en otros países. Encontramos a la niña 17 años después y averiguamos que se llama Sharbat Gula. Hablamos con ella una vez al mes. Es viuda y tiene tres hijas. La revista le compró una casa y pagará los estudios de ellas. Ese es su sueño”.
REPORTAJE
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Chen Guangbiao, el millonario más extravagante de China
- Es un personaje inclasificable que amasó su fortuna con el reciclaje. Asegura querer fomentar la filantropía y el respeto al medio ambiente. - Ha intentado comprar grandes compañías internacionales, pero sus iniciativas y actitudes le han acarreado críticas en todo el mundo y la desafección del gobierno chino. Por Zigor Aldama Como cualquier otro día, Chen Guangbiao llega a la sede de su empresa en bicicleta. Pero es consciente de que tiene una visita esperando en la puerta, así que no desperdicia la ocasión para reafirmar el excéntrico carácter que lo ha hecho famoso en todo el mundo. El polémico multimillonario, autodenominado “el filántropo más prominente de China”, comienza el inesperado espectáculo antes incluso de estrechar la mano. Realiza varias piruetas sobre las dos ruedas y luego desmonta. Sin mediar palabra, muerde la parte posterior del sillín para levantar la bicicleta con la fuerza de su boca antes de acabar el show con una reverencia al estupefacto público. Es la imagen de histrión que se empeña en proyectar un hombre que desconcierta a propios y extraños con una larga lista de inusuales propuestas destinadas a construir “una China mejor”: comercializó aire puro enlatado para llamar la atención sobre la contaminación que devasta el país, destrozó un Mercedes con un taladro industrial para animar a sus compatriotas a utilizar la bicicleta, repartió dinero en efectivo entre los más necesitados de la provincia rebelde, Taiwán, y en diciembre del año pasado rizó el rizo con una oferta para adquirir el diario The New York Times, en el que previamente había contratado una página de publicidad para hacer saber al público estadounidense que las islas Diaoyu pertenecen a China, un país que disputa con Japón su soberanía en uno de los conflictos que más tensión crea en Extremo Oriente. No obstante, sus empleados advierten de que la extravagancia es solo una fachada de marketing que esconde una estructura intelectual muy sólida. Chen
Chen Guangbiao, multimillonario chino, ha hecho su fortuna con el reciclaje y al margen del Partido Comunista.
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es uno de los pocos empresarios chinos que se han hecho a sí mismos de la nada y sin conexiones en el Partido Comunista. Su fortuna, estimada en unos 600 millones de dólares por el informe anual que publica el Instituto Hurun, sale de la innovación del pujante sector del reciclaje: la empresa que preside en la ciudad de Nanjing, China Huangpu Materiales Reciclables, utiliza los escombros de edificios derribados para convertirlos en nuevos materiales de construcción. “Eres un emprendedor con conciencia, por eso te respeto”, le dijo el anterior primer ministro, Wen Jiabao. El verdadero Chen, que habla con gesto serio y palabras bien medidas, se manifiesta en cuanto la cámara fotográfica deja de disparar y él toma asiento en su despacho. Comienza la conversación utilizando diferentes episodios de su niñez para explicar el porqué de sus golpes de efecto. “Nací en 1968 en el seno de una familia pobre. Teníamos dos gallinas, y nuestros únicos ingresos procedían de la venta de los huevos que ponían. Siete de mis ocho tíos y dos de mis hermanos murieron de hambre durante la Revolución Cultural (1966-1976), y si yo estoy vivo es porque nuestros vecinos se sacrificaron y compartieron la poca comida que tenían con nosotros. Ahí comprendí cuál es el verdadero significado de la caridad y la importancia que tiene”. Con nueve años hizo otro descubrimiento sobre la naturaleza humana que ahora guía muchos de sus actos. “Como no teníamos dinero suficiente para pagar mi matrícula escolar, pasé todo el verano vendiendo agua que cogía de un pozo y que llevaba hasta el pueblo, a un kilómetro de distancia. Con lo que me sobró ayudé a pagar el curso del hijo de nuestro vecino, y por ello la profesora me premió con una estrella roja de papel. Como no tenía otra cosa a mano, utilicé un moco para pegármela en la frente y que todos la vieran. Al día siguiente, muchos otros niños estaban ayudando en diferentes tareas para conseguir una distinción como la mía. En ese momento me di cuenta de que no basta con hacer el bien, sino que es necesario mostrar el bien que se hace al mayor número de gente para que cunda el ejemplo”. Ese es precisamente el efecto que Chen busca entre el creciente grupo de mul-
REPORTAJE
El hombre de negocios, en el comedor privado de su oficina.
“Hay empresarios en la cúspide, pero puede que mañana estén en la cárcel”. timillonarios chinos. Con la cobertura mediática que obtienen sus llamativas puestas en escena apela a su responsabilidad social. “Si tienes un vaso de agua, te lo bebes; si tienes un cubo, lo guardas en casa; pero si tienes un río, has de aprender a compartirlo. No podemos olvidar que nuestra fortuna la hemos hecho gracias a la política de apertura que inició Deng Xiaoping y al duro trabajo de todo un pueblo”, sentencia mientras sorbe un té verde con una mano y gira las bolas de madera de un fozhu, la tradicional pulsera de oración budista, con la otra. De momento, su ejemplo no cunde. Aunque 358 ciudadanos chinos amasan ya más de mil millones de dólares, un número que solo supera Estados Unidos, en 2012 donaron únicamente un 4% –en torno a 10.000 millones de dólares– del dinero que destinaron a fines benéficos sus homólogos de la superpotencia americana. Y el año pasado los 100 mayores filántropos de China, cuya fortuna se estima en unos 200.000 millones de dólares, se desprendieron de una cuantía inferior a la que donaron Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, y su esposa. “La mayoría de los adinerados chinos prefieren ser dis-
cretos y pasar desapercibidos para evitar llamar la atención de las autoridades. Además, existe una gran desconfianza en las organizaciones caritativas, que han estado salpicadas por multitud de escándalos, y falta un marco legal que regule las donaciones”, explica el profesor de Economía de la Universidad de Fudan Liu Weixiong. Desafortunadamente, aunque China ha avanzado mucho en el terreno de lo material, en lo que respecta a la calidad humana de la población el desarrollo ha sido muy inferior”, añade Chen. “Prevalecen la avaricia y la falta de respeto hacia el prójimo. No hay más que ver todos los escándalos que nos rodean. No importa que se juegue con la vida de las personas adulterando alimentos o contaminando los ríos: muchos empresarios no tienen escrúpulos a la hora de hacer negocios, solo buscan el dinero fácil y rápido. Se están enriqueciendo a costa del medio ambiente, dilapidando los recursos que pertenecen a todos, con la connivencia de algunos dirigentes corruptos. Pero puede que hoy estén en la cúspide del éxito y mañana acaben en la cárcel”, dispara el multimillonario, en clara referencia a la cruzada contra
la corrupción que ha lanzado el actual presidente, Xi Jinping, y que ya se ha cobrado dos víctimas de alto rango: el exsecretario del partido en Chongqing, Bo Xilai, y el exjefe del aparato de seguridad pública, y miembro del Politburó, Zhou Yongkang. “Hace muchos años que me prometí hacer dinero honestamente: trabajando duro, pagando mis impuestos y sin corromper a funcionarios. Fue cuando traté de alistarme en el Ejército. Suspendí los exámenes cuatro años seguidos, hasta que me dijeron que la clave, si no tenías conocidos dentro, estaba en sobornar a los oficiales aunque solo fuese con unos cartones de cigarrillos. Entonces desistí”. Por la misma razón, Chen tampoco tuvo éxito en su intento de afiliarse al Partido Comunista. “A los 10 años empecé a recoger botellas para reciclar y con 14 ingresé 14.000 yuanes en el banco, una suma astronómica para un adolescente de mi pueblo –Sihong, en la provincia oriental de Jiangsu–. Utilicé ese dinero para comprar un proyector y mostrar películas de la propaganda, como las del héroe Lei Fung, hasta que pude pagar mi propio taller mecánico”. Luego, en la década de 1990, Chen estudió Medicina Tradicional China y obtuvo su primer éxito profesional cuando patentó un aparato de acupuntura de baja radiación que sirve para el diagnóstico de diferentes dolencias. Con la venta de esta máquina, el multimillonario empezó a serlo. Pero fue su visión a largo plazo la que lo convirtió en uno de los 300 ciudadanos chinos más ricos. “Comenzaba entonces el boom de la construcción y se derribaban infinidad de edificios. Me di cuenta de que los escombros no se aprovechaban, pero pensé que podían ser valiosos”. No se equivocaba: con su reciclaje descubrió la forma de hacer dinero y de ayudar a la conservación del medio ambiente. “Mi éxito no ha sido un accidente, y creo que soy el reflejo del sueño chino. Pero como no tengo el carné del partido, la mayoría no lo quiere reconocer. Soy un patriota, amo a China, pero no a su funcionariado”. Sin duda, su discurso incomoda a muchos. Tanto en el ámbito empresarial como en el político. Chen asegura que su relación con las autoridades locales es muy tensa “porque tienen miedo de cualquiera que piense libremente y que pueda poner en peligro su estatus”;
REPORTAJE explica que en algunas provincias su empresa está vetada por los políticos, “que solo conceden proyectos a sus amigos y a quienes les dan sobres por debajo de la mesa”, y reconoce que teme represalias en forma de acusaciones falsas que lo terminen metiendo entre rejas. “Sé que tengo que andar con pies de plomo. De momento, la notoriedad de mis acciones en el extranjero y el respeto que me tienen los dirigentes del gobierno central en Pekín me protegen de eso”. Para apuntalar esta afirmación, Chen señala los casi 2.000 certificados de honor, diplomas y medallas que reconocen sus actividades filantrópicas en China y que cubren hasta el último rincón de su despacho. Y luego se levanta para mostrar las fotografías que presiden un adyacente salón de reuniones. En la suntuosa estancia decorada al barroco estilo de dinastías pretéritas aparecen las instantáneas en las que el multimillonario se retrató con los máximos líderes de ayer y de hoy: abundan los miembros del mayor órgano ejecutivo del partido, y no faltan ni el anterior presidente, Hu Jintao, ni el actual. “Tengo mucha esperanza puesta en Xi Jinping. Es un gran mandatario que da confianza a quienes creemos en el Estado de derecho y en la meritocracia. Estoy convencido de que cuando acabe su gobierno, dentro de nueve años, apenas quedarán corruptos y habrá cambiado la mentalidad empresarial”. No obstante, Chen es implacable a la hora de afirmar que China no superará a Estados Unidos como principal superpotencia mundial ni siquiera en los próximos 100 años. “La influencia global no es algo que se pueda medir en términos absolutos de PIB, una variable en la que China tiene gran ventaja porque cuadruplica el peso demográfico de Estados Unidos. No, el poder viene determinado por la riqueza que disfrutan sus ciudadanos, su solidaridad, el sistema social que rige el país y la responsabilidad que adquiere en el mundo. Nosotros todavía estamos muy lejos, nos faltan talentos, y la avaricia va a suponer un freno importante porque está agotando nuestros recursos naturales a gran velocidad”. Dos de sus socios esperan en otra estancia, por lo que Chen propone continuar la conversación durante el almuerzo que su cocinero personal sirve en un comedor privado del mismo edificio. El menú
incluye sopa de pescado, cangrejo, diferentes platos de verdura, carne en salsa y un pez globo cuyo poderoso veneno, 12 veces más tóxico que el cianuro, puede matar a un ser humano en cuestión de minutos si no está cocinado adecuadamente por personal que necesita una licencia especial para hacerlo. “No se preocupe, que lo prueban en la cocina antes de servirlo”, bromea uno de sus proveedores, con el que Chen discute asuntos de negocios sin importarle la presencia de gente ajena a los mismos. Indiferente también a lo que puedan pensar sus socios de las críticas que lanza, tras dar por concluida la negociación concerniente a la empresa, Chen se gira a su izquierda y continúa respondiendo a la última pregunta. Con gesto sombrío, muestra su tristeza porque considera que muchas de las críticas que recibe en su país son injustificadas. “Se puede estar de acuerdo o no con mi forma de hacer las cosas. Pero, en vez de buscar lo positivo en mi mensaje de respeto al medio ambiente y en mi lucha por construir una sociedad igualitaria, hay quienes prefieren difamarme”. No en vano, el controvertido capitalista rojo, al que algunos han tachado en público de bufón y de charlatán, ha sido la diana de varios artículos publicados por diferentes medios chinos. El diario sensacionalista The New Express fue uno de los primeros que puso en duda el altruismo de Chen. Según las investigaciones llevadas a cabo por sus periodistas, los 1.000 ordenadores que el multimillonario prometió a una fundación de la provincia noroccidental de Xinjiang se convirtieron en 500; el edificio que construyó para albergar una residencia de ancianos está, en realidad, habitado por miembros de su familia, y la cuantía de muchas de sus donaciones ha resultado inferior a la que anunció. El Southern Metropolis Daily, un periódico reputado, le acusó después de estar involucrado en demoliciones forzosas con las que se habría lucrado su empresa de reciclaje, que el año pasado obtuvo unos 37 millones de dólares de beneficio gracias a su trabajo en 200 edificios derribados. Periodistas como Ye Wentian han ido incluso más lejos al denunciar en Weibo –el Twitter chino– que, después de haber escrito críticas sobre Chen, recibieron amenazas de muerte y fotografías de cadáveres a
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“Hay que trabajar duro, pagar impuestos y no corromper a funcionarios”.
El empresario haciendo malabares con un modelo de bicicleta como la que donó a varios centenares de ciudadanos de Pekín en 2012. través de e-mails anónimos. Pero ninguno ha aportado más pruebas que los testimonios de algunos vecinos, y Ye reconoce que no puede asegurar que Chen fuese el responsable. El empresario prefiere no ahondar en la polémica, pero tampoco se queda callado. “Jamás he hecho algo ilegal. El 50% de los beneficios de la empresa se destinan a proyectos benéficos. Además, después de la cena a la que asistí con Warren Buffett y Bill Gates para tratar de
conseguir que más empresarios chinos se comprometan con las necesidades del país –en 2010–, prometí donar toda mi fortuna cuando muera. Y así lo haré. Mis hijos lo saben y me apoyan”, sentencia. “En cualquier caso, no voy a ocultar que una de las razones por las que he decidido actuar en el extranjero ha sido lo maltratado que me siento en China”, sentencia antes de retirarse a su residencia para echar una siesta y “estar fresco” para las fotografías de esta entrevista.
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REPORTAJE
Cuando se producía un ataque armado en el pueblo, los padres venían desesperados a buscar a sus hijos a la escuela. Pero eso era todavía más peligroso.
TESTIGOS DEL OLVIDO
En la cordillera del Cauca vive la memoria de los muertos por un conflicto armado aún pendiente de las convulsas negociaciones entre la guerrilla y el Estado Por Manuel Rivas La mayor atracción es El Globo de la Muerte. Cuatro jóvenes motoristas cruzándose a toda velocidad en el interior de una esfera. Los números circenses con animales están prohibidos en Colombia, así que las motos rugen, aúllan, cabecean enfurecidas en la jaula terráquea, a punto siempre de destrozarse unas a otras. Pero Collarín, el payaso del circo de paso por Toribío, consigue arrancar sonrisas cuando invoca la paz. “¡Todos queremos paz!”. Y estira el brazo derecho, coloca la mano a la manera de un arma: “¡Esta es tierra de paz!”, advierte, y dispara con el índice: “¡Paz, paz, paz!”. Una ráfaga
de paz retumba bajo la carpa. Álvaro Colores, Collarín, de 48 años, payaso desde los 11, dice que el circo es uno de los lugares más seguros en esta parte del mundo donde se vive en vilo. La gente viene a calmarse en este escenario de riesgo. El payaso serio desarma la actualidad con un humor que aquí se mide en un calibre muy sutil. Mira hacia un lugar en la grada: “¡El sexto de enfrente que no se meta conmigo!”. Lejos de aquí sería una ocurrencia surrealista. En
Toribío, en el corazón de la cordillera del Cauca, suena como un divertido eufemismo y provoca risa asombrada. En el escenario real, ahí, fuera de la carpa, el Sexto Frente no es una broma. Es una de las ramas más fuertes de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ni guerrilla (FARC y ELN). Ni Ejército. Ni bandas paramilitares que han rebrotado con el nombre de Rastrojos o Urabeños, además de la sombra intermitente de los
Son los muertos los que más trabajan por la paz en Colombia. Es la única guerra donde la memoria es optimista; y la realidad, pesimista.
Águilas Negras. No, en las conversaciones públicas no se menta al bicho por su nombre. Se habla de “actores armados”, al igual que esta guerra culebrera es el “conflicto”. Hay políticos y hay “parapolíticos” (congresistas vinculados a los paramilitares o a los narcos, o a ambos). Hay un registro oficial de víctimas, pero lo más riguroso es la “violencia subregistrada”. Cada actor armado tiene su “reputación”. ¿Reputación? Lo que los hizo más temibles. Así, los paramilitares construyeron su “reputación de violencia” con las masacres y la sevicia, que incluso se enseñaba en las “escuelas de la muerte”. La guerrilla, sobre todo con los secuestros: “pesca milagrosa”. Las minas antipersonales se conocen como
REPORTAJE “quiebrapatas”. También como el “soldado perfecto”. La mina no come, no gasta, siempre está en su sitio, disponible. Los muertos indocumentados: NN (del latín nomem nescio). Los jóvenes indigentes o marginales asesinados por el Ejército como supuestos combatientes guerrilleros: “falsos positivos”. La multitud de ahogados que pueblan los fondos fluviales: los que “viven en el río”. En esta neolengua, no siempre se trata de disfrazar la realidad. La ironía suele ser una forma de “ignorancia simulada” y en Colombia, por ambas partes, puede permitir muchas veces avanzar en una conversación. Ese fue un trámite necesario para iniciar las negociaciones de paz en La Habana. También se anestesia el lenguaje para que no duela siempre. Y hay eufemismos sublimes, de una estrategia extrema de la consolación. Por ejemplo, los “muertos adoptados”. Alguien que encuentra un cuerpo a la vera del río, se apiada y lo entierra. Un día lel leva flores. Hasta que aquella víctima que arrastró el río ya no es un desconocido, sino un ser providencial. Y el rescatador pone una lápida con su propio nombre. Así se adopta a un muerto. Son los muertos los que más trabajan por la paz en Colombia. No es una ironía. Es la única guerra donde la memoria va por delante, es optimista, mientras la realidad es pesimista: no se imagina a sí misma sin conflicto. Hay una expresión colombiana para definir la visión de una persona en el justo instante en que lo van a hacer desaparecer: “la última lágrima”. Y hay momentos en que ya los muertos no aguantan más. En cada rincón de Colombia, rompiendo el régimen de silencio, y las vacaciones de las conciencias, germinan cientos de grupos de la memoria, a la búsqueda de los desaparecidos, solidarios de las víctimas. “La memoria”, dice Andrés Suárez, de 38 años, investigador del Centro Nacional de la Memoria Histórica (CNMH), “permite hacer visible lo que el victimario quiso hacer invisible”. Se multiplican los actos de reparación, los jardines de muertos que no tuvieron sepultura. “Conocer a los que nunca veremos”. La hija de un descuartizado con motosierra en la masacre de El Salado decide hacer una escultura a partir de una fotografía del padre: “Yo quería recordarlo así, a mi papá, de cuerpo entero”. María Enma Valls, refiriéndose
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La Chiva Bomba. En 2011, la guerrilla utilizó en Toribio un autobús como este cargado de explosivos para reventarlo contra la comisaría.
“El problema de la violencia en Colombia es un problema de salud mental. La incapacidad para compartir el dolor”. a la Operación Orión del Ejército, en la Comuna 13 de Medellín, en 2002, con 200 jóvenes desaparecidos: “Sería terrible contar todo esto y que no pase nada”. La capital del Cauca es Popayán. La parte antigua está trazada con tanta inteligencia urbanística que, mientras paseas, suspendes momentáneamente las hostilidades con la historia imperial. Popayán tiene unos 220.000 habitantes. Este es el número oficial de muertos registrados en Colombia por el conflicto armado entre el 1 de enero de 1958 y el 31 de diciembre de 2012. A medida que avanza la excavación de la memoria, como señala el informe ¡Basta ya! (CNMH), “se pone de manifiesto la brecha entre lo conocido y lo ocurrido”. En esta prolongada “temporada en el infierno”, de los 220.000 muertos, la inmensa mayoría son víctimas civiles y selectivas. El número de desplazados puede llegar a los seis millones de personas, con ocho millones de hectáreas de tierra abandonadas o directamente despojadas. La “violencia catastral”. “No respetaron ni los cementerios”. La cifra de desapariciones forzosas puede remontarse a más de 27.000, más que los desaparecidos en el periodo de la Operación Cóndor en las dictaduras de toda América Latina. Pueblos vaciados, abandonados, como San Carlos, en Antioquía: “Cuando uno desaparecía,
iba muriendo despacitico toda la familia”. En La Sonora, otro lugar “vaciado” de jóvenes, un mando al que los padres acudieron dijo: “Por ahí en 15 días les vuelven”. Miles de los muertos civiles lo fueron en masacres. Los más vulnerables: niños, mujeres, pueblos indígenas, líderes sociales y sindicales. Hay una geografía donde se aplicó la tecnología del terror: escuelas de la muerte o del descuartizamiento, como la creada en la finca La 35, en Urabá, por el jefe paramilitar Doble Cero. Más de 10.000 personas, con 2.000 muertes, sufrieron el impacto de las minas. En el Registro Único de Víctimas están 1.774 violaciones sexuales, delito usado en muchos casos contra “mujeres líderes”, como las indígenas, luego asesinadas o desaparecidas, Margoth, Rosa, Diana y Reina, en Bahía Portete. Y la pena moral. ¿Cómo medir la pena moral? Cuenta una joven de Ciénaga al Grupo de Memoria Histórica: “El dictamen de la muerte de mi mamá fue pena moral. Ella no quiso vivir más. Se le olvidó que tenía otros siete hijos y vivió en busca de él. La muerte de mi mamá fue muy dolorosa. Nosotros tuvimos que traer a una persona que se parecía a mi hermano para que ella en su hora de muerte lo tocara y creyera que él era el que había llegado. Para que se pudiera ir tranquila y nosotros, en el dolor,
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decirle: ‘Mamá, tranquila, Reinando está acá, llegó’, y ella verle la luz en los ojos”. A todas las víctimas del padecimiento físico hay que sumar las que padecen ese dolor insondable. La pena moral. Las heridas invisibles. Enfermedades mentales causadas por la guerra y, en gran parte, desasistidas. Ese es la principal área de actuación de Médicos Sin Fronteras en Colombia, y en concreto en el Cauca, donde atienden a miles de personas. “Colombia, una nación a pesar de sí misma”. La historiadora Juana Rubio me apuntaba esta idea de David Buchner, que es también el título de un libro imprescindible, para subrayar que “a lo largo de la historia colombiana siempre han prevalecido los intereses particulares, no los de la nación”. No existía una identidad compartida. Algo en lo que fundamentar una confianza básica. Otro historiador, el emérito Medófilo Medina, que parece llevar la historia en la cabeza, como la cima nevada del volcán Puracé, autor de El rompecabezas de la paz, me recordaba el aforismo de Bryce “La democracia es el modo de contar las cabezas sin romperlas” para formular el fatídico diagnóstico: “La democracia colombiana ha presentado un desarrollo anómalo que se puede reflejar en la fórmula: contar cabezas y romperlas”. La paz consistiría en esa humilde épica de contar cabezas sin romperlas. Por vez primera parece surgir un consenso nacional más fuerte que los intereses particulares y es esa “identidad del dolor”. Natalia Botero, profesora en Medellín, lleva años dando imagen y voz a las víctimas. Cuando nos encontramos, le costaba hablar. Le había llegado la noticia del suicidio de Nazly, una niña de 13 años que actuaba de portavoz de jóvenes familiares de las víctimas. No fue capaz de regresar del horror. Natalia menciona un texto de John Berger que puede ayudar a regresar del infierno: “Hay gran parte del dolor que no puede compartirse. Pero el deseo de compartir el dolor sí puede compartirse”. ¿El deseo de compartir el dolor puede contribuir a refundar una nación? De alguna forma, cuando era una niña, Diana Patricia Gonzalías adoptó un muerto. Diana, de 28 años, es hija de madre indígena, de la etnia nasa, y de padre afro. Nació en la cuna materna, en Toribío. Sus padres se hicieron maestros
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con mucho esfuerzo. “A ella le gustaba mucho leer. Se sabía de memoria El Buscón. De niña, con seis o siete años, me hacía leer trozos a la luz de la vela. Y se reía muchísimo”. Fue por esa edad cuando pasó lo de la plaza. Una multitud que rodeaba a un joven lo zarandeaba. La madre del muchacho lloraba, imploraba. Diana Patricia se acercó a ver lo que ocurría. “Al parecer era un guerrillero, pero el muchacho estaba desarmado. Un hombre lo acusaba de un hurto. El joven se arrodilló. Lo iban a matar y nadie decía nada. Hasta que lo arrastraron detrás de un muro y sonó el disparo. Más tarde levantaron el cadáver y lo llevaron a la casa de la familia y le hicieron el velorio. Yo no paraba de preguntarme por qué la gente no hizo nada. Y me lo he estado preguntando toda la vida. Por ese muerto y por todos los que vinieron”. Estudió Psicología. Para responder a las preguntas. “En gran parte, el problema de la violencia en Colombia, en sus orígenes y consecuencias, es un problema de salud mental. La incapacidad para compartir el dolor. Ver al otro como un enemigo, como un ser prescindible. Habría que poner el país en un diván”. La muerte compareció muchas veces ante Diana Patricia Gonzalías. De adolescente, caminando con su prima en la vereda de El Manzano, escucharon un tiro. Tuvieron una premonición y echaron a correr. Encontraron a su tío, al padre de la muchacha que la acompañaba, amarrado a una silla y desangrándose por un tiro en la sien. Cuando, en 2011, la guerrilla impactó La Chiva Bomba (un bus lleno de explosivos) contra la comisaría de Toribío, también volaron casas vecinales. En la estrategia del terror, eligieron un día de mercado y se contaron tres muertos y un centenar de heridos en una localidad de 3.500 habitantes. Cuando habla, puede verse el tráiler de lo sucedido en sus ojos. Le basta murmurar una palabra en lengua indígena,en nasa yuwe: “cxacxa”. Significa: ¡fuerza! La pregunta de aquella niña de seis años, horrorizada por la sumisión colectiva ante una muerte anunciada, tiene ahora una respuesta que es síntoma también de una revolución mental en Colombia: “Yo nunca me arrodillaré ante la violencia. Y la comunidad indígena tampoco”. Los pueblos indígenas y las comuni-
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Nazly, una niña de 13 años que actuaba de portavoz de jóvenes familiares de las víctimas, se suicidó. No fue capaz de regresar del horror.
En la región del río Naya hay grandes reservas de oro. Las FARC controlan algunos yacimientos de oro y recursos de la zona del Cauca.
dades afrodescendientes han sido, en su escala, las más violentadas durante el conflicto armado, según el CNMH. Los indígenas representan el 3,4% de la población colombiana y solo en los últimos 12 años han sido asesinados 1.190, la mayoría líderes comunitarios. En el Cauca, el 22% de la población es indígena (247.987 personas). Los más combativos y mejor organizados son los nasa. Impresiona lo ocurrido con los misak, de Guambia, en el curso de una protesta en 1997. Marchaban ordenada y pacíficamente hacia Popayán cuando irrumpieron fuerzas militares y abatieron a tiros a dos jóvenes. La respuesta de los misak fue: “Con los corazones paralizados por la incomprensión, nos devolvimos con nuestros muertos, porque no se puede hablar con gentes que hacen cosas así”. La disposición de los nasa es muy diferente. Cuando ocupan la Panamericana, van para quedarse hasta que los escuchen. En 1971, en el resguardo de Toribío, tuvo lugar un encuentro decisivo en el nuevo despertar de las comunidades indígenas. Constituyeron el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Los miembros de los cabildos fueron detenidos de inmediato y permanecieron encarcelados dos meses. La acusación: “Por hablar demasiado abierto”. Pero siguieron adelante. La “plataforma de lucha” que aprobaron sigue vigente cuatro décadas después. Por la Constitución de 1991, Colombia es un
país multicultural y tienen derecho a la autonomía. Han superado el dominio que por siglos ejercían los terratenientes del Cauca sobre sus tierras. Al contrario que en otros lugares de Colombia, han frenado la maquinaria pesada de las multinacionales de la minería. Pero tal vez lo más difícil: han declarado su territorio libre de actores armados. Un territorio en paz, donde el orden es gestionado por la Guardia Indígena, con miembros elegidos y renovados cada año. Y armados únicamente de bastones. Daría Patricia estaba allí el 12 de julio de 2012 cuando una movilización de indígenas nasa desarmados expulsó a los 100 soldados de la base militar del cerro Berlín. La gente de Toribío se reunió en asamblea. Una parte fue hacia la base militar, y otra, hacia un cambuche (campamento) guerrillero. “Yo perdí todos los miedos. Me dije que si moría, no moriría escondida debajo de la cama. Nunca antes una comunidad indígena se había atrevido. Y luego fuimos a por los guerrilleros. Había uno subido a un árbol y no lo dejamos bajar hasta que soltó el arma. Y se la quemamos. Decidimos cuidarnos solos. La paz puede negociarse en lo alto, pero se teje a diario, en la vida real. Y no es fácil”. No, no es fácil. Antes de llegar a Toribío el pasado noviembre, miembros del Ejército mataron en Caloto a un indígena y fueron acusados de intentar ocultar el cadáver. Al día siguiente de nuestra
salida de Toribío, un grupo guerrillero mató a tiros a dos miembros de la Guardia Indígena que intentaron retirar una valla propagandística. Todo está en Toribío. Lo visible y lo invisible. En la capital del hostigamiento es uno de los lugares donde más se trabaja por tejer la paz, con un especial protagonismo de las mujeres. Y hay un dato que algo debe tener con la esperanza: este año, en el centro público de salud, han nacido más niños que nunca. El pasado mes de marzo, 32. –Si llega un guerrillero herido, ¿se le atiende? –Cualquiera que llegue tiene asistencia médica. No tenemos que discriminar a nadie. Pese al contrapeso del espíritu “fiestero”, Lina destaca que la mayor secuela de la guerra es “la pena moral”. La secuela de las enfermedades mentales. Alirio es uno de los está y no está. Te habla, pero su mirada está en el país de la pena. Esa pena moral es atmosférica. El paraíso escupe proyectiles, tatucos (morteros), cilindros. Alirio Piamba, de 54 años, no pudo soportarlo. Se marchó desplazado a un lugar sin hostigamiento. Pero encontró otra intemperie. Ser desplazado es como llevar un estigma en la frente. Los millones de desplazados van a ser uno de los grandes problemas en el escenario posbélico. Luis Yimer Paví, de 42 años, docente en una pequeña escuela rural indígena, dice que para una paz verdadera y duradera es imprescindible “superar las injusticias”. ¿Y cómo amaneció? Esa es la forma de decir buenos días de Ludia Lemos. Se lo dice a todos y cada uno de los niños y niñas que se cruzan con ella. Es maestra en la Institución Educativa, el gran centro escolar de Toribío. En el enclave entre montañas, el recinto escolar no está libre de impactos. Hoy es un día soleado. En el recreo, el patio es un taller que bulle y canta. Alrededor de mil alumnos acuden al Instituto Educativo, donde las clases son en español y en lengua nasa. –¿Qué hace cuando hay hostigamientos? –Antes los padres venían desesperados a buscar a sus hijos. Pero eso era todavía más peligroso. La primera instrucción es arrojarse al suelo, bajo los pupitres. Aconsejamos a los niños que se abracen, que se sientan unidos. Empezamos a contar cuentos. Así, tirados en el suelo, nos contamos cuentos. Hasta que pase la pesadilla.
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Mujeres de Beirut, pioneras árabes del Siglo XXI
La capital de Líbano es conocida en Oriente Próximo por ejercer de reducto de libertad para las mujeres. Seguimos la pista de algunas de las que rompen estereotipos
El Sky Bar es el local de Beirut con más reputación entre la clase alta libanesa. En sus baños, las jóvenes hacen cola para mirarse al espejo y retocarse. Aquí es obligatorio reservar mesa, a partir de 1.200 dólares. Por Natalia Sancha Entre sudor, colchonetas y musculosos compañeros entrena Maya Houdroge, libanesa de 32 años que pasó parte de su infancia en Sierra Leona. De voz y gestos dulces, a los 9 años empezó con el kárate y desde entonces no ha dejado las artes marciales. Dejó su trabajo en una tienda de ropa para ser entrenadora personal. Sus guantes de boxeo, sus pantalones e incluso el llavero que cuelga de su mochila son rosas. Pero en cuanto entra en el cuadrilátero, sus enormes ojos negros enmarcados por pestañas postizas y sus cejas cuidadosamente depiladas se transforman.
“Durante las competiciones de muay thai no lo pienso. Sé que me pueden herir, romper huesos, pero una vez estoy delante de la contrincante solo pienso en ganar”, asegura Houdroge. Vive sola y está soltera, lo que le crea presión por parte de la sociedad libanesa y la familia. En cuanto a las artes marciales, han acabado por aceptarlo. “Mis amigos están muy orgullosos, y mis compañeros del gimnasio son como mi familia”. Cuando
el entrenamiento termina, Houdroge se arregla el pelo, se enfunda en el vestido y se sube a sus tacones. “La feminidad no está reñida con el deporte. Yo no he sido educada en un ambiente sectario y, aunque soy musulmana, rehúyo de la sectarización libanesa. Pero en las artes marciales somos aún minoría”. Hace dos días, un joven intentó agredirla. Lejos de correr, Houdroge dejó caer su mochila, empuñó su pesado llavero y amenazó al
“Generalmente son las chicas quienes critican lo que consideran poco femenino. Los hombres suelen tomarlo como una muestra de coraje”.
joven, que salió corriendo calle abajo. En el mundo árabe, donde los espacios de libertad están segregados por sexo, las mujeres reinan en el ámbito privado, entre muros. Los hombres lo hacen en público. La esfera privada continúa siendo el principal campo de batalla. Arabia Saudita y Líbano, antónimos por excelencia respecto a la libertad de la mujer en el mundo árabe, muestran una caricatura de los opuestos. Riad, capital saudí, se antoja el cementerio de la mujer moderna, en una sociedad donde ella no es más que máquina reproductora, esposa sometida o hija y hermana obediente para luego convertirse en esposa. El ciclo se cierra siempre bajo
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la tutela del hombre y dentro del hogar. Las mujeres de Beirut son conocidas en la región por haber levantado un reino de libertad. Un oasis en algunos aspectos superficial, pero público, que disfrutan especialmente las de clase media. El crisol religioso que caracteriza a Líbano, con 18 confesiones, ha permitido que las realidades de Riad y Beirut coexistan simultáneamente en un mismo país. En Líbano, por cada hombre hay cinco mujeres, que viven en una realidad a dos velocidades. En las zonas más conservadoras, las mujeres solo se reúnen en casas, bodas o funerales. Líbano está en el puesto 135º de 142 países en el índice de la disparidad de género del Foro Económico Mundial. Sorprendentemente, Arabia Saudita se sitúa cinco por encima. Pero el reparto del espacio público está cambiando. Unas pocas pioneras empujan más allá para conquistar la esfera reservada a los hombres. A medio camino entre el frente de la libertad o el del sometimiento, un grupo de libanesas rompe tabúes y construye un espacio público de emancipación real. Nathalie y Aline son una pareja especial. No solo por ser lesbianas en un país marcado por el machismo social y religioso, sino porque son novias desde hace 14 años. Con 38 y 35 años respectivamente, aseguran que envejecerán juntas. Entre bromas relatan cómo Nathalie tiene que arrastrar a Aline al gimnasio para perder esos kilitos que, dicen, les sobran a ambas. Quieren abrir una empresa de gestión de negocios, pero, hasta que esta idea se materialice, Nathalie prosigue su labor como trabajadora social en una ONG y Aline lleva cinco meses de “mujer florero”, dice en tono burlón. En un restaurante de Beirut, los gestos de cariño son reprimidos ante la mirada pública. Aline se sonroja y sobresalta cuando Nathalie le da un beso en la mejilla o roza su mano. A pesar de todo, aseguran que es más fácil para las mujeres homosexuales mostrar afecto en público que para los heterosexuales. “Antes yo llevaba el pelo corto. Un día, en un café, me encontraba mal y dejé caer la cabeza sobre el regazo de Aline. El camarero nos miró sobresaltado y se dirigió hacia nosotras. Al darse cuenta de que las dos éramos mujeres, sonrió y dijo: ‘¡Qué susto, pensé que eras un chico, y eso aquí no está permitido!”, reme-
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mora Nathalie. El camino no fue fácil. “Alguien, aún no sé quién, llamó un día a mi madre para decirle que yo era gay. Tuvimos una discusión y dejó de hablarme durante meses”. Finalmente aceptó el noviazgo. Para los vecinos y la familia lejana son sólo compañeras de piso. Su sólida relación ha logrado sobrevivir a todas las trabas que han puesto en el camino la moral de una cultura heredada, la estrecha mirada social y el rechazo religioso. No piensan en tener hijos. Se contentan con sus tres gatos, su trabajo y su vida social.
Beirut ofrece desde hace años varias alternativas de bares y cafés para homosexuales. “Es el único sitio en el que puedes ser espontánea y cogerle la mano a tu chica, darle un beso sin que nadie te mire con asco o te juzgue”, apunta Nathalie. Las opciones, aunque escasas, son variadas. El recorrido de la noche gay beirutí comienza en el café Bardo. Jóvenes y no tan jóvenes disfrutan de una excelente comida y bailan al ritmo de la música. Todos se conocen. Pero pocos han salido del armario y todos temen el rechazo familiar, profesional y social, así como la
Las damas de Harley-Davidson hacen una pausa en su recorrido por Beirut. De izquierda a derecha, Rima Makari (50 años), Grace el Khoury (32 años), Carole Khazzha (27 años) y Talar Bogharian (40 años).
Maya Houdroge (32 años), entrenadora física personal de artes marciales. Ha ganado varias medallas de oro y está preparándose para el campeonato femenino de ‘muy thai’ (un arte marcial) en Dubái.
represión legal. El artículo 534 del código penal libanés prohíbe “mantener actos sexuales innaturales”. Según Ahmed Saleh, voluntario de la ONG Helem, cerca de 50 homosexuales han sido detenidos en 2014, sujetos a condenas que pueden alcanzar el año de cárcel. Nathalie y Aline rehúyen la cámara. A pesar de su naturalidad dentro de estos reductos de libertad sexual, saben que el reconocimiento social pleno está aún lejos. Tan solo Jean d’Arc, “de treinta y pocos”, accede a posar junto a su amiga. “Ya hace muchos años que salí del armario, y no pienso volver a entrar”, asegura mientras brinda con su copa. La última parada de la noche gay acaba en las discotecas Life y Posh. “Vengo de una familia conservadora musulmana. Tengo cuatro hermanas y todas llevan velo. Cuando mi madre descubrió que yo era lesbiana me encerró, y me vi casada a la semana con un hombre que no conocía”, cuenta Suha, de 27 años. Su destino es común para las lesbianas libanesas, independientemente de su religión, que son descubiertas por sus padres. Suha logró un divorcio por el que perdió a su familia. “Les amenacé con suicidarme”, da por toda respuesta antes de regresar junto a su novia. La reprobación social libanesa condena a aquellas que se apartan del canon de la estética y el recato. El culto al cuerpo se extiende por todas las clases sociales. Durante el día acuden a centros comerciales y consumen sin límite en moda importada de París y condimentada en Beirut. Por las noches conquistan espacios antes reservados al hombre, subidas en sus tacones de 15 centímetros, con kilómetros de rodaje en unas calles impracticables. “Miles de libanesas llevan mi firma”, comenta orgulloso Nabil Fuleihan, cirujano estético fetiche de Líbano, donde abundan clubes y bares convertidos en pasarelas de pechos sintéticos, narices al estilo Angelina Jolie, minifaldas y generosos escotes. Sky Bar es el local más reputado entre la jet-set. Aquí es obligatorio reservar mesa, a partir de 1.200 dólares. Ante la fila de retretes vacíos, una larga cola de vestidos de Armani, nubes de perfume de Chanel y bolsos de Louis Vuitton esperan su turno para retocarse frente al espejo. Joumana Haddad, periodista y escritora libanesa de 44 años, se enfrenta a estos tabúes en su último libro, Superman es árabe. “Muchas libanesas han
REPORTAJE adoptado elementos superficiales de libertad, como decidir si cubren su cuerpo. Las que buscan la independencia económica son las menos. Esa libertad de vestimenta la usan para lograr un marido rico, lo que demuestra que la necesidad de casarse para existir sigue presente. La mujer aquí no existe como individuo, sino por referencia al hombre”, afirma la escritora. Manal Khalil, de 33 años, acude cada día sobre las siete de la tarde a Danys, un bar de barrio donde sabe que, sin previo aviso, siempre encontrará a alguno de sus amigos. Lleva siete años trabajando como asistente de proyectos en Naciones Unidas. “Vengo aquí porque me siento como en casa. Si fuera sola a un bar me mirarían mal, como a una buscona. Además no me gusta ir a clubes, donde hay que vestirse de boda, ser superficial y pagar una barbaridad por cada copa”. Khalil dedica su tiempo libre a viajar, ir al cine y al gimnasio. Tras cuatro años de matrimonio, se divorció hace dos. Se siente afortunada por el apoyo de su familia, pero no es inmune a la presión social que hay sobre una mujer independiente y divorciada en la treintena. “Lo primero que me preguntan es cuántos hijos tengo, para mirarme con cara de compasión cuando respondo que ninguno. Es cansado, sobre todo porque la mayoría de mis amigas están casadas”, relata al tiempo que sorbe un vermut. La sectarización de Líbano deja también su impronta en las relaciones entre jóvenes. “Si una amiga conoce a un chico que le atrae, tiene que averiguar de qué religión es. Yo tengo suerte, pero en otras familias rechazan las relaciones entre personas de diferentes religiones como musulmanes y cristianos, o drusos y cristianos. Si el chico es de otra religión, algunas desisten de inmediato”. Khalil lleva una vida normal fuera de la superficialidad de Beirut, pero su pelo corto a lo garçon no pasa desapercibido. “Generalmente son las chicas quienes critican lo que consideran poco femenino. Los hombres suelen tomarlo como una muestra de coraje en esta sociedad”. Un motociclista acaba de aparcar su Honda azul frente al bar. Al quitarse el casco, deja caer una larga melena rubia. Los clientes se giran en su dirección. Los hombres especulan sobre los centímetros cúbicos de la moto. Y ellas admiran a esa mujer sobre dos ruedas, que pertenece a un grupo cada día más
numeroso en Beirut. Entre ellas, las 27 damas del grupo Harley-Davidson. Cuatro de ellas llegan al café Chez Paul para desayunar. La primera es la química Talar Bogharian, que aparca una espléndida Harley roja. Madre de dos hijos a los 40 años, viste pantalones y camiseta holgadas. La sigue Grace el Khoury, de 32 años, soltera. Porta pantalones ajustados y trabaja en el hotel Hilton. La tercera, Rima Makari, de 50 años, es jubilada convertida en ama de casa. Por último llega Carole Khazzha, soltera de 27 años y trabajadora de éxito en la hostelería. De edades, personalidades, vestimenta, profesiones y confesiones dispares, estas mujeres solo aparentan tener una cosa en común: la pasión por las HarleyDavidson. Han decidido invertir su dinero en una máquina que pesa 250 kilos (la más barata cuesta 10.000 dólares) y dedicar su escaso tiempo libre a recorrer las carreteras del país. En sus conversaciones no existen filtros. Comentan su sexualidad, se burlan entre ellas, mentan a sus maridos o novios, y hablan de política o las nuevas restricciones de circulación. “Nos gusta conducir en grupo, pero en ocasiones Grace y yo salimos solas y nos perdemos por los caminos”, comenta Bogharian. “Hay grupos de mujeres en Dubái, El Cairo o Bahréin. Obviamente, no en Arabia Saudita (donde ellas tiene prohibido conducir por ley). Allí las compañeras se visten como hombres y se ponen un casco para que no las detenga la policía”. Tras pagar la cuenta, Makari se calza su chaqueta de Harley-Davidson, se coloca las gafas y hace rugir su moto. Con 30 años de experiencia, es la primera mujer motorista de Líbano. “En tiempos de guerra era más cómodo moverse con la vespa para ir a trabajar. A veces me ponía una falda, y la verdad es que la gente alucinaba, pero me daba igual”, asegura. Se alegra de que ninguno de sus dos hijos tenga moto. “Es peligroso”, responde provocando la risa de sus amigas. Las damas se suben a sus máquinas ante la admiración de los hombres, que no logran contener una mueca de extrañeza. Las motos ronronean bajo sus botas y las chicas inician su viaje. Makari acelera y adelanta al resto. El Khoury lo hace a su vez al tiempo que todas lanzan gritos de júbilo. A su paso, las transeúntes y conductoras de coches las vitorean: “¡Olé esos traseros!”, o “¡Bravo por las
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“Yo no he sido educada en un ambiente sectario y, aunque soy musulmana, rehúyo de la sectarización libanesa”.
Manal Khalil (en el centro), de 33 años y divorciada, es asistente de proyectos en la ONU. Cada día, tras terminar el trabajo, va al gimnasio a hacer deporte y luego al bar a tomarse un martini rosso con sus amigos.
Nathalie y Aline son pareja desde hace 14 años. Sólo sus padres y amigos cercanos están al corriente de su homosexualidad. En la foto, un momento de intimidad en un aparcamiento de Beirut. mujeres valientes!”. En el camino, las motoristas se comunican por signos. El dedo índice levantado indica un camino estrecho, y entonces forman en fila india. Índice y meñique levantados significan que deben colocarse en filas de dos. Cuando un vehículo se aproxima demasiado, las damas de Harley no usan el claxon. Les basta con forzar el acelerador; el potente gruñir de las motos es suficiente para apartar a los incautos. Tras la adrenalina del paseo, se reúnen con sus compañeros moteros, algunos de ellos sus maridos, para
terminar el día con unas copas en el bar. Mientras planean su próxima salida, los hombres se arremolinan alrededor de los vehículos, entusiasmados con algún accesorio nuevo. A pesar de lo agotador que asegura que puede ser el día a día, Bogharian se muestra optimista: “El principal desafío diario para nosotras sigue siendo tomar nuestras propias decisiones como mujeres. En esta sociedad necesitas siempre el aval de un hombre para que te respeten. Lo vamos logrando, pero tenemos que esforzarnos 10 veces más”.
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CINE
Tatum: “Estoy en una nueva fase en la que sorprendo a la gente”.
La última tentación de Hollywood - Tras rodar más de 20 películas en 10 años de carrera, Channing Tatum
reflexiona sobre el precio del éxito - Su nueva película, ‘Foxcatcher’, es un título que ya se baraja en las quinielas de los próximos Oscar Por Rocío Ayuso Channing Tatum sirve para todo. ¿Necesitas que sople las velas de cumpleaños con tu amiga? Ahí está él, “mientras no espere que salga de dentro del pastel”, apunta jocoso. ¿Un buen baile? Sin dudarlo; el protagonista de Magic Mike (2012) siempre está dispuesto, solo o agarrado, a hacerte sentir que tienes algo más que dos pies izquierdos. Es capaz de dejar a Jamie Foxx relegado a hacer de DJ, mientras resuena el (I Wanna) Channing All Over Your Tatum que le compuso al protagonista de Un paso adelante (2006). Y a la hora de gamberrear, el actor también es el primero. Que se lo digan al pitufo hinchable gigante con el que intentó escalar
en las playas de Cancún (México), en una noche loca con los amigos, entre ellos Reid Carolin, compañero de proyectos como la productora Iron Horse Entertainment. Tatum es el centro de una de las fiestas más destacadas del Festival Internacional de Cine de Toronto, por la que revolotean un florido Robert Downey Jr. y una formal Salma Hayek en su nuevo papel de productora. En la barra del bar se juntan famosos como Jon Stewart, Gael García Bernal, Kevin Costner o Naomi Watts. En esta década al actor lo han considerado muchas cosas: bailarín, sex symbol, stripper, modelo, la carne del deseo. Pero nunca, hasta ahora, lo habían tomado en serio. Hoy su nombre apunta a ser el descubrimiento del año gracias a
Foxcatcher (2014), su última película. La cinta se perfila como posible candidata al Oscar desde que fue recibida en Cannes con la sala puesta en pie. Pero Tatum tiene el semblante serio. “En estos años he aprendido un montón. Noto ese giro en la evolución de mi carrera, esta nueva fase en la que sorprendo a la gente”, comenta sin sonreír, vestido muy formalito, casi embutido en un traje oscuro de tres piezas con la camisa cerrada hasta el último botón. ¿Es eso lo que le ha cambiado el gesto, ser considerado un actor serio? Inmediatamente vuelve a sus ojos esa sonrisa tan suya, de cachorro con ganas de juego. “¿Lo dices por Foxcatcher? ¡No! No tengo intención de dedicarme a los dramas a partir de ahora. La película ha
sido una prueba de humildad. No puedo más que estarle eternamente agradecido a Bennett (Miller, su director) por darme la oportunidad. Pero estoy serio porque pienso en el madrugón que tengo que darme mañana para el entrenamiento de Magic Mike XXL (2015). Estar aquí de fiesta, sin comer ni beber, es un suplicio. Acuérdate de que yo soy fappy, fat-happy (una conjunción de “gordo” y “contento” en inglés)”. En este momento de su carrera, Channing Tatum se puede permitir que le tiemblen las carnes de placer. Tras más de veinte películas en menos de una década se lo ha ganado a pulso. Él no lo niega: es cierto que fue su cuerpo el que le abrió las puertas de Hollywood, el mismo que ahora lo tiene amargado por la dieta. “Recibo trabajos porque quieren que me quite la camisa delante de la cámara, y sé lo difícil que es obtener esa forma física”, comenta con una honestidad desoída en un actor. Foxcatcher muestra también sus otras carnes, las que abre en canal para sacar su interpretación más palpitante y contenida. Así lo describió The Hollywood Reporter. “Tatum es un actor de los de verdad”, lo defiende su amigo y compañero de reparto en Infiltrados en la universidad (2014), Jonah Hill. “Incluso cuando dice estupideces, su honestidad supera cualquier género”. Guillermo del Toro, tras trabajar con él en la producción animada El libro de la vida (2014), coincide: “Vulnerabilidad. Esa es la clave de Channing. Su humildad se hace aún más evidente cuando sólo escuchas su voz”, describe poético. “Contar con él es una suerte. Es un tipo inteligente y te hace sentir a gusto en el momento en que lo ves”, añadió Ronald Emmerich cuando lo tuvo a sus órdenes en Asalto al poder (2013). La ironía es que todos estos parabienes los podría haber escuchado mucho antes. Porque fue su primera película con un papel destacado, esa cinta indie que nadie vio, titulada Memorias de Queens (2006), la que le hizo pensar a Miller que quería al actor para el papel de Mark Schultz, atleta olímpico que se asoció con el millonario John Dupont para crear un equipo de lucha que acabó en tragedia. “Su interpretación me dejó pegado a la butaca. ¿Cuántas veces dice uno eso de un desconocido?”, recuerda ahora el director. Miller no consiguió borrarlo de su mente, pero entonces no consiguió convencer al actor. “Fue hace
CINE más de siete años. Pensé que era interesante, pero si te soy completamente honesto, no acabé de entender la película y no quise hacer algo tan heavy, tan incómodo. No me arrepiento porque en este tiempo he ido aprendiendo lo que no sabía”, explica Tatum. Nacido en el Estado de Alabama, pasó la adolescencia en Florida y nunca pensó en ser actor. Iba para jugador de fútbol americano porque le habría pagado los estudios. No se le daba mal, y tiene el físico fortachón que favorece a ese deporte. Pero sólo se juntaba con el grupo idolatrado de los jugadores porque en clase se sentía tonto. Ahora sabe que era disléxico. “Me costaba diez veces más que al resto leer algo, lo que me generaba una inseguridad que sólo empeoraba las cosas. Me ha costado llegar a los 30 para saber que no era ningún estúpido y eso, tristemente, es bastante estúpido”, dice arrastrando algo las palabras y con una ligera sombra de duda. Su físico le consiguió trabajo como vendedor de préstamos hipotecarios, de discos, camarero, stripper… “Sí, supongo que tendré mucho que explicarle a mi hija cuando crezca”. Se ríe de unos recuerdos que, algo embellecidos, le sirvieron de base para construir su personaje en Magic Mike junto a Steven Soderbergh, y que volverá a utilizar ahora en la segunda entrega, centrada en el mundo de los desnudos masculinos. Aquella fue su vida hasta que se cruzó con un cazatalentos que lo fichó como modelo. Vistió sus desnudos con trajes de Armani y conservó ese aire seductor que en lugar de cohibir, invita: “Sonará cursi, pero mi lema es ‘vive y deja vivir’. No busco que guste lo que hago, pero quiero que la gente entienda por qué lo hago”. Tatum descubrió el arte el primer –y prácticamente el único– día que pisó una escuela de arte dramático. Fue por curiosidad. Alguien le había dicho que ser actor era mucho más divertido que ser modelo. “Durante los 15 primeros minutos de clase se me saltaron las lágrimas. Me di cuenta de que actuar era como hacerte un psicoanálisis diario, pensar en lo que has hecho, en lo que te rodea. Una experiencia increíble que quería explorar”, recuerda, llano, sin pretensiones ni vergüenza por lo poco que sabía entonces de cine. Como mucho conocía las películas antiguas que veía con su padre, como La leyenda del indo-
21 de diciembre de 2014 / EL MAÑANA / DOMINGO
El actor, en un fotograma de su nueva película, ‘Foxcatcher’ (2014). En ella interpreta a Mark Schultz, atleta olímpico de lucha. mable. Lo tenía todo por delante. Cada filme fue una posibilidad de aprender. Daba igual que hubiera que vender cuerpo en películas romanticonas como Querido John (2010) o Todos los días de mi vida (2012). Hasta las audiciones se las tomaba como si fueran clases particulares. “Me presenté al casting de No es país para viejos, por un papel para el que me faltaban 15 años de experiencia. Sabía que en cuanto abandonara la habitación vendría alguien mil veces mejor que yo. Pero quería leer para los Coen”, rememora. Hizo lo mismo con Kenneth Branagh. Salió sin el papel, pero allí aprendió que utilizaba su cuerpo como “muletilla”, siempre en movimiento para disimular que no sabía qué hacer con él. Por encima de todos con los que se ha cruzado, Tatum agradece en especial las clases que recibió de Joseph Gordon-Lewitt y de Steven Soderbergh. Con el primero trabajó muy al principio, en Ausente (2008), y lo considera su “maestro Jedi”, ya que se tomó el tiempo de hablar con él cuando no tenía ni idea de interpretación. Con el segundo ha trabajado en tres ocasiones –Indomable (2011), Magic Mike y Efectos secundarios (2013)– y ahora va a por la cuarta, aunque el director sólo se encargue de la segunda unidad de XXL. “Steven… supongo que me aguanta como a un hermano menor”. Si el arte lo aprendió de otros, ¿nos puede decir cómo conseguir un cuerpo Chan? Así lo llaman sus amigos, Chan. O Chanimal, como lo apoda su madre
desde pequeño, por bruto. Uno no consigue el físico más sexi del año, según la revista People en 2012, sin trabajárselo. “Es un honor que me hizo llorar por la cantidad de munición que le dio a mis amigos para meterse conmigo”, dice, ahora riéndose. Pero lo único verdaderamente malo es la dieta: “La odio”. Ser honesto sobre sus vicios dio que hablar este año por unas declaraciones de las que algunos dedujeron que era un alcohólico funcional. No se lo tomó a mal, pero tampoco quiere dar esa imagen. “Lo que quise decir es que entre rodaje y rodaje probablemente bebo demasiado y como demasiados pasteles. Dicho esto, tampoco quiero que parezca que me tomo a la ligera el problema del alcoholismo”, remata desde el lugar más alejado de la barra. Más le dolieron otros comentarios que han llegado con la fama, como un artículo de The New York Times que lo presentaba como un producto prefabricado por los estudios para encontrar el relevo a esos Brad Pitt o George Clooney ya por encima de los 50. Dolió, pero prefiere no enfadarse. “Era un buen artículo. Es cierto que no existe un relevo a Brad, a Leo. No hay una nueva generación. Quizá Heath…”, dice en referencia al fallecido Heath Ledger, irónicamente alguien en quien Miller pensó para Foxcatcher cuando Tatum parecía inalcanzable. “Me rodeo de gente que sabe, pero no nos sentamos a planear si con una película aumento mi público femenino y con otra el masculino”, remata algo irritado.
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Entre aquellos de los que se rodea está Reid Carolin, su socio. “No podemos ser más diferentes, él es el cerebro; yo, el cuerpo. Pero hablamos el mismo lenguaje”. Junto a él hizo el mayor negocio de su carrera al invertir en Magic Mike junto con Soderbergh. Según la revista Forbes, esta apuesta contribuyó a que Tatum amasara unos 46,2 millones de euros entre 2012 y 2013, una cifra que el actor no confirma. Tonto, obviamente, no es. Más de veinte películas en menos de una década, 16 en el último lustro y seis estrenos en 2012. Un ritmo que lo ha llevado a la meta, pero que también tiene su precio. Por ejemplo, ese sentimiento de ratoncito enjaulado, siempre dándole a la rueda para que caiga la recompensa. O la soledad del ganador. “No se me da bien conocer a la gente que admiro. No sé qué decir y me acabo apartando, pensando lo que querría haber dicho”. Y añade: “Y no todos son lo que parecen”. En su caso, lo que ves es lo que hay. ¿Hasta cuándo triunfará su sencillez al hablar, la honestidad de su abrazo? Dice que no está aquí “por los flases o por la fama”, dos cosas que en ocasiones le dan miedo. Los viajes en primera son bienvenidos, pero le resulta claustrofóbico verse “arrinconado en el aeropuerto por un equipo de fútbol local sacándote fotos”. Aunque para eso hay soluciones. Al día siguiente a la fiesta, durante la promoción de Foxcatcher, una docena le acompañan para abrirle paso. Faltan las personas más importantes de su vida, su esposa Jenna Dewan y su hija Everly, de 15 meses. “Quizá no fue la mejor idea (tenerla). No sé si estaba preparado para estos dos primeros años. Das mucho cariño y lo que recibes son muchas noches sin dormir. En esos momentos te das cuenta de que las mujeres son una especie superior y los hombres, unos lloricas”. Dewan está en Nueva York por trabajo. Lo suyo es un amor de película: se conocieron en el rodaje de Un paso adelante. Pero como Tatum recuerda, las actrices lo tienen mucho más difícil. “No hay mucho trabajo y menos aún bueno”. Al principio era ella quien tenía trabajo. “Luego mi carrera empezó a moverse y tuvimos que lidiar con diferentes caminos. Lo hacemos día a día. Quizá somos brutalmente honestos en nuestra relación, pero eso nos ha mantenido unidos nueve años y medio”.
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